José Manuel Barroso (presidente de la Comisión Europea), Herman van Rompuy (presidente del Consejo Europeo), Petro Porochenko (presidente de Ucrania), Irakli Garibashvili (primer ministro de Georgia) y Yuri Leanca (primer ministro de Moldavia) firman los acuerdos de asociación, el 27 de junio de 2014, en Bruselas. En su discurso, el señor Barroso subrayó que era un día histórico para los 3 nuevos socios, un reconocimiento a su fuerte voluntad política de acercarse a la Unión Europea, de su perspectiva común de un modelo económico próspero y de su deseo de vivir con el espíritu y los valores europeos.
Tras
los «acuerdos de asociación» con la Unión Europea
por Manlio Dinucci, Tommaso di Francesco
Mientras
la prensa europea presenta los acuerdos de asociación de Ucrania, Georgia
y Moldavia con la Unión Europea como una vinculación de esos 3 países con la
cultura europea, Manlio Dinucci y Tommaso di Francesco ven en ellos su
absorción por la esfera de influencia estadounidense. No sólo se
trata de 3 Estados que en el plano económico no están a la altura de
los demás miembros de la Unión Europea sino que ni siquiera se trata
de una asociación provechosa para la UE. Los verdaderos ganadores son la OTAN y
las transnacionales estadounidenses.
RED
VOLTAIRE | 2 DE JULIO DE 2014
Es
importante que esté muy claro hacia dónde quiere ir la Unión Europea, ha
subrayado el primer ministro de Italia Matteo Renzi. Pero hacer ese tipo de
declaración es como tratar de forzar una puerta abierta porque la dirección a
seguir ya está decidida, pero no en Bruselas sino en Washington. Los
acuerdos de asociación y de libre comercio que Ucrania, Georgia y Moldavia
acaban de firmar con la Unión Europea no sólo tienen implicaciones
económicas sino también políticas y estratégicas.
La
abolición de los derechos de aduana y otras medida de «liberalización»
previstas en los acuerdos pondrán las economías de esos 3 países –sobre todo la
ucraniana, que es con mucho la más importante– en manos de las
transnacionales, pero no sólo de las transnacionales europeas sino de las
estadounidenses. Ucrania cederá el 49% de la propiedad de los gasoductos y
depósitos subterráneos de gas a varias compañías estadounidenses –fundamentalmente
a ExxonMobil y Chevron– y europeas, que de hecho ejercerán así el pleno
control.
Al
mismo tiempo, la prevista «modernización» de la agricultura ucraniana
permitirá, sobre todo a las compañías Cargill y Monsanto –que ya habían logrado
implantarse en ese país– apoderarse de lo que antiguamente se conocía, debido a
la fertilidad de sus tierras, como «el granero de la URSS». Y
se trata de un sector de primera importancia. La agricultura ucraniana,
cuya producción aumentó en valor en un 14% en 2013, representa un 10% del
producto nacional bruto (PNB) y un 25% de las exportaciones.
El
control de la red de gasoductos y de la agricultura ucranianas proporcionará,
sobre todo a Estados Unidos y Alemania, un poderoso instrumento de presión
sobre Rusia. Esta última depende en gran parte de los corredores energéticos
ucranianos para exportar su gas hacia la Unión Europea y absorbe más
de una cuarta parte de las exportaciones ucranianas, sobre todo en el
sector agrícola.
El
instrumento económico está en correspondencia con la estrategia anunciada por
el G7 que, reunido en Bruselas justo antes del Consejo Europeo, hizo suya la
línea de Washington. Después de anunciar un programa del FMI ascendente a
17 000 millones de dólares para Ucrania, más otras 18 inversiones
que harán los 7 para apoderarse de la economía ucraniana en su totalidad,
el G7 «condena a la Federación Rusa por su continua violación de la
soberanía de Ucrania». Formula que el Consejo Europeo hizo suya el 23 de
junio.
Todo
lo anterior aplana el camino a la ulterior extensión de la OTAN sobre
territorios de lo que fue la URSS. No hay que olvidar que Ucrania, Georgia
y Moldavia fueron repúblicas soviéticas y que la agresión del ejército
georgiano contra Osetia del Sur –en 2008– seguramente era parte de la
estrategia de Estados Unidos y la OTAN. Tampoco hay que olvidar que 23 de
los 28 países miembros de la Unión Europa son al mismo tiempo miembros de
la OTAN, así que las decisiones tomadas en la alianza atlántica, bajo la
indiscutida dirección de Estados Unidos, determinan las intenciones de la
Unión Europea.
En
esa situación, el papel de Italia es el de la cazuela de barro [que
no puede chocar con la bronce porque se rompe]. Por un lado porque la
asociación de Ucrania con el área europea de libre comercio permitirá a las
transnacionales estadounidenses y europeas controlar –y en eso reside la
paradoja del «liberalismo»–, a través de la introducción de los
productos ucranianos, el mercado agrícola italiano, que ya está enfrentando
graves dificultades de orden económico y social. Y eso va a suceder
mientras que, de hecho, Estados Unidos practica un riguroso proteccionismo
nacional a favor de su propia producción agrícola.
Pero
lo más interesante es la cuestión de las fuentes energéticas. Basta con
recordar que, bajo la presión de Estados Unidos, Bulgaria bloqueó desde
hace unas semanas la construcción del gasoducto South Stream,
el pipeline estratégico que debía transportar el gas ruso hacia Europa sin
pasar por Ucrania [1].
Esta maniobra estadounidense –respaldada por el presidente de la Comisión
Europea– pone a Italia en peligro de perder contratos por valor de miles de
millones de euros, entre ellos el contrato de 2 000 millones que la Saipen
(una empresa de ENI, la principal compañía petrolera de Italia) acababa de
obtener.
Varias
voces, desmentidas por el gobierno italiano, afirman insistentemente en la prensa
internacional que Italia quiere «congelar» el proyecto, nacido de un
acuerdo ítalo-ruso firmado en 20007 por el entonces ministro italiano de
Desarrollo Económico Pierluigi Bersani. Según ese proyecto, la terminal del South Stream debía
construirse en Tarvisio, en la provincia italiana de Udine, que funcionaría
como un verdadero nodo de la distribución de gas hacia otros países. Pero ahora
el consorcio ruso Gazprom y la compañía austriaca OMV han firmado un contrato
que prevé la extensión del gasoducto hasta Austria, país que podría sustituir a
Italia como nodo de la distribución del gas.
En
ese contexto, sería bueno que el primer ministro italiano Matteo Renzi –quien
tanto pide que se aclare hacia dónde quiere ir la Unión Europea– comenzara por
aclarar él mismo hacia dónde quiere ir Italia. En otras palabras, Renzi tendría
que aclarar si Italia va a seguir o no a remolque de la estrategia
Estados Unidos-OTAN, que está arrastrando a Europa hacia otra peligrosa y
costosa confrontación oeste-este.
Fuente
Il Manifesto
Il Manifesto
[1]
«Sabotaje al gasoducto South
Stream», por Manlio Dinucci y Tommaso di
Francesco,, Il Manifesto, Red Voltaire,
12 de junio de 2014.
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