A partir de su probable ampliación en septiembre
de 2014, la Organización de Cooperación Shanghai representará un 40% de
la población mundial.
LA ESTRATEGIA RUSA ANTE EL IMPERIALISMO ANGLOSAJÓN
El inicio del cambio de rumbo mundial
por Thierry Meyssan
La
agresión de los anglosajones contra Rusia está asumiendo la forma de una guerra
financiera y económica. Pero Moscú se prepara para las hostilidades
armadas desarrollando su autonomía en el sector agrícola y multiplicando sus
alianzas internacionales. Thierry Meyssan opina que, después de la creación del
califato en el Levante, Washington planea utilizar otra carta
en septiembre –en San Petersburgo. La capacidad de Rusia para
mantener su estabilidad interna determinará entonces los próximos
acontecimientos.
RED
VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 11 DE AGOSTO DE 2014
La ofensiva de los anglosajones (Estados Unidos, Reino
Unido e Israel) por el control del mundo se mantiene simultáneamente en
dos direcciones: la creación del «Medio
Oriente Ampliado» (Greater
Middle East) –con los ataques simultáneos contra Irak, Siria, Líbano y
Palestina– y el proceso destinado a separar a Rusia de la
Unión Europea mediante la crisis organizada por Washington en Ucrania.
En
esta carrera contra el tiempo parece que Washington quisiera imponer el dólar
como única moneda en el mercado del gas, la fuente de energía del siglo XXI,
como ya lo había hecho anteriormente en el mercado del petróleo [1].
Los
medios de prensa occidentales casi no hablan de la guerra del Donbass
y la población de sus países nada sabe sobre la envergadura de los
combates, la presencia de militares estadounidenses en Ucrania,
la cantidad de víctimas civiles ni la ola de refugiados. Los
medios de la prensa occidental sí mencionan, aunque con retraso, los
acontecimientos del Magreb y el Levante, pero los presentan como el resultado
de una supuesta «primavera árabe» (o sea, en la práctica, de una
toma del poder por parte de la Hermandad Musulmana) o como
el efecto destructivo de una civilización naturalmente violenta. Y
nos dicen que es más necesario que nunca acudir en ayuda de los
árabes, incapaces de vivir en paz sin los colonos occidentales.
Rusia es hoy la principal potencia capaz de encabezar la
Resistencia frente al imperialismo anglosajón. Para ello dispone de
3 herramientas: los BRICS, una alianza de rivales económicos que
saben que sólo pueden crecer si se ayudan entre sí; la Organización
de Cooperación de Shanghai, una alianza estratégica con China para
estabilizar el Asia Central; y, finalmente, la Organización del Tratado de
Seguridad Colectiva, una alianza militar de Estados ex soviéticos.
Los dirigentes de los BRICS: Dilma Rousseff
(Brasil), Vladimir Putin (Rusia), Narendra Modi (India), Xi Jinping
(China) y Jacob Zuma (Sudáfrica).
En
la cumbre de Fortaleza (Brasil), realizada del 14 al 16 de julio de 2014, los
BRICS dieron el paso necesario, anunciando la creación de un Fondo de Reserva
Monetaria –principalmente chino– y de un Banco BRICS como alternativas al
Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial, o sea como alternativa
al sistema-dólar [2].
Incluso
antes
del anuncio, los anglosajones ya habían preparado su respuesta:
la transformación de la red terrorista al-Qaeda en un califato con el fin
de orquestar problemas e incidentes entre todas las poblaciones musulmanas
de Rusia y China [3].
Prosiguieron
su ofensiva en Siria y la extendieron además a Irak y el Líbano.
Pero fracasaron en su intento de expulsar a los palestinos de Gaza hacia
Egipto y acentuar la desestabilización de la región. Y, como punto final,
siguen sin meterse con Irán para dar al presidente Hassan Rohani
la posibilidad de debilitar la corriente antiimperialista de los khomeinistas.
Dos
días después del anuncio de los BRICS, Estados Unidos acusó a Rusia de
haber destruido el vuelo MH17 de la Malaysia Airlines sobre la
región de Donbass, matando así 298 personas. Partiendo de esa suposición,
completamente arbitraria, Estados Unidos impuso a los europeos el inicio
de una guerra económica contra Rusia. Actuando a la manera de
un tribunal, el Consejo de la Unión Europea juzgó y condenó
a Rusia, sin la menor prueba y sin darle la posibilidad de
defenderse. Y promulgó «sanciones» contra su sistema financiero.
Consciente de que los dirigentes europeos no están
trabajando a favor de los intereses de sus propios pueblos sino
en función de los intereses de los anglosajones, Rusia prefirió
contenerse y se abstuvo –hasta ahora– de entrar en guerra en Ucrania.
Apoya a los rebeldes con armas e información de inteligencia, acoge en su
propio territorio a más de 500 000 refugiados, pero se abstiene de
enviar tropas y de seguir el juego de la guerra. Y es probable que
no intervenga antes de que la gran mayoría de los ucranianos
se subleve contra el presidente Petro Porochenko, aunque eso implique
no entrar en el país hasta después de la caída de la República Popular de
Donetsk.
Ante
la guerra económica, Moscú ha optado por responder con medidas similares pero
no en el sector de financiero sino en el de la agricultura.
Dos consideraciones le llevaron a preferir esa opción: En primer
lugar, a corto plazo, los demás países BRICS pueden aliviar
las consecuencias de las llamadas «sanciones» mientras que,
por otro lado y a largo plazo, Rusia se prepara para la guerra y
tiene intenciones de reconstituir completamente su agricultura para vivir en
situación de autosuficiencia.
Los
anglosajones también han previsto paralizar Rusia desde adentro. Primeramente,
mediante la activación, a través del Emirato Islámico (ex EIIL), de grupos
terroristas en el seno de su población musulmana y también organizando una
oposición mediática en ocasión de las elecciones municipales del 14 de
septiembre. Importantes sumas de dinero han llegado a todos los candidatos
de la oposición en la treintena de grandes ciudades rusas implicadas en esas
elecciones mientras que al menos 50 000 agitadores ucranianos,
infiltrados entre los refugiados, están reagrupándose en San Petersburgo.
La mayoría de esos individuos tienen la doble nacionalidad ruso-ucraniana.
El objetivo
es, evidentemente, reproducir en el interior del país las manifestaciones
orquestadas en Moscú después de las elecciones de diciembre de 2011
–agregándoles la violencia como nuevo ingrediente– e imponer
al país un proceso de «revolución
de color», al que una parte de los funcionarios y de la clase dirigente
sería favorable.
Para
lograrlo Washington ha nombrado un nuevo embajador en Rusia, John Tefft,
el mismo que preparó la «revolución de las rosas» en Georgia y
el golpe de Estado en Ucrania.
Para
el presidente Vladimir Putin será muy importante poder confiar en su primer
ministro, Dimitri Medvedev, a quien Washington esperaba reclutar para
derrocarlo.
Narendra Modi, nuevo primer ministro de la
India.
Teniendo en cuenta lo inminente del peligro, Moscú
parece haber logrado convencer a Pekín de aceptar la incorporación de la
India, a cambio de la de Irán –pero también las de Pakistán y Mongolia–,
a la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Esa decisión
debería hacerse pública durante la cumbre programada en Dusambé,
capital de Tayikistán, para los días 12 y 13 de septiembre.
Eso debería poner fin al conflicto de siglos entre la India y
China e implicarlas en una cooperación militar. Ese drástico cambio de la
situación, si se confirma, también pondría fin a la luna de miel
entre Nueva Delhi y Washington, cuando este último esperaba distanciar a
la India de Rusia ofreciéndole acceso a diversas tecnologías nucleares.
La incorporación de Nueva Delhi a la OCS constituye también una
apuesta por la sinceridad de su nuevo primer ministro, Narendra Modi,
sobre quien pesan sospechas de haber estimulado actos de violencia
antimusulmana, en 2002, en Gujarat, cuando dirigía ese Estado de la India.
El ayatola Ali Khamenei
Por
otro lado, la incorporación de Irán, que constituye una provocación para
Washington, aportaría a la OCS un conocimiento preciso sobre los movimientos
yihadistas y los medios de contrarrestarlos. También en este caso, si se
confirma debe reducir la voluntad iraní de negociar una pausa con el «Gran Satán»,
intención que motivó la elección del jeque Hassan Rohani a la presidencia
de la República Islámica. En este caso, la apuesta sería por la autoridad
del Guía Supremo de la Revolución Islámica, el ayatola Ali Khamenei.
La entrada de esos países a la OCS marcaría de hecho el
inicio de un cambio de rumbo del mundo, que después de estar orientado hacia
Occidente se orientaría hacia el Oriente [4].
Pero esa evolución tendría que contar con protección en el plano militar.
Ese es el papel de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva
(OTSC), conformada alrededor de Rusia pero que no incluye a China.
A diferencia de la OTAN, la OTSC es una alianza clásica, compatible
con la Carta de las Naciones Unidas ya que cada uno de sus miembros
conserva la posibilidad de separarse de la OTSC si así lo desea. Y es
basándose en esa libertad de los miembros de la OTSC que Washington
ha tratado durante los últimos meses de comprar a varios de ellos, como
Armenia. Pero la caótica situación que prevalece en Ucrania parece
haber enfriado a los que podían soñar con una «protección»
estadounidense.
Así
que hay que prever un aumento de la tensión durante las próximas semanas.
[1]
«¿Qué tienen en común
las guerras de Ucrania, Gaza, Irak, Siria y Libia?», por Alfredo
Jalife-Rahme, La Jornada (México), Red Voltaire,
8 de agosto de 2014.
[2]
«Las semillas de una
nueva arquitectura financiera», por Ariel Noyola Rodríguez, Red Voltaire,
1º de julio de 2014. “Sixth BRICS Summit: Fortaleza Declaration and
Action Plan”, Voltaire
Network, 16 de julio de 2014.
[3]
«¿Yihad mundial contra
los BRICS?», por Alfredo Jalife-Rahme,La Jornada (México), Red Voltaire,
18 de julio de 2014.
[4]
“Russia and China in the Balance of the Middle
East: Syria and other countries”,
por Imad Fawzi Shueibi, Voltaire Network, 27 de enero de 2012.
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