Imperialismo
y guerra
Juan
J. Paz y Miño Cepeda
EL
TELÉGRAFO - Primer Diario Público
Ecuador,
lunes 11 de agosto de 2014
A
inicios de la década de 1980 se discutía si continuaban vigentes los cinco
rasgos del imperialismo esbozados por V. I. Lenin (1870-1924): formación de
monopolios, dominio del capital financiero, exportación de capitales,
asociación de capitalistas para repartirse el mundo y fin del reparto del
mundo. Algunos investigadores creían que el quinto rasgo dejaba de actuar, pues
la humanidad aparentemente caminaba a la “convivencia pacífica” entre
capitalismo y socialismo.
Con el derrumbe del socialismo y el triunfo de la globalización, desde 1990 se volvió caduco hablar de imperialismo, concepto que se consideraba recluido a las filas de viejos leninistas. Negri y Hardt llegaron al absurdo de sostener que se había sustituido imperialismo por “imperio” y lucha de clases por acción de “muchedumbres”.
Pero el siglo XXI “revivió” el término ante una serie de continuados fenómenos: la hegemonía unipolar de los EEUU; la convergencia de sus intereses con las potencias de Europa occidental; las nuevas guerras sobre Estados y regiones para controlar recursos y principalmente petróleo; el recrudecimiento de agresiones, intervenciones o desestabilizaciones en otros países; el apoyo a negociados como el de “fondos buitres” sobre Argentina; la escandalosa la masacre de palestinos en Gaza, etc. Hay crecientes amenazas sobre Rusia y China, que han provocado claras advertencias de altos funcionarios y la toma de previsiones militares, para enfrentar una posible tercera guerra mundial.
El imperialismo contemporáneo vuelve a amenazar con un nuevo reparto del mundo. Se fundamenta, además, en el carácter cada vez más agresivo y totalitario que adquiere el neoliberalismo, que busca imponer, como único, el modelo de economías con mercado libre, empresas privadas y privatizaciones del Estado, para que rija los destinos de la humanidad, pese a quien le pese.
En ese futuro amenazador, América Latina es otra región de la geoeconomía neoliberal, a la que inquietan los acercamientos con Rusia y China, el papel del grupo BRICS, los nuevos esquemas de integración regional y, sobre todo, la existencia de gobiernos de Nueva Izquierda. En la región, repúblicas como Ecuador, han proclamado ser países de paz. Pero, a diferencia de lo que ocurrió durante la I y II Guerras Mundiales, la posibilidad de la tercera, cada vez más analizada en el mundo académico, es seguro que convierta a América Latina en escenario directo de la que será una guerra biológica y atómica.
Con el derrumbe del socialismo y el triunfo de la globalización, desde 1990 se volvió caduco hablar de imperialismo, concepto que se consideraba recluido a las filas de viejos leninistas. Negri y Hardt llegaron al absurdo de sostener que se había sustituido imperialismo por “imperio” y lucha de clases por acción de “muchedumbres”.
Pero el siglo XXI “revivió” el término ante una serie de continuados fenómenos: la hegemonía unipolar de los EEUU; la convergencia de sus intereses con las potencias de Europa occidental; las nuevas guerras sobre Estados y regiones para controlar recursos y principalmente petróleo; el recrudecimiento de agresiones, intervenciones o desestabilizaciones en otros países; el apoyo a negociados como el de “fondos buitres” sobre Argentina; la escandalosa la masacre de palestinos en Gaza, etc. Hay crecientes amenazas sobre Rusia y China, que han provocado claras advertencias de altos funcionarios y la toma de previsiones militares, para enfrentar una posible tercera guerra mundial.
El imperialismo contemporáneo vuelve a amenazar con un nuevo reparto del mundo. Se fundamenta, además, en el carácter cada vez más agresivo y totalitario que adquiere el neoliberalismo, que busca imponer, como único, el modelo de economías con mercado libre, empresas privadas y privatizaciones del Estado, para que rija los destinos de la humanidad, pese a quien le pese.
En ese futuro amenazador, América Latina es otra región de la geoeconomía neoliberal, a la que inquietan los acercamientos con Rusia y China, el papel del grupo BRICS, los nuevos esquemas de integración regional y, sobre todo, la existencia de gobiernos de Nueva Izquierda. En la región, repúblicas como Ecuador, han proclamado ser países de paz. Pero, a diferencia de lo que ocurrió durante la I y II Guerras Mundiales, la posibilidad de la tercera, cada vez más analizada en el mundo académico, es seguro que convierta a América Latina en escenario directo de la que será una guerra biológica y atómica.
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