La revolución no será interrumpida
por: Carlos Molina Velásquez *
Si quisiera expresar con una frase cómo veo la revolución
bolivariana elegiría el lema de la Gran Misión Vivienda: “Para vivir viviendo”.
Claramente visible en las calles de Caracas y muchos otros lugares del país,
representa la esencia de las transformaciones que hace poco eran impensables.
Otro mundo es posible, claro que sí, y Venezuela es ese lugar en el que la
novedad ha irrumpido con fuerza, cimbrando las bases de nuestra vieja y gastada
realidad.
En el Sur de Nuestra América, este novum fue posible gracias
a las incontables batallas del Comandante Hugo Chávez. Hasta hace poco
habríamos pensado que con su muerte las transformaciones tendrían los días
contados, pero hay muchas señales de que esto no será así. Lejos de estar
desamparadas, huérfanas o desarticuladas, las fuerzas revolucionarias de la sociedad
venezolana están más unidas que nunca y bien dispuestas a defender lo que ha
sido tan difícil alcanzar. No me cabe duda de que eso quedará demostrado el 14
de abril, con la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales.
Al menos desde la primera victoria de Chávez, las elecciones
venezolanas siempre han sido cruciales para América Latina, ya que al son de su
música se comenzaron a herrumbrar las cadenas neoliberales que aún ahora
amenazan nuestro continente. Pero las elecciones del próximo domingo son quizás
las más importantes, pues en ellas se juega la esperanza que millones han
depositado en una alternativa segura y duradera a la miseria del capitalismo.
El 14 de abril se tendrá la oportunidad de dar un gran salto
adelante en las transformaciones de nuestro mundo, aunque eso no significará
que la lucha haya terminado, ni de lejos. Ya la oposición venezolana está
jugando al sabotaje y poniendo cara de ofendida, anticipando la derrota que
seguramente tendrá que encajar en las urnas. Esto solo parcialmente es una
buena noticia, ya que, como diría Franz Hinkelammert, la lucha es por el todo,
y además contra un contrincante que no deja escapar ninguna oportunidad para
presentarse como enemigo mortal.
Para saber qué podemos esperar luego de la victoria que se
avecina, no debemos perder de vista la feroz campaña de la derecha venezolana
en contra del candidato bolivariano, en la que participan el Departamento de
Estado, grandes empresas transnacionales de la comunicación y una amplia gama
de sicarios internacionales, que van desde el expresidente colombiano Álvaro
Uribe, hasta el actual (y golpista) presidente paraguayo Federico Franco.
Por eso los apoyos que pueda recibir el pueblo venezolano de
los países amigos, de sus dirigentes -principalmente Evo Morales, Rafael
Correa, Dilma Rousseff, Cristina Fernández y José Mujica- y de los movimientos
sociales de todo el mundo son, en este momento, invaluables. Y no hay que
equivocarse ni debemos perdernos en la niebla de la guerra mediática: Más que
pedir garantías al Consejo Nacional Electoral (CNE), cuya transparencia y
eficacia está más que probada, es a la derecha venezolana y a sus aliados
extramuros a quienes se les deben exigir garantías de que acatarán el fallo
popular y se abstendrán de hacer llamados golpistas o intervencionistas.
Las fuerzas progresistas del mundo entero debemos apoyar el
proceso de auténtica democracia que se vive en Venezuela, realizando jornadas
informativas, manifestaciones de solidaridad y, sobre todo, expresando una
firme disposición a luchar hasta el final con nuestros hermanos venezolanos.
En este sentido nos pronunciamos los asistentes al X
Encuentro de Intelectuales, Artistas y Luchadores Sociales en Defensa de la
Humanidad, que se celebró en Caracas, el 25 y 26 de marzo. En esa ocasión,
propusimos que el 5 de marzo fuese declarado “Día de la Dignidad Nacional”, no
solo como un homenaje al Comandante Hugo Chávez, sino también como expresión de
un programa de solidaridad efectiva con las luchas nacionales por la soberanía
y la independencia en toda Nuestra América.
Venezuela es el mejor ejemplo de la íntima e insoslayable
conexión entre las luchas por la autodeterminación de los pueblos y la defensa
de la humanidad. No cabe duda de que una de las mayores amenazas para la vida
humana en nuestro planeta es el afán imperialista que comparten aparatos de
poder estatales y cúpulas empresariales transnacionales. Mientras escribo estas
líneas soplan vientos de guerra desde la península de Corea, alimentados por
las provocaciones del Pentágono y sus aliados. Ideas quiere la guerra y las
proporciona el imperialismo.
Sin embargo, a la carrera armamentista y a la proliferación
nuclear no puede responderse únicamente con llamados a la paz, sino con pueblos
despiertos y apertrechados con las armas del conocimiento y la dignidad. La paz
es un concepto vacío, incapaz de movilizar de verdad, si no se relaciona con
una vida que vale la pena vivir, con un país con proyecto y una patria con
futuro. Y eso es lo que Venezuela ha ofrecido al mundo desde la llegada de Hugo
Chávez a la presidencia, en 1999.
Ningún esfuerzo en defensa de la humanidad será posible si
no nos comprometemos con una política concreta de emancipación y soberanía de
los pueblos. Esta política tendrá que ser socialista, en tanto las
transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales deberán poner la
vida de los seres humanos como centro y fin de toda decisión y de toda acción,
posibilitando así la proliferación de múltiples formas de vida, de una inmensa
variedad de mundos.
“Para vivir viviendo”, es decir, para vivir dignamente y en
plenitud junto a otros, será preciso que defendamos la revolución
latinoamericana que surgió sonriente con la Venezuela chavista y bolivariana. Y
esa no es solo tarea de los venezolanos, sino de todos los que luchamos por una
paz con justicia y solidaridad.
El triunfo de la revolución no depende únicamente de lo que
suceda el 14 de abril, pero lo que pase ese día marcará las líneas generales de
lo que podremos esperar en el futuro cercano. También será fundamental la
manera cómo los compañeros bolivarianos enfrenten los problemas más acuciantes
de los venezolanos y eso es algo que no debe tomarse a la ligera. Si algo ha
caracterizado hasta ahora al socialismo chavista es su capacidad para generar
propuestas y soluciones concretas a los problemas de las personas, mediante la
participación activa de éstas en la búsqueda de soluciones y en la gestión de
las mismas. En este punto, no hay retroceso que valga.
En la Venezuela de ahora, la revolución no será
interrumpida. Podemos contar con la fuerza inquebrantable de los camaradas
venezolanos y la solidaridad que fluye a torrentes desde los más diversos y
variados rincones de América Latina y el mundo entero. Pero la lucha apenas
comienza y los enemigos de la revolución no descansarán hasta verla derrotada.
También podemos contar con eso. Por ello no tiene cabida, de ninguna manera,
que nos confiemos y bajemos la guardia. En este sentido, el 14 de abril será el
momento de renovar nuestro compromiso con una revolución que es tan nuestra
como bolivariano es ahora el corazón de Nuestra América.
* Académico
salvadoreño, columnista de ContraPunto y colaborador de La Época.
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