¿En qué consiste en verdad el acto creador de la mente?
Manuel Moncada Fonseca
Manuel Moncada Fonseca
Solipsismo al asecho
Sospechosamente, se ha puesto muy en boga la afirmación, por cierto vieja, según la cual el pensamiento crea la realidad objetiva, que el mundo es, por tanto, lo que de él imaginemos.[1]
Sospechosamente, se ha puesto muy en boga la afirmación, por cierto vieja, según la cual el pensamiento crea la realidad objetiva, que el mundo es, por tanto, lo que de él imaginemos.[1]
Desde hace siglos, en
filosofía se acuñó el concepto “solipsismo” para referir, justo, el supuesto de
creación de todo lo existente por el pensamiento, las sensaciones y todo lo que
a ello se asemeje. El término significa “sólo yo existo” y no es para menos,
porque, en efecto, cuando se concibe que el mundo entero deriva de lo que se piensa
o se sienta, con ello se lleva de encuentro la existencia de todo el conjunto
de personas que pueblan la tierra y de todo los seres vivos y no vivos que
conviven en ella o en cualquier lugar del universo. De ahí deriva otro tipo de
creencias que, igual, carece de fundamento.
“Cuando digo –anotaba en 1710
el obispo Berkeley citado por Lenin- que la mesa sobre la que escribo existe,
eso significa que la veo y la siento; y si me saliese de mi despacho, seguiría
diciendo que la mesa existe, dando a entender con ello que podría percibirla si
yo estuviese en mi despacho”.[2] Repárese, entonces, que para este obispo, padre del solipsismo, la existencia de un objeto,
como el libro en este caso, depende, exclusivamente, de que se le perciba de un
modo u otro. Acá se incluye todo lo existente de forma objetiva: casas,
montañas, ríos, etc. Esta apreciación antojadiza de las cosas, pasa por encima,
incluso, de la materia, a la que llama sin reparo “prejuicio” a extirpar.[3]
¿Depende la felicidad de
simples deseos o del soslayo de la realidad?
Si todo lo existente depende
de nuestras sensaciones o conjunto de sensaciones, puede asumirse que la
felicidad, por ejemplo, brota del simple deseo que una persona tenga de
alcanzarla, sin que medien para nada las condiciones externas que la
envuelven.
Sin duda, el ser humano, en
su totalidad, desea la felicidad, pero esta no puede aparecer, por ejemplo, por
simple deseo o ignorando la profusamente terrible y contradictoria realidad
circundante que lo agobia por doquier, con imposición de deudas impagables,
guerras, intervenciones, saqueos, amenazas de intervención, guerras
bacteriológicas, cambio climático y muchos otros fenómenos.
La felicidad no proviene, ni
puede provenir, del soslayo de la realidad. Esta actitud, por muy positiva que
parezca, pretendiendo tapar el sol con un dedo, no lleva a ninguna parte. Por
lo dicho, aunque vivir una paz digna sea condición sine qua non para la
felicidad a la que aspiran pueblos y naciones enteras, no por ello se colocan
en el plano puritano de soslayar la realidad cualquiera que esta sea; al
contrario parten de ella y de las posibilidades reales que la misma ofrece para
transformarla.
El trabajo como mediador
entre el hombre y la naturaleza
Entre los mejores maestros
que conocemos para comprender la diferencia entre verdad objetiva y subjetiva,
así como la interacción, para nada mecánica, entre una y otra, se encuentran
Marx, Engels y Lenin.
En un plano nada fantasioso, el primero de ellos coloca las cosas en su lugar correspondiente al mostrarnos que el trabajo es el mediador por excelencia entre la naturaleza y el hombre, y explicándonos, a partir de ello, de forma meridiana en qué, propiamente, consiste el acto creativo del ser humano, lo cual no relaciona con simples pensamientos ni deseos, ni mucho menos con el uso de la hechicería o la magia.
En un plano nada fantasioso, el primero de ellos coloca las cosas en su lugar correspondiente al mostrarnos que el trabajo es el mediador por excelencia entre la naturaleza y el hombre, y explicándonos, a partir de ello, de forma meridiana en qué, propiamente, consiste el acto creativo del ser humano, lo cual no relaciona con simples pensamientos ni deseos, ni mucho menos con el uso de la hechicería o la magia.
“Una araña efectúa
operaciones que se asemejan a las del tejedor –escribe-, y la abeja empequeñece
la habilidad de más de un arquitecto con la estructura de sus celdillas de
cera. Pero lo que desde el comienzo distingue al peor de los arquitectos de la
abeja más experta es el hecho de que aquél ha construido la celdilla en la
cabeza antes de trasladarla al panal.[4]
En la línea de lo que Marx
escribe arriba, Engels aporta la siguiente idea: “lo único que pueden hacer los
animales es utilizar la naturaleza exterior y modificarla por el mero hecho de
su presencia en ella. El hombre, en cambio, modifica la naturaleza y la obliga
así a servirle, la domina. Y ésta es, en última instancia, la diferencia esencial
entre el hombre y los demás animales. Diferencia que, una vez más, viene a ser
efecto del trabajo”.[5] Más aún,
sin ser absoluto en sus planteos, Engels apunta que el trabajo “es la condición
básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en grado tal que, hasta
cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre.” [6] Estamos
así ante lo que hizo posible la transformación del mono en hombre.
¿Quiénes están detrás de la
puesta en boga del solipsismo?
No nos cabe duda alguna de
que tras la propagación de las concepciones solipsistas que pululan hoy en
día, se encuentran los “ideólogos” del capitalismo global en sus diversas versiones,
con todos sus aparatos mediáticos, interesados como están, en hacer creer a los
pueblos que la felicidad depende de cada persona en la medida, y sólo en la
medida, en que la piense seriamente y aparte de sí, propiamente de su mente,
cuanta idea perniciosa se lo impida.
A partir del supuesto de una
mente humana creando a voluntad la realidad, fácilmente se puede concluir lo
que en verdad no ocurre; a saber, que los ricos son tales porque mediante el
deseo, al parecer mágico, han llegado a dicha condición privilegiada; y
viceversa, que los pobres de la tierra resultan los grandes creadores de su pobreza
en tanto que no han deseado de ningún modo lo contrario.
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[1] Supuestamente sobre la base de lo que ha descubierto la física cuántica, se sostiene con aplomo, al mejor estilo berkeliano que “el cerebro no hace diferencias entre lo que ve y lo que imagina porque las mismas redes neuronales están implicadas; para el cerebro, es tan real lo que ve como lo que siente”. Rafapal. “La física cuántica confirma que creamos nuestra realidad”. http://www.rafapal.com/?page_id=663 Como contraparte a semejantes disparates, leemos: “Ciertas interpretaciones de la mecánica cuántica […] están siendo utilizadas para implicar que sólo los pensamientos son reales y que el universo físico es el producto de una mente cósmica a la cual está ligada la mente humana a través del espacio y el tiempo.”Víctor J. Stenger. “Charlatanería Cuántica. MALAS INTERPRETACIONES Y ABUSO DE LA MECÁNICA CUÁNTICA”. http://mitosytimos.blogspot.com/2013/12/charlataneria-cuantica.html
[2] Lenin. Materialismo y empiriocriticismo. Obras Escogidas en Doce tomos. Tomo IV. Editorial Progreso, Moscú. 1976. p. 7.
[3] Ibíd.
[4] Carlos Marx. El capital. Tomo I, capítulo VII. Librerías Allende, S.A México. p. 185.
[5] F. Engels. “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”. En C. Marx, F. Engels. Obras escogidas en tres tomos. Tomo III. Editorial progreso Moscú 1974. p. 75.
[6] Ibíd. p. 66.
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