Desde junio de 1933, Sandino elevó a Blanca Arauz a la condición de heroina de Nicaragua
Manuel Moncada Fonseca
Es increíble que la vieja y la nueva derecha en Nicaragua estén deseando torpedear el proyecto sandinista de nombrar a Blanca Arauz heroína nicaragüense. Burlescamente, aducen que el simple hecho de haberse enamorado del Padre de la Revolución Popular Sandinista, Augusto C. Sandino, no la hace meritoria de semejante reconocimiento.
Pero esa derecha nunca dudó de que se estimara heroína de Nicaragua a Rafaela Herrera, misma que, el 29 de julio de 1762, de un solo cañonazo, actuando en defensa del colonialismo español, de ninguna manera en nombre de la Nicaragua por éste sometida, dispersó valientemente a seis grandes piraguas que amenazaban la presencia de España sobre el Río San Juan.
Blanca Arauz, en cambio, no fue una simple novia como ahora dice vulgarmente la derecha criolla.
Pero esa derecha nunca dudó de que se estimara heroína de Nicaragua a Rafaela Herrera, misma que, el 29 de julio de 1762, de un solo cañonazo, actuando en defensa del colonialismo español, de ninguna manera en nombre de la Nicaragua por éste sometida, dispersó valientemente a seis grandes piraguas que amenazaban la presencia de España sobre el Río San Juan.
Blanca Arauz, en cambio, no fue una simple novia como ahora dice vulgarmente la derecha criolla.
En primer lugar era nicaragüense; en segundo lugar fungía como telegrafista de San Rafael del Norte, desde donde brindaba información cifrada muy valiosa a las filas de Sandino. Por si fuera poco, como cuenta el mismo conductor de la guerra de Liberación Nacional (1927-1933), por medio de un periódico del país, supo que, por órdenes de Moncada, Blanca había sido apresada y conducida a Managua a disposición de los interventores yanquis.
El héroe se expresa así sobre el asunto, acaecido en 1929:
“¡Oh infame tú, Moncada, verdugo de mujeres indefensas… ya cumpliste con el mandato de tus amos. Te cobraste en lo que más quería, destruyendo para siempre mi hogar!/ ¡Maldito seas, infame!”
Y el 2 de junio de 1933, ante el féretro de su esposa amada, expresa:
“A esta buena mujer que ahora sepultamos, a su gran espíritu de amor y bondad, debemos la paz de Nicaragua. Quizá van a criticarme porque el féretro viene blanco, pero no sólo los ángeles tienen derecho a venir de blanco hasta su sepultura, también los mártires, y esta mujer es una mártir de Nicaragua. Por ella no han seguido los invasores dándoles de patadas ni estos bandidos que me la detuvieron una vez en Jinotega y es mejor que me calle, porque me estoy irritando.”
No permitamos que se manosee a los héroes y mártires de la Patria Emancipada.
No permitamos que se manosee a los héroes y mártires de la Patria Emancipada.
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