La
nueva servidumbre: microeconomía de las publicaciones científicas
José
Carlos Bermejo Barrera
Enviado
por admin1 o Mar, 27/05/2014 - 12:26
Intentaremos
llevar a cabo a continuación un análisis microeconómico del proceso real de
publicación de los artículos científicos. De acuerdo con los principios de la
microeconomía analizaremos el comportamiento de los agentes económicos en el
mercado de las publicaciones de tipo científico, en el cual, como en todos los
mercados, debemos distinguir dos tipos de actores: las empresas y las personas
físicas. Este análisis no presupone de ninguna manera que el contenido de las
publicaciones científicas carezca de valor, ya que no se trata de analizarlas
desde los diferentes puntos de vista propios de cada una de las ciencias, labor
propia del trabajo científico, sino que solo intentará comprender los patrones
de conducta económica de los distintos tipos de agentes que interactúan en este
tipo de mercados, basados como todos los demás mercados en dos elementos clave:
la producción y el consumo, y tendentes a la búsqueda del equilibrio entre lo
que se produce: la oferta, y lo que se consume: la demanda.
Hay
que comenzar por señalar que es necesario aplicar el concepto de mercado al
campo de las publicaciones científicas, pues todas ellas, o su inmensa mayoría,
se venden y se compran, ya sea de modo individual o mediante el sistema de
suscripciones. El mercado de las publicaciones científicas delimita el campo de
lo que puede y lo que no puede ser llamado ciencia, en tanto que se considera
de un modo prácticamente unánime que toda aquella publicación que no esté
contenida en una revista científica o avalada por una editorial con prestigio
científico no debe a priori alcanzar el estatuto de
publicación científica.
En
la producción de publicaciones científicas los agentes básicos del mercado son
las revistas y editoriales, que se comportan del mismo modo que cualquier otro
tipo de empresas y que utilizan lo que el derecho mercantil se llama marca. Entendemos
por marca un concepto jurídico que avala y protege la comercialización en
exclusiva de un determinado tipo de producto dentro del espacio delimitado de
un mercado. Las editoriales científicas y las revistas científicas especializadas
en un tema concreto actúan como marcas en un mercado porque su nombre avala y
garantiza a priori la
calidad de los productos que ofrecen a la venta, a la vez que excluye de esa
categoría a aquellos otros productos no avalados por su marca exclusiva. El
valor de la marca se incrementa en tanto en cuanto una revista se aproxime al
logro del monopolio de un sector del mercado editorial y ese valor se suele
concretar en el precio de su suscripción, más elevado cuanto más exclusiva sea
la revista. Comprender la importancia del concepto de marca en el
mercado de las publicaciones científicas permite entender porqué el valor de
los artículos depende a priori del nombre de la revista en la
que están publicados y del número de citas que cada artículo posee en el campo
de esa revista o de otras similares, que interactúan con la revista en la que
el artículo está publicado en el sector editorial correspondiente a uno o unos
determinados temas. La contabilidad de las citas mide el grado de integración de
un producto, el artículo, en el mercado de las publicaciones científicas y
funciona del mismo modo como marca comercial, ya que en este mercado como en
todos los demás, las empresas y las marcas forman redes en las que interactúan
constantemente, ya sea mediante la competencia entre diferentes marcas o la
interacción entre ellas, una interacción que permite incrementar el valor
comercial de una marca gracias a su interrelación con el valor comercial de
otras.
Las
empresas editoras son los agentes exclusivos en la producción del mercado
editorial científico porque solo ellas tienen derecho reconocido al uso de la
marca. Los individuos o editores aislados no pueden por esta razón competir con
ellas a la hora de ofrecer un producto a la venta en este tipo de mercados.
Estas empresas, como todas las demás, ofrecen sus productos a unos determinados
precios, que serán muy poco flexibles en tanto que dichas empresas tiendan a
actuar casi en régimen de monopolio. Y como todas las demás empresas tienen que
trabajar con unos determinados costes de producción. Desarrollaremos a
continuación un análisis micro del coste de uno de los productos que estas
empresas venden por millones: un artículo.
Una
empresa editorial maneja un capital fijo, invertido en la compra de sus medios
informáticos, instalaciones, y medios materiales de diferentes tipos, y un
capital circulante necesario para mantener la actividad de la empresa cada mes
con el pago de sus nóminas y la compra de los productos que tiene que
transformar, para ofrecer en el mercado, convertidos en mercancías. Como el
número de mercancías, artículos, es elevadísimo, la repercusión de los costes
de amortización del capital fijo, de los costes financieros es casi
despreciable, y lo mismo ocurre con los gastos de capital circulante: nóminas,
gastos de mantenimiento y funcionamiento de equipos…
Centrémonos
en una mercancía adquirida: el artículo. Un artículo tiene unos costes de
producción que se estructurarán del modo siguiente:
Coste (a) =
capital fijo + capital circulante + compra de cantidad de información + fuerza
de trabajo.
El
capital fijo sería el capital necesario para construir, por ejemplo, los
laboratorios en los que se realizó la investigación necesaria para lograr
producir el artículo, sumado a los gastos en edificios y medios materiales de
todo tipo, añadidos a los costes financieros correspondientes.
El
capital circulante sería el necesario, por ejemplo, para ejecutar el proyecto
de investigación necesario para producir ese y otros artículos, tanto en lo que
se refiere al gasto de reactivos, materiales de todo tipo y equipamientos ad
hoc necesarios para ese proyecto, sumados al coste de las horas de
trabajo de todos y cada uno de los científicos que han trabajado en todas las
fases del proceso que ha permitido producir el artículo.
La
compra de la cantidad de información sería el coste de la compra de libros y
suscripciones de revistas sin los que no se puede trabajar, ya que en ellos
está contenida la información previa, necesaria para poder desarrollar el
proyecto y elaborar el artículo. Esa información se tiende a medir en cuantos
de información, unidades mínimas de medida, de la que la más pequeña sería
el artículo aislado.
La
fuerza de trabajo sería el coste de todas las plantillas que hay que mantener
de modo permanente para que un equipo, o una persona, pueda llegar a elaborar
el artículo que se va a ofrecer a la revista. Ese coste será siempre superior
al de las horas de trabajo concretas necesarias para la realización de un
proyecto, pues aunque se pueda contratar ad hoc y
temporalmente a personas para realizarlo hay otras personas fijas en las
plantillas científicas, administrativas y de gobierno de las instituciones de
investigación científica sin las cuales dichas instituciones no podrían funcionar.
El
coste total del artículo será aproximadamente la suma de todos estos conceptos,
ya que resulta imposible calcular los gastos de amortización del capital fijo,
del circulante y de las horas de trabajo para un artículo concreto. De todos
modos el coste estimado siempre sería menor del real, ya que solo podremos
utilizar los parámetros claramente computables en el proceso de producción, a
los que se sumarán a mayores los demás no claramente imputables en la
producción del artículo, pero no por ello menos reales.
Siguiendo
la lógica del mercado la empresa editora ha de comprar por un precio
determinado un artículo que tiene un determinado coste, que habrá de ser
amortizado por parte del proveedor que vende el artículo a la empresa. Sin
embargo nada hay más lejos de la realidad en el mercado editorial real de las
publicaciones científicas, pues el proveedor asume todos los costes de
producción y ofrece gratis al comprador el producto elaborado, o bien incluso
paga por transferirlo, con lo cual el vendedor sería a su vez comprador del
producto que está vendiendo, violando todo la lógica del mercado.
La
violación de esa lógica se volverá a repetir cuando el proveedor compre su
propio artículo en la revista que posee el control de la marca, junto con la totalidad
de la revista, de la cual solo utilizará una mínima parte para sus
investigaciones futuras, tras haber asumido todos los costes de producción de
su trabajo junto con todos los demás coautores que compartirán el
correspondiente número de esa revista.
Desde
el punto de vista de la empresa vendedora la rentabilidad de la publicación de
un artículo sería la ratio entre su precio de venta, o sea, la
parte alícuota del valor de la suscripción del número en el que el artículo ha
sido publicado, y su coste. Pero como el coste del artículo para la revista que
lo publica ha sido cero, o incluso le ha supuesto otro ingreso, la rentabilidad
de la publicación de un artículo sería la siguiente:
R(a) =
precio de venta/ coste = precio venta/ 0 = ?
O
bien si imputamos como beneficio el dinero cobrado por la publicación,
tendríamos:
R(a)
= precio de venta + tasa de pubicación/ coste = precio de venta + tasa de
publicación /0= ?
Si
por el contrario nos situamos en el punto de vista del proveedor, la rentabilidad
de su inversión al publicar su artículo sería la ratio entre
el precio al que lo ha vendido y sus costes de producción. Es decir:
R(a)
= 0/ coste = 0
R(a)
= 0/ coste + tasa de publicación = 0
La
cuestión que se plantea es la siguiente: ¿cómo es posible que los científicos
de todo tipo, que son personas altamente capacitadas e inteligentes, sigan unas
pautas de comportamiento económico claramente absurdas?
Si
lo planteamos desde el punto de vista de la teoría económica solo cabe una
respuesta, y es que los científicos que han publicado su artículo han
intercambiado capital real por capital simbólico, es decir, por prestigio, por
el prestigio que otorga el monopolio de la posesión de un marca comercial. Pero
a su vez tendremos que preguntarnos: ¿cómo consigue una empresa editorial
monopolizar un prestigio científico que solo los científicos pueden otorgar,
pues solo ellos saben valorar el interés de los trabajos de su campo de trabajo
específico? Pues porque cuentan con la colaboración de los propios científicos
que sirven de garantes de la calidad de los trabajos con el sistema de referees,
que pueden realizar gratis o cobrando una remuneración, y porque ellos mismos
aceptan el valor exclusivo de las revistas consideradas como marcas comerciales
y de la interacción comercial entre marcas mediante el sistema bibliométrico de
cuantificación de citas.
Todo
este sistema es un instrumento esencial para la construcción de una jerarquía
de prestigio visible: el del número de artículos y citas, que a veces puede no
corresponder con el prestigio invisible, es decir, con el prestigio real de un
científico valorado por sus colegas especialistas, los únicos que pueden
comprender lo que sus investigaciones han supuesto en un determinado campo y
que saben que todo ello no se puede computar, entre otras cosas porque la
ciencia es una empresa colectiva y el conocimiento tiende a ser cada vez más un
patrimonio común anónimo.
La
construcción de esas jerarquías también puede ser analizada desde un punto de
vista microeconómico si nos preguntamos cuál es el rol que los científicos
desempeñan en el juego del mercado editorial de carácter científico.
Los científicos son en el mercado científico editorial
básicamente clientes, pues compran por necesidad la información que se les
ofrece. Pero es que además de comprar la información que necesitan compran
también la que no necesitan. Si un grupo de investigación pudiese comprar el
conjunto de cuantos de
información, o sea artículos, que necesita para llevar a cabo su
trabajo, sus costes de compra de información serían muy reducidos. Naturalmente
eso lo puede hacer si necesita un libro, pues comprará ese libro y no todos los
que un editor ha editado en un campo afín ese año o semestre, pero no en el
caso de una revista, por la que debe pagar la suscripción completa, con lo que
el carácter abusivo de su vendedor-editor se refuerza todavía más.
La
compra individualizada de artículos tendría mucho más sentido si tenemos en
cuenta que su valor es perecedero, pues el ritmo de producción de artículos en
cada tema es cada vez más acelerado, y el hecho de que en realidad el comprador
solo compra el acceso a una información contenida en servidor digital, que
perderá si deja de estar suscrito a esa revista. Naturalmente si la publicación
científica tendiese a concentrarse en libros o en grandes artículos ello
favorecería los intereses del comprador, aunque perjudicaría los del editor. Un
editor como empresario que es en un mercado desea incrementar el número de
mercancías que produce y hacer que sean perecederas para mejorar aún más sus
beneficios. Por eso las grandes editoras han conseguido imponer el sistema de
medición de currículums por número de artículos y número de citas, número
también proporcional al de artículos publicados en cada campo. Dispersar la
información es rentable desde el punto de vista económico, pero carece de
sentido desde el punto de vista científico.
Las empresas editoras actúan con racionalidad mercantil,
mientras que los científicos no lo hacen así. Ellos son sus proveedores
gratuitos y sus clientes sobreexplotados. ¿Podríamos analizar la relación
económica real que mantienen con estas empresas de acuerdo con la tipología de
la microeconomía? Naturalmente que sí, dentro de un abanico de posibilidades
que serán las siguientes:
En
primer lugar cabría la posibilidad de que los científicos, como proveedores y
creadores de la mercancía que venden a sus editores, compartiesen la propiedad
de las empresas editoriales con ellos. Evidentemente ello no ocurre, ni tampoco
es lo que pasa en el resto del mundo editorial, en el que un autor vende
temporalmente o en perpetuidad, un producto, sus derechos de autor, para su
explotación comercial por un editor, de acuerdo con unos parámetros regulados
por las leyes mercantiles y por las que rigen la salvaguarda de los derechos de
propiedad intelectual, sea del tipo que sea: artística, científica, literaria,
y en el formato que sea: digital, audiovisual o en soporte de papel u otros
tipos.
Los científicos no son ni co-empresarios con sus editores ni
mantienen con ellos una relación mercantil regulada por ley, ni tampoco son sus
asalariados, ya que, aunque trabajan mucho, no perciben ninguna remuneración
por los productos que elaboran por parte de quien los vende. Si no son empresarios,
asalariados, ni compradores y vendedores en un mercado libre, ¿cómo podríamos
tipificarlos?
Para
hacerlo deberemos analizar cuáles son cada uno de los elementos que están
presentes en la relación entre los científicos autores y sus editores. Son
estos elementos los siguientes:
a)-
los científicos realizan un trabajo largo, arduo y difícil para sus editores.
b)- los editores no solo no le remuneran ese trabajo de
ninguna manera, sino que les cobran por adquirirlo y se lo venden de nuevo a su
vez a precios normalmente desproporcionados.
c)-
los científicos son remunerados por las instituciones en las que realizan su investigación,
o por las empresas que los contratan como investigadores, con las que si tienen
una relación laboral ajustada a derecho. Por ello puede decirse que son esas
instituciones, casi siempre públicas, las que financian a las empresas
editoras, ya que ellas asumen los costes de producción de los artículos y son
las únicas que pueden adquirir las revistas
d)-
sin embargo si las instituciones públicas acaban convirtiéndose en
financiadoras netas de las editoras privadas y clientes casi exclusivos de las
mismas es porque los científicos así se lo demandan para poder comprar su cuantos
de información vendidos por esas empresas-marca en régimen casi de
monopolio. La responsabilidad última es pues de los propios científicos, que
tendrían medios y conocimientos suficientes para crear sus redes gratuitas o
públicas de circulación de la información científica.
e)-
cuando una persona o un grupo de personas trabaja intensamente para otra,
otras, o para un institución, y lo hace de modo gratuito, es porque mantiene
con esa persona o institución una relación extraeconómica.
f)-
las relaciones extraeconómicas que controlan la conducta económica,
llamadas residuos en la teoría de Wilfredo Pareto, pueden ser
de los siguientes tipos:
1)-
familiares.
2)-
religiosas.
3)-
políticas.
4)-
militares.
5)-
lúdicas
6)-
altruistas, regidas por valores solidarios.
g)-
ninguno de estos residuos está presente en la conducta que regula las
relaciones de los científicos autores con sus editores, por ello deberemos
hallar una tipología distinta que explique esta relación laboral, ya que los
primeros realizan un durísimo trabajo, entre científicos y editores.
h)-
las relaciones laborales conocidas pueden ser de los siguiente tipos.
1)-
trabajo asalariado.
2)-
esclavitud perpetua o temporal (como prisioneros de guerra, presos)
3)-
servidumbre
i)-
los científicos no son trabajadores asalariados de sus editores ni sujetos que
interactúan libremente con ellos siguiendo las normas del mercado y el derecho.
j)-
los científicos no son esclavos de sus editores, puesto que no son propiedad
personal de ellos ni son enajenables, sino que son personas libres.
k)-
sin embargo sí que pueden ser considerados sus siervos, por las razones
siguientes. Son características propias de la servidumbre:
1)-
la dependencia del siervo frente al señor, de la que no puede librarse.
2)-
la realización de un trabajo para el señor sin remuneración establecida.
3)-
el derecho al usufructo de un medio de producción, propiedad exclusiva del
señor, a cambio del pago de una renta, por ejemplo de una parcela. El señor
cobra una renta y el siervo puede producir otros valores económicos con ese
medio.
4)-
la existencia de una ideología que justifica el poder del señor y su derecho al
monopolio de la propiedad de los medios de producción, siendo esa ideología
religiosa, política o mixta entre ambos elementos, como en los casos de los
imperios del Próximo y Lejano Oriente o del feudalismo secular o religioso de
la Edad Media.
l)-
de
acuerdo con estos criterios los científicos son, según la teoría económica,
siervos de sus editores en el campo de la edición científica, por las razones
siguientes:
1)- porque dependen de los editores dueños exclusivos de la
marcas científicas de las revistas y no pueden tener acceso a la propiedad de
estos medios producción científica, que son los únicos posibles.
2)- porque trabajan para ellos sin remuneración y mediante
el pago de una renta, pudiendo obtener de la explotación de ese medio otros
valores de prestigio o económicos, que se concretarán en su proyección
académica y profesional, al margen de la lógica comercial del mercado de la
edición científica.
3)- porque asumen y están dominados por la ideología de la
producción científica que ha llegado a hacerles creer que el sistema comercial
de las revista-marca científicas y de la bibliometría es el único modo posible
de hacer, valorar y medir la ciencia.
4)-
porque como en todos los sistemas de servidumbre ellos están dispuestos a
participar en una red institucional que permita a algunos mejorar su situación
económica personal integrándose en las redes del poder señorial, a cambio de
asumir, difundir e implantar la ideología en la que basan y de aspirar a una
participación creciente en los beneficios que puede proporcionar la
servidumbre.
En
todos los sistemas de servidumbre la ideología, entendida como una visión
deformada de la realidad, ha desempeñado un papel fundamental, hasta el punto
de que la crítica y desaparición de esa ideología supuso el fin de esos
sistemas. Los señores poseyeron el poder que sus siervos creían que tenían. Del
mismo modo los científicos poseen los conocimientos y medios para poder dejar de
creer en este sistema y hacer que la información científica se produzca y
circule de un modo más racional, eficaz y libre. Si no lo hacen es porque la
división entre ellos, el ansia de promoción de muchos, normalmente los más
mediocres, ha hallado en este sistema un caldo de cultivo insólito en el que
personas inteligentes y altamente cualificadas están siguiendo una conducta
económica irracional, rayana incluso en la estupidez.
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