Manuel Moncada Fonseca
El eterno pecado original
Nadie
nace pecador, ni santo. Nadie es ni una, ni otra cosa. Las personas, como los
procesos que impulsan, poseen virtudes y defectos, salvo las que se sitúan, a
sí mismas, por encima del bien y del mal; presentándose como dioses para
cometer las peores atrocidades que los anales históricos registran, justo
porque en ellos no hay rastro de humanidad.
Es
inconcebible que se admita que seres que están a años luz de su nacimiento, carguen
de antemano, pero muy de antemano, la
marca del pecado. Ello es no sólo inconcebible, sino profundamente perverso.
Así, de forma insospechada, a los pueblos se les ha inculcado siempre la sumisión,
la aceptación acrítica de todo lo que el poder estatal opresor imponga, tenga ello
carácter económico, político, espiritual, seglar o de cualquier tipo. Y si se
trata de un poder foráneo, con mucha mayor razón.
Partiendo
del supuesto que la humanidad de conjunto es de por sí pecadora, no sólo se
supone una falsa redención que, secularmente, se ha ofrecido, sino también el
castigo real a la misma. En una cosa tan sencilla como la del pecado
original, descansa no sólo que, a
condición de una obediencia ciega, podamos “redimirnos” del mismo, sino también
el castigo más grande para las naciones que nunca hayan oído u oigan hablar del
Señor, llámese este Imperio Romano, Español, Inglés o Estadounidense, poder
entre poderes... o, apenas, una sede del poder global…
Lo
bueno y lo malo son cosas relativas, que no relativistas; esto es, que no son
absolutos, pero tampoco son meras elucubraciones subjetivistas. Dependen de las
percepciones de cada momento histórico; de las tradiciones culturales y, hoy, en
gran medida, de lo que los grandes poderes globales de carácter militar,
industrial, petrolero, farmacéutico, mediático etc. impongan como “bueno” o
“como malo”. De ahí que, con suma frecuencia, a la víctima se le presenta como “verdugo”
y a éste como “víctima”.
No se
trata, desde luego, de ver las cosas en blanco y negro, a lo maniqueo. No. El
punto es otro. Se trata de la necesidad de asumir una posición definida ante
quienes tratan de imponer su voluntad, su razón, sus leyes y su orden a los
pueblos. Por lo demás, la visión maniquea no es responsabilidad de los pueblos,
sino de sus verdugos internos o foráneos.
Bosques “habitados por indios…” no por el “hombre”
EEUU,
desde siempre, ha presentado la conquista del territorio sobre el que hoy se
asienta, a partir de su supuesta excepcionalidad entre los pueblos que habitan
el orbe. Un compendio oficial de la historia de este país, refiriéndose a la
corriente migratoria de Europa a América del Norte, refiere que la misma fue
poderosa y edificó “una nueva
civilización en un continente otrora salvaje”. Y desarrollando la idea
expresa: “Lo primero que vieron los
colonos de la nueva tierra fue un panorama de bosques espesos. A decir verdad,
esos bosques estaban habitados por indios, muchos de ellos hostiles, y a la
amenaza de sus ataques habría de sumarse a las penalidades de la vida diaria.” Y
desde luego, según esta versión de los hechos históricos -antes de la conquista
de las 13 colonias que constituyeron EEUU sobre territorio ajeno-, México, las
indias Occidentales y América del Sur, se habían convertido en florecientes
colonias españolas. Un detalle, para nada insignificante, merece traerse a
colación; a saber, lo que expresara John Smith, fundador de la colonia de Virginia,
en 1607: “Nunca el cielo y la tierra
estuvieron más de acuerdo en enmarcar un lugar para que el hombre la habite.” [1]
Así las
cosas, América toda, se puede colegir a partir de lo leído arriba, no estaba
habitada por el “hombre”, sino por “indios”; y éstos eran, en buena medida, “hostiles”.
Luego, eran pecadores y, como tales, debían ser castigados… Había que echarlos sin
piedad de de sus tierras; arrebatarle sus bienes, diezmar a su población y
reducirlos a la esclavitud.
Bernardo
de Vargas Machuca (1555-1622), soldado y capitán castellano que llegó a América
en 1578, siguiendo a Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), debatiendo sobre la
legitimidad de la conquista de América, expuso; 1) que las guerras que los
españoles desataron contra los nativos eran justas; 2) que estimándose a éstos
menos entendidos, se les obligaba a someterse a los más prudentes, los conquistadores
y, en consecuencia, que de no proceder conforme a ello, a los nativos se les
podía hacer la guerra. Para Sepúlveda era lícito desatar guerras contra pueblos
que, para él, eran “siervos por naturaleza”, debiendo por su “barbarie”, someterse
a las naciones “más cultas y civilizadas”.[2]
Mentís contra la deformación de los
hechos históricos
Mas el
mismo opresor es, no pocas veces, quien con propósito de informar a sus
superiores o de registrar en su diario personal sus propias vivencias, revela
la verdad sobre el oprimido. Así, Colón, en relación con los arawuaks
antillanos -muy parecidos según Howard Zinn a los indígenas del continente-,
anotó en su diario algo muy distinto al supuesto de la condición hostil del
nativo del llamado Nuevo Mundo (concepto que sutilmente encierra su origen
colonial):
“Nos trajeron loros y bolas de algodón y
lanzas y muchas otras cosas más que cambiaron por cuentas y cascabeles de
halcón. No tuvieron ningún inconveniente en darnos lo que poseían… Eran de
fuerte constitución, con cuerpos bien hechos y hermosos rasgos… No llevan
armas, ni las conocen. Al enseñarles una espada, la cogieron por la hoja y se
cortaron al no saber lo que era. No tienen hierro. Sus lanzas son de caña…
Serían unos criados magníficos… Con cincuenta hombres los subyugaríamos a todos
y con ellos haríamos lo que quisiéramos.” [3]
En una línea
distinta, la autora Laurette Sejourne habla
de “la singular lealtad” de los
nativos americanos; pues a todo lo largo del proceso de “conquista no se
registra un solo caso de españoles muertos después de haber recibido
hospitalidad, cuando su desaparición hubiera salvado millares de vidas”.
Todo lleva a pensar, sostiene la misma autora, “que para los autóctonos era
inadmisible un ataque sin previa declaración de guerra y la manera como dejan
perder invariablemente todas las buenas ocasiones de deshacerse de sus agresores
obliga a pensar que la traición [por
parte del conquistador español] fue un arma más eficaz todavía que el
arcabuz o que el cañón”.[4]
“Comunidad Internacional” y “Clero
Secularizado”
Conectado
estrechamente a la idea del castigo al pecador, está una multiplicidad de
conceptos engañosos. La comunidad internacional debe entenderse como el
conjunto de todos los seres humanos, sin excepción. Sin embargo, justamente
para facilitar que las posiciones de los poderes globales imperantes se vean
como la encarnación de la voluntad de todas las personas del orbe, se habla
incasablemente de una “Comunidad Internacional” que siempre se reduce a los
gobernantes de las naciones más poderosas de Occidente.
Habla
Obama y a la par habla Hollande, los guerreristas más furibundos del momento, y
habla así la “Comunidad Internacional”. Dos o tres personas, si incluimos a
Cameron, definen en este momento, en nombre de todas las demás, quién es tirano
y quién es demócrata; quién es genocida y quién es rebelde. Pero los países en
que desgobiernan estos tres personajes endiosados representan menos del 8 % de
la población mundial.[5] Y ellos, por sí mismos, a nadie.
Y
aparece acá, nuevamente, lo del pecador que debe ser castigado y lo del rebelde
que, al menos mientras se castiga al primero, debe ser elogiado y, no sólo eso,
sino también entrenado, financiado y armado hasta los dientes. Y como parte
inseparable del Señor Todopoderoso al que la humanidad debe rendir pleitesía y
obediencia, ahora aparece un “Clero Secularizado”, tal como dice con toda
claridad la autora Ángeles Diez
Rodríguez:
“El caso de Siria es uno de
los más paradigmáticos en los que desde el 2011 se evidencia con claridad el
papel legitimador de la guerra jugado por ciertos intelectuales de izquierda.
Una parte importante de éstos ha optado por servir de coro a la guerra
mediática contra Siria investidos de una áurea ilustrada y cargados de
principios morales de factura occidental. Desde sus púlpitos en los medios
alternativos pero también en los masivos elaboran explicaciones,
justificaciones y relatos que presentan como principios éticos cuando en
realidad se trata de su opción política. Ridiculizan y simplifican,
manipulan y tergiversan la opción de los militantes antiimperialistas e incluso
se permiten enmendar la plana a los gobiernos latinoamericanos que, defendiendo
la soberanía y el principio de no injerencia, se oponen a la guerra contra
Siria.”[6]
Las grandes mentiras
provienen, en lo esencial, de Occidente y sus incontables medios de
incomunicación que todo lo exageran, lo abultan, lo deforman o lo inventan con
propósitos siempre aviesos. Por lo demás, si buscamos la verdad como absoluto
no existe. De ahí que cada quien busque una opción: con el imperio o con la
humanidad. Acá no caben las medias tintas, los términos medios. Nos quedamos,
pues, con el relato que los pueblos tienen de la realidad y no con el de ese “Clero
Secularizado” del que habla críticamente Ángeles Diez Rodríguez, mismo que presenta como
rebeldes angelicales a unos
mercenarios que actúan con una brutalidad que supera a cualquier otra en la
historia.
Castigando el pecado
Los grandes justicieros
celestiales se encargan de castigar a “Satanás” y sus “seguidores”, de ahí que
si a Iraq llegaron por la cabeza de Saddam Hussein, junto a él, debían liquidar
a 1.450.000 personas; provocar 4.700.000 refugiados; dejar a 5.000.000 de
huérfanos; 3.000.000 de viudas y causar 1.000.000 de desaparecidos.[7]
Ello sin contar con los efectos catastróficos que ocasionan y ocasionarán, por
mucho tiempo, las bombas de uranio empobrecido lanzadas sobre el territorio
iraquí.
Contra
Libia, en 2011, se coludieron 42 países; desataron 8751 ataques aéreos y
bombardeos desde barcos.[8] El
resultado fatal inmediato de ello fue, según los registros de la Cruz Roja
Internacional, la muerte de 160.000 personas,[9]
cantidad porcentualmente elevada de la población si se considera que esta
nación árabe cuenta con sólo 6.597.960 habitantes.[10]
¿Puede extrañar que un
cardenal secularizado y una sacerdotisa de la misma calaña hicieran
prácticamente suyas estas palabras de un reportero otánico al que entrevistaran
tras la “liberación” de Libia; a saber que los “rebeldes” debían “agradecimiento
genuino” a los interventores yanqui-europeos, propiamente “hacia Francia,
Estados Unidos y la OTAN”, “porque entienden”, no es para menos, “que
nunca habrían ganado si no hubiera sido por esta intervención extranjera.”?[11]
En Siria, los muertos son,
por lo menos, según el Secretario general de la ONU, Ban Ki-moon (el mayor
cómplice de imperio fuera de la OTAN y del Consejo de Inseguridad de la ONU), más
de 100.000 personas;[12]
muertes que ese representante del clero secularizado ya citado, blandiendo una
maltrecha argumentación, endosa por entero a Bashar all Assad: “con
independencia de que haya usado o no armas químicas contra su propio pueblo, el
régimen dictatorial de la dinastía Assad es el responsable primero y directo de
la destrucción de Siria, del sufrimiento de su población y de todas las
consecuencias, humanas, políticas y regionales que se deriven de ahí.”[13]
Sólo le faltó decir “¡He dicho! Yo SAR”.
Notas:
[1] Servicio
Informativo y Cultural de los Estados Unidos de América. Reseña de la Historia de los Estados Unidos.
[2] Castañeda,
Felipe. “La Imagen del Indio y del conquistador en la Nueva Granada: el caso de
Bernardo de Vargas Machuca”. http://ciruelo.uninorte.edu.co/pdf/eidos/4/3_La%20imagen%20del%20indio.pdf
[3] Howard
Zinn. La otra historia de los Estados
Unidos. Siete Cuentos Editorial. New
York. Marzo de 2001. p. 9.
[4] Sejourne,
Laurette. América Latina. I Antiguas
culturas precolombinas. Historia Universal Siglo XXI. 1973. pp. 46-47.
[5] Général Dominique Delawarde. «Siria: injerencia
deliberada, pretexto dudoso”.
[6] Ángeles Diez Rodríguez.
“Intelectuales al servicio de la guerra contra Siria”. http://www.cubadebate.cu/especiales/2013/09/19/intelectuales-al-servicio-de-la-guerra-contra-siria/
[7] Dirk Adriaensens. “La escandalosa contabilización a la baja de los civiles
muertos en Iraq”. http://www.iraqsolidaridad.org/2013/docs/Dirk_muertos_iraq_2013.html
[8] Manuel Moncada Fonseca. Complicidad con las
fuerzas que destruyeran y siguen destruyendo Libia. http://librepenicmoncjose.blogspot.com/2012/01/complicidad-con-las-fuerzas-que.html
[9] Thierry Meyssan. «La
diplomacia debe conducir a una victoria de Siria y una paz duradera».
http://www.voltairenet.org/article180377.html
http://www.voltairenet.org/article180377.html
[10] Wikipedia. Libia. http://es.wikipedia.org/wiki/Libia
[11] Patricia Rivas y Santiago
Alba Rico. “Lo que sucedió en
Bengasi y otras ciudades de Libia del 17 al 20 de febrero fue una rebelión
popular”. Entrevista a Reed Lindsay, reportero y realizador del
documental Benghazi Rising. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=142387[12] “La ONU
confirma más de 100.000 muertos en la guerra de Siria”.
[13] Santiago Alba Rico. “Siria:
la intervención soñada”. http://rebelion.org/noticia.php?id=173276
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