Stephen Hawking: ‘No hay ningún dios.
Soy ateo’
Por Pablo Jáuregui
Publicado
el 25 septiembre, 2014 de COLAREBO
Stephen
Hawking (Oxford, 1942) ya no puede mover ni un dedo. La devastadora
enfermedad que empezó a corroer su sistema nervioso, cuando sólo tenía
21 años, ni siquiera le permite manejar el ratón que usaba antes para
seleccionar palabras en su ordenador y transmitirlas a través de un
sintetizador de voz. Los músculos de su rostro se han convertido en las
últimas herramientas corporales que le quedan para comunicarse, activando
con la mejilla derecha un sensor acoplado sobre sus gafas.
Gracias
a esta impresionante tecnología diseñada especialmente para él, Hawking logra
mover un cursor en una pantalla y activar así la legendaria voz robótica que
habla en su nombre con acento [norte] americano. Pero pese al esfuerzo titánico
que debe afrontar para compartir sus ideas, ha concedido una entrevista
exclusiva a EL MUNDO.
Cuando
aparece sobre su silla de ruedas en el hotel de Tenerife donde tiene lugar
nuestro encuentro, nos conquista nada más llegar, esbozando una entrañable
sonrisa con esos pocos músculos de la cara que todavía le sirven para expresar
pensamientos y emociones. Como los médicos ya no le permiten volar, Hawking ha
viajado hasta la isla canaria en un crucero de seis días para presentar esta
semana su visión del cosmos en el Festival Starmus, un congreso concebido para
divulgar los hallazgos de la astronomía a toda la sociedad.
De
repente, me encuentro ante uno de los cerebros más brillantes del
último siglo, a punto de realizar la entrevista con la que siempre he
soñado. Pero cuando llega el momento de la verdad, me quedo tan impactado que
no sé muy bien ni cómo debo saludarlo. Una de sus cinco enfermeras, Nikky
O’Brien, se da cuenta de mis titubeos y resuelve mis dudas de inmediato,
cogiendo la mano de Hawking y acercándola a la mía, para que pueda
estrechársela.
Un
‘gourmet’ en Canarias
Tras
agradecerle al científico más famoso y admirado del planeta el inmenso
privilegio de habernos concedido una entrevista exclusiva, le enseño el
maravilloso retrato de Ricardo Martínez que le hemos traído como regalo, y
también el espectacular set que hemos preparado para hacerle fotos, ante un
lienzo de constelaciones y galaxias pintado por otro de nuestros dibujantes,
Ulises Culebro.
«Espero
que le guste. Si le parece bien, nos gustaría en primer lugar fotografiarle con
este fondo cósmico», le explico. Su respuesta afirmativa, que tarda
aproximadamente medio minuto [en] llegar, es la primera palabra que nos
transmite a través de los movimientos de sus mejillas: «Yes». La enfermera
O’Brien, permanentemente pendiente de cada mínimo gesto de Hawking, empieza a
peinarle con ímpetu y nos confirma la aprobación del astrofísico: «Adelante, no
hay problema, le gustó mucho todo lo que han montado».
Mientras
Hawking posa como un profesional para la sesión de fotos, levantando los ojos
para mirar a la cámara y regalándonos sus mejores sonrisas, le pregunto a Nikky
O’ Brien si el profesor está disfrutando de su visita a Canarias. «¡Desde luego!
Incluso ya ha probado las papas con mojo picón y le encantan», me asegura. A
pesar de que su movilidad es cada vez más reducida, Hawking todavía puede
masticar bien la comida y es un auténtico gourmet.
Teniendo
en cuenta la importancia crucial del sofisticado sistema informático que
utiliza el astrofísico para comunicarse, le pregunto a la enfermera de Hawking
si entre su equipo de cuidadores hay alguien con conocimientos de informática,
por si surge algún problema con su ordenador o el sintetizador de voz. «Pues la
verdad es que no, y el ordenador se queda colgado de vez en cuando», me
confiesa O’Brien. Sin embargo, si se produce una incidencia importante, la
enfermera nos explica que un informático de Cambridge siempre puede entrar en
el ordenador de Hawking mediante una conexión remota y resolver cualquier
problema.
Tres
palabras por minuto
Con
el sofisticado mecanismo que activa mediante el movimiento de sus mejillas,
Hawking logra escribir una media de tres palabras por minuto. Por eso, para
entrevistar al astrofísico británico, es una condición imprescindible enviarle
las preguntas con antelación. De lo contrario, el diálogo se extendería durante
muchas horas, e incluso días. En nuestro caso, le enviamos por correo
electrónico un cuestionario de 10 preguntas a finales de agosto, tres semanas
antes de que nos reuniéramos con él en Tenerife el pasado jueves.
Cuando
termina la sesión de fotos, que Hawking ha soportado sin una sola queja, me
acerco a él y le pregunto si podemos empezar nuestro diálogo. De inmediato,
empieza a mover el cursor en la pantalla de su ordenador a través del sensor
acoplado a sus gafas, y veo que lo coloca sobre un documento de Word en su
escritorio que ha llamado «EL MONDO». Me hace gracia la pequeña errata en el
nombre de nuestro periódico, y sobre todo me emociona la idea de que el
infatigable explorador del cosmos haya dedicado unas cuantas horas de su tiempo
a contestar a las preguntas que le hicimos llegar por e-mail.
Le
pregunto en primer lugar si sigue creyendo, como dijo en el libro que le hizo
mundialmente famoso, Historia del Tiempo, que algún día
lograremos una «Teoría del Todo» para comprender las leyes que gobiernan el
Universo, o si hay aspectos de la realidad en las que nunca podrá penetrar la
mente humana. Su respuesta refleja una inquebrantable fe en el poder de la
ciencia para desentrañar los misterios del cosmos: «Creo que sí
conseguiremos entender el origen y la estructura del Universo. De
hecho, ahora mismo ya estamos cerca de lograr este objetivo. En mi
opinión, no hay ningún aspecto de la realidad fuera del alcance de la mente
humana».
Ciencia
‘versus’ religión
En
mi segunda pregunta, le pido que me aclare su postura sobre Dios y la religión,
que ha generado un intenso debate entre sus lectores. Por un lado, al final de Historia
del Tiempo, escribió que si algún día lográramos esa «Teoría del Todo», conoceríamos
«la mente de Dios». Pero posteriormente en su polémico libro El gran
diseño, afirmó que el Universo puede crearse «de la nada, por
generación espontánea», y que la idea de de Dios «no es necesaria» para
explicar su origen. Le pregunto, ante esta aparente contradicción, si cambió su
opinión en este terreno, y si se considera agnóstico o ateo.
Su
rotunda respuesta deja muy claro que aunque muchos han llegado a calificar como
«un milagro» el hecho de que Hawking siga vivo, medio siglo después de que se
le diagnosticara una enfermedad cuya esperanza de vida suele ser de un par de
años, el astrofísico rechaza de plano todas las creencias religiosas:
«En el pasado, antes de que entendiéramos la ciencia, era lógico creer que Dios
creó el Universo. Pero ahora la ciencia ofrece una explicación más convincente.
Lo que quise decir cuando dije que conoceríamos ‘la mente de Dios’ era que
comprenderíamos todo lo que Dios sería capaz de comprender si acaso existiera. Pero
no hay ningún Dios. Soy ateo. La religión cree en los milagros, pero éstos no
son compatibles con la ciencia».
Antes
de poder responder a cada pregunta, Hawking va seleccionando frases del archivo
donde ha dejado preparadas sus respuestas y las vuelca en un programa llamado
Speaker, que convierte textos escritos en frases que emite su sintetizador. El
software que produce la famosa voz de Hawking es de los años 80, la época de la
traqueotomía a la que tuvo que someterse le dejó definitivamente sin habla. En
realidad, hoy existen programas más avanzados que suenan mucho menos
robóticos, pero Hawking lleva ya tantos años utilizando esta voz, que se
identifica plenamente con ella y no tiene ninguna intención de cambiarla.
En
una ocasión incluso le preguntaron si no preferiría instalarse un sintetizador
con un acento british, que se parecería mucho más a la voz original
de un nativo de Oxford como él. Pero Hawking respondió con su inconfundible
sentido del humor, que sin duda le ha ayudado a soportar tantos años una
enfermedad tan cruel: «con el acento [norte] americano, tengo mucho más éxito
con las mujeres».
La
conquista de otros planetas
Tras
dialogar sobre la religión, pasamos de lo divino a lo humano y le pregunto si
cree que sigue mereciendo la pena invertir millones en enviar misiones con
astronautas al espacio, o si le parece un despilfarro, como opinan muchos de
sus colegas científicos. El astrofísico tiene muy claro que la conquista del
cosmos debe continuar, no solo porque «la exploración espacial ha impulsado y
continuará impulsando grandes avances científicos y tecnológicos», sino porque
puede representar un seguro de vida para la futura supervivencia de nuestra
especie: «Podría evitar la desaparición de la Humanidad gracias a la
colonización de otros planetas».
Tampoco
puedo desaprovechar la incomparable oportunidad de poder dialogar en España con
Hawking, para preguntarle sobre los recortes que ha sufrido el campo de la
investigación científica en nuestro país en los últimos años. «¿Qué mensaje le
mandaría al presidente del Gobierno español si lo tuviera delante, sobre la
importancia de invertir en ciencia?». El astrofísico, una vez más, demuestra
que no se anda con medias tintas. Este es su recado para Mariano Rajoy y toda
la clase política de nuestro país: «España necesita licenciados con formación
científica para garantizar su desarrollo económico. No se puede animar a los
jóvenes a estudiar carreras científicas con recortes en el campo de la
investigación».
El
tiempo se nos acaba y la enfermera O’Brien empieza a hacerme la señal de la
guillotina, pero veo en la pantalla de Hawking que aún tiene una respuesta más
a una pregunta que le hice sobre cómo le gustaría que lo recordaran las futuras
generaciones. «Espero que se me recuerde por mi trabajo en el campo de la
cosmología y los agujeros negros», me contesta antes de que empiecen a
llevárselo sus enfermeras.
Me
llama la atención que no dice absolutamente nada sobre el extraordinario
ejemplo que ha dado con su vida, al demostrar hasta dónde puede llegar la
capacidad de superación del ser humano ante la adversidad más cruel. Y mientras
desaparece por los pasillos del hotel, me acuerdo de una de sus sentencias más
inolvidables: «La Humanidad es tan insignificante si la comparamos con el
Universo, que el hecho de ser un minusválido no tiene mucha importancia
cósmica».
(Tomado
de El Mundo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario