El suicidio de los gobiernos europeos en el seno de la Unión
por Thierry
Meyssan
Mientras
la prensa europea se dispone a saludar la designación de Jean-Claude Juncker
como presidente de la Comisión Europea presentándola como un «progreso
democrático», Thierry Meyssan denuncia la voluntaria renuncia de los
gobiernos europeos a sus prerrogativas, bajo la presión de Washington, y
la nominación de un vulgar espía de Estados Unidos a la cabeza de la
Unión Europea.
RED
VOLTAIRE | 26 DE JUNIO DE 2014
Los
gobiernos europeos parecen dispuestos a cometer, el 27 de junio de 2014, un
verdadero suicidio colectivo. El Consejo de jefes de Estado y de gobierno
de la Unión Europea validará ese día la nominación de Jean-Claude Juncker como
presidente de la Comisión Europea, argumentando que su partido (el Partido
Popular Europeo) obtuvo la mayor cantidad de votos en las elecciones para el
Parlamento Europeo.
Por
consiguiente, el próximo presidente de la Comisión será la única personalidad
electa por los ciudadanos de la Unión Europea, aunque sólo un 45% de los
electores se hayan tomado el trabajo de concurrir a las urnas. Desde esa
posición, en caso de desacuerdo entre él y el Consejo [conformado por los jefes
de Estado y de gobierno], Juncker podrá simplemente mandar a paseo a la
canciller alemana o al presidente francés quienes, en definitiva, “sólo”
representan esas pequeñas «regiones electorales» que son la República
Federal de Alemania y la República Francesa.
Algunos
afirman que no designar al presidente de la Comisión de esa manera,
cuando así «se había» prometido, sería visto como una violación de
la democracia que desencantaría a los electores.
Pero
es que el procedimiento a seguir para la designación del presidente de la
Comisión Europea nunca se discutió antes de la elección del Parlamento Europeo.
Nadie sabe de dónde salió esa idea que no aparece en los tratados, que
estipulan que el presidente de la Comisión Europea es electo por los jefes de
Estado y de gobierno según un sistema de mayoría cualificada. Es por lo tanto
con un gran descaro que los partidarios de la OTAN presentan esa
innovación como un «progreso democrático», haciendo así pasar por
democracia un escrutinio electoral sin electores, cuando la verdadera
democracia es «el gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para
el Pueblo», conforme a la tan conocida frase de Abraham Lincoln.
¿Es
necesario recordar que en la República Checa, por ejemplo, la tasa de
participación en la reciente elección para el Parlamento Europeo sólo llegó a
un 13%? Pero es con ese magro por ciento de participación que se pretende
imponer a los electores de ese país una personalidad cuyas prerrogativas
estarán por encima de la autoridad de su gobierno nacional.
Los
únicos que cuestionaron ese proceso durante la campaña electoral fueron los
ex parlamentarios euroescépticos de la Alianza de Conservadores y
Reformistas Europeos y los nacionalistas de la Alianza
Europea por la Libertad. Los gobiernos afectados sólo entendieron la
trampa cuando ya era demasiado tarde. Angela Merkel se puso a la cabeza de
la rebelión, pero desistió cuando comparó sus propios resultados con los de
Jean-Claude Juncker y lo hizo sin preocuparse por la situación de los
demás jefes de Estado de la Unión ni por lo que habrá de suceder con
Alemania cuando ella ya no esté. Sólo el húngaro Viktor Orban y el
británico David Cameron se mantuvieron firmemente opuestos a este
precedente, aunque fue por razones diferentes: el presidente Orban piensa
en la situación de su pequeño país en el seno de la gran Unión Europea
mientras que el primer ministro británico se dirige hacia una salida de su
país de dicha Unión.
Detrás
de la designación del presidente de la Comisión se halla la influencia de
Estados Unidos, que espera facilitar así el progreso de su propia agenda:
limitación de la soberanía de los Estados miembros de la Unión Europea y
creación de un vasto mercado transatlántico. Desde ese punto de vista,
Jean-Claude Juncker es la personalidad ideal para Washington desde que se vio
obligado a dimitir en su país –Luxemburgo– cuando se demostró que era un
agente operativo de los servicios secretos de la OTAN [1].
De
esa manera, no sólo los jefes de Estado y de gobierno de los países de la Unión
Europea están renunciando a su propia autoridad sino que además ponen
por encima de ellos a un agente del Gladio.
Las
consecuencias de esa nominación no se harán sentir de inmediato pero el
gusano está dentro de la fruta. Cuando sobrevenga la crisis entre los
diferentes protagonistas, ya será demasiado tarde.
[1]
«Gladio en Luxemburgo:
Juncker obligado a dimitir», Red Voltaire, 16 de julio de
2013.
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