Bendita hipocresía
Por Paco Azanza Telletxiki
Baragua.
Por Paco Azanza Telletxiki/wordpress.com | 11 diciembre de 2013
A los 95
años de vida intensa, su físico era ya muy débil. De modo que la noticia de su
fallecimiento no fue ninguna sorpresa para nadie. Como cabía esperar, la muerte
de Nelson Mandela ha provocado muchísimas muestras de sinceros lamentos y
reconocimientos en todo el mundo, pero también ha generado un huracán de
hipócritas ensalzamientos por parte de la población mundial más reaccionaria.
Resulta repugnante escuchar muestras de condolencia y admiración hacia Mandela
de la boca de quienes con premeditación y alevosía contribuyen diariamente a
extorsionar —con la tremenda tragedia humana que ello supone— a los pueblos de
este maltratado planeta, incluido al sudafricano del fallecido Madiba.
Ya el
pasado verano, mientras Mandela permanecía ingresado en estado crítico en un
hospital de Pretoria, el jefe supremo del imperialismo —Barack Obama, por
supuesto— intentó colgarse alguna medalla. Realizaba una gira por África
cuando, con el cinismo que le caracteriza, dijo de Mandela en Senegal, primera
etapa de la citada gira: “Es un héroe y una inspiración para mi”, y añadió que
su legado “perdurará siglos”. También expresó: “He visto a Mandela salir de la
cárcel, tras participar como activista en la lucha contra el sistema del
apartheid […] Mandela perdonó a sus carceleros y eso me ha dado el sentimiento
de lo que es posible (lograr) en el mundo”. Jornadas después, ya en suelo
sudafricano, volvió a repetir: “La fuerza moral de Mandela es una inspiración
para el mundo”.
Bellas
palabras si hubieran salido de la boca de un individuo sincero pero, tratándose
de las palabras del mencionado agente del gran capital, provocan nauseas cuando
se leen o escuchan.
Y es que
nunca se debe olvidar que el gobierno de los Estados Unidos fue un gran aliado
del sistema del apartheid, aquel que mantuvo a Mandela por más de 27 años en la
cárcel y a la población negra de su querido pueblo en la más absoluta
discriminación y miseria. Por si fuera poco, Madiba fue detenido el 5 de agosto
de 1962 por los servicios de inteligencia sudafricanos, que contaron con la
ayuda de la CIA mediante un agente infiltrado en el Congreso Nacional Africano
—ANC—. Otro detalle que no se debe olvidar es que, hasta 2008, Nelson Mandela
fue considerado “terrorista” por el gobierno del país imperialista, ya que solo
entonces fue borrado su nombre del cínico listado. Pero no importa, el jefe
supremo del imperialismo no se sonroja a la hora de ensalzar la trayectoria
revolucionaria del fallecido. Muy al contrario, la Casa Blanca anunció que
todos los ex presidentes de los Estados Unidos vivos, excepto Bush padre,
viajarán a Sudáfrica para acudir a su funeral.
No me
extenderé con muchos ejemplos sobre el cinismo desatado estos días debido al
caso que nos ocupa, pero sí me detendré en el Estado español. El Jefe del
Estado, Juan Carlos de Borbón, ha dicho de Mandela que “su vida ha sido un
ejemplo de integridad y grandeza puestas al servicio de los demás”. El
presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y el jefe de la oposición, Alfredo
Rubalcaba, también han ensalzado de inequívoca manera la figura de Madiba.
Pues bien,
al Jefe del Estado del Reino de España nunca le ha elegido la población
mediante las urnas, ya que fue preparado e impuesto por Franco para dejar todo
“atado y bien atado” cuando el propio dictador ya no estuviera vivo. Mariano
Rajoy, que pertenece al Partido Popular —PP—, es un heredero del franquismo. Y
el “socialismo” del Partido Socialista Obrero Español —PSOE— ya sabemos cuál es
y cuál ha sido. ¿Qué les hace, pues, hablar tan bien de Mandela?
Estos tres
individuos siempre han defendido que, ni ahora ni antes ni después, ninguna
causa justifica el uso de la violencia, y exigen la condena y el
arrepentimiento de quienes en algún momento de su vida la han utilizado para
poder participar en “democracia”. Tremenda paradoja, porque el ensalzado
Mandela, sosteniendo que en aquel momento era la única vía posible para
derrocar al apartheid, también practicó la lucha armada y, además,
posteriormente cambió de estrategia, pero nunca se arrepintió de haber empuñado
las armas.
Curiosamente,
Juan Carlos de Borbón, que fue partícipe de la dictadura franquista —llegó
incluso a ejercer interinamente de Jefe del Estado en julio y agosto de 1974
por enfermedad de Franco— nunca ha condenado al sangriento franquismo. Tampoco
Rajoy, heredero de la mencionada dictadura, lo ha condenado. Y Rubalcaba, que
fue portavoz del gobierno en los tiempos del GAL y tuvo que contar infinidad de
mentiras para salir del paso, tampoco ha condenado al citado grupo que fue
creado por individuos de su gobierno y partido.
A día de
hoy, en el Estado español existe abierto un Proceso de Paz, ya que hace más de
dos años ETA anunció el cese de su actividad armada. Pero el Proceso de Paz
está más estancado que otra cosa. Y lo está porque el gobierno español y quien
dirige el principal partido de la oposición se han cerrado en banda. Exigen la
disolución de ETA, el arrepentimiento de sus militantes y la condena de toda su
historia —la organización nació en 1959, durante el franquismo—. Vamos, que
exigen a los demás lo que ellos nunca se han exigido a si mismo.
Cabe
añadir que el mencionado Proceso de Paz cuenta con el apoyo de numerosas organizaciones
y personalidades de todo el mundo. Y he aquí un dato muy importante: entre
ellas se encuentra el Congreso Nacional Africano —partido de Madiba— y el
propio Nelson Mandela a través de la Fundación que lleva su nombre.
Otra
muestra de la hipocresía que esta impregnando estos días es la nula o escasa
alusión a la importancia que tuvo Cuba revolucionaria en el fin del apartheid
que, insisto, fue apoyado interesadamente por numerosos personas y gobiernos
que ahora elogian a quien tanto daño hicieron. Y es que ensalzar a Mandela y a
la vez criticar a la Revolución Cubana es un ejercicio que choca bastante.
Mediante
su política internacionalista Cuba siempre ha prestado ayuda muy importante a
los pueblos —incluidos a los del continente africano— que la han necesitado.
Estas palabras de Mandela son sin duda elocuentes: “El pueblo cubano ocupa un
lugar especial en el corazón de los pueblos de África. Los internacionalistas
cubanos hicieron una contribución a la independencia, la libertad y la justicia
en África que no tiene paralelo por los principios y el desinterés que la
caracterizan”. […] “Nosotros en África estamos acostumbrados a ser víctimas de
otros países que quieren desgajar nuestro territorio o subvertir nuestra
soberanía. En la historia de África no existe otro caso de un pueblo que se
haya alzado en defensa de uno de nosotros”. […] ¿Cuántos países del mundo se
benefician de la obra de los trabajadores de la salud y los educadores cubanos?
¿Cuántos de ellos se encuentran en África? ¿Dónde está el país que haya
solicitado la ayuda de Cuba y que le haya sido negada? ¿Cuántos países
amenazados por el imperialismo o que luchan por su liberación nacional han
podido contar con el apoyo de Cuba?”
Mandela
estaba en prisión cuando se enteró, con agradable sorpresa, que numerosos
internacionalistas cubanos combatían en territorio angolano. Por la República
Popular de Angola, en el transcurso de los casi dieciséis años que duró la
“Operación Carlota”,llegaron a pasar 377.033 combatientes cubanos. Esta nación,
presidida entonces por el dirigente del Movimiento Popular para la Liberación
de Angola —MPLA—, Agostinho Neto, solicitó la intervención cubana para defender
su soberanía frente a la agresión sudafricana. Agresión invasora que estaba
apoyada por la contrarrevolución interna y la ayuda espiritual y material de
Estados Unidos. Los yanquis —siempre tan deshumanizados— suministraron, a
través de Sudáfrica, infinidad de armamento a la Unión Nacional para la
Independencia Total de Angola —UNITA—, organización liderada por Jonas Savimbi
que arrasaba aldeas enteras y asesinó a cientos de miles de civiles, incluyendo
mujeres y niños. El Frente Nacional para la Liberación de Angola —FNLA—, cuyo
mercenario dirigente era Holden Roberto, también recibió ayuda norteamericana y
actuaba de idéntica manera.
Estados
Unidos sabía perfectamente, además, puesto que ellos las suministraron a través
de Israel, que el régimen fascista y racista de Sudáfrica contaba con la
posesión de siete armas nucleares similares a las que ellos lanzaron sobre
Hiroshima y Nagasaki. Con la esperanza, quizá, de que hicieran uso de ellas
contra las tropas cubano-angolanas, el imperialista gobierno no dijo nada.
Ante la
interesada amnesia que no pocos individuos padecen, no está de más recordar que,
con esta misión internacionalista, Cuba contribuyó de manera decisiva a
rechazar las embestidas bélicas del enemigo externo, a que la ONU aprobara
—mediante la aplicación de la resolución 435— la independencia de Namibia
—última colonia del África negra— por la que tanto luchó la Organización del
Pueblo de África Sudoccidental —SWAPO—, a la liberación de Zimbabwe… y a que se
derrumbase el apartheid en Sudáfrica y se “rompieran” los cerrojos que
mantuvieron encarcelados por más de un cuarto de siglo a Nelson Mandela y a
otros compañeros del Congreso Nacional Africano.
Decisivos
fueron los combates librados entre enero y marzo de 1988 en Cuito Cuanavale,
antigua base aérea de la OTAN, para lograr la victoria sobre la coalición
África del Sur-UNITA. Esta victoria militar repercutió favorablemente en el
proceso de negociaciones comenzado a mediados de 1987. En el plano militar las
fuerzas cubano-angolanas fueron muy superiores, sobre todo tras los citados
combates, donde se contó con la ayuda de destacamentos namíbios. Por eso mismo
—y no por buena gente— los enemigos de la República Popular de Angola acabaron
firmando lo que no deseaban. Viéndose militarmente perdidos, y tragándose la
habitual prepotencia que les caracteriza, no les quedó otra alternativa que
hacerlo.
Los
acuerdos de Paz para el Suroeste de África fueron firmados por Sudáfrica,
Angola y Cuba en la sede de la ONU, en diciembre de 1988. Estados Unidos
participó como mediador, aunque, en realidad, por ser un aliado del régimen del
apartheid, les correspondía sentarse junto a los sudafricanos.
Fidel
expresó que “el jefe de los negociadores norteamericanos, subsecretario de
Estado Chester Crocker, durante años se opuso a que Cuba participara [...] En
un libro de su autoría sobre el tema fue realista cuando, refiriéndose a la
entrada en la sala de reunión de los representantes de Cuba, escribió: `la
negociación estaba a punto de cambiar para siempre´.
El
personero de la administración Reagan sabía bien que con Cuba en la mesa de
negociaciones no prosperarían la burda maniobra, el chantaje, la intimidación
ni la mentira”.
En 1991,
ya liberado, Madiba reconoció tamaña gesta cubana y su repercusión en el fin
del apartheid: “¡La aplastante derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale
constituyó una victoria para toda África! ¡Cuito Cuanavale marca un hito en la
historia de la lucha por la liberación del África austral! ¡Cuito Cuanavale
marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del
azote del apartheid!”
Hoy en
Johannesburgo se darán cita muchísimos hipócritas para despedir al fallecido,
pero, afortunadamente, quien tanto luchó contra el imperialismo en defensa de
su pueblo, también estará rodeado de amigos sinceros. Gloria eterna para Nelson
Mandela.
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