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martes, 22 de septiembre de 2015

II. Causas internas de la Independencia: la situación de las colonias. Continuación

II. Causas internas de la Independencia: la situación de las colonias. (Continuación)
Manuel Moncada Fonseca

a. Sectores oprimidos durante la colonia

Los indios

En cuanto a la resistencia del indio al dominio colonial, las cosas son aún más claras, toda vez que el elemento más perjudicado de dicho dominio fue precisamente el indio americano. Ya sabemos lo que para él significaron la Encomienda, el Repartimiento y el Requerimiento. No obstante ello, es necesario examinar otras expresiones de la explotación al indio, relacionadas con esas mismas estructuras coloniales. Formalmente, el Estado español sólo permitía la distribución de las tierras que no estuvieran cultivadas por los nativos. En la práctica, todo resultaba muy distinto, ya que el Repartimiento y la Encomienda se formaron, desde un inicio, con base en el desmantelamiento de las Comunidades Indígenas, situación que se mantuvo hasta la Independencia y hasta transcendió a esta última [1]. El trato que los conquistadores y sus descendientes daban al indio se constituyó en una poderosa causa de la disminución de los nativos americanos. Esto se liga: 

- Al inhumano comercio esclavista de indios.

- A las masacres de las que se acompañaron las "pacificaciones" de los nativos. 

- A las muertes inevitables que provocaba la resistencia indígena al dominio español.

- Al exterminio motivado por los trabajos forzados de las encomiendas y otras obligaciones impuestas al poblador indio. 

- A la mortandad derivada de las hambrunas y las epidemias. 

- Al sacrificio de niños, al suicidio y hasta a las huelgas de hambre que los indios practicaban como forma de resistencia ante los conquistadores [2].

El despoblamiento de Nicaragua, según los siguientes cálculos, fue ciertamente alarmante: en 1524 la población se calculaba en 600.000; en 1538 ya había disminuido en el doble (300.000); en 1548 se redujo a 30.000 y en 1574 apenas llegaba a 8.000 indios [3].

Al indio se le impuso el pago de fuertes tributos a la Iglesia y al Estado y era explotado sin contemplación alguna en las minas y en los obrajes o talleres. Al decir de Jorge Eduardo Arellano, el imperio español concebía su dominio de forma dicotómica: la república de los indios y la de los españoles, lo que, a su parecer, se reflejaba en una enseñanza, por un lado, para “indios”, orientada a convertirlos en vasallos de la Corona; por el otro, para los “hijos de españoles” [4], encaminada, acotamos nosotros, a la reproducción constante del sistema colonial.

Los negros

Respecto a los negros, su condición de esclavos era más brutal y abierta que la del indio. A ellos se les imponían los trabajos más pesados en las minas y en las plantaciones. Eran, además, los elementos sociales más despreciados por los conquistadores. “Debido a la asociación entre negritud y esclavitud, la gente da ascendencia africana fue la más denigrada y no es sorprendente que muchos de ellos mintieran acerca de sus orígenes o que los ocultaran por completo” [5]

Los negros fueron introducidos en gran escala en lugares donde los indios fueron exterminados como en el caso de Cuba; en aquéllos en que hubo grandes centros mineros, como en el Virreinato de Nueva España; en aquellas colonias donde se desarrollaron grandes plantaciones, principalmente cañeras y, finalmente, en lugares calurosos y de poca densidad poblacional indígena, como en el caso de Nueva Granada. En el reino de Guatemala resultó lo contrario. Entre otras causas porque: primero, en él hubo menos esclavistas y menos tiempo para aniquilar a la población aborigen que en los casos señalados; segundo, fue pobre en minas; tercero, las plantaciones agrícolas no se desarrollaron en él como en las zonas más cálidas del reino. 

Desde mediados del siglo XVII, al reducirse gradualmente su número, “los esclavos dejaron de ser lo que habían sido antes para convertirse en esclavos de confianza, esclavos casi patriarcales”, a quienes se confiaba la administración de las haciendas o de ciertos aspectos del trabajo de ellas, del mismo modo que se les permitía vivir en el interior de ciertas casas ricas. Muchos esclavos negros, sin dejar de ser tales, fungieron como mandones y tuvieron autoridad sobre los indios de las haciendas. Los negros, según la ley, podían comprar su libertad. Desde 1650 hasta la Independencia, no existen manifestaciones de negros esclavos como clase [6].

Los mestizos

Los mestizos se encargaban de los trabajos mecánicos o servían en las milicias. La dominación española les creaba obstáculos para que no pudieran adquirir tierras. De ese modo, los obligaba a servir como mano de obra en las haciendas. Según Germán Romero Vargas, los mestizos o ladinos se diferenciaban claramente de los indios por tres cosas:

1. No se agrupaban en comunidades.

2. No tenían bienes colectivos. 

3. No estaban obligados al pago de tributos ni a prestar servicios de repartimiento. Se hallaban, además, excluidos de las funciones civiles, militares y religiosas, aunque según la ley sí podían hacerlo. 

En los hechos, eran pocos los que lograban alcanzar un puesto importante en estos campos. Ejercían una variada gama de actividades en ciudades y pueblos, aunque no se especializaban en ningún oficio, realizaban varios al mismo tiempo [7]. La mayoría de ellos padecía una gran estrechez económica y carecía de instrucción general. La vida los empujó a ser astutos, intrigantes, irritables, agresivos, poco disciplinados y de moralidad muy elástica. No eran ni siervos ni señores. 

A lo largo del dominio colonial, los mestizos fueron cobrando importancia en pueblos, ciudades, haciendas, minas, ferias, salinas, cuarteles, en la agricultura y la ganadería, en la artesanía, el transporte y en el comercio menor. Algunos se convirtieron en maestros de diversos oficios, caporales y vaqueros, pero la mayoría fueron peones, llevando una vida miserable en calidad de colonos en las rancherías de las haciendas. Tenían libertad para vivir y trabajar en cualquier lugar. No conformaban una clase social. Pero los mestizos pobres que trabajaban en el campo, fueron, después de los indios, “la gran fuerza productora y explotada del reino” [8].

b. Fuerzas hegemónicas y motrices en el proceso independentista

De todos los sectores que soportaban el yugo del dominio colonial, el de los criollos y comerciantes fue el menos consecuente en la luchas contra el mismo. A los primeros, les interesaba una independencia que no beneficiara a las masas campesinas y que las hiciera caer en su dominio exclusivo; a los segundos, les convenía poner fin a los obstáculos que la metrópoli imponía al comercio, pero sin que ello desembocara en independencia [9]

Mas cupo a los criollos el papel de fuerza hegemónica en la lucha contra España, lo que, en gran medida, explica que, tras la independencia, fueran ellos los únicos beneficiados. Los indios, por el contrario, fueron la fuerza más consecuente en la lucha contra el colonialismo español. Por esta razón, se constituyeron junto a los otros sectores populares, en la fuerza motriz de la lucha por la Independencia.

En el ámbito de la América Hispana, los primeros brotes insurreccionales, previos al proceso de lucha que desembocó en la Independencia, fueron los siguientes:

- La insurrección de José de Antequera y Castro y los Comuneros del Paraguay en 1724.

- Las insurrecciones de Corrientes en 1732 y en 1764. 

- La Rebelión del Indio Jacinto (Canek) en Yucatán (Siglo XVIII). 

- El Movimiento de los Comuneros de Nueva Granada en 1781. 

- La sublevación de Tupac Amaru (José Gabriel Condorcanqui) en Perú (1780) [10].

Los casos de resistencia contra el colonialismo español en Centroamérica fueron probablemente numerosos. No es, pues, tan evidente, como sostienen ciertos autores, que la Independencia de Centro América no se viera acompañada por un proceso previo de guerra de liberación [11]. En Nicaragua, la más grande expresión de esa lucha -cuyo principal protagonista fue el elemento indígena-, fueron las insurrecciones populares de 1811 y 1812 en León, Masaya, Granada y Rivas. 

Contra estas sublevaciones el dominio español envió tres ejércitos realistas que fueron rechazados una y otra vez. Pese a este hecho, la Independencia no fue lograda en ese entonces, lo que debe atribuirse a la actitud vacilante de los líderes del movimiento insurreccional que los condujo a concertar la paz con el enemigo [12].

Pero si el protagonista principal en la lucha por la Independencia fue el indio, ni éste, ni los otros elementos populares que lucharon a su lado gozaron de los frutos de la liberación de Latinoamérica del dominio español y portugués, ya que no fue otra patria que la del criollo la que, en los hechos, se liberó. En efecto, fue el criollo el único que pudo usufructuar aquello que había sido obra de las masas explotadas: la Independencia. 

Si los criollos pudieron convertirse en la fuerza hegemónica de la lucha contra España, eso se debió a que -dadas sus cómodas condiciones de vida y a su desvinculación del largo e intenso trabajo manual -lo que no ocurría con ninguno de los sectores populares- pudo presentar su propio proyecto de clase como alternativa para sustituir al poder de la Colonia. Y alcanzada la Independencia, el criollo se vio, al fin, libre de la molestia de compartir al indio y a las tierras que éste arrebatara con la odiosa Corona española.

Ante el proceso de lucha independentista, los criollos centroamericanos, según José Reyes Monterrey, se dividieron en dos grupos: Uno conservador, que quería la Independencia pero conservando íntegra la estructura colonial, a fin de resguardar sus intereses económicos; otro liberal, que propugnaba por una independencia que se alcanzara por medios violentos, recurriendo a las masas. No obstante, “en la práctica ambos grupos controlaron el movimiento independentista con lo cual la propia independencia significó en definitiva la toma del poder por su clase” [13].

Al logro de la Independencia de las Colonias Españolas contribuyeron, indudablemente, las guerras napoleónicas que se libraron en Europa a principios del Siglo XIX, ya que ellas distrajeron durante mucho tiempo la atención de las potencias europeas de los sucesos del continente americano [14]. Sin embargo, como señala Agustín Cue Cánovas, el factor externo representó tan sólo una coyuntura favorable para el inicio y desarrollo de la lucha emancipadora y no su causa, que descansaba en las leyes -que algunos niegan sin base real- del proceso histórico universal y en las aspiraciones de libertad económica, política y social de los pueblos americanos, que se opusieron permanentemente al dominio colonial que España les impuso [15].

c. Consecuencias del dominio colonial de España

Tres siglos de dominación sobre los territorios americanos no podían esfumarse sin dejar una profunda huella, como quiera que, durante toda esa época histórica, España había saqueado, robado y diezmado a la población nativa de América, legando a sus antiguas posesiones un gran atraso económico-social. Ese atraso, al coincidir plenamente con la expansión del capitalismo a escala mundial, condujo a que -tras los conquistadores españoles- hicieran pronto su aparición conquistadores de nuevo tipo: los ingleses y los estadounidenses. 

En otros términos, al estar de por medio un puñado de potencias capitalistas, ávidas de materias primas y productos agrícolas, así como de mercados de ventas, los países latinoamericanos no lograron, en los hechos, conservar su independencia [16].

El cubano Eduardo Del Llano, al hablar de los países de América Latina de principios y mediados del Siglo XIX, expone los factores que hicieron fracasar los planes de desarrollo económico que nuestros países quisieron impulsar tras alcanzar su independencia. En primer lugar, señala que después de las largas y devastadoras guerras libradas contra España, las economías de Latinoamérica quedaron destruidas. A lo anterior, añade lo siguiente:

1. La deformación de la estructura económica.

2. La escasez de recursos financieros, debido a la descapitalización practicada por España.

3. El empleo de técnicas atrasadas.

4. Los bajísimos niveles de calificación de la mano de obra [17].

Por otra parte, una serie de factores hacía que, en Centro América, el poder político heredado por los criollos fuera no sólo débil, sino también carente de una naturaleza nacional. Entre esos factores se distinguen:

- La dispersión y aislamiento geográfico, traducidos en fuertes localismos que enfrentaban a unas provincias con otras, y a unas ciudades con otras.

- La conducta prepotente de la Iglesia Católica que, junto a su inmenso poder terrateniente, reforzaba su tendencia a la autarquía dentro del nuevo orden establecido.

- Las presiones de carácter político, militar y diplomático que Inglaterra y Estados Unidos ejercían sobre las provincias de Centro América a fin de impedir su unificación [18].

La independencia de las colonias españolas, a pesar de no haber resuelto los problemas más sentidos de los indios y demás sectores populares, fue parte de todo un proceso histórico-universal que condujo al hundimiento definitivo del sistema feudal y al triunfo del sistema capitalista a escala mundial. Es más, la misma lucha independentista y su victoria sobre las fuerzas coloniales no fue sino una forma de revolución burguesa. Desde esta perspectiva, la independencia de las colonias americanas debe contemplarse como un acontecimiento de gran trascendencia, máxime si se considera el carácter progresista que para entonces poseía el capitalismo. 


Notas

[1]. Wittman, Tibor; Kiado, Korvina. Ob. cit. p. 99.
[2] Arellano, Jorge Eduardo. Ob. cit. p.108.
[3] Ibíd. p. 109.
[4] Arellano, Jorge Eduardo. Brevísima Historia de la Educación en Nicaragua. (De la Colonia a los años 70 del siglo XX).Managua, Instituto de Cultura Hispánica. 1997. pp. 20-21.
[5] Véase Historia General de Centroamérica. Tomo II.. El Régimen Colonial (1524-1750). Edición a cargo de Julio Pinto Soria. Madrid. 1993. p. 87. 
[6] Martínez Peláez, Severo. La Patria del Criollo.. Ob. cit. pp. 274, 276, 279. 
[7] Romero Vargas, Germán. Las Estructuras Sociales de Nicaragua en el siglo XVIII. Ob. cit. pp. 374-376.
[8] Martínez Peláez, Severo. Ob. cit. pp. 265-267, 269, 283. 
[9] Ibíd. pp. 186-187.
[10] Marbán. Ob. cit. pp. 45-52.
[11] Consúltese, por ejemplo, a: Torres Rivas, Edelberto. Interpretación del Desarrollo Centroamericano. EDUCA, 1980. En ella leemos: “La Capitanía General de Guatemala se convirtió, en 1921, en república independiente sin un proceso previo de guerra de liberación”. p. 37.
[12] Wheelock Román, Jaime. Raíces Indígenas de la Lucha Anticolonialista en Nicaragua.. Managua: Nueva Nicaragua. 1985. pp. 69-86. Véase también: Gámez, José Dolores. Historia de Nicaragua. Madrid 1955, capítulo XXV. E igualmente consúltese “Conferencia del Dr. Felipe Rodríguez Serrano con motivo del sesquicentenario de la independencia”. En Revista de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. Tomo XI. Managua, Nicaragua, 1971. pp. 3-19. El Obispo García Jerez, valiéndose de su influencia en la población, jugó un papel de primer orden en el fracaso de las sublevaciones de esos años. En carta que él enviara al Capitán General con fecha del 20 de febrero de 1812, confiesa: “…si he hecho alguna cosa [ …] ha sido impedir que se aclame la independencia, se derrame la sangre de los europeos y se les disipen todos sus proyectos de erigirse en soberanos”. Ibíd. p. 6. 
[13] Reyes Monterrey, José. Apuntamientos Básicos para el Estudio de la Historia General de Nicaragua. UNAN-León. 1989. p. 92.
[14] Narochitskov, A.L. Historia Moderna. Primera Parte. Ilustración 1978. p. 220. Obra en ruso.
[15] Cue Canovas, Agustín. Historia Social y Económica de México 1521-1854 . Ob. cit. pp. 129-130.
[16] Al hablar de la situación de atraso general observado en Latino América tras la Independencia, nos preguntamos sobre la situación que Estados Unidos heredó del yugo colonial de Inglaterra. Y el panorama detectado es abismalmente distinto al que España legó al mundo latinoamericano. La causa inmediata de semejante fenómeno radica en que Estados Unidos jamás vio imponer sobre su territorio otro sistema social que no fuera el capitalista, aunque, en el Sur, ello no fuera óbice para la explotación de la mano de obra bajo una forma esclavista; en América Latina, por el contrario, el dominio colonial impuso el esclavismo primero y el feudalismo después. Engels, refiriéndose al desarrollo capitalista de Estados Unidos escribe: “Hasta ahora una dominación de la burguesía mantenida durante largos años, sólo ha sido posible en países como Norteamérica, que nunca conocieron el feudalismo y donde la sociedad se ha construido desde el primer momento sobre una base burguesa”. Engels, Federico. “Prólogo a la Edición Inglesa de 1892” de su obra Del socialismo utópico al socialismo científico. En: Marx, Carlos; Engels, Federico. Obras Escogidas. Tomo III. Editorial Progreso, Moscú, 1974. p. 915. En otra parte, Engels anota: “Los Estados Unidos son, por su origen mismo, un país moderno y burgués y que han sido fundados por petits burgeois y por campesinos que habían huido de la Europa feudal para establecer una sociedad puramente burguesa”. “Carta de Engels a Nicolai Frantsevih Danielson”. Ibíd. p. 528. Y Marx en conjunto con Engels plantea: “...En países como Norteamérica, que comienzan desde el principio en una época histórica ya muy avanzada, el proceso de desarrollo marcha mucho más rápidamente. Estos países no tienen más premisas naturales que los individuos que allí se instalan como colonos, movidos a ello por las formas de intercambio de los viejos países, que no corresponden ya a sus necesidades. Comienzan, pues, con los individuos más progresivos de los viejos países y, por tanto, con la forma de intercambio más desarrollada, correspondiente a esos individuos, antes ya de que esta forma de intercambio haya podido imponerse en los países viejos”. Marx, Carlos; Engels, Federico. La Ideología Alemana. Editorial Pueblo y Educación. 1982. p. 81.
[17] Del LLano, Eduardo. El Imperialismo Capitalismo Monopolista. Editorial Orbe, La Habana 1979. p. 557.
[18] Véase: Torres Rivas, Edelberto. “Notas sobre las Clases y el Estado en Centroamérica”. En: La Inversión Extranjera en Centroamérica. EDUCA 1981. p. 245.

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