TOMÁS
BORGE: COMANDANTE SANDINISTA DE LA POESÍA
Por WINSTON
ORRILLO
“empuñar
los poemas como si fueran fusiles
y
los fusiles como si fueran poemas”
T.B.
Estamos con el bellísimo libro de Tomás Borge (1930-2012), Poesía clandestina reunida, ofrenda editorial de su esposa, la también escritora, cantautora y actual embajadora de la Patria de Sandino entre nosotros, Marcela Pérez Silva.
Estamos con el bellísimo libro de Tomás Borge (1930-2012), Poesía clandestina reunida, ofrenda editorial de su esposa, la también escritora, cantautora y actual embajadora de la Patria de Sandino entre nosotros, Marcela Pérez Silva.
El
volumen, con elegante tapa dura, ha sido diseñado, en su atractiva
carátula, por Lucía Arellano, a base de un Retrato del Comandante
TB, obra de nuestra inolvidable Etna Velarde.
Y
para los que han sido impactados por el guerrero y soberbio –y pugnaz—epígrafe, les
mostramos la otra cara de la medalla: la muy intensa poesía amorosa de nuestro
combatiente invencible.
He
aquí el Epigrama I, dedicado, precisamente, a Marcela: “Este es
un asalto/ tu amor/ o la vida”. Y el muy completo retrato de la Editora y
esposa (me resisto a poner la palabreja “viuda”):
“En la garganta un pájaro/ En el corazón un
ángel/ En las manos serpientes/ prófugas de un manantial azul/ En el vientre el
milagro de los panes/ En tu sexo la pequeña muerte/ La vida eterna”.
El
poeta y cada vez más reconocido como perspicuo crítico, Marco Martos, señala
que, la de Borge es “poesía de las esencias, de lo natural de la vida, pequeños
fogonazos líricos hechos en medio de combates, de tareas de construcción,
siempre marcados por la presencia del amor a la mujer, a la patria y a la
revolución”.
Porque
nuestro autor, podríamos decirlo, en una mano –no sé si la derecha o
la izquierda- llevaba el arma levantada contra el Establishment y,
en la otra, la pluma integérrima del poeta que necesitaba dar testimonio de
cómo era imposible desligar, desvincular la lucha por la felicidad del hombre,
por la primacía de la justicia, por el fin de la dictadura genocida –en su caso
Somoza, esa bestia apocalíptica que gobernó, con su familia de porquerizo,
luego de consumar el asesinato del General de Hombres Libres, Augusto César
Sandino.
No
hay, pues, divortium acuárum entre poesía, amor por la belleza
de la palabra y culto a la vida y a la pasión humana, y permanente combate por
el logro de las aspiraciones más entrañables de nuestros hermanos; entre las
cuales, qué duda cabe, están la libertad, la justicia, la autodeterminación; y
ahora, más que nunca, la defensa de la propia vida del planeta, amenazada por
las desaforadas apetencias de un siniestro neoliberalismo que, para empezar, no
le importa hacerse el harakiri, con tal de satisfacer sus mirajes de
riqueza profundamente destructora.
Una
de las insustituibles virtudes del volumen es entregarnos, de cuerpo entero, la
imagen de ese combatiente mítico y medio legendario en que se había convertido
el comandante sandinista, fundador del Frente Sandinista de Liberación
Nacional, en 1961, con el inolvidable Carlos Fonseca Amador; y quien
participara en todas las batallas importantes de la Revolución contra la
dictadura, hasta que, en 1967, es nombrado Comandante de la Revolución.
Triunfante
ya su lucha, ocupa el difícil cargo de Ministro del Interior (1979-1990) y es
elegido Diputado al Parlamento Centroamericano, así como a la Asamblea Nacional
de Nicaragua durante cuatro periodos consecutivos. Fue Presidente del Congreso
y Vicesecretario General del FSLN, y participó, igualmente, en la fundación del
Foro de Sao Paulo.
Poeta,
orador cautivante, escritor y periodista, su libro La Paciente
Impaciencia ganó el Premio Casa de las Américas, en 1989, y otra de
sus obras fundamentales es Un grano de maíz. Conversación con Fidel
Castro (1992); y entre otros, sus poemarios, La ceremonia
esperada (1990) y A la sombra de un grano de sal (2009).
Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, portugués,
sueco, holandés, griego, árabe, checo, ruso, ucraniano, chino y japonés.
Ha
recibido numerosas condecoraciones, entre las que destacan la Orden
Augusto C. Sandino; la Orden al Mérito Latinoamericano, y
la Orden del Sol del Perú, en el Grado de Gran Cruz, de la República
del Perú, así como numerosos doctorados honorarios de diferentes
universidades de Nuestra América.
Hasta
el momento de su lamentable deceso, ocurrido el 30 de abril de 2012, se
desempeñó como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Nicaragua ante
las Repúblicas del Perú, Ecuador Bolivia y Paraguay.
No
obstante su dilatado currículum, si había algo que caracterizara a
Tomás Borge, fue su sencillez y sentido del humor, su saber dónde es el límite
de la grandeza humana: en el pueblo.
Por
ello es paradigmático ingresar a su poema “Confesiones”, del que tomamos
algunas estrofas que nos permitan encontrar el angular preciso para que
nuestros lectores sitúen al gran poeta y hombre relevante (por
revolucionario) que es Tomás Borge.
Leámoslo: “Detesto los cocteles/ las
condecoraciones/ los museos de cera/ y las novelas de final atroz//Odio a los
traidores/ como se odia/ el infierno/ las cadenas/ las banderas arrodilladas//
Soy terco/ sentimental/ ingenuo/ desconfiado//…Me gusta el crepúsculo/ el
crucifijo en la yema de los dedos/ las orejas de mis hijos, el galope de una
lágrima// También las siamesas de miel/ en tus ojos…//Prefiero las metáforas/
imperfectas y locas/ las ecuaciones eróticas/ las pinturas intensas/ aunque al
pie de los colores/ la firma sea desconocida…//El peligro –no se tiene idea de/
cuánto me gusta el peligro-/ La desolación de los ídolos…// Amo a los niños/ a
los venados/ Amo la exactitud/ de la imperfección// Y el gobierno de los
resucitados/ Y a los cachorros sonrientes/ Y a las mujeres que he amado// Si
mis amigos me quieren/ pido/ me cautericen lunares/ y me estrechen la mano”.
Éste
es, pues, nuestro poeta, allende el paramento oficial que su alto cargo le
diera (ganado a pulso de sangre y fuego, por otra parte).
De
este modo, para concluir con las caracterizaciones que él hiciera de sí mismo,
nos parece congruente, la cita del siguiente poema: “Expediente”, algunos de
cuyos versos nos permiten esta tarea ímproba del adentramiento en el
poeta y combatiente revolucionario sandinista, que el Perú tuvo la honra que
fuera embajador de su país:
“Soy un monolito/ En mí solo cabe/ la exactitud
de la piedra// Soy un insólito/ pequeñísimo detalle/ del universo…// Soy un
bosque redondo/ como la misma historia/ del fuego// Soy un monolito/ tuyo/ de
todos”
Pero
fue un monolito enamorado, qué duda cabe, y, por ello, entre la multitud de
poemas líricos, se nos hace difícil hallar los paradigmáticos. Veamos, sin
embargo, verbi gratia:
“Tus
ojos”: “Me vencieron tus ojos/ Son venados/ que corren en un
túnel/ hasta la meta// Donde bastan
los días/ las abejas/el flujo y el reflujo/ los estremecimientos// Donde basta
la luz/ retenida/ en una gota de miel/ para vivir.”
O
en “La más tenue señal” en la que, en sápida amalgama, sabe trabajar el tema
del amor, de la sencillez y el culto a la naturaleza, con la irrefragable
militancia:
“Dame la más tenue señal/ un rasguño/ un café
con leche/ el indicio de una semilla// Dame la más tenue señal/ un huevo de
codorniz, una cuchara/ un rictus/ unos ojos sin neblina// Dame la más tenue
señal/ un sorbo de agua/ escalada/ un ramillete de aceros/ un caracol…// Solo
la más tenue señal/ despertará mi olfato/ de perro amaestrado/ y me encontrará
alerta/ como un centinela//Solo la más tenue señal, me hará vivir,
auténtico como la cruz/ como la hoz/ como el martillo”.
Uno
de los temas, casi un leitmotiv, es el referente al entrañable amor
por su familia, los poemas dedicados a sus hijos, que son de antología, y el
tópico de la anticipación de que –como en todo poeta de su raigambre- se repite
innúmeras veces, como en “Premonición” “Moriré ayer/ Hoy no tengo tiempo”;
y en un texto tempranísimo, “Epílogo”, de 1969, que concluye espléndidamente
con: “¿Mi vida?/ Llevé la muerte/ en el bolsillo/ y nunca tengo miedo
de fallar/ en lo negro del blanco” (Amén de muchísimos más que
no podemos, obviamente citar por problemas de espacio).
El
poemario podría, muy bien, resumirse con las palabras del querido Comandante
Daniel Ortega, Presidente de Nicaragua Sandinista, quien, con ático estilo,
arranca su presentación del gran poeta y combatiente revolucionario del que nos
hemos ocupado hoy:
“Aquí
está Tomás,/ es decir, Nicaragua-.”
La
literatura de Nuestra América tiene una deuda impagable con Marcela Pérez
Silva, autora de la recopilación de los textos del comandante sandinista y
artista integérrimo que es Tomás Borge.
En
el libro que tenemos entre manos --y que, por cierto debemos leer, no una sino
muchas veces-- hay cuatro secciones, que reúnen sus creaciones: la primera, de
1969 a 1970, textos escritos en el exilio; la segunda, de 1972 al 78, aquellos
trabajados en las difíciles, dramáticas circunstancias de la prisión, durante la
lucha para el derrocamiento de la satrapía de los Somoza; la tercera, 1985 a
1980, cantos en pleno triunfo y consolidación del gobierno sandinista; y 1990
al 2012, los que corresponden a la época que viviera la autora –y musa- de esta
recopilación con el querido comandante Tomás Borge, sobre quien, afirmamos,
será necesaria una cabal exégesis, para realmente aprehender los mensajes y
legados que nos dejara su hasta ahora no muy conocida, pero inexhaustible obra
poética.
Entre
los mejores estudios, actuales, sobre la poética de TBM están los textos de
César Lévano y Arturo Corcuera, amén, por cierto, del lúcido, esclarecedor
prólogo de Marco Martos, ex Presidente de la Academia Peruana de la
Lengua.
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