Las
36 bases de EEUU amenazan la paz en América Latina
CISPAL / Adital
Publicado
el 12/31/13
CISPAL
/ Adital – Las 36 bases militares de Estados Unidos instaladas en América
Latina y el Caribe son una amenaza para la paz, las democracias, la soberana e
independencia de nuestras patrias.
Si
además, cuenta con embajadas, con la Agencia de Seguridad Nacional con la CIA,
DEA, USAID y el Comando Sur como puntas de lanza para experimentar, usar y
abusar de una serie de estrategias y doctrinas para recuperar su dominio total
en esta parte del continente americano, se podrá deducir que sus objetivos de dominación pretenden en el
futuro inmediato, la explotación de los recursos naturales y de las reservas de
agua, oxígeno y biodiversidad que necesitará el imperio para lanzarse a la
dominación global.
Obama
resultó un espejismo o un fraude gigantesco para millares de seres humanos que
en todo el mundo creyeron que iba a ser el hombre que propiciaría cambios
profundos en la administración de Estados Unidos, y en sus relaciones con las
demás naciones de la tierra. Muchos creían que se avecinaba una era de paz
fundamentada en el respeto a los pueblos y naciones y sus derechos
inalienables.
La Academia Sueca se apresuró en otorgarle el
Premio Nobel de la Paz, pero Barack Obama, pronto se convirtió en el Señor de la
Guerra a pesar de haber reconocido el descalabro en Irak y en Afganistán que
coadyuvan a consolidar la conciencia de la derrota en los círculos militares,
financieros y políticos de las derechas republicanas de Tea Party y de las
derechas liberaloides de los demócratas que claman por la recomposición del
imperio.
CISPAL
decía: “Con la pretensión de satisfacer a unos y otros, Obama ha desarrollado
su propia visión del sistema internacional que ya no domina como antes, al
tiempo que ha diseñado su política exterior junto a una doctrina para el uso de
la fuerza militar por parte de Estados Unidos bajo la teoría de la “guerra limitada y light footprint
o pista ligera para América Latina y el Caribe que ya fue
probada con fracasos y éxitos en Medio Oriente y África, se decía en un documento elaborado
por el Tribunal Dignidad, Soberanía, Paz contra la Guerra.
Agregaba
que con esa nueva estrategia, el Ministerio de la Guerra de Estados Unidos
comúnmente conocido como Pentágono, pretende
involucrar directamente a las fuerzas armadas y policiales de cada país o
nación-Estado, para que hagan el trabajo sucio en materia de represión de los
movimientos sociales y populares con la consiguiente violación de los
derechos humanos y libertades públicas, todo en defensa de los intereses
económicos o políticos de la Casa Blanca. Se supone que con el uso de
esa estrategia, Washington podrá reducir los gastos financieros que serían muy
elevados si los intervencionismos guerreristas son directos con el uso de la
fuerza militar.
Para
que “pista ligera funcione, el Pentágono, el
South Command, la CIA, la DEA y la totalidad de las agencias de la NSA,
por sus siglas en inglés, deberán penetrar
profundamente en las fuerzas armadas y policiales de cada nación a las que
entregarán armas y equipos nada sofisticados o en
desuso para que, contentos con los nuevos
juguetes bélicos, los usen en contra de sus propios
pueblos.
Además, se incrementarán las ofertas de becas, cursos, seminarios, visitas
pagadas para oficiales y tropas. En otras palabras, pista
ligera es la reedición de la Escuela de Las Américas en cada país.
Recuérdese que en esa Escuela de las Américas “formaron los dictadores, torturadores,
a los expertos en desaparición forzada de personas y en ejecuciones
extrajudiciales.
La “cooperacióneficaz de las
fuerzas armadas nacionales y de los cuerpos policiales en la ejecución de los
planes del Pentágono se fundamenta en un largo y tradicional servilismo de militares y policías que se convirtieron en ejércitos de
ocupación adentro de sus patrias. Las bases militares instaladas en suelo
latinoamericano y caribeño y las embajadas yanquis
han sido y son sitios seguros para la incubación de golpes de Estado y las
consiguientes dictaduras que han significado sangre, muerte y dolor para
millares y millares de personas y horrenda humillación y pérdida de soberanías
para nuestras patrias.
El
periodista y analista David Brooks, en Contrainjerencia, al
referirse a un reciente informe del Pentágono, señalaba que ese documento
destaca que, como en casi todo rubro, el gobierno de Barack Obama ha favorecido
el empleo de Fuerzas
de Operaciones Especiales en sus
políticas de seguridad, y que serán cada vez más empleadas en América Latina
para capacitación y organizar ejércitos.
Añadía
que las Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos están presentes
cada vez más en América Latina para tareas de capacitación y de recaudación de
inteligencia y otras misiones militares que, con otros programas de asistencia
estadounidense a la región, se realizan bajo el rubro del viejo esquema de la
lucha antinarcóticos, a pesar de los llamados por un cambio en las políticas
antinarcóticos, concluye un nuevo informe sobre la asistencia de seguridad
estadounidense en el hemisferio.
El
informe publicado por tres centros de investigación y análisis Grupo de Trabajo para Asuntos Latinoamericanos (LAWGEF), Centro para
políticas Internacionales (CIP) y la Oficina en Washington para Asuntos
Latinoamericanos (WOLA) que mantienen un banco de datos conjunto sobre programas de asistencia
estadounidense a América Latina registra que aunque el nivel de asistencia estadounidense se ha
reducido a uno de los más bajos en una década, lo preocupante es un mayor
énfasis en relaciones militares menos transparentes y la sordera ante el creciente coro a
favor de repensar las políticas prohibicionistas sobre las drogas por todo el
hemisferio.
En
gran medida, lo que viene ocurriendo no se refleja en los grandes presupuestos,
sino que bien encubierto por un velo de misterio, deslucidos informes ante el
Congreso y el público, y una migración del manejo de programas el Departamento
de Estado hacia el Departamento de Defensa, subraya el informe, Hora de
escuchar: tendencias en asistencia de seguridad de Estados Unidos hacia América
Latina y el Caribe.
Más
aún, el informe indica que a lo largo de los últimos años Estados
Unidos ha ampliado su participación directa en operaciones antidrogas en el
hemisferio occidental, sobre todo en América Central.
El
informe destaca que el gobierno de Barack Obama ha favorecido el empleo de Fuerzas de Operaciones Especiales en
sus políticas de seguridad, y que serán cada vez más empleadas en América
Latina para capacitar y organizar ejércitos. Tales misiones cumplen funciones que
van más allá de la mera provisión de entrenamiento. Ellas permiten que las unidades
de Fuerzas Especiales se familiaricen con el
terreno, la cultura y los oficiales claves en países donde algún día podrían
operar, indica el informe. Agrega que también permiten que el personal estadounidense reúna información confidencial
sobre sus países anfitriones.
También
hay programas para establecer más unidades militares y policiales
especializadas y otras fuerzas de élite que son capacitadas y operan con la
supervisión de Estados Unidos y se vuelven un mecanismo de bajo costo para
mantener la presencia e influencia de Estados Unidos en la guerra contra las
drogas, que devino en un pretexto para mantener la presencia militar en la
región.
Además
hay otros equipos, como las Unidades de
Investigación Confidencial o SIU, grupos ultrasecretos de agentes élite
de la región bajo supervisión de la DEA y la CIA, operando en varios países,
incluyendo recientemente México. De hecho, la DEA
cuenta con más oficiales en México que en cualquiera de sus otros puestos en el
extranjero.
El
informe también destaca el papel cada vez más amplio de Colombia en la
capacitación y asistencia, así como la exportación de su modelo, a otros países
latinoamericanos en el contexto de la lucha antinarcóticos, incluido México,
donde Colombia ha participado en la capacitación de miles de policías
mexicanos.
Según
David Brooks, el informe también incluye datos por región y países de la
asistencia militar y policial estadounidense a América Latina y el Caribe desde
1996 a la programada para 2014. México recibió 44.8 millones en 2006, cifra que
se multiplicó más de 10 veces para alcanzar 508 millones en 2010, 166 millones
en 2012, 154 en 2013 y 127 millones en 2014.
El
académico colombiano Renán Vega Cantor, en un ensayo sobre la geopolítica de
dominación de Estados Unidos se refiere a la importancia geoestratégica de las
bases militares de Estados Unidos en el mundo y particularmente en nuestros
territorios.
Afirma
que el capitalismo de nuestros días requiere materiales y energía más que en
cualquier otro momento de su historia, como resultado del aumento del consumo a
nivel mundial, a medida que se extiende la lógica capitalista de producción y
derroche, porque la generalización del american way of life requiere de un
flujo constante de petróleo y materiales, para asegurar la producción de
mercancías que satisfagan los deseos hedonistas, artificialmente creados, de
cientos de millones de seres humanos en todo el planeta.
Para
producir automóviles, aviones, tanques de guerra, computadores, celulares,
neveras, televisores y miles de mercancías se precisa de una cantidad ingente
de metales y otros recursos minerales. Entre estos se incluyen los metales
corrientes y conocidos, así como los metales raros. Hierro, cobre, zinc, plata,
cromo, cobalto, berilio, manganeso, litio, molibdeno, platino titanio,
tungsteno, son algunos de los metales más importantes en la producción
capitalista de hoy. Un ejemplo ayuda a visualizar la importancia de esos metales:
para producir el turborreactor de un avión se usa un 39% de metales corrientes
y el resto consta de titanio (35%), cromo (13%), cobalto (11%), niobio (1%) y
tántalo (1%)].
La savia del capitalismo
Para
mantener el nivel de producción y consumo del capitalismo se requiere asegurar fuentes de abastecimiento de recursos
materiales y energéticos, los cuales se encuentran concentrados en unas pocas
zonas del planeta, y no precisamente en los Estados Unidos, Japón o la Unión Europea,
que tienen déficits estructurales tanto en petróleo como en
minerales estratégicos. En términos de minerales, algunos datos ilustran
la dependencia externa de los Estados Unidos: “Entre
el 100 y el 90% del manganeso, cromo y cobalto, 75% del estaño, y 61 % del
cobre, níquel y zinc que consumen, 35% de hierro y entre 16 y 12% de la bauxita
y plomo que requieren. Europa depende en un 99 a 85% de la importación de estos
minerales, con excepción del zinc, del que depende en un 74% de importaciones
del extranjero. Lo significativo estriba en
que en conjunto América Latina y el Caribe
suministran a los Estados Unidos el 66% de aluminio, el 40% del cobre, el 50%
del níquel (Diez Canseco, 2007).
En
el escenario de esa guerra mundial por los recursos, América
Latina es uno de los principales campos de batalla, porque suministra el 25% de todos los recursos naturales y
energéticos que necesitan los Estados Unidos. Además, los pueblos de la América Latina y caribeña
habitan un territorio en el que se encuentra el 25% de los bosques y el 40% de
la biodiversidad del globo. Casi un tercio de las reservas mundiales de cobre,
bauxita y plata son parte de sus riquezas, y guarda en sus entrañas el 27% del carbón, el 24% del petróleo, el 8 % del gas y
el 5% del uranio. Y sus cuencas acuíferas
contienen el 35% de la potencia hidroenergética mundial.
En
estos momentos ha vuelto a cobrar importancia el esquema colonial de división
internacional del trabajo, que se basa en la explotación minera, de tipo
intensivo y depredador, de los países de América Latina. Esto ha implicado que
compañías multinacionales provenientes de Canadá, Europa, China, se hayan
apoderado, como en los viejos tiempos de la colonia, de grandes porciones
territoriales del continente, donde se encuentran yacimientos minerales. La
búsqueda insaciable de minerales metálicos y no metálicos ha llevado a que en
estos países se implanten multinacionales extractivas, lo que ha generado un
boom coyuntural que ha elevado los precios de esos minerales.
Incluso,
se están explotando minerales que no tienen mucha utilidad práctica en términos
productivos, como el oro, en torno al cual se ha desatado también otro boom
inesperado. Esto está relacionado con la inestabilidad del dólar y la búsqueda de
sucedáneos seguros, y qué mejor que el oro, aunque su explotación tenga
consecuencias funestas para los países de América Latina, que lo poseen en las
entrañas de sus cordilleras o de sus ríos.
El
autor destaca que cuando se habla de la importancia geopolítica y geoeconómica
de Sudamérica, no hay que perder de vista que el imperialismo estadounidense
está pensando en términos mundiales al considerar las reservas de recursos
naturales y energéticos. Así, en el 2003, el llamado Informe
Cheney, o Política Nacional de Energía (NEP),postuló la obligatoriedad de dominar las fuentes más importantes de
petróleo en todo el mundo y recalcó como prelación estratégica el control del petróleo que se encuentra fuera del Golfo
Pérsico, en particular en tres zonas: la región
andina (Colombia y Venezuela, en especial), la costa occidental del continente
africano (Angola, Guinea Ecuatorial, Malí y Nigeria) y la cuenca del Mar Caspio
(Azerbaiyán y Kazajistán).
En
la actualidad, cuando Estados Unidos libra lo que denomina la “guerra contra el
terrorismo, un eufemismo para ocultar la guerra mundial por
los recursos, existe una integración plena entre la política contrainsurgente y
la protección del petróleo, como sucede de manera concreta en Colombia. En 2002, el
Departamento de Estado había dicho al respecto:
La
pérdida de ganancias, debido a ataques guerrilleros, obstaculiza seriamente al
gobierno de Colombia en la satisfacción de las necesidades sociales, políticas
y de seguridad nacionales. Por ello, determinó apoyar la seguridad de los
oleoductos, principalmente el de Caño Limón-Coveñas y para eso Estados Unidos
“fortalecerá al gobierno de Colombia en su capacidad para proteger una parte
vital de su infraestructura energética (Klare, 2004).
El
analista Michael Klare decía en forma premonitoria en el 2004 al comentar el
involucramiento petrolero militar de Estados Unidos en Colombia:
Se
supone que los instructores estadounidenses asignados a esta misión se atienen
a su papel de entrenamiento y apoyo. Pero hay indicios de que el
personal militar estadounidense ha acompañado a las tropas colombianas en
operaciones de combate contra las guerrillas. El entrenamiento ocurre “durante
misiones militares y de inteligencia reales, reveló el US News and World Report en febrero de 2003. Lentamente,
Estados Unidos se convierte en parte de la principal campaña contrainsurgente
en Colombia, con todos los signos de una guerra prolongada (ibíd.).
En
ese mismo sentido, el Plan Cheney enfatizaba la importancia del petróleo de América Latina,
puesto que Venezuela es el tercer proveedor
Mundial, México el cuarto y Colombia el séptimo, recomendando incluso la
ampliación del suministro de México y Venezuela (Klare, 2013).
Las
declaraciones de políticos, militares y empresarios de los Estados Unidos
sirven para sopesar la magnitud de la guerra por el control de los recursos.
Sólo a manera de ilustración, Ralph Peters, mayor retirado del ejército de los Estados
Unidos, afirmó en Armed Forces Journal, (una revista mensual para
oficiales y dirigentes de la comunidad militar de EE.UU.) en agosto de 2006:
No habrá paz. En cualquier momento dado
durante el resto de nuestras vidas, habrá múltiples conflictos en formas
mutantes en todo el globo. Los conflictos violentos dominarán los titulares,
pero las luchas culturales y económicas serán más constantes y, en última
instancia, más decisivas. El rol de facto de las fuerzas armadas de USA será
mantener la seguridad del mundo para nuestra economía y que se mantenga abierta
a nuestro ataque cultural. Con esos objetivos, mataremos una cantidad
considerable de gente (Mosaddeq Ahmed, 2006).
En
otra parte de su ensayo, el autor sostiene que los estrategas del imperialismo
estadounidense implementaron una visión del mundo que se basa en determinar si
los países son o no obedientes a los dictados de Washington y a su proyecto de
dominación mundial, presentado en público con el nombre de globalización. Uno
de estos estrategas, Thomas Barnett,
diseñó el Nuevo Mapa del Pentágono, en el cual se divide al mundo en tres
regiones, aunque de ellas en verdad importen dos. Por una parte está el
centro, conformado por los países capitalistas desarrollados, con
Estados fuertes; luego están los países eslabón, que se constituyen en
zonas de amortiguamiento y de disciplinamiento del tercer grupo, los países
“brecha, donde se encuentran los
Estados fallidos y las zonas de peligro para el nuevo orden mundial y sobre los
cuales se debe desplegar una labor de vigilancia y control por parte de los Estados
Unidos, con el fin de consolidar un sistema verdaderamente globalizado,
incondicional y proclive a la dominación y explotación abanderadas por
Washington y sus compañías multinacionales (cf. Ceceña, 2004).
Dicho de otra forma, el mundo está dividido en dos bandos: un sector crítico,
conformado por Estados fallidos que amenazan la seguridad internacional a la
que se denomina la “brecha no integrada, la cual está
conformada por países de Centro América y el Caribe, la región andina de Sudamérica, que se
extiende por casi todo África (menos Sudáfrica), Europa oriental, el Medio
Oriente (excluyendo a Israel), Asia Central, Indochina, Indonesia y Filipinas;
la otra zona, formada por lo que se denomina el “núcleo operante de la
globalización, del que forman parte Estados Unidos, Canadá,
Chile, Europa Occidental, China, Japón, India, Australia. Los territorios no enganchados
se convierten en un peligro, deben ser sujetos por los primeros, y ponen en
cuestión la seguridad del Occidente. Por ello, tienen que ser integrados a la fuerza, porque
“si un país pierde ante la globalización o si
rechaza buena parte de los beneficios que esta ofrece, existe una probabilidad
considerablemente alta de que en algún momento los Estados Unidos enviarán sus
tropas a intervenir en este país(Schmitt,
2009).
Llama
la atención que esta gran zona de conflictos y turbulencias corresponda a los
lugares donde se encuentran las mayores reservas de recursos materiales y
energéticos. La intervención de Estados Unidos en
esta gran zona del mundo se hace a nombre de
mantener la gobernabilidad, con lo cual se oculta el interés estratégico
de asegurarse el dominio de esos recursos naturales, imprescindibles para el
funcionamiento del capitalismo, así como el mantenimiento de la explotación de importantes contingentes de fuerza de
trabajo, a bajo costo o en términos casi gratuitos: una condición
indispensable para el mantenimiento y la reproducción del capitalismo a escala
mundial. Adicionalmente, esos territorios no
solamente se deben dominar por sus recursos, sino también porque allí también
existen movimientos de resistencia y rebelión, donde se esbozan otras
propuestas alternativas al capitalismo, que en el “nuevo orden mundial no se pueden tolerar (cf. Ceceña, 2004).
Al
referirse a la guerra de Estados Unidos contra América Latina y el Caribe, Vega
Cantor afirma que Estados Unidos, como un imperialismo en crisis, apuesta a la
guerra como una forma de mantener su debilitada hegemonía. Esa guerra combina
las acciones bélicas convencionales, como se ha mostrado en Iraq y Afganistán,
con el combate irregular, sobre todo en aquellos lugares donde su objetivo es
derribar a los que concibe como enemigos de su seguridad nacional, porque
impulsan proyectos independientes y porque poseen recursos estratégicos que
necesita con urgencia para mantener su despilfarrador modo de vida.
Un millar de bases militares estadounidenses
Para
mantener el dudoso poderío militar, Estados Unidos ha instalado alrededor de un
millar de bases militares en todo el mundo. Solo en América Latina y el Caribe
posee 36 bases militares, pero con exactitud no se conoce la cantidad de bases
que posee, aunque según un inventario oficial elaborado por el Pentágono, en el
2008, Estados Unidos tenía 865 bases en 46 países,
en los cuales desplegaba unos 200 mil soldados. Sin embargo, algunos de los que
han estudiado con detalle el asunto sostienen que el número total de bases es de
unas 1.250, distribuidas en más de 100 países del mundo.
La dificultar para precisar su número estriba en que en las cifras oficiales no
se consideran las bases que se han instalado en Afganistán e Iraq, territorios
actualmente invadidos por los Estados Unidos.
En
América Latina, Estados Unidos cuenta en estos momentos con un total de 36 bases oficialmente reconocidas,
incluyendo a las colombianas, y a
las cuales deben agregarse otras que nunca se mencionan, pero que en la
práctica operan, como tres que hay en el
Perú. Esas bases son las siguientes: en América Central, se encuentran la base
de Comalapa en el Salvador, la de Soto-Cano (o Palmerola) en Honduras, desde
donde se planeó el golpe contra el presidente Zelaya, en Costa Rica está la
base de Liberia, que dejo de funcionar un tiempo pero que volvió a operar
recientemente. En América del Sur operan en Perú tres bases de las que
poco se habla; en Paraguay está la base militar Mariscal Estigarribia, localizada en
el Chaco, con capacidad para alojar a 20 mil soldados y se encuentra situada en
un lugar estratégico, cerca de la triple frontera y al acuífero Guaraní, la
reserva de agua dulce más grande del mundo; en el Caribe, existen bases en
Cuba, la de Guantánamo, usada como centro de tortura; en Aruba, la base militar
Reina Beatriz y en Curaçao la de Hatos. A este listado deben agregarse las 7
bases reconocidas en Colombia, cifra que es mayor, y las que se instalaran en
Panamá (cf. Modak, 2009).
¿Cómo podría definirse una base militar? De manera simple puede decirse que es un lugar en donde
un ejército entrena, prepara y almacena sus maquinarías de guerra. Se puede
hablar, según sus funciones específicas, de cuatro tipos de bases militares:
aéreas, terrestres, navales y de comunicación y vigilancia. Como el imperialismo
estadounidense ve a la superficie terrestre como un inmenso campo de batalla,
las bases o instalaciones militares de diversa naturaleza están repartidas en
una rejilla de mando dividida en cinco unidades espaciales y cuatro unidades
especiales (Comandos o Combatientes Unificados). Cada unidad está situada bajo
el mando de un general. La superficie terrestre está entonces considerada como
un vasto campo de batalla que puede ser patrullado o vigilado constantemente a
partir de estas bases (Dufour, 2007).
Chalmers
Johnson señaló que, durante el gobierno de Bush, se diseñó la estrategia de
actuar contra los “Estados Canalla, que forman un arco de inestabilidad mundial que va
desde la zona andina (Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia), atraviesa el
norte de África, pasando por el oriente próximo hasta llegar a Filipinas e Indonesia.
Este arco de inestabilidad coincide con lo que se denomina el “anillo del
petróleo, que se encuentra en gran medida en lo que antes
se conocía como Tercer Mundo. Según Johnson, “el militarismo y el imperialismo
son hermanos siameses unidos por la cadera. Cada uno se desarrolla con el otro. En otro
tiempo, se podía trazar la extensión del imperio contando las colonias. La
versión estadounidense de las colonias son las bases militares
(Johnson, 2004).
El
establecimiento de bases militares en todo el mundo, en zonas vitales desde el
punto de vista económico y político, demuestra que se han ampliado las
estrategias, porque ya no se trata solamente de las clásicas intervenciones que
operan desde afuera para derrocar a un régimen considerado enemigo por parte de
los Estados Unidos, como ha sucedido en Iraq y Afganistán. Ahora se trata de
tomar posesión del territorio de un país de manera directa para contar con una
fuerza militar activa que funciona en forma autónoma y con una gran capacidad
operativa y en el ramo de la inteligencia. Para hacerlo posible, Estados Unidos
usa sofisticada tecnología y despliega una impresionante capacidad de hacer
daño a países y a territorios localizados en cualquier lugar del planeta (cf.
Ruiz Tirado, 2009).
La
difusión de los intereses económicos y financieros del imperialismo hasta el
último rincón del planeta, requiere de un respaldo militar, que se expresa en
poder de fuego y en movilidad. Poder de fuego para doblegar brutalmente a sus
oponentes, como Estados Unidos lo viene haciendo desde la invasión a Panamá en
diciembre de 1989, y a la que han seguido las apocalípticas guerras en el Golfo
Pérsico, en la antigua Yugoslavia, en Afganistán. No es casual el mismo nombre
que se le ha dado a algunas de esas campañas (Conmoción y Pavor, Tormenta del
Desierto) y que los voceros más cínicos de los Estados Unidos hayan dicho que
cada una de esas guerras tenía la finalidad de hacer regresar a los países
agredidos a la edad de piedra. Movilidad para poderse desplazar de manera rápida
de las bases militares hacia los teatros de guerra, o en otros términos,
desplegar la potencia militar sin restricciones en cualquier lugar de la
tierra.
En
este sentido, Estados Unidos dispone en la actualidad del más sofisticado y
terrorífico poderío militar que se ha erigido en la historia de la humanidad,
que se despliega por mar, aire y tierra. Tiene barcos de guerra, portaaviones y
submarinos en todos los océanos del mundo, desde donde despegan cientos de
aviones para bombardear objetivos situados a cientos e incluso miles de
kilómetros de distancia. Para que todo esto sea posible es indispensable contar
con una red mundial de bases militares, distribuida en todos los continentes.
Esas bases se encuentran desplegadas en zonas en las que hay ejes de transporte
rápido, en donde se recoge información mundial, para espiar y vigilar a sus
adversarios. Esto permite disponer de una red comunicacional interconectada con
aviones, ferrocarriles, carros de combate, barcos, submarinos, que cuentan con
una infraestructura física vital para su funcionamiento, mediante el control de
aeropuertos, puertos fluviales y marítimos, carreteras, autopistas y centrales
de telecomunicaciones.
De una importancia similar a las bases militares son los
portaaviones, desde donde se realizan intervenciones rápidas. Estados Unidos
cuenta en la actualidad con 12 portaaviones desplegados por todos los
mares del mundo. En torno a cada portaviones se
constituye un grupo, esto es, una flota en la que van buques y submarinos, que
lo protegen de eventuales ataques aéreos y submarinos: “Los portaviones
forman la base de una enorme capacidad ofensiva aérea sin equivalente. Cada
portaviones transporta 50 aviones capaces de llevar a cabo entre 90 y 170
ataques al día en función de la misión.
Cada
grupo contiene también 2 cruceros lanza misiles. Para tener
capacidad de ataque terrestre, estos grupos son completados
con tropas y vehículos anfibios(McEjércitos,
2007).
En
estas condiciones, la importancia militar de las bases instaladas en Colombia de hecho,
todo su territorio está relacionada con la estrategia de movilidad
de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en el centro, el sur de América y
en el Caribe. De manera un poco más precisa, el imperialismo estadounidense ha
propuesto cuatro modelos
de posicionamiento militar en nuestro continente: bases
de gran tamaño, tipo Guantánamo, en donde hay instalaciones militares
completas, ocupadas en forma permanente por efectivos militares y sus familias;
bases de tamaño medio, como la de Palmerola,
que cuenta con amplias instalaciones que están ocupadas por un personal que se
renueva cada semestre; bases pequeñas,
bautizadas con el eufemismo de Cooperative Security Locations (CSL), “localidades de seguridad cooperativa, como las de Curazao o Comalapa, en
donde hay poco personal, pero tienen una importante capacidad operativa en
materia de telecomunicaciones y de información, la cual es transmitida a
territorio de los Estados Unidos; las bases micro, son sitios de transito que
se usan para permitir el avituallamiento de los aviones, los que luego despegan
hacia sus objetivos, como ejemplo de lo cual puede mencionarse la base de Iquitos, en el Perú (cf.
Herren, 2009)
Con
mucho patriotismo, conocimiento científico-técnico y con suma acumulación de
experiencias, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC-EP- proponen desarrollar una campaña regional contra las bases
militares de Estados Unidos. Las FARC-EP manifiestan:
“En la actualidad se encuentran 36 bases militares
diseminadas por todo el continente… en Colombia hay doce. En su comunicado, señalan: “El imperialismo
estadounidense ha mantenido, además del sometimiento económico, un dominio
militar en todo el continente para lo cual ha promovido invasiones directas,
golpes de Estado, elecciones presidenciales fraudulentas.
Gobiernos
surgidos de esa manera son incondicionales a sus políticas, sumisos aceptan la
instalación de bases militares en nuestros países, sin importarles que sean
violatorias de la soberanía nacional y sirvan para agredir a los vecinos o a
pueblos de otros continentes.
Los
primeros en sufrir la humillación fueron Puerto Rico y Cuba, esta última con la
base de Guantánamo, que hoy en día sirve de cárcel para los prisioneros
acusados de terrorismo y que han sido secuestrados en diversos países. Quienes
tienen la desgracia de llegar allí reciben trato de enemigo y no tienen derecho
alguno, ni siquiera el de la legítima defensa. La tortura es ejercida
abiertamente, sin que muchos gobiernos y organismos internacionales se atrevan a
condenarla públicamente. Es una afrenta a la comunidad internacional y una
mancha indeleble que jamás podrá borrar la “injusticia Norteamericana.
Ante
el avance de los procesos democráticos y la unidad latino-americana y caribeña
al tiempo que se consolidan procesos como: MERCOSUR, UNASUR, CARICOM, ALBA Y LA
CELAC, el imperio prosigue sin pausa la ocupación militar.
El
caso colombiano
Así,
en la actualidad se encuentran 36 bases militares diseminadas por todo el
continente, ocupando posiciones estratégicas en la región. El pretexto: la
lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.
EL
CASO COLOMBIANO es muy diciente. El presidente Álvaro Uribe Vélez (2008-2010),
le entregó todo el territorio nacional a los halcones de la guerra. Se reconoce
la existencia de 7 bases militares, pero en realidad hay doce y los Estados Unidos disponen de permiso para usar, en caso
“necesariotodos los
puertos y aeropuertos del país con fines bélicos.
Colombia
quedó cubierta militarmente, pero las operaciones militares no son solo para
Colombia. La base de Palanquero ha sido
modernizada para recibir aviones de guerra de última generación, con capacidad de operar en toda la parte sur del
continente, controlar el océano Atlántico e intervenir en países africanos.
A lo anterior hay que sumarle el despliegue de la Cuarta
Flota y entonces nos encontramos con que los EE.UU. actúan amenazadoramente
para disuadir o intervenir en cualquier nación del continente con una
supremacía absoluta y con una velocidad asombrosa. En minutos pueden
desembarcar miles de soldados en cualquiera de las bases en Colombia. Sus avanzadas están en
posición. Disponen de inteligencia estratégica táctica y sobre objetivos
militares a ser aniquilados o neutralizados.
COLOMBIA TIENE LA FUERZA MILITAR más numerosa
de América del Sur, 500 mil soldados hombres y mujeres entrenados para la
guerra, con armamento moderno, aviones de combate, Drones equipados con
mecanismos de espionaje de la más alta tecnología, satélites con sensores que
detectan luz, calor, humo y presencia de seres humanos; disponen de equipos de
fotografía que pueden captar a una persona a muchos de kilómetros de distancia.
Con
la particularidad que esta tecnología es manejada directamente por personal
estadounidense y en muchas de esas bases hay lugares en los que está
restringido el acceso al personal de nacionalidad colombiana.
En
Colombia la vida civil se ha militarizado. Los gerentes, administradores,
funcionarios públicos, profesionales independientes, han recibido formación
militar y grados militares, que los acreditan como capitanes, mayores o
coroneles de la reserva que en un momento dado pueden entrar a dar órdenes a
militares de menor rango.
En
muchas áreas del país los asesores y personal militar estadounidense, circula
libremente. Es indigno y antipatriótico ver como militares colombianos se
acostumbran a realizar operaciones bajo sus órdenes. Son varios los casos
reportados de pilotos norteamericanos que han muerto en accidentes o al ser
derribados sus aviones por la guerrilla.
Ninguna
de estas noticias trasciende a la prensa por el cerco informativo que se ejerce
sobre el tema.
IGUAL
ESTÁ PASANDO por todo el continente. Las oligarquías en el poder alineados con
esta política ni se molestan, ni critican, ni denuncian la instalación de bases en Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Perú,
Paraguay, Chile, Haití, Puerto Rico, Bolivia, Brasil y otras.
Ha
sido un trabajo lento, pero seguro; ningún país está en capacidad de responder
militarmente al imperio, pero sí de obligarlo a salir de su territorio como lo
hizo Rafael Correa con la Base de Manta, en el Ecuador. Esto demuestra
que mientras haya gobiernos democráticos y pueblos erguidos, el imperio no las
tiene todas consigo.
El
despertar de nuestra América es innegable, hoy contamos con gobiernos
patrióticos que levantan las banderas de la dignidad y el antiimperialismo, la
movilización y la protesta social crecen cada vez más y entre sus consignas
aparece la lucha contra el Imperio, el capitalismo, el neoliberalismo; por la
autodeterminación de los pueblos, la defensa de la soberanía nacional y el
repudio a la presencia militar yanqui en el continente; consignas que todos los
revolucionarios, demócratas y patriotas estamos obligados a agitar para que prendan
en la conciencia popular y así hacer abortar los planes de dominación
continental
Tarea
urgente y necesaria es organizar una campaña simultánea en todos los países de
América Latina y el Caribe contra las base norteamericanas. ¡Fuera las bases militares
estadounidenses de nuestro continente!
Por
otra parte cabe reiterar que Estados Unidos ha sido fiel a la divisa imperial y
maquiavélica: “Divide y reinarás. Boicoteó, con la
ayuda y colaboración
cipaya del colombiano general Santander, el Congreso Anfictiónico de Panamá
convocado por el Libertador Simón Bolívar con el propósito de unir a las
repúblicas latinoamericanas en una sola patria grande y fuerte que sea capaz de
enfrentar al monstruo del norte.
Históricamente
la práctica del divisionismo ha sido eficaz para los intereses geopolíticos de
Estados Unidos, razón suficiente para que los procesos integracionistas sean el
blanco de la Casa Blanca, que bien sabe aprovechar las múltiples dificultades y
contradicciones internas de los gobernantes provenientes generalmente de las
derechas oligárquicas aliadas incondicionales del imperio y usufructuarias del
sistema capitalista que permite la extrema explotación del capital sobre el
trabajo.
Golpes de Estado como los casos de Honduras y
el Paraguay han sido propiciados por Estados Unidos para impedir la vinculación
efectiva de Honduras al ALBA y del Paraguay para provocar fisuras en la Unasur.
“En
ese propósito de torpedear dicha integración, en la que participan países de la
zona andina como Venezuela, Ecuador y Bolivia, el régimen colombiano juega un
papel de primer orden, como ya lo ha demostrado fehacientemente.
La
implantación de las bases militares en Colombia también está relacionada de
manera directa con la decisión del gobierno de los Estados Unidos, y de sus
lacayos de América del Sur, de oponerse a los gobiernos nacionalistas que han
surgido en varios países de la región en los últimos años. Sobre el particular,
un documento de mayo de 2009 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos enfatiza
la importancia de la base de Palanquero, en el centro de
Colombia, al recalcar que nos da una oportunidad única para las
operaciones de espectro completo en una subregión crítica en nuestro
hemisferio, donde la seguridad y estabilidad están bajo amenaza constante por
las insurgencias terroristas financiadas con el narcotráfico, los gobiernos
antiestadounidenses, la pobreza endémica y los frecuentes desastres naturales
(Blair, s/a).
Como
dicen las FARC-EP: “Ante el avance de los procesos democráticos y la unidad
latino-americana y caribeña al tiempo que se consolidan procesos como:
MERCOSUR, UNASUR, CARICOM, ALBA Y LA CELAC, el imperio prosigue sin pausa la
ocupación militar.
Todos
los pueblos de América Latina y el Caribe podrían marchar juntos ante el imperativo
histórico que demanda la expulsión de las 36 bases militares diseminadas por
todo el continente, ocupando posiciones estratégicas en la región.
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