Ilustración: Ever Arráscue, "Retrato de
Tomás Borge", Xilografía, 2014.
Por Marcela Pérez Silva
Necesario
es aclarar que estas páginas son hijas del amor. No sólo porque Tomás Borge,
el comandante poeta, era de amor que hablaba cuando invitaba a cambiar el mundo
y a hacer de Nicaragua un paraíso donde construir la casa del hombre (1);
o cuando escribía ardientes proclamas contra el tirano y desafiaba con los puños crispados al imperialismo; o cuando platicaba con
las multitudes anunciando tiempos de libertad, de justicia, de soberanía.
Digo que estas páginas nacieron del amor porque los poemas clandestinos en
ellas reunidos sobrevivieron al destierro, a la tortura y a la
legendaria vida de su autor, gracias a las mujeres que lo amaron.
El
poemario está organizado en cuatro secciones, ordenadas de forma cronológicamente
inversa.
Los
textos más lejanos en el tiempo fueron escritos entre Bogotá y Lima
(1969-1970), durante su exilio clandestino en tiempos de Somoza. De no haber
sido por la musa colombiana que los inspiró y resguardó con celo, se hubiesen
extraviado en la noche del olvido. Gracias a ella, han podido llegar hasta
nosotros la ortografía perfecta de las pecas de María
Cristina, las huellas de Armstrong en la luna, los gamines,
Vietnam, el hermoso Madrigales (que fuera incluido entre Los
más bellos poemas de amor y desamor (2)) y su Promesa:
Juntos
quemaremos
los afiches del Che
para alumbrarnos
con su ejemplo
El
capitulo tres (1972-1978) contiene los poemas escritos en prisión: a la
hora de la capucha, el suplicio y la dignidad. La mayoría de ellos fueron salvados
de la ferocidad y la barbarie gracias a Josefina, la de las sandalias
de espuma, quien habría de convertirse en su segunda esposa. Lograron
escabullirse del calabozo, ocultos en su breve cinturón café́, o
perdidos bajo el bordado de su blusa. Sobresale entre estos, el
estremecedor Carta a Ana Josefina.
Encerrado
en la cárcel me interrogaron y me dieron papel y lápiz para que les hiciera una
confesión. En vez de eso le escribí́ un poema a mi hija recién nacida. Me
dieron una tremenda paliza (3).
El
segundo capítulo corresponde al período (1985-1989), es decir, a los años de la Revolución Sandinista y su dirección colegiada. Años de Tomás al frente del Ministerio del Interior: Centinela
de la Alegría del Pueblo, en los que fundó́ una Policía destinada a brillar
y un Sistema Penitenciario de régimen abierto. Años
de inventar una nueva ética que hiciera prevalecer la solidaridad sobre el interés,
el perdón sobre la venganza: “Sólo un poeta podía haberse vengado de su
torturador, perdonándolo...” (4). Pero también años
de amores intensos, breves, resplandecientes. De extraordinarias aventuras.
Ya
que no es posible
que vos y yo
hagamos las veinte mil
leguas de viaje
submarino
o
visitemos el rostro
oculto de la luna
...
tengamos
una aventura
Dos
Tres
aventuras
El
capítulo primero (1990-2012) contiene los poemas de su etapa de madurez:
aquellos espléndidos años que tuve el privilegio
de vivir a su lado. Muchos de ellos nacieron del apuro de descubrir que había
olvidado una fecha importante. Llegaron al mundo en tarjetas de floristerías,
en las páginas en blanco arrancadas del comienzo y el final de los libros, en
hojas de cuadernos de espiral, escritos con indescifrable letra que sólo yo entendía,
llenos de tachaduras, flechas y correcciones.
Tomás
era meticuloso y perfeccionista en su trabajo. Aquellas alocuciones encendidas
de pasión que daban la impresión de ser tan espontáneas: “el comandante Tomás
Borge abre la boca y sale un sol / y detrás del sol Nicaragua /" (5), en
realidad habían sido preparadas por él con gran rigor, semanas antes. ¡Me
salí del texto! −solía decir, orgulloso, después de un discurso. Y era
que de tanto trabajarlo, lo había interiorizado hasta el punto de permitirse
improvisar sobre seguro. De igual modo hacía con sus poemas: jamás dejaba de
corregirlos. Aun después de publicados, los seguía puliendo. Por eso existen
tantas versiones, incluso contrastantes, de un mismo verso: amaba jugar con las
palabras, construir frases ingeniosas, metáforas osadas, afilar el estilete,
dar en el blanco.
Tomás
escribía desde la Historia sabiéndose protagonista imprescindible de ella.
Urgido por la necesidad de amar, de dar, de darse. Era bromista, jodón,
fogoso, optimista, honesto, valiente, tierno, transparente. Un poeta de armas
tomar.
Managua, 19 de julio de 2014
(1)
Tomás Borge, El arte como herejía, Madrid: Gakoa, 1991, p.138.
(2)
Juan Manuel Roca, Los más bellos poemas de amor y desamor,
Bogotá: Oveja Negra, 2007, p. 44.
(3) "Amado y temido, Tomás Borge entrevistado por Frank Otero Luque", Nuestra Bandera.
(4)
Arturo Corcuera, “Tomás Borge, entre la pistola y la pluma” en Tomás Borge, A
la sombra de un grano de sal, Lima, 2007, p. 8.
(5) Juan Gelman, “Mareas” en De palabra, Madrid: Visor, 1994, p. 443.
Enviado por:
peruforopaulofreire
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