Miércoles, 2 de
octubre de 2013
En el vigésimo aniversario del asalto al Parlamento de Rusia
EL DÍA QUE
YELTSIN DESTRUYÓ LA VOLUNTAD POPULAR
Por Pablo Ojeda Déniz
Canarias-semanal.org
“Occidente se ha manchado las manos de sangre”.
(Julio Anguita, 5 de octubre de
1993)
“Occidente no le está
dando el poder al presidente Yeltsin,
simplemente por
apoyarle, sino que tendrá
ganárselo en unas
elecciones libres”.
(Rodrigo Rato, 5 de octubre de
1993)
El cuatro de
octubre de 1993 tropas de élite del Ministerio de
Interior de Rusia, tras un intenso bombardeo, asaltan la sede del Congreso de los
Diputados del Pueblo (“Casa Blanca de Rusia”) en cumplimiento de una
orden inconstitucional del entonces depuesto presidente ruso Boris Yeltsin, causando bajas entre los diputados de
una coalición patriótica (comunistas más nacionalistas) y sus partidarios,
quienes resisten en la sede parlamentaria hasta el apresamiento o la muerte en
defensa de la democracia soviética. La última semana ha sido testigo de
manifestaciones populares en defensa de la URSS y por el acorralamiento
político de un presidente que estaba traicionando abiertamente el mandato
popular y la legalidad constitucional. Yeltsin, verdugo de Occidente en esas
horas fatales, recurre al terror contra la población para cumplir las órdenes
reales que venían de Washington. Tras la sangrienta represión, Yeltsin puede continuar con su agenda de reformas neoliberales, provocando una
auténtica catástrofe en Rusia, por las graves
consecuencias sociales y económicas.
Antecedentes de la crisis
La
sociedad soviética en los años ochenta había atravesado un período histórico
complejo, pero sin dudas el mejor de toda la Historia de Rusia y de los
distintos pueblos que componían en aquel entonces la URSS, Estado que nació en 1922 al calor de la Revolución de Octubre (1917),
que en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) aplastó militarmente a los nazis, y que (en) los años cincuenta y
sesenta se colocaba a la altura de EE.UU. en desarrollo
económico y social, aspecto particularmente visible en la carrera espacial. Lo
cierto es que en los ochenta, la dirección del PCUS consideró que la situación
era lo suficientemente grave como para llevar a cabo una serie de reformas
políticas y económicas, a las que en su momento se les dio el nombre global de
Perestroika, siendo el secretario general del PCUS, Mijail Gorbachov, su
principal inspirador. Esas reformas terminarían fracasando y llevarían el país
al colapso, con la destrucción de la democracia soviética, y al capitalismo en
clave neoliberal. La URSS permite en 1989 la disolución del bloque socialista
en la Europa del Este, con consecuencias
negativas para el futuro: conflictos étnicos, rupturas territoriales, auge del
fascismo…, tras entregar la soberanía de esos países al imperialismo
norteamericano, en lugar de permitir profundizar el modelo de democracia
popular. A principio de los noventa, la URSS atravesaba dificultades, pero también había síntomas de consolidación;
hay dos acontecimientos importantes que a menudo suelen olvidarse: las
elecciones legislativas en Rusia de 1990 en las que el PCUS obtiene cerca del 90% de los escaños,
en un proceso con distintas candidaturas, y el referéndum sobre la continuidad
de la URSS (marzo de 1991), que el pueblo soviético ratificó con casi el 80% de
los votos.
La situación contradictoria de la URSS se acelera en dirección hacia el abismo, cuando Boris Yeltsin, quien
había roto en 1990 con el PCUS tras ser uno de los principales apoyos de
Gorbachov en Moscú, conquista la presidencia de la República Soviética Socialista Federativa de Rusia en junio de 1991, y plantea la ruptura territorial de la URSS y la
aplicación de reformas neoliberales, violando así la legalidad soviética. El
golpe de Estado de agosto de 1991, un grave error táctico, realizado por
sectores del PCUS y del Ejército soviético en defensa de la URSS, provoca por
el contrario que Yeltsin se consolide y se apropie ilegalmente de competencias
federales soviéticas, al disolver simultáneamente al PCUS y a la URSS
(noviembre/diciembre de 1991), por ejemplo, y humillando así al presidente de
la URSS Mijail Gorbachov, quien tuvo un comportamiento vergonzoso en todo este
período.
El curso de la crisis política de 1993
A partir de 1992, Yeltsin acelera su carrera hacia el neoliberalismo recortando
el gasto social y aplicando medidas de carácter capitalista que incidirían en
alzas de precios de los artículos de primera necesidad y en el deterioro del
aparato productivo. El PIB se quiebra y desaparecen los servicios públicos, agravando la situación
de la gente: paro, hambre… Esta situación provoca un cisma en el propio equipo
de Yeltsin, encabezado por el
vicepresidente Alexander Rutskoi, veterano de la Guerra de Afganistán
(1978-1992): Yeltsin exigía cada vez más competencias al margen de la legalidad
soviética, todavía vigente aunque dañada. En abril de 1993, Yeltsin convoca,
mediante un decreto gubernamental exclusivo, un referéndum de dudosa legalidad
con resultados confusos.
Hasta el verano de 1993, la lucha se centra en clave parlamentaria, con una
serie de pactos tortuosos y conflictos marcados, entre el sector del Gobierno
liderado por Yeltsin y el Parlamento ruso (Congreso de los Diputados del Pueblo
+ Soviet Supremo) en torno al espinoso asunto de la reforma constitucional:
para el sector “reformista” (capitalista neoliberal) la Constitución de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (1978) se había quedado “caduca”. Un momento clave tiene lugar cuando el
Parlamento ruso, liderado por Ruslan Jasbulatov, decide recortar los poderes
presidenciales en menoscabo de Yeltsin, quien en marzo acusa al Legislativo de
intentar “imponer el orden soviético”. El Parlamento plantea celebrar un
referéndum revocatorio del presidente ruso y de sus reformas, con nuevas
elecciones.
Tanto el Parlamento como el Tribunal Constitucional rechazan el último decreto
deYeltsin y el Soviet Supremo vota la destitución de Yeltsin y la elección de Rutskoi, prácticamente por unanimidad (El País, 22 de septiembre de 1993). Seguidamente, los parlamentarios cosechan
importantes apoyos populares con manifestaciones de decenas de miles de
personas, en las que destaca el líder comunista Viktor Anpilov; sin embargo,Yeltsin, con el apoyo de la antigua KGB, va amarrando los apoyos militares necesarios, particularmente en el
Estado Mayor y rompiendo el mando intermedio del Ejército con nombramientos de
centenares de “nuevos oficiales” en puestos clave, aunque la Unión de Oficiales
se posiciona con el Parlamento (El País, 26 de septiembre de 1993). El día 30, la mayoría de las regiones rusas
exige que Yeltsin abandone el poder y convoque elecciones [El País, 17 de octubre de 1993,http://espanol.groups.yahoo.com/group/Movimiento13deabril/message/7741].
La situación se vuelve altamente confusa los días 2 y 3 de octubre cuando unidades
militares próximas al Parlamento y a los manifestantes, tras romper el cerco
con decenas de heridos, levantan barricadas en Moscú y ocupan la sede de la Televisión Rusa. Yeltsin declara el
Estado de excepción el día 4 y envía contra el pueblo unidades blindadas y de
artillería, para cerrar definitivamente el cerco e impedir el acceso de
alimentos y medicinas a la sede parlamentaria, y proceder así al asalto con “luz verde” del Gobierno de EE.UU. y el respaldo de la UE (El País, 5 de octubre de 1993): la orden era “disparar a matar”, incluidos
civiles, diputados y oficiales afectos a la legalidad soviética (Decreto nº
1575) [http://espanol.groups.yahoo.com/group/Movimiento13deabril/message/7741].
Las
cifras oficiales de muertos en el asalto fueron de unos 200, pero otras fuentes
las amplían a 2.000, víctimas en las que habría que incluir un número
indeterminado de diputados. Hubo, además, detenciones masivas y
torturas. [http://cuestionatelotodo.blogspot.com.es/2009/10/homenaje-los-comunistas-asesinados-en.html]. El politólogo
Emilio Alvarado indica que 90.000 personas fueron detenidas y otras 10.000
fueron expulsadas de Moscú durante el “régimen especial presidencial” que
Yeltsin pudo consolidar con apoyo occidental. Los siguientes decretos de
Yeltsin (días 5 y 6) hacen referencia a la prohibición de organizaciones de
izquierdas, entre ellas el PC ruso, y de sus respectivos órganos de prensa.
Consecuencias de la crisis
Posteriormente, Yeltsin gana el referéndum constitucional de diciembre de 1993
con apenas el 31% del censo electoral y un amplio rechazo regional. El
resultado de las legislativas acentúa la posición de precaria legitimidad del
mandatario ruso impuesto por Occidente: el bloque de izquierdas, liderado por
el PC ruso de Ziuganov y Lukianov, obtiene casi el 30%
de los votos frente al 15,5% de los “reformistas” de Yeltsin; la extrema
derecha logra el 23%. La farsa electoral continúa en junio/julio de 1996 con
las elecciones presidenciales, en cuya primera vuelta Yeltsin y Ziuganov quedaron empatados, para posteriormente
cometer Yeltsin un fraude generalizado en la segunda vuelta, según reconoció el
primer ministro ruso, Dimitri Medvedev (Canarias Semanal, 29 de febrero de
2012).
Como telón de fondo,
se ratifica el proceso de privatizaciones iniciado en 1991, la acumulación de capitales
más brutal de la Historia, y la conversión de la
burocracia soviética en oligarquía financiera con diversos mecanismos:
concesiones gubernamentales, subastas amañadas, expropiaciones por deudas, actividades comerciales
ilegales, privatizaciones en masa, fraudes financieros para robar ahorros a la
población… Los sectores estratégicos privatizados más importantes fueron la
información/telefonía, las materias primas/energía o la industria de
armamento. El PIB ruso
entre 1990 y 1996 decrece en un 54%, según señala Emilio Alvarado, dato que
ilustra la magnitud del saqueo de las arcas públicas rusas. No es de extrañar
que Yeltsin acabara implicado en 1999 en un estrepitoso escándalo de corrupción al final de su mandato
(“Kremlingate”), particularmente cuando es un conglomerado de 200 empresas en
torno a la presidencia el que rige al menguado aparato de Estado ruso. La
Guerra de Chechenia (1994-1996 y 1999-2009), con más de cien mil muertos, es
otro de losméritos históricos
de Yeltsin.
El
colapso demográfico en Rusia, por el descenso de la esperanza de
vida y por el aumento de la mortalidad, es una buena muestra de los costes
sociales del modelo económico neoliberal que Occidente impuso a Rusia, como a
los restantes pueblos de la URSS. Unos escalofriantes informes de la ONU
consideran que la población de Rusia puede pasar de los 149 millones de
habitantes de 1991 a un mínimo de 100 millones en 2050 (actualmente es de unos
140 millones) [El País, 29 de marzo de 2011; Ria Novosti, 27 de julio de 2013,
http://russiaparachilenos.blogspot.com.es/2008/12/la-crisis-demografica-en-rusia-articulo.html, http://www.un.org/esa/population/publications/migration/presssp.htm, http://www.un.org/esa/population/publications/WPP2004/2004SpanishES.pdf].
http://russiaparachilenos.blogspot.com.es/2008/12/la-crisis-demografica-en-rusia-articulo.html, http://www.un.org/esa/population/publications/migration/presssp.htm, http://www.un.org/esa/population/publications/WPP2004/2004SpanishES.pdf].
Por tanto, la principal lectura del Golpe de Estado en Rusia de 1993 es que para
el neoliberalismo nada importa, ni la soberanía popular ni la vida de las
personas: los trabajadores y las trabajadoras de Occidente están viviendo esa
amarga lección, actualmente, en carne propia. El ejemplo de sacrificio de los
diputados rusos de izquierdas de 1993 es que se pueden cometer errores en la
lucha, pero lo que nunca se debe hacer es renunciar a la lucha misma. Y pese a
las mentiras de los medios de comunicación burgueses de Occidente, los logros
históricos de la URSS prevalecerán sobre el
genocidio al que se ha sometido al pueblo ruso en los últimos veinte años.
VÍDEO:
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