Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

miércoles, 31 de julio de 2013

Silvio Genaro y Luis Manuel Casanova Fuertes

Dos hermanos ejemplares; dos combatientes formidables
Silvio Genaro y Luis Manuel Casanova Fuertes
Marcos Casanova Fuertes

Al cumplirse 30 años de su caída en combate el 26 de julio, ambos oficiales fundadores del Ejercito Nacional,  guerrilleros desde antes del 1979, Silvio con 17 años y Luis con 16, pasaron a ser oficiales instructores de la escuela Militar Oscar Turcios; Luis en explosivos y Silvio en táctica.



Un río de candiles enfrente de cada casa y una fogata en cada esquina de todos los barrios de Rivas recibió sus cuerpos, aquella noche de cantos, honores y llantos, el homenaje en su despedida no tenía precedentes. De forma espontanea el comercio cerró sus puertas, como un día de asueto auto declarado, el pueblo se volcó a la casa de los Casanova Fuertes y la radio Frente Sur dedicó en su honor toda la programación de esos días. Al momento de su muerte, Silvio ostentaba 21 años y Luis apenas cumplía veinte.

En las arengas de despedida uno de sus compañeros de lucha diría “hoy nos abandonan y a su vez estarán presentes, partes de nuestras vidas, nuestras confidencias conspirativas, partes de nuestra historia y de la historia de Rivas, ¿quiénes podrán contar a los demás lo que fuimos capaces de hacer para votar a Somoza, quiénes darán fe y con quién concluiremos las anécdotas de las perseguidas de la guardia a quienes les daremos el parte de lo que hicimos después que ellos se fueron a la guerrilla”.

Un interminable aplauso prolongó la entrada de los féretros a la Parroquia San Pedro y la canción la Tumba del Guerrillero  coreada por todos y cantada por el grupo musical Raytí de Juventud Sandinista, estremecía aquel local. El mismo que  fuera escenario de tomas y protestas contra el régimen somocista.  Las palabras centrales las ofreció Federico el Sacerdote Dominico, quien en su homilía se refirió a ellos como  compañeros del padre Gaspar García Laviana.

“Los homenajes a su memoria fueron espontáneos, cualquier actividad social o política se convertía en un acto en su honor, bastaba un recuerdo para dedicarles cualquier jornada” Dijo un compañero.  Otro ya veterano camarada dijo en un acto en su honor, pocos días después de la caída, “La diferencia entre el combatiente popular y el guerrillero con escuela política ideológica y militar, se ha personificado en estos dos jóvenes”. Un alto oficial de ejército dijo recientemente: “Sus cualidades militares nunca dejaron  de ser notables,  donde más se necesitaban; en el teatro de operaciones y por ser pocos los que de verdad participamos en ellas, solamente son comprendidas por los que sobrevivieron a la lucha, la verdad es que la preparación y experiencia militar de ambos, era superior a la de sus jefes, a los años puedo afirmarlo con tranquilidad, ya que de ellos recibí mi primera instrucción militar”.

El hecho de haber  pasado de la pubertad a la adolescencia en el fragor de la lucha, los hacía dueños del privilegio de poseer  experiencia y  seguridad en su actuar que, a la postre, los llevó a caer en una inexplicable e  ilógica emboscada, antes no había cuadra que no hubiera oído sus arengas; somocista que no haya temblado al retumbo de sus bombas de contacto, fueron Sandinistas de tiempo completo, desde muy tiernos ellos y de muy tierna la lucha, solo sobrevivieron antes del 79 por la complicidad del pueblo en contra de la dictadura.

Provenían de una familia de combatientes revolucionarios, integrados desde fines de los años sesenta, su casa de la Calle San Antonio, un nido de conspiradores y conspiraciones, por tanto, objetivo de los aparatos represivos del Somocismo. Pero los Casanova, siempre encontraron las formas de escapar de las capturas, por rutas y solares, que  ellos conocían como la palma de la mano. Uno a uno, fueron desfilando hacia los campamentos guerrilleros y la clandestinidad, cuando las circunstancias ya no permitieron  el trabajo legal.

Luis y Silvio fueron los reyes de la iniciativa y la determinación en Rivas, entrenados militarmente en explosivos; Silvio por su tío Francisco Fuertes, reforzada por el hoy jefe del ejercito Gral. Julio Avilés. Después Silvio, formó su propia escuadra y bajo su dirección actuaba, desafiaba el peligro con certera, destreza y audacia; era un artista  para pasar desapercibido; cuando niño su actuar natural en los cateos rutinarios de la GN  a su hogar  lo demostraba y lo reiteró al cruzar la frontera de Peñas Blancas, prácticamente, en las narices de los agentes de la OSN de Managua.

Gozó de la protección de la población y amistades. Quién pensaría, dicen todavía algunos protectores “al mirarlo con 15 años, alto, flaco, blanco y de apariencia simpática, la responsabilidad que para ese entonces ya cargaba encima; aquí no había quien no lo quisiera aunque, te hacía unos encargos tan inconcebibles “llévame estos frijoles donde la fulanita y lo que iba en los frijoles eran tiros, bombas de contacto  o cualquier material subversivo y vos sin darte cuenta”. Junto a Luis y otros compañeros, que aún sobreviven, fue coparticipe de la dirección de  de todo el movimiento pre insurreccional en Rivas, Por sus hazañas y habilidades subversivas, pasó en un momento a ser uno de los  más buscados  sin saber la GN a quién buscaba.

Después de un breve entrenamiento en una escuela  guerrillera en la Costa, pasó a entrenarse en Cuba en el año 1978, Álvaro Montoya, su jefe al inicio del curso lo desafió diciendo: “El curso es intenso, unos estamos pasados de peso y a otros nos falta”. Se refería a la delgada figura de Silvio. Esto provocó en Silvio una autodisciplina y estar entre los mejores del curso.
Se internó clandestino en Nicaragua desde Honduras junto a Nathán Sevilla. Su seudónimo era “Ronald”, fue asignado al Frente Interno, destacando en los combates de la Carretera Norte, Ludeca, Ducualí, El Dorado, emboscada de Río Seco. Debido, a su capacidad, su arrojo y entrega en las misiones más peligrosas, se le asignó la responsabilidad de actuar siempre con las mejores armas que se contaban en ese entonces. Se hizo común el grito: “Llamen al flaco de la calibre treinta” cuando se daban las arremetidas de la guardia, pero también se convertía en lanza-cohetero, al dominar perfectamente el manejo de los pocos RPG2, que se acopiaron.  En el repliegue fue ubicado como protector antiaéreo portando una ametralladora treinta, fue herido en una pierna con una bala calibre 50, en Piedra Quemada. Por esta condición, se le asignó la responsabilidad de jefe de armamentos, ya en la zona liberada de Masaya.

Luis, incorporado desde la temprana edad de 12 años, partió a la clandestinidad a los 14 años en la guerrilla cumplió quince. Su nombre de guerra “David”, se lo escogió Álvaro Montoya producto de su cortad edad. Cuando se encaminaban a la última misión, Montoya, por protegerlo no quería llevarlo, pero al igual que “el Capitán Ferrerita del Coro de Ángeles del poema “Como los santos” de Leonel Rugama, se le pegó, sin imaginarse Montoya, que a David, le tocaría enterrarlo al igual que al resto de compañeros de columna, siendo David el único sobreviviente de la mortal emboscada. Después de la derrota del Somocismo sería él, quien indicaría a su esposa y familiares el sitio donde cayera Montoya en los bordes del río Ostayo.

Luis, de estatura mediana, más bien bajo, aunque de fuerte configuración muscular, siempre fue el mejor alumno lleno de felicitaciones de parte de sus maestros; poseedor de un coeficiente  privilegiado, valiente y serio de poco hablar. Razón por la cual, se le asignó aprenderse de memoria la estructura composición y armamento del ejército de los EEUU, mientras realizaba el curso militar en la base cero en Cuba antes de la insurrección. Por problemas congénitos no miraba con su ojo izquierdo, lo que no le impidió, tener un alto nivel en defensa personal y llegar a alcanzar una increíble puntería con pistola o fusil, siempre obtuvo el primer lugar en tiro, en los cursos de entrenamiento en Cuba lo que le permitió el honor de ser parte de la escolta del General Humberto Ortega.


Siendo jefe de personal y cuadros, obtuvo el distintivo de jefe vanguardia a nivel nacional, de esa especialidad y a principios de 1983 ambos hermanos estaban ubicados en Managua; Silvio como jefe de armamento de la Tercera Región y Luis como Jefe de Personal y Cuadros de la Escuela Javier Guerra. Son ubicados en la entonces V región de combate bajo el principio de ubicar los mejores cuadros en la principal línea de enfrentamiento, sin saber que el destino les tenía preparado ser protagonistas de uno de los casos esporádicos de la guerra de los ochenta, donde dos hermanos junto a demás miembros del Estado Mayor, sin ninguna escolta, en abismal desventaja, fueron emboscados por una Contundente Fuerza  de Tarea entre  Kuyutigni y la Tronquera Puerto Cabezas.





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