Foto: Regis Bossu / Latinstock /
Corbis
El
muro de Berlín y la fantasía anticomunista
Por: Angel Guerra Cabrera
Publicado
en: La izquierda
en América Latina
13
noviembre 2014
En las
últimas semanas hemos presenciado un despliegue extraordinario de la mafia
mediática imperialista que machaca la caída del Muro de
Berlín como el “fin del comunismo”. Aunque el clavo final al ataúd de
la Unión Soviética fue puesto el 25 de diciembre de 1991, se ha instalado la
percepción de la caída del muro como el principio del fin de aquel magno primer
experimento de liberación humana iniciado por el Partido Bolchevique en 1917.
Pero no
fue el fin del comunismo ni como sistema social ni como teoría y práctica
políticas. No lo fue como sistema social porque con todos los prodigiosos
avances sociales, económicos, políticos, culturales y científicos logrados en
aquel gigantesco país abrumadoramente campesino y analfabeto, lo alcanzado
quedó lejos del horizonte imaginado por Marx.
Allí y
en otros países que se sumaron a la experiencia, los partidos dirigentes se
desvincularon de las masas y en algunos casos cometieron graves desviaciones de
los principios del humanismo marxista que, en conjunto, llevaron a la implosión
del sistema. Aunque está por hacerse un verdadero balance científico de aquella
experiencia, sí tenemos la certeza de que nació, creció y murió bajo el acoso y
la guerra sin cuartel de las potencias imperialistas y que debemos la derrota
del nazismo principalmente al heroísmo del pueblo soviético y del Ejército
Rojo.
No
ocurrió el fin del comunismo como teoría y práctica política puesto que desde
bastante antes de la caída del muro y hasta hoy el capitalismo se hunde en una
crisis multidimensional irreversible que confirma como nunca antes la vigencia
de la crítica de Marx a ese sistema de explotación y saqueo.
No fue
tampoco el fin de la historia como lo demuestra la crisis de hegemonía que
atraviesa Estados Unidos y el surgimiento de un mundo pluripolar donde no puede
ejercer sus tiránicas políticas de guerra y depredación sin fuerte resistencia
y sin sufrir grandes descalabros, como en Iraq, Afganistán, Libia, Siria y
Ucrania. A ello han contribuido notable y crecientemente la emergencia de dos
grandes potencias económicas y militares con políticas de paz precisamente en
los dos estados donde ocurrieron las dos grandes revoluciones socialistas de
Europa y Asia.
Pero
las pruebas más contundentes de la vigencia de los ideales de igualdad,
justicia y libertad entrañados en el comunismo las tenemos en América Latina.
Cuba no renunció al socialismo ni cuando cayó aquel muro ni cuando se derrumbó
la Unión Soviética, que había sido su aliado principal frente a la hostilidad
de Washington, no obstante que este recrudeció el bloqueo y los planes
desestabilizadores contra la isla.
En
febrero de 1989, antes aún de la caída del muro, Venezuela protagonizaba el
caracazo, la primera gran rebelión antineoliberal del planeta, preludio de
otras en que las masas latinoamericanas dejaron muy claro su rechazo a las
nuevas formas de explotación capitalista. El Caracazo abonó el
camino al surgimiento de ese gigante de nuestro tiempo que fue Hugo Chávez.
Una
década después (1999), a ocho años del derrumbe soviético, iniciaba en América
Latina y el Caribe lo que Rafael Correa ha llamado un cambio de época, pues
marca el momento en que fructifica la rebelión y la unidad latino-caribeña
contra la imposición de Washington.
En la
cresta de una gran ola popular suramericana, Chávez, acompañado de la amistad y
el intercambio de ideas con Fidel y sólidamente unido con Lula, Kirchner y Evo
derrotó las pretensiones gringas de imponer un tratado de libre comercio
continental como el que ha sumido a México en la pobreza, la subordinación al
norte y la violencia sin límites. A la vez, sentó las bases institucionales del
ideal de unidad e integración de América Latina y el Caribe al impulsar el
surgimiento del Alba, Petrocaribe, Unasur, el Mercocur posneoliberal y Unasur.
Si
América Latina es hoy –junto a los BRICS- uno de los grandes pilares de la
multipolaridad, se debe a esas trasformaciones políticas, que tuvieron su
inspiración primigenia en Bolívar y Martí pero también en Marx, Lenin, Trotsky,
Gramsci, Che, y –muy importante- en la teología de la liberación.
No
es el socialismo el objetivo actual de todos nuestros procesos
nacional-populares, pero difícilmente habrían podido avanzar y fortalecerse tan
rápido sin el ejemplo de resistencia del socialismo cubano ni explicarse sin la
influencia ejercida en la mayoría de sus líderes por el ideal socialista y
comunista.
(Tomado
de La Jornada,
México. Twitter de Ángel Guerra: @aguerraguerra)
http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/11/13/el-muro-de-berlin-y-la-fantasia-anticomunista/#.VGV-f_mG_Ds
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