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viernes, 20 de junio de 2014

Bachar al Assad, un presidente “con los días contados”

No.14 / 2014  18 de junio 

Bashar al Assad, un presidente “con los días contados”
Por Leonel Nodal 

Exclusivo para Tricontinental

Desde el pasado 3 de junio, cuando se realizaron las elecciones en Siria, quedó claro que Bashar al Assad será el presidente del Estado árabe por otro período de siete años, según lo establecido en la Constitución.

Al Assad encabezará el gobierno de Damasco hasta el 2021, para disgusto de sus más acérrimos opositores en Washington --donde hace ya más de tres años la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton lo declaró “con los días contados”, como resultado de una insurgencia organizada, armada y financiada desde el exterior por Estados Unidos, sus aliados occidentales y árabes.

El líder y candidato del Partido del Renacimiento Árabe Socialista (BAAS), quien sucedió en el año 2000 a su padre --el general Hafez el Assad-- resultó electo en esta tercera ocasión en unos comicios pluripartidistas sin precedentes, en medio de una feroz guerra que bien podría jugar en su contra, debido al desgaste y el cansancio de la sufrida población civil, deseosa del retorno de la normalidad y la paz.

El propio presidente norteamericano, Barack Obama, y su secretario de Estado, John Kerry, intentaron invalidar las elecciones, pero por primera vez los electores árabes tuvieron en sus manos una boleta con la fotografía y el nombre de otros dos candidatos: el hombre de negocios sunita y ex ministro Hasan al Nuri y el parlamentario comunista Maher Hayar.

La propaganda occidental que desde marzo de 2011 se propuso justificar la invalidación política y destitución inmediata de Al Assad, insistía desde entonces en su pertenencia a la minoritaria comunidad alawita, considerada afín al chiismo.

Desde el comienzo de la cruenta guerra, a la que se sumaron mercenarios procedentes de más de 70 países --primero llamados “luchadores por la democracia” y luego defensores de la fe islámica frente a un gobierno infiel-- los envalentonados insurgentes y sus jefes exiliados en Europa Occidental, Estados Unidos o países árabes vecinos se quedaron con las maletas hechas para lo que pensaban sería una excursión de verano, después que la OTAN hiciera el trabajo sucio con su aviación, tal como había ocurrido en Libia.

Tres años después, ni el aparato estatal se derrumbó, ni el ejército árabe sirio se dividió o desplomó como resultado de presumibles deserciones, ni el grueso de la población perteneciente a un amplio abanico de etnias y  confesiones religiosas se rindió a los planes enemigos.

En la cruenta guerra terrorista impuesta desde el exterior al pueblo sirio, el gobierno de Al Assad contó con la solidaridad explícita de las fuerzas progresistas de la región y el firme rechazo de Rusia y China a una intervención militar foránea bajo la cobertura de Naciones Unidas.


Lejos de afectar su prestigio, Al Assad vio crecer su reputación en los tres años de guerra contra un enemigo feroz, terrorista, que mata a ciegas; y como candidato concurrió a numerosos mítines públicos, al tiempo que adoptó reformas y apoyó modificaciones legales y constitucionales que facilitaron la realización de los comicios.

En las zonas controladas por el gobierno: Damasco, la norteña Latakia o la estratégica Homs, en el centro del país, recuperada del dominio parcial de los elementos armados después de duros combates, el proceso electoral se desarrolló con normalidad, tal como venía ocurriendo con la vida cotidiana.

Para los opositores y sus potencias aliadas resultó una sorpresa inesperada que incluso los refugiados en países vecinos --a los que venían manipulando como escapados de los abusos gubernamentales-- se presentaran en los centros de votación abiertos en las oficinas diplomáticas y consulares sirias, dispuestos a votar mayoritariamente por Bachar al Assad. Así ocurrió en Beirut, Líbano, donde unos 200 mil votantes dejaron boquiabiertos a los líderes de formaciones políticas contrarias a Damasco.

Los propios sondeos pre electorales hechos por los servicios de inteligencia de varios países de la OTAN revelaron que Bachar al Assad tenía asegurado más del 70 por ciento de los votos.

Ganó con más del 83 por ciento de los sufragios, en unos comicios supervisados por numerosos representantes de países amigos.

El surcoreano Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, admitió que si los sirios decidían elegir su presidente por sí mismos, los occidentales no podrían imponer la composición del próximo gobierno, tal como venían exigiendo en las pasadas conferencias del Ginebra.

De hecho, en una demostración de que su gobierno está en condiciones de ejercer el poder con creciente dominio de la situación y propiciar la reconciliación nacional y la paz, Bashar al Assad promulgó una ley de amnistía general para todos los opositores encarcelados, a fin de abrir una nueva etapa en la vida del país.

“Con los días contados” en la presidencia, por lo menos hasta el 2021, Washington y sus aliados tienen ahora el deber moral de cesar su injerencia y propiciar el retorno de la paz y la estabilidad a la nación siria, una pieza clave en el estratégico mapa del Oriente Medio.

Enviado por: 

Lourdes 

jefa.politico@tricontinental.cu

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