Juan J. Paz y Miño Cepeda
EL
TELÉGRAFO - Primer Diario Público
Ecuador,
lunes 15 de septiembre de 2014
En América Latina habrá elecciones presidenciales en Brasil (octubre 5), Bolivia (octubre 12) y Uruguay (octubre 26); y en 2015 en Argentina. Inquieta la posibilidad de que la “socialista” Marina Silva venza a Dilma Rousseff, con lo cual terminarían 12 años de hegemonía del Partido de los Trabajadores. En Bolivia luce indetenible el triunfo de Evo Morales. Parece segura la victoria de Tabaré Vásquez en Uruguay. Nada está claro en Argentina. Pero inquietan las elecciones legislativas de Venezuela en 2015.
Aunque
todavía es temprano para delimitar tendencias, la sucesión presidencial de 2017
en Ecuador ha comenzado a calentar el escenario político.
Hay que tomar en cuenta que el gobierno de Rafael Correa inició un nuevo ciclo histórico. Sin embargo, van quedando claras dos fases: durante la primera (2007-2013) se impuso la rápida transformación institucional, económica, política y social del país. Pero desde 2013, con el nuevo período presidencial, va perfilándose la segunda fase, en la que se acentúan contradicciones, dogmatismos y errores.
Hay que tomar en cuenta que el gobierno de Rafael Correa inició un nuevo ciclo histórico. Sin embargo, van quedando claras dos fases: durante la primera (2007-2013) se impuso la rápida transformación institucional, económica, política y social del país. Pero desde 2013, con el nuevo período presidencial, va perfilándose la segunda fase, en la que se acentúan contradicciones, dogmatismos y errores.
Las
elecciones del pasado 23 de febrero fueron una alerta, pues se habían acumulado
reacciones que convergieron en una especie de “voto-castigo”, que provocó que
Alianza PAIS perdiera varias alcaldías y sobre todo la de Quito. Aunque el
presidente Correa minimizó ese revés, también reconoció el daño del
“sectarismo”.
Con
el paso de los meses quedan dudas sobre los avances. Porque si bien es cierto
que en la economía se ha afirmado un tipo de “capitalismo social” inédito en
América Latina y que se demuestra válido como transición hacia el “socialismo
del siglo XXI”, hay sectores que han acumulado frustraciones y desengaños sobre
la segunda fase iniciada en 2013, cuyas consecuencias políticas son
impredecibles, a pesar del enorme reconocimiento social que existe para el
presidente Correa.
En
ese marco, la “restauración conservadora” (que no es nueva) se ha acelerado,
porque intuye que ahora puede sacar mejor provecho. Por eso, sus voceros llaman
a un gran frente del que no excluyen a las izquierdas opositoras; proponen
detener las enmiendas constitucionales y evitar una tercera reelección
presidencial; y llaman a “descorreizar” la sociedad y echar abajo la
Constitución de 2008 con una nueva Asamblea Constituyente, como lo ha
planteado, sin escrúpulos, el exbanquero Guillermo Lasso, el más visible
precandidato de las derechas oligárquicas, que además pretende adelantarse a la
gestación de una nueva derecha, que se perfila en torno a Mauricio Rodas,
Alcalde Quito. Ahora también convergen las reuniones de antiguos políticos de
la “partidocracia” y hasta se reúnen los alcaldes de oposición.
La
restauración conservadora es un peligro para Ecuador. Pero tendrá posibilidades
de actuar en la medida en que persistan, sin querer advertirlo, las
intemperancias, imposiciones, sectarismos, arrogancias y hasta errores en los
distintos niveles del manejo del Estado, que solo acumulan daños contra el
propio gobierno.
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