En primera fila los presidentes Barack Obama, de
Estados Unidos; Xi Jinping, de China; y Vladimir Putin, de Rusia,
durante la reunión de la APEC en Pekín.
Patente ruptura del G20
en Brisbane
por Alfredo
Jalife-Rahme
Para
el especialista mexicano en geopolítica Alfredo Jalife, el encuentro del G20
en Brisbane no fue escenario de un supuesto aislamiento de Rusia
pero sí reveló el distanciamiento cada vez más pronunciado entre los países del
BRICS y los aliados de Washington. Los primeros tomaron inicialmente nota
de la mala fe de los occidentales, quienes se habían comprometido
en 2010 (en Seúl) a realizar una reforma del FMI que
nunca llegó a concretarse. En Brisbane, los países del BRICS
reafirmaron además sus intereses comunes y su decisión de crear
un sistema internacional alternativo. Por otra parte, todo indica que
la insistencia de la prensa atlantista en ridiculizar la partida
anticipada de Vladimir Putin buscaba desviar la atención de los rumores
sobre un posible atentado contra la vida del presidente ruso.
RED
VOLTAIRE | CIUDAD DE MÉXICO (MÉXICO) | 22 DE NOVIEMBRE DE 2014
La
cumbre de la APEC en Pekín arrojó mejores resultados que el G-20 en Brisbane,
donde se profundizó la fractura entre el G-7 y el BRICS.
Más
allá de la supuesta fuga del presidente Putin –inflada por los
desinformativos cuan pugnaces multimedia anglosajones–, quien se hubo retirado
intempestivamente del G-20, fuentes rusas susurran que se debió a las
amenazas de muerte que planeaban sobre su cabeza, lo cual llevó a que Rusia
hubiese colocado barcos de guerra –el crucero de misiles guiados Varyag y
el destructor Mariscal Shaposhnikov– cerca de las costas
australianas, hecho confirmado por la embajada rusa en Canberra [1].
Una
cumbre del G-20 –organizada por Australia, miembro pendenciero de la anglósfera– sutilmente
sitiada por barcos de guerra de Rusia no es usual.
El
presidente Putin había señalado días antes que la economía rusa no sería
dominada por la dictadura del dólar [2], mientras se
preparaba, en medio de las dolorosas sanciones, a una guerra económica
(sic) después de que el Banco Central Ruso había comprado 55 toneladas de
oro durante el tercer trimestre [3].
Por menos que la doble temeridad del presidente ruso
–su boicot a los petrodólares y su atesoramiento de oro–, cualquier
mandatario del planeta sería un hombre muerto, como sucedió con los casos
notorios del iraquí Saddam Hussein y el libio Muammar Kadafi.
Luisa
Corradini, del periódico argentino La Nación [4], revela que durante el
banquete que ofreció al presidente ruso, al margen de la cumbre APEC,
Xi Jinping sentenció que Rusia y China deben resistir las presiones
de Washington y permanecer unidas en interés del mundo entero.
Poco
ha podido saberse en la prensa occidental, totalmente controlada por Estados Unidos
y la anglósfera, sobre la minicumbre pentapartita del BRICS –también al
margen del G-20–, donde fustigaron la postura de Estados Unidos por
no haber ratificado la reforma del FMI de 2010, lo cual impacta en su
legitimidad y confianza [5]. ¡Otra fractura
sustancial entre el G-7 y el BRICS!
La
fractura del G-20 opera a todos los niveles y es obscenamente palmaria en
los multimedia de la anglósfera –Gran Bretaña/Canadá/Australia–, que han
ultrajado en forma incontinente al presidente Putin en referencia
al contencioso sobre Ucrania, mientras sus homólogos del BRICS han optado
por una mayor mesura.
El
rotativo oficioso chino Global Times [6] diagnostica
que la cumbre del G-20 en Brisbane se descarriló obviamente,
cuando uno de sus principales temas era estimular el crecimiento y el
empleo pero centró la atención pública en la rivalidad entre
Occidente y Rusia.
El
rotativo chino considera que China manejó mucho mejor la cumbre de la APEC de
21 países de lo que hizo Australia en la cumbre del G-20. ¡Sin duda!
Hasta Le
Monde, rotativo oficioso de la cancillería francesa, acepta que, más
allá de las intensas querellas retóricas entre Occidente y Rusia, «la
verdadera rivalidad hoy se sitúa entre China y
Estados Unidos» [7]. Sylvie Kauffmann,
analista de Le Monde, comparte la misma opinión que
Philip Stephens del Financial Times [8], de que Rusia es
una potencia declinante de ambiciones regionales.
Con
todo respeto, pero a nivel económico, militar y científico, Rusia es hoy mucho
más poderosa que Francia y Gran Bretaña, dos potencias ex coloniales en
caída libre.
Tal
distorsión alucinante es justamente parte nodal del problema de choque: la
subestimación de Rusia y la sobrestimación de Occidente.
Mas
comedido que sus pugnaces colegas británicos, Andrew Critchlow, de The
Daily Telegraph [9], aduce que
la economía mundial sufrirá pese a los buenos deseos del G-20 en Brisbane,
cuya cumbre será recordada solamente por la salida precipitada del presidente
Vladimir Putin.
A
su juicio, si el objetivo era hacer que Putin apareciera aislado en el
escenario mundial para que fuera menos popular en su país, eso no está
surtiendo efecto y también muestra un profundo desconocimiento sobre el funcionamiento
de la mentalidad rusa.
Argumenta
que en lugar de crecer un 2% adicional, objetivo del G-20, «el peligro
para la economía global es que la disputa entre Occidente y Rusia, que ahora
está siendo descrita ampliamente como una nueva guerra fría, operará
como un significativo freno al crecimiento en los años que vienen», ya que
Rusia es la 8ª economía más grande del mundo.
Andrew
Critchlow comenta que también Occidente ha empezado a resentirse del costo
de aislar a Moscú, cuando Europa necesita los petrodólares de Rusia más de
lo que Rusia necesita al bloque económico disfuncional de 27 países que
están riñendo entre sí para ver si permanecen juntos o no
(corrección: son 28, no 27).
Dejando
atrás su reyerta personal con Putin, David Cameron, primer ministro del
principal país de la anglósfera, Gran Bretaña –10º lugar en el
ranking del PIB global, mientras Canadá ocupa el sitial 14 y Australia el
18–, al cierre de la cumbre del G-20 advirtió sobre «la inminencia
de un segundo crash global» cuando Japón –otro país muy pugnaz sin
memoria histórica nuclear– acaba de caer en su enésima recesión,
mientras la eurozona se encuentra al borde de una posible tercera
recesión [10]. ¡Ahora se entiende el
nerviosismo del G-7!
Desde
Pekín (cumbre APEC) hasta Brisbane (cumbre del G-20), Obama adoptó múltiples
personalidades: de la tersura seductora se transformó a la brutal dureza
retórica, que alcanzó su paroxismo en la Universidad de Queensland, en donde
redujo el grado de la amenaza global de Rusia al tercer lugar –después de haber
ocupado el segundo sitial, detrás de los yihadistas y el ébola–, mientras
pontificaba a China sobre el liderazgo estadounidense en la región
Asia/Pacífico, algo que, a juicio del portal WSWS, equivale a una amenaza
de guerra [11].
Obama
tronó contra China sin citarla: Un orden efectivo en la seguridad
para Asia debe estar basado no en esferas de influencia, coerción o
intimidación, donde los grandes países someten a los pequeños, sino en alianzas
de seguridad mutua, la ley y las normas internacionales.
Fuera
de la realidad multipolar, no se diga del nuevo (des)orden geoestratégico
tripolar, Obama garantizó el compromiso férreo con sus aliados
regionales, en su calidad de única (¡supersic!) superpotencia
mundial [12].
Frank
Sieren, analista de Deutsche Welle, comenta que el reciente
Tratado de Libre Comercio de Australia con China «ha consternado a
Estados Unidos» [13], lo cual
equivaldría, a mi juicio, a una minifractura en el seno de Occidente,
dentro de la macrofractura global del G-7 y el BRICS.
En
forma más prudente a las bravatas huecas de la anglósfera y del
insustentable solipsismo unipolar, Robert Blackwill y Dimitri Simes, en el
importante portal The National Interest, aconsejan abrir un
canal privado con Putin y tratar de poner fin a la confrontación
Estados Unidos/Rusia sobre Ucrania antes de que se salga de todo
control [14].
El
mundo peligra, sin necesidad de que lo adviertan Gorbachov y Kissinger.
Fuente
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