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domingo, 20 de julio de 2014

¿Es la Federación Rusia un Buen Aliado Internacional?

¿Es la Federación Rusia un Buen Aliado Internacional?
Manuel Espinoza

La visita de Vladimir Putin a Nicaragua pone al descubierto nuestra incapacidad de poder dimensionarla en el marco de nuestras relaciones bilaterales con la Federación Rusa. Leyendo lo que se ha expresado en los medios, se observa, además de desconocimiento, la simple mala intención política de siempre.

Alguien afirmó, que su parada fue técnica, porque su avión necesitaba recargarse de combustible. Otro, que vino porque Fidel Castro se lo sugirió; también que no es nada más que un  espaldarazo político a Daniel, pues Nicaragua no estaba en la agenda que se dio a conocer a través de  los medios y que  lo hizo por mera cortesía, pero que, en realidad, no hay  ningún tema de importancia para ambos países como para  desviarse y visitarnos.  Que como los EE.UU están accionando en Ucrania, Rusia responde haciendo presencia en su zona de influencia más cercana. La verdad es que los medios, junto a estos tipos de generadores de opinión, bien se armonizan en función del ataque mediático, aunque lo disparado sean puros disparates.

Tras la alharaca política, otros se tratan de encausar por temas como los de carácter militar con acento de pánico,  sobre temas que van desde el programa satelital GLONASS hasta la instalación de bases militares.

He insistido, muchas veces, que a países como Rusia no se les puede tratar con conocimiento mediocre. Los países que realmente tienen la capacidad de adversarle invierten enorme cantidad de recursos en centros de diversos tipos, así como en  expertos con el fin de encontrar flancos débiles en Rusia  y obtener réditos tangibles en el marco de la competitividad internacional. Aquí, en nuestro inframundo del análisis, parece, que el que abre la boca primero logra ganar cierto espacio de reconocimiento.  Tal vez, buscan el clásico intercambio de te dejo de criticar y me ubicas en un buen trabajo.

Las barbaridades expresadas nos dicen que aquí nadie quiere leer mucho, documentarse a profundidad, ni investigar. Se dice además que cada quien tiene obsesión por las noticias cortas y los resúmenes ejecutivos. Con eso basta y sobra para que esos todólogos salgan en los medios, pero cuando comienza los mismos abordan un tema, por específico que sea, sus pertrechos no duran ni para media hora de intercambio de opinión. Es caótico el cuadro de capacidad analítica que poseen esos todólogos en nuestro país.

Y no es que la información sobre los temas con Rusia sea un secreto. Esos temas han sido abordados públicamente por las instancias de comunicación gubernamental, que han informado alrededor de los avances de los  temas y proyectos diversos con la Federación Rusa, desde que se instaló la comisión mixta Nicaragüense–Rusa, misma que, por cierto, se reúne cada año intercalando las sedes de los encuentros.

No hay “rusologos” en el país,  que puedan explicar en términos de ruptura, revisión,  modificación,  traslape y continuación de los objetivos de política exterior desde la URSS de Leonid Brezhnev hasta la Rusia de hoy; tan sólo por mencionar un ejercicio de caso. Mucho menos un traslape que inicie desde la geopolítica de la Rusia zarista hasta la actual, por hacerlo aún más complejo el asunto.

La presencia actual de Rusia en América Latina responde, en primer lugar, al grado de desarrollo de sus objetivos de política exterior en una nueva región del orbe como la nuestra.  Desde Brezhnev a Gorbachov, los soviéticos se dedicaron a construir  canales de comunicación con países claves de Europa a fin de disipar el ruido sobre la amenaza comunista instigado por los EE.UU. Desde la “Conferencia de Helsinki” hasta  la “Casa Común Europea”,  tarde o temprano, ese ruido tenía que dar resultado.

Con el derrumbe de la URSS, la política exterior de Boris Yelsin  estaba dirigida a la mejoría de relaciones con EEUU, más conocida como la política “Atlantista” de su canciller  Kozyrev. Con la llegada de Evgueni Primakov como jefe de la diplomacia,  se abrió una nueva línea de relaciones rusas con “Eurasia” y no solo porque Primakov fuera especialista en Egipto y el Medio Oriente. Bajo la administración de Putin, luego Medvedev y ahora de nuevo Putin, su política exterior se ha alimentado de objetivos de orden y desarrollo económico interno y de lucha férrea por reagrupar geopolíticamente los espacios desintegrados tras la caída de la URSS. Con esto, la línea Euroasiática se torna mucho más sólida en términos de sus relaciones con China y la India.

Un análisis mejor elaborado nos indica que Rusia misma ha abierto una nueva línea en su política exterior que incluye relaciones de mayor profundidad con Latino América.   

Igual sucede con China, que se ha afianzado en su propia región, luego en África y hora en la nuestra. Por eso EEUU ve a “La Tenaza Euro-Asiática” en América Latina con gran preocupación.  Pues los Estados que tratan con Rusia tienen posibilidades de grandes beneficios  y para los que se vuelven sus aliados estratégicos estas las ventajas son mayores.

Así es como inicia la vista del mandatario ruso a la región. A su arribo a Cuba, Rusia condonó 32 mil millones de dólares de unos 35 mil millones que adeudaba la isla. Imagínense el análisis que los argentinos puedan sacar de esta acción, cuando su país se puede ir a la total bancarrota producto del cobro de una deuda por parte de  los capitales buitres. Pero, además, Putin anunció que le ayudará a Cuba a Romper el bloque que le ha impuesto EEUU; convirtiéndose, así, en el hegemón que responde a la defensa de sus aliados menores.

En su momento, los rusos condonaron la deuda militar de nuestro país, de más de 12 mil millones de dólares. Mientras que EEUU nos debe 17 mil millones de dólares por la guerra de los 80s. El otro día vi a unos comandantes de la Contra criticar  en un video de You Tube la escasa ayuda  militar que EE.UU les proporcionaba en comparación con la recibida por los sandinistas en esa década y se cuestionaban sobre qué aliado era entonces mejor.

Si bien es cierto los volúmenes de transacciones de Rusia con Méjico, Brasil o Venezuela no se comparan con las nuestras, a nuestro nivel, el incremento de los mismos año con año, proyectan horizontes positivos. El solo hecho de ver al presidente ruso en nuestro suelo patrio es una buena señal de que la historia está cambiando para todos.

Las majaderías  expresadas por la oposición política alrededor de la visita no nos permiten recordar que nuestro país por su posición geográfica ha sido, siempre, objeto de intereses de potencias. Pero, además, con proyectos como la construcción del gran canal interoceánico, nos hemos puesto en entre los focos mundiales de interés inversionista. No casualmente,  Rusia ha afirmado su intención de participar en él. 

Nicaragua no es un país desconocido para Rusia. Aún con algunos momentos de cuellos de botellas en nuestras relaciones de los 80s y 90s, éstas no tienen afectación alguna hoy día, al desarrollar con mayor profundidad las relaciones comerciales entre nuestros países.  Esto solo se alcanzará en la medida en que, de alguna manera, nuestro accionar y la dimensión de nuestras relaciones mutuas se puedan orientar a la consecución de mayores y mejores  beneficios.  Los cubanos dan cátedra en este campo.  


En relación con la continuación de su viaje a Argentina y Brasil, donde participó en la cumbre de los BRICS, entre muchos otros temas con la región, Putin también logró encontrase con el presidente Nicolás Maduro y Mujica de Uruguay. Se puede entender que  si bien el camino es largo en la consolidación de un mundo multipolar, definitivamente, el imperio tradicional y único de EEUU en nuestra región está sufriendo enormes fracturas.  La doctrina Monroe, al igual que otras doctrinas que integran el corolario  de política exterior estadounidense hacia América Latina. La política del Gran garrote, la de las Cañoneras surgen de nuevo en el consciente imaginario de nuestros pueblos solo para ser repudiadas. 

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