Juan J. Paz y Miño Cepeda
EL
TELÉGRAFO - Primer Diario Público
Ecuador,
lunes 22 de diciembre marzo de 2014
Lo
primero que se ha destacado en el mundo es que la apertura de relaciones
diplomáticas entre Cuba y los EE.UU. ha sido un acontecimiento histórico. Y
claro que lo es para la vida de ambos países y para América Latina.
Además,
mientras en Cuba desbordó la euforia y el patriotismo, era obvio que en los
EE.UU. los ‘anticastristas’ de Miami y los ultra republicanos se volcaran
contra el presidente Barack Obama. De este modo, la batalla contra el bloqueo
cambió de escenario: ahora se librará en los propios EE.UU., pues los
republicanos anuncian que se opondrán a su fin, entrando así en conflicto con
el propio presidente norteamericano, quien ha sido claro en señalar que el
bloqueo “no ha funcionado”.
Desde
luego que Cuba y EE.UU. están movidos por intereses diferentes: para Cuba el
fin del bloqueo daría la oportunidad para superar una serie de limitaciones
económicas que afectan a toda la población y seguramente para impulsar otras
reformas internas que incidirán en la marcha futura de su socialismo. A los EE.UU.
interesa contrarrestar la creciente presencia de los intereses rusos y chinos,
abrir el espacio cubano al comercio bilateral, así como a las inversiones de
sus empresas y retomar su influencia en todo el continente, algo que el
presidente Obama expresó así: “todos somos americanos”.
Sin
embargo, el horizonte para Cuba luce prometedor. Es difícil prever lo mismo
para los EE.UU., no solo porque Cuba no quiere regresar al capitalismo,
conforme lo ha expresado Mariela Castro, hija del presidente Raúl Castro, quien,
con esas palabras, no hizo una simple declaración personal; sino porque los
EE.UU. persisten en llevar adelante una diplomacia injerencista en el mundo y
sobre todo en América Latina, donde se recela de los gobiernos de la Nueva
Izquierda y, al mismo tiempo que se da un paso favorable frente a Cuba, se
imponen sanciones a Venezuela.
Pero
Cuba tiene otro horizonte prometedor, pues América Latina vive una era de
gobiernos de Nueva Izquierda que también serán favorecidos con el fin del
bloqueo norteamericano a la isla, pues se quitarán las barreras que aún
persisten y con ello se abrirán las oportunidades para una mejor y más activa
relación económica con Cuba.
De
otra parte, si bien ha sido el modelo de socialismo estatal y popular el que
permitió a Cuba resistir medio siglo de bloqueo norteamericano y hasta afrontar
la catástrofe que implicó para la isla el derrumbe del socialismo soviético, es
probable que el fin del bloqueo -que a estas alturas de la vida histórica
contemporánea se ofrece como un hecho inevitable- contribuya a revisar el
‘modelo’ cubano, sin que con ello concluya su proceso revolucionario, pues
todavía tendrá que permanecer alerta frente al futuro comportamiento de los
EE.UU., sobre todo después de que Barack Obama deje el poder, ya que el
imperialismo norteamericano seguirá en pie, pues responde a los intereses de
los gigantes consorcios transnacionales y al complejo militar, industrial y
tecnológico que de ningún modo renunciará a seguir manteniendo su hegemonía
mundial.
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