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martes, 25 de noviembre de 2014

TOMÁS BORGE: COMANDANTE SANDINISTA DE LA POESÍA


TOMÁS BORGE: COMANDANTE SANDINISTA  DE LA POESÍA
Por WINSTON ORRILLO

          “empuñar los poemas como si fueran fusiles
          y los fusiles como si fueran poemas”
                                               T.B.

Estamos con el bellísimo libro de Tomás Borge (1930-2012), Poesía clandestina reunida, ofrenda editorial de su esposa, la también escritora, cantautora y actual embajadora de la Patria de Sandino entre nosotros, Marcela  Pérez Silva.

El volumen, con elegante tapa dura, ha sido diseñado, en su atractiva carátula,  por Lucía Arellano, a base de un Retrato del Comandante TB, obra de nuestra inolvidable Etna Velarde.

Y para los que han sido impactados por el guerrero y soberbio –y pugnaz—epígrafe,  les mostramos la otra cara de la medalla: la muy intensa poesía amorosa de nuestro combatiente invencible.

He aquí el Epigrama I, dedicado, precisamente, a Marcela:  “Este es un asalto/ tu amor/ o la vida”. Y el muy completo retrato de la Editora y esposa (me resisto a poner la palabreja “viuda”):

En la garganta un pájaro/ En el corazón un ángel/ En las manos serpientes/ prófugas de un manantial azul/ En el vientre el milagro de los panes/ En tu sexo la pequeña muerte/ La vida eterna”.

El poeta y cada vez más reconocido como perspicuo crítico, Marco Martos, señala que, la de Borge es “poesía de las esencias, de lo natural de la vida, pequeños fogonazos líricos hechos en medio de combates, de tareas de construcción, siempre marcados por la presencia del amor a la mujer, a la patria y a la revolución”.

Porque nuestro autor, podríamos decirlo, en una mano –no  sé si la derecha o la izquierda- llevaba el arma levantada contra el Establishment y, en la otra, la pluma integérrima del poeta que necesitaba dar testimonio de cómo era imposible desligar, desvincular la lucha por la felicidad del hombre, por la primacía de la justicia, por el fin de la dictadura genocida –en su caso Somoza, esa bestia apocalíptica que gobernó, con su familia de porquerizo, luego de consumar el asesinato del General de Hombres Libres, Augusto César Sandino.

No hay, pues, divortium acuárum entre poesía, amor por la belleza de la palabra y culto a la vida y a la pasión humana, y permanente combate por el logro de las aspiraciones más entrañables de nuestros hermanos; entre las cuales, qué duda cabe, están la libertad, la justicia, la autodeterminación; y ahora, más que nunca, la defensa de la propia vida del planeta, amenazada por las desaforadas apetencias de un siniestro neoliberalismo que, para empezar, no le importa hacerse el harakiri, con tal de satisfacer sus mirajes de riqueza profundamente destructora.

Una de las insustituibles virtudes del volumen es entregarnos, de cuerpo entero, la imagen de ese combatiente mítico y medio legendario en que se había convertido el comandante sandinista, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en 1961, con el inolvidable Carlos Fonseca Amador; y quien participara en todas las batallas importantes de la Revolución contra la dictadura, hasta que, en 1967, es nombrado Comandante de la Revolución.

Triunfante ya su lucha, ocupa el difícil cargo de Ministro del Interior (1979-1990) y es elegido Diputado al Parlamento Centroamericano, así como a la Asamblea Nacional de Nicaragua durante cuatro periodos consecutivos. Fue Presidente del Congreso y Vicesecretario General del FSLN, y participó, igualmente, en la fundación del Foro de Sao Paulo.

Poeta, orador cautivante, escritor y periodista, su libro La Paciente Impaciencia ganó el Premio Casa de las Américas, en 1989, y otra de sus obras fundamentales es Un grano de maíz. Conversación con Fidel Castro (1992); y entre otros, sus poemarios, La ceremonia esperada (1990) y A la sombra de un grano de sal (2009). Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, sueco, holandés, griego, árabe, checo, ruso, ucraniano, chino y japonés.

Ha recibido numerosas condecoraciones, entre las que destacan la Orden Augusto C. Sandino; la Orden al Mérito Latinoamericano, y la Orden del Sol del Perú, en el Grado de Gran Cruz, de la República del Perú, así como numerosos doctorados honorarios de diferentes universidades de Nuestra América.

Hasta el momento de su lamentable deceso, ocurrido el 30 de abril de 2012, se desempeñó como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Nicaragua ante las Repúblicas del Perú, Ecuador Bolivia y Paraguay.

No obstante su dilatado currículum, si había algo que caracterizara a Tomás Borge, fue su sencillez y sentido del humor, su saber dónde es el límite de la grandeza humana: en el pueblo.

Por ello es paradigmático ingresar a su poema “Confesiones”, del que tomamos algunas estrofas que nos permitan encontrar el angular preciso para que nuestros lectores  sitúen al gran poeta y hombre relevante (por revolucionario) que es  Tomás Borge.

Leámoslo: “Detesto los cocteles/ las condecoraciones/ los museos de cera/ y las novelas de final atroz//Odio a los traidores/ como se odia/ el infierno/ las cadenas/ las banderas arrodilladas// Soy terco/ sentimental/ ingenuo/ desconfiado//…Me gusta el crepúsculo/ el crucifijo en la yema de los dedos/ las orejas de mis hijos, el galope de una lágrima// También las siamesas de miel/ en tus ojos…//Prefiero las metáforas/ imperfectas y locas/ las ecuaciones eróticas/ las pinturas intensas/ aunque al pie de los colores/ la firma sea desconocida…//El peligro –no se tiene idea de/ cuánto me gusta el peligro-/ La desolación de los ídolos…// Amo a los niños/ a los venados/ Amo la exactitud/ de la imperfección// Y el gobierno de los resucitados/ Y a los cachorros sonrientes/ Y a las mujeres que he amado// Si mis amigos me quieren/ pido/ me cautericen lunares/ y me estrechen la mano”.

Éste es, pues, nuestro poeta, allende el paramento oficial que su alto cargo le diera (ganado a pulso de sangre y fuego, por otra parte).

De este modo, para concluir con las caracterizaciones que él hiciera de sí mismo, nos parece congruente, la cita del siguiente poema: “Expediente”, algunos de cuyos  versos nos permiten esta tarea ímproba del adentramiento en el poeta y combatiente revolucionario sandinista, que el Perú tuvo la honra que fuera embajador de su país:

Soy un monolito/ En mí solo cabe/ la exactitud de la piedra// Soy un insólito/ pequeñísimo detalle/ del universo…// Soy un bosque redondo/ como la misma historia/ del fuego// Soy un monolito/ tuyo/ de todos”

Pero fue un monolito enamorado, qué duda cabe, y, por ello, entre la multitud de poemas líricos, se nos hace difícil hallar los paradigmáticos. Veamos, sin embargo, verbi gratia:

“Tus ojos”: “Me vencieron tus ojos/ Son venados/ que corren en un túnel/       hasta la meta// Donde bastan los días/ las abejas/el flujo y el reflujo/ los estremecimientos// Donde basta la luz/ retenida/ en una gota de miel/ para vivir.

O en “La más tenue señal” en la que, en sápida amalgama, sabe trabajar el tema del amor, de la sencillez y el culto a la naturaleza, con la irrefragable militancia:

Dame la más tenue señal/ un rasguño/ un café con leche/ el indicio de una semilla// Dame la más tenue señal/ un huevo de codorniz, una cuchara/ un rictus/ unos ojos sin neblina// Dame la más tenue señal/ un sorbo de agua/ escalada/ un ramillete de aceros/ un caracol…// Solo la más tenue señal/ despertará mi olfato/ de perro amaestrado/ y me encontrará alerta/  como un centinela//Solo la más tenue señal, me hará vivir, auténtico como la cruz/ como la hoz/ como el martillo”.

Uno de los temas, casi un leitmotiv, es el referente al entrañable amor por su familia, los poemas dedicados a sus hijos, que son de antología, y el tópico de la anticipación de que –como en todo poeta de su raigambre- se repite innúmeras veces, como en “Premonición” “Moriré ayer/ Hoy no tengo tiempo”; y en un texto tempranísimo, “Epílogo”, de 1969, que concluye espléndidamente con: “¿Mi vida?/ Llevé la muerte/ en el bolsillo/ y nunca tengo miedo de fallar/ en  lo negro del blanco” (Amén de muchísimos más que no podemos, obviamente citar por problemas de espacio).

El poemario podría, muy bien, resumirse con las palabras del querido Comandante Daniel Ortega, Presidente de Nicaragua Sandinista, quien, con ático estilo, arranca su presentación del gran poeta y combatiente revolucionario del que nos hemos ocupado hoy:

“Aquí está Tomás,/ es decir,  Nicaragua-.”

La literatura de Nuestra América tiene una deuda impagable con Marcela Pérez Silva, autora de la recopilación de los textos del comandante sandinista y artista integérrimo que es Tomás Borge.

En el libro que tenemos entre manos --y que, por cierto debemos leer, no una sino muchas veces-- hay cuatro secciones, que reúnen sus creaciones: la primera, de 1969 a 1970, textos escritos en el exilio; la segunda, de 1972 al 78, aquellos trabajados en las difíciles, dramáticas circunstancias de la prisión, durante la lucha para el derrocamiento de la satrapía de los Somoza; la tercera, 1985 a 1980, cantos en pleno triunfo y consolidación del gobierno sandinista; y 1990 al 2012, los que corresponden a la época que viviera la autora –y musa- de esta recopilación con el querido comandante Tomás Borge, sobre quien, afirmamos, será necesaria una cabal exégesis, para realmente aprehender los mensajes y legados que nos dejara su hasta ahora no muy conocida, pero inexhaustible obra poética.

Entre los mejores estudios, actuales, sobre la poética de TBM están los textos de César Lévano y Arturo Corcuera, amén, por cierto, del lúcido, esclarecedor prólogo de Marco Martos, ex Presidente de la Academia Peruana  de la Lengua.

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