Ethel y Julius
Rosenberg, ejecutados en 1953 acusados de espionaje
El ojo del mundo: ¿qué fue el Proyecto Venona?
(+ Video)
Por Mario Rapoport
31
JULIO 2013
El
caso Snowden, ex contratista de la CIA que denunció la voluntad omnímoda de los
Estados Unidos de ser el “ojo del mundo” y obtener información de donde sea, no
debe confundirse con el de Wikileaks, que puso al descubierto lo que la
diplomacia norteamericana piensa de gobiernos o funcionarios de otros países y
de sus políticas y cómo actúa respecto de ellos. Este tipo de documentos forma
parte de un procedimiento habitual de trasmisión de la información que proviene
de embajadas y organismos internacionales de distinto tipo para la toma de
decisiones de todos los gobiernos. El escándalo surgió porque los mismos, que
están por lo general a disposición de los investigadores cada 25 o 30 años,
tuvieron un alto impacto porque se refieren a episodios recientes y a
dirigentes públicos en pleno ejercicio de sus funciones, algo parecido a lo que
ocurrió hace años en Estados Unidos con los llamados papeles del Pentágono, que informaban sobre la participación militar de
EE.UU. en Vietnam entre 1945 y 1967, dados a conocer en la prensa a
partir de 1971 por Daniel Ellsberg,
un funcionario de aquel organismo; o con el caso Watergate, que hundió al
presidente Nixon en su afán de conocer los secretos políticos del Partido
Demócrata, su adversario en las elecciones presidenciales.
Otra
cosa ocurre con el impulso de la informática y de las comunicaciones, que
tienen su origen en nuevas tecnologías creadas en la Segunda Guerra Mundial y
la Guerra Fría y luego adaptadas comercialmente a partir de los años ’60 y ’70,
lo que posibilitó el surgimiento de bases de información con dos tendencias
contrapuestas bien nítidas. Por un lado, para los Estados Unidos y otras potencias,
implicó la posibilidad de controlar la vida de cualquier ciudadano del mundo,
empezando por los de sus propios países. Por otro, permitió crear redes
sociales y de conocimiento independientes que dieron la posibilidad de difundir
ideas distintas de las de los medios manejados por los grandes poderes
internacionales, tanto en la gráfica, como en Internet. Era inevitable que “el
ojo del mundo” procurara penetrar en ese torrente cada vez más caudaloso de
información y tratara de introducirse en las fuentes que generan pensamientos o
ideas disonantes o distintivas de las del imperio, incluyendo nombres y
sectores políticos y económicos que afectasen sus intereses o su dominación a
lo largo y ancho del globo. Ya no es una información propia de la acción
diplomática, sino que constituye un acto de espionaje puro, como los de las
agencias de Inteligencia. En este caso, antes de la Segunda Guerra Mundial,
existía el FBI, una agencia nacional que cumplió también en ocasiones tareas de
espionaje a nivel internacional, y durante el conflicto bélico se creó la OSS
(Oficina de Asuntos Estratégicos), disuelta y reemplazada por Truman por la
Agencia Central de Inteligencia, la bien conocida CIA. También fue creado en la
posguerra el Consejo de Seguridad Nacional (NSC), ligado al presidente y que
cobró cada vez mayor importancia en los circuitos de información.
Por
otra parte, adelantándose a la aparición de Internet, los sistemas de conocer
las comunicaciones de otros ya existían. A gran escala, la iniciativa más
grande en este sentido emprendida por los norteamericanos fue el Proyecto Venona. La historia empezó
durante la Segunda Guerra Mundial y sin hackers ni las posibilidades enormes de
control que brinda la informática. El objetivo era entonces el de interceptar y
conocer las comunicaciones existentes entre uno de sus principales aliados
durante aquel conflicto, la ex Unión Soviética, con sus representantes
diplomáticos, políticos o militares; agentes encubiertos; redes de espionaje;
o, simplemente, ciudadanos influyentes en los Estados Unidos. Se contó, a su
vez, con la colaboración del otro aliado, la también anglosajona madre patria
británica. De ese modo se concentraron y descifraron los cablegramas y mensajes
que circulaban entre Moscú y América del Norte en plena guerra, y que,
potencialmente, podrían amenazar la seguridad del país del Norte. El proyecto
se denominó Venona y no llegaron a conocerlo, o sólo tuvieron de él un
conocimiento parcial, inclusive algunos presidentes norteamericanos. Tampoco se
tenía la certeza de que serviría para algo porque, en un principio, no podía
descifrarse el contenido de los mensajes. Eso llegaría pronto y algo
casualmente por un error de la inteligencia soviética, y aun así prevaleció el
secreto sobre el contenido de los mismos hasta la caída del bloque rival, en la
década de 1990, cincuenta años más tarde de haberse programado.
Todo
comenzó en 1939, cuando el gobierno de Washington tomó la iniciativa de
recolectar copias de los cablegramas que entraban y salían de los Estados
Unidos, aunque recién a partir de 1943, el coronel Clarke, jefe de una rama
especial de la División de Inteligencia Militar del Departamento de Guerra,
ordenó descifrar aquellos que correspondían a intercambios con Moscú. Los
cables del Proyecto Venona indicarían, por ejemplo, que el ex subsecretario del Tesoro
durante el gobierno de Roosevelt y fundador del FMI, Harry White, habría tenido
contactos directos con los servicios de Inteligencia soviéticos, a quienes
trasmitía o comentaba informaciones del gobierno o de sus actividades, aunque
no resulta probado en ellos que hubiera pasado documentación alguna. El
historiador oficial del FMI, James Boughton, señala en un artículo que si esos
contactos existieron, tenían más que ver con propias responsabilidades
oficiales o sociales en el contexto de la alianza norteamericano-soviética
durante la guerra que con una actividad de espionaje.
Los
cables Venona comprenden tres principales categorías: aquellos que contienen
informes sobre las opiniones trasmitidas por espías norteamericanos, los
informes de conversaciones entre funcionarios norteamericanos y rusos, y los
que proveen sólo un contexto general o contienen información poco útil. ¿Eran
esas conversaciones una forma de espionaje? ¿Eran meramente indiscreciones? ¿O
eran un legítimo ejercicio de actividad profesional persiguiendo los objetivos
de los EE.UU. a través de canales discretos? Según Boughton, “emerge una
interpretación benigna de la evidencia cuando se examinan [...] los contactos
frecuentes [de White y otros funcionarios] con oficiales soviéticos durante la
Segunda Guerra Mundial. El presidente Roosevelt estaba ansioso por
desarrollar buenas relaciones de trabajo con Stalin [...] basadas en la
importancia de la cooperación económica”. Por lo que descarta que
fueran espías. Más importante que todo eso era la visión del internacionalismo
rooseveltiano, que creía que el mantenimiento de la paz se
hallaba estrechamente vinculado al fortalecimiento de la alianza
norteamericano-soviética, lo que quizás habría evitado la llamada Guerra Fría.
Por cierto, que esto no dependía sólo de Washington sino también de Moscú,
cuyos servicios de espionaje externos e internos eran también relevantes, desde
la Cheka al KGB, y en cuyo ejemplo se inspiró realmente Orwell para su novela
1984.
Otro
caso
notable fue el del espionaje atómico, que llevó a la ejecución, en junio de
1953, de los esposos Julius y Ethel Rosenberg. Las pruebas que llevaron
a acusar a ambos no se basaban en el Proyecto Venona, que no era público y sólo
lo conocían los servicios secretos, sino en delaciones del hermano de Ethel.
Sin embargo, de esa manera pudo salvarse él mismo, aunque se declarara
igualmente culpable, como sucede frecuentemente en la Justicia norteamericana.
Con respecto a los Rosenberg, su participación en una red de espionaje atómico
fue confirmada sólo en parte por los cables Venona que ya se habían descifrado.
Estos prácticamente exculpaban a Ethel Rosenberg y hubieran podido librar de la
ejecución a su esposo por su rol menor en el affaire. Además, aun pudiendo
haber existido espionaje, en tiempos de guerra ambos países eran aliados, no
enemigos, y tal castigo no habría debido aplicarse en este caso. Al mismo
tiempo, esos mismos cables daban a conocer a los principales responsables de la
fuga de información atómica, que sufrieron sólo penas de prisión, como el
físico alemán Klaus Fuchs. De este modo, la recolección de la información y su
posterior manipulación produjeron dos víctimas fatales.
Como antes el comunismo, ahora el terrorismo es la principal
justificación de lo que el gobierno de Estados Unidos llama operaciones de
vigilancia, aunque en realidad se trata de un programa de obtención de
información masiva que comenzó con el “acta patriótica” después de la caída de
las Torres Gemelas y permitió investigar e interrogar a cualquier ciudadano sin
autorización judicial alguna, y siguió con el Programa Prism, que controla todo
lo que circula en Internet. Ni el mismo Orwell se habría imaginado esta
pesadilla ya vigente desde el secretísimo Proyecto Venona.
(Tomado
de Página 12)
Nota de Revista Libre Pensamiento:
Ver video al final de este vínculo, mismo de donde se ha tomado este artículo.