Gral. José Ma. Moncada, entre los militares yanquis con los que firmó el famoso pacto del “Espino
Negro” del 4 de mayo de 1927. Foto
tomada durante ese evento, en la ciudad de Tipitapa, Nicaragua; en donde se
encontraron las tropas del Gral. Moncada y los comandantes de las fuerzas
interventoras norteamericanas. (Foto original, propiedad de Flavio Rivera
Montealegre)
Breve semblanza de un cipayo nicaragüense
Moncada desde la presidencia hasta su muerte
Manuel Moncada Fonseca
1. El pro intervencionismo como
aspecto esencial de su Administración
“Nicaragua:
- ¡Ay, José María! Fuiste tan perverso y ‘josemariaste’ tanto, que no se puede
decir ahora aquello de que ‘todo tiempo pasado fue Mejor’. ”[1]
¿Inocuidad
o entreguismo?
Fotos del Espino Negro. No se sabe, a ciencia cierta, si la de arriba es del mismo lugar.
Entre los estudiosos de la Historia Nacional
hay quienes, contra viento y marea, pretenden presentarnos una imagen inocua de
Moncada. Así, al parecer de Jorge Eduardo Arellano, este mandatario, siguiendo
los pasos de Zelaya en lo que a la expansión de la enseñanza se refiere, elevó
el presupuesto para el curso 1929-1930 a 625, 000 mil córdobas, el más alto
hasta entonces. De este modo, se construyeron 759 escuelas entre superiores,
graduadas, elementales, mixtas, rurales y nocturnas, que totalizaban 51,379
alumnos. No obstante, su esfuerzo se vio paralizado por el terremoto de 1931,
así como por la crisis económica que se desató inmediatamente. Le fue así
imposible a su gobierno abrir las escuelas para el curso 1931-1932.[2]
En este mismo plano
positivista lo dibuja la autora Sara L. Barquero. De su Administración, señala
que anexó la Subsecretaría de Guerra al Ministerio de Gobernación; creó los
ministerios de Higiene y Agricultura, así como una parte del Hospital General y
del Instituto de Sanidad; dejó iniciados los trabajos del Ferrocarril San Juan
del Sur y el de León-Sauce; construyó el Palacio Presidencial en la Loma de
Tiscapa y, en Masaya, el edificio del Colegio Salesiano, así como el de la
estación de ferrocarriles. Como algo de mucha trascendencia en su período, la
autora destaca la sustitución de la antigua Alcaldía de Managua por el Distrito
Nacional (en octubre de 1929) y la del
Alcalde por un Comité Ejecutivo compuesto por tres miembros.[3]
Más se sabe que el régimen
liberal de José María Moncada se caracterizó, sobre todo, por un entreguismo a
toda prueba, entreguismo reconocido, incluso, por personas muy distantes de
toda cercanía con la izquierda y hasta por él mismo.
Ofman Quintana Orozco,
abogado y profesor de Historia de Nicaragua, identificado en cierto grado con
el somocismo, en referencia a Moncada en su período presidencial (1929-1932),
reconociendo que éste poseía talento, un valor indiscutible y personalidad;
anota, menos mal, que todo esto se vio menguado en él debido a que, entonces,
el país se encontraba intervenido. Por esta razón, tuvo “que someter sus actos, y dominar la energía de su carácter, ante el
ministro Americano, quien ejercía absoluto control en la política de
Nicaragua.”
Naturalmente, siguiendo los
pasos de quienes siempre atribuyen las causas de los problemas a las
contradicciones internas, y seguramente en el ánimo de guardar distancia
respecto al sandinismo, Quintana agrega:
“La guerra de Sandino en las Segovias, y el
terremoto de 1931, tenían sumida a Nicaragua, en el más doloroso caos
económico.”[4]
Destacando la labor que Moncada
había realizado como periodista, orador y escritor, Alejandro Cole Chamorro,
por su parte, refiriéndose a él, acota que “parecía
ante el poder de la ocupación norteamericana un niño sin ingenio.”[5] Carlos Cuadra Pasos, un pro-intervencionista
por excelencia, apunta que, durante su
administración, el orden público descansó sobre las fuerzas de ocupación
estadounidense.[6] Paradójicamente, aunque al
triunfar la revolución contra Zelaya había ordenado que se quemaran todos los
retratos que de éste hubiera en los edificios públicos, al asumir la
Presidencia, Moncada llamó “Zelaya” a la Costa Atlántica.[7]
Entreguismo
reconocido
Y el mismo Moncada, como se
dijo atrás, a su manera, reconocía su condición de entreguista. Hablando en la
ceremonia de graduación de cadetes de la Guardia Nacional, celebrada el 1º de
junio de 1931, expresó que los personeros de su Gobierno habían sido muy
censurados tanto a lo interno como a lo externo del país “por haber solicitado la influencia y la civilización americana para
nuestro desarrollo y bienestar.” Esto, a su parecer, no se podía poner
en tela de juicio, porque las naciones civilizadas habían contribuido al
desarrollo intelectual de las demás. Planteaba, igualmente, que la influencia
civilizadora de Estados Unidos era necesaria en Hispanoamérica porque allí,
según él, nacieron la libertad y la república, y porque, de allí, procedían las
costumbres establecidas desde los primeros años de la Independencia.
Moncada concluía con un llamado
abstracto a los cadetes para ser justos con pobres y ricos, con los poderosos y
los humildes y para que defendieran solícitamente a los ancianos, mujeres y niños.[8]
En otra oportunidad, declaró
que todo el que faltara gratuitamente a la verdad, ofendiendo a una nación
amiga de Nicaragua (Estados Unidos), al honor de su ejército y al de su marina,
cometía delito contra la patria. Y sobre esa base, hacía saber que, como
Presidente, estaba dispuesto a defender la honra de esa nación, que acababa de
ayudar al país a secar las lágrimas y la sangre derramada durante la guerra
civil.[9]
Según Moncada, durante los días
del siniestro de 1931, llegando a Managua, fue detenido por una fuerza de
marinos que, al final, aunque de mala gana, le dio pase. Justificando este
hecho, manifiesta que seguramente los marinos habían obrado de buena fe, y que
otros eran los que ofendían a Nicaragua. Reconoce que, en esos momentos de angustia,
la Guardia Nacional le había exigido dinero y que él le hizo entrega de unos 30
mil córdobas, más cinco mil córdobas a la Cruz Roja estadounidense, que el
Ministro Hanna le había solicitado en concepto de préstamo.[10]
Como contrastando con su incondicionalidad ante el interventor, Moncada
refiere lo que sigue: tras un conflicto entre un oficial de la marina y uno de
la presidencia -conflicto que se tradujo en la muerte del primero y en la
indignación de los marinos-, en aras de evitar mayores complicaciones, junto
con el Ministro de Gobernación y el Subsecretario de Relaciones exteriores, en
su calidad de presidente, él se presentó al lugar de los hechos.
Después de esto, sin embargo,
con revolver en mano, a su oficina se presentó, repentinamente, con seis
marinos más, el médico estadounidense Hartfield, quien, primero, amenazó de
muerte al General Somoza y, luego, quiso tomarlo prisionero. Le correspondió a él,
como mandatario de Nicaragua, cuenta Moncada, poner a Hartfield en su lugar,
ordenándole que saliera del lugar y que no procediera así contra su Secretario.
“Hartfield cedió por fin diciendo a Somoza: Watch your
self. (Guárdese usted).”[11]
Estas declaraciones, hechas
después de su período presidencial, fueron, empero, desmentidas en La Prensa, por el general liberal Andrés
Murillo, afirmando que fue Somoza y no Moncada quien había puesto a los
asaltantes en su lugar y salvado, además, la vida del segundo.[12]
Odio
contra los patriotas
En su condición pro
intervencionista, Moncada no actuaba sólo, desde luego. La Iglesia Católica
oficial de entonces, en la figura de Monseñor Lezcano y Ortega, Arzobispo de
Managua, bendecía sus acciones que, en fin de cuentas, eran las que la
intervención estadounidense dictaba. En este sentido, presentaba como patriotas
a los oficiales de la Guardia Nacional. Tal fue su proceder, por ejemplo, en la
mencionada ceremonia de graduación de cadetes
de junio de 1931.[13]
Azaharías H. Pallais, filósofo
y sacerdote, representando un sentir por completo opuesto al de la Iglesia
Católica oficial, en una conferencia, ante ciento cincuenta cadetes de la nueva
y vieja academia militar, expresó, entre otras cosas, lo que sigue: la Guardia
Nacional debe dejar de ser la continuación del ejército de ocupación para
convertirse en una fuerza castrense profesional, digna y decente que, con
respeto y abnegación, sirva a sus compatriotas dentro de los marcos de la
justicia social del cristianismo.[14]
El entreguismo de Moncada tenía
como contraparte su odio visceral contra los patriotas sandinistas y el pueblo
nicaragüense en general. Una y otra cosa pesaba en él lo mismo. Eran las dos
caras de la misma moneda. En carta que con fecha del 21 de octubre de 1931
enviara a un subteniente de apellido Castillo, le ruega empeñarse “en ganar gloria y honor luchando contra los
bandoleros.”[15]
Como es de suponer, esa cultura
de odio o de temor al sandinismo llegaba, de algún modo, hasta los familiares y
amigos de los soldados de la Guardia Nacional. Por algo la novia de ese
subteniente, en carta que enviara al
mismo en abril de 1931, escribía: “Se me
olvidaba decirte que con la constante amenaza de los bandoleros me vi en el
caso de quemar todas tus cartas.”[16]
Aspecto esencial del
pro-intervencionismo que caracterizó a Moncada fue su tratamiento al problema
del canal.
Tratamiento al problema del canal
Felipe Rodríguez Serrano, en su
obra El canal por Nicaragua. Estudio de
la negociación canalera y su proyección en la Historia de Nicaragua,
expresa que, como presidente de Nicaragua, Moncada, en vez de alegar la nulidad
del tratado canalero Chamorro-Bryan ante el Departamento de Estado, expuso su
inconstitucionalidad respecto a la Constitución de 1911. De acuerdo con la
teoría de las limitaciones constitucionales, en el fondo, según este autor,
esto, indirectamente, equivalía a negar la validez del tratado. Pero el
gobierno estadounidense, ante el cual ese punto de vista no pasó desapercibido,
expresó un criterio diferente.
En efecto, el 9 de diciembre de
1931, su Secretario de Estado envió a Moncada una nota en la que le expresaba
que le parecía “de dudosa utilidad”
discutir lo relativo a la constitucionalidad del Tratado Chamorro-Bryan. Aducía
que no era asunto del Gobierno de Nicaragua afirmar un conflicto entre ese
tratado y la Constitución; le hacía ver que el estudio de la ruta del canal
había sido completado por ingenieros del Departamento de Guerra de Estados
Unidos y que, pronto, sería discutido en el Congreso, confiando en que cuando
el Gobierno de su país decidiera “la
opción ofrecida bajo el tratado”, el de Nicaragua actuaría en esa misma
dirección.
A través de los doctores Carlos
A. Morales y Horacio Argüello, representantes, respectivamente, de los partidos
Liberal y Conservador, Moncada presentó al Secretario de Estado, el 2 de marzo
de 1932, una comunicación. En ella se hacía saber que el tratado sería
fielmente cumplido y que, al haberse ratificado por el Congreso Nacional en
1917, la Constitución de Nicaragua había quedado “de hecho reformada.”
Es más, sostenía que había
quedado abrogada, razón por la cual urgía la convocatoria de una Asamblea
Constituyente que emitiera una nueva Constitución. Mas, como estos puntos de
vista no fueron compartidos por White, asistente del Secretario de Estado,
Moncada, comprendiendo que la vinculación del tratado con la reforma de la
Constitución de 1911 estaba haciendo fracasar la misión de sus enviados a
Estados Unidos, el 9 de marzo de 1932, les dio instrucciones para retirar “ese punto del debate” y poner en claro
la validez del Chamorro-Bryan.[17]
Es oportuno señalar que el
artículo dos de la Constitución de Nicaragua establecía que la soberanía del
país era una, inalienable e imprescriptible, no siendo posible celebrar pactos
o tratados que pudieran oponérsele, salvo aquéllos que tendieran a la unión con
una o más repúblicas de Centroamérica. El artículo 162 estipulaba que esto último, en todo caso, debía ser ratificado por dos tercios de los
votos de ambas cámaras para hacer efectiva una reforma a la Carta Magna.
Pero Moncada, comprendiendo que
el Chamorro-Bryan representaba un claro atentado contra ésta, lejos de declarar su nulidad, dijo que el
tratado debía mantener su validez, por “constituir
enlace vital entre Estados Unidos y Nicaragua.” Ello porque“la más
elemental prudencia” aconsejaba a los nicaragüenses revisar sus
instituciones, “por medio de la reforma
absoluta de nuestra Carta Fundamental” y porque “los derechos de la humanidad
[¿?][léase de EEUU] están sobre los nacionales.”[18]
¿Qué
intereses defendía Moncada?
Después de conocer la condición
entreguista y antipueblo de la Administración Moncada, no está de más
preguntarse ¿con quién estaba ésta en realidad? ¿Qué intereses representaba en
el fondo?
La identificación que éste
tenía con la Guardia Nacional era cosa muy visible. él mismo se encargaba de mostrarla sin esconderla para nada.
No fue casual que ese cuerpo castrense se haya terminado de formar justamente
durante su período presidencial.[19] Siendo Juan Bautista Sacasa
Presidente de Nicaragua, en un brindis celebrado en enero de 1935, Moncada
declaró que la clase popular de Nicaragua estaba bien representada por los
votos y por los soldados.[20] Por ese entonces, ostentaba
siempre su plena adhesión a Estados Unidos.
Sobre las demandas del Japón
relativas a un canal por Nicaragua, decía que los nicaragüenses no podían
ofrecerle a este país “derechos iguales y
prerrogativas”, dado que existíamos
“bajo el sol de América y no en el de Asia.” Hablaba de que teníamos el
deber y el honor de cumplir con el derecho, ya adquirido por Estados Unidos, de
construir el canal en nuestro país, a través de “sus ríos, y lagos, en unión de ambos océanos.”[21]
Sin embargo, no debe haber
equívoco en esto, porque, en el fondo, Moncada no estaba ni con la Guardia ni
con los estadounidenses, ni con nadie
más, sino en la medida que ello le conviniera personalmente. Estaba, pues, sólo
a favor de sí mismo.
Richard Millett señala que, al
ser electo presidente, Moncada “esperaba
utilizar el conflicto con Sandino para desarrollar una fuerza militar leal a él
mismo, algo que no podía hacer dentro del marco de la Guardia.” Llamándolo
ambicioso y maquiavélico, este autor observa que Moncada no estaba dispuesto a
dejarse manejar por los estadounidenses y, para evitar que la unidad de éstos
le acarreara dificultades, buscó su división.
Ese fue el motivo de su
acercamiento a Feland. Por lo demás, el jefe de la Guardia, molesto porque un
oficial de infantería fuera destituido por haberse rehusado a sacar a los
conservadores de esta institución militar, tal como deseara Moncada; se quejó,
además, de que era difícil llevarse bien con éste, porque tomaba mucho y
porque, al hacerlo, era en extremo despótico y errático.[22]
2. La Administración Moncada y
las críticas de la oposición
Las
críticas de la oposición
Carlos Cuadra Pasos escribe
que, durante la primera mitad de esta administración, los conservadores eran
los dueños de la mayoría del Congreso. Por tal razón, las relaciones entre el
Ejecutivo y el Legislativo anduvieron desconcertadas.[23]
A juzgar por la información que
brindan los periódicos de esa época, el régimen de Moncada se vio
constantemente criticado y ello le preocupaba mucho, lo que explica sus
recurrentes escritos en defensa de su propia gestión administrativa. “La crítica se ha levantado airada contra el
Gobierno”, leemos en la “Sección Editorial” de un ejemplar de La Gaceta. Y para justificar la
ineficacia del Ejecutivo en materia de instrucción pública, agrega más
adelante: “No se puede arreglar en un día
lo que estuvo desarreglado durante diez y ocho años.”[24]
En este mismo plano de cosas,
debe comprenderse que Moncada llamara a la unidad y la concordia entre los
partidos políticos. Por eso, hablando en los mismos términos en que lo hace
Carlos Cuadra Pasos, escribe que cada día se convence más de que el mal reina
entre los nicaragüenses, porque aquéllos que han perdido el poder claman por
recuperarlo; pero en vez de pensar en evolución o en elecciones, piensan “en otra guerra, en un golpe de fuerza y de
cuartel.”
Más aún, recurriendo a la
Biblia, anota: “Yo quisiera saber cuál de
los partidos puede en Nicaragua arrojar la primera piedra (...) Es hora de meditación.” Dicho esto,
pasa de inmediato a plantear la unión de los partidos políticos del país en
aras de la paz.[25]
La oposición, en efecto,
particularmente la que se ejercía mediante La
Prensa, criticaba a Moncada con persistencia y con fuerza. Las críticas
contra él se desencadenaron una tras otra, abarcando distintos aspectos de su
quehacer público, tanto durante como después de su período de gobierno.
Pedro Joaquín Chamorro
criticaba su confusión como ex presidente, al identificar las condiciones de
venta del canal con lo que no era más que una opción, y lo llamaba, a partir de
esto, a guardar prudente silencio sobre asuntos que no conocía apropiadamente,
pese a que, como ex estadista, tenía la obligación de conocerlos.[26]
El periodista Gabry Rivas lo
condenaba porque, habiendo descendido del poder, emprendía fuertes críticas
contra el Gobierno de Sacasa, sin tener la debida autoridad moral para hacerlo,
puesto que había defraudado la confianza que el pueblo le había brindado.[27]
La Prensa hablaba de la ligereza con que se habían manejado los fondos durante
su administración; de que ésta no había sido, como se afirmaba, la más
progresista desde la del General Zelaya, sólo por el hecho de haber extendido
unos kilómetros más las vías férreas del país; que, por lo demás, estaban mal
construidas y no generaban ninguna utilidad, ni siquiera para cubrir lo
necesario para su mantenimiento; que había cerrado escuelas normales y
públicas; que en el plano financiero no
había dejado nada a su sucesor que no fuera un déficit considerable, miles de
cheques flotantes y una deuda derivada, en parte, del gasto superfluo que hacía
la Casa Presidencial.[28]
El
trasfondo político de la construcción de ferrocarriles
No era nada exagerada la crítica relativa a la forma en que Moncada se ufanaba de la supuesta condición progresista de su Gobierno. En realidad, su administración, respondiendo a ella, constantemente hablaba de la ampliación de las vías férreas y de las carreteras, declarando que ello era un signo inequívoco de progreso. Se refería a las carreteras que se habían construido en Masatepe, Granada, Nandaime, Tipitapa y Chinandega,[29] así como al ferrocarril de San Jorge-Rivas-San Juan del Sur.[30] Pero el objetivo perseguido con eso, no sólo era elogiar al Gobierno para aplacar las críticas en su contra, más bien trascendía a todo esto.
Sandino se encargaría de
revelar el trasfondo político de la ampliación de las vías de comunicación. En
enero de 1929, anotaba que, con ello, Moncada buscaba atraer a los
conciudadanos; que, además, sólo las compañías extranjeras se beneficiarían con
ese proyecto. En enero de 1930, volvería a tratar el tema, diciendo que, con
eso, sólo se buscaba el adormecimiento del pueblo, pero que el Gobierno no
podría salirse con las suyas.
En junio de este mismo año, sin
embargo, Sandino reconocería que Moncada había logrado confundir al pueblo y al
Partido Liberal, añadiendo que necesitaba los ferrocarriles para lograr la
rápida movilización de las tropas y el rápido traslado de elementos bélicos en
contra de los legítimos nicaragüenses.[31]
Un
informe lastimoso
El ex presidente era acusado de
atesorar codiciosamente el dinero que ”con
voz lastimera reclamaban los pobres sin sustento, ni modos de ganarlos”; de
haberlos gastado en obras absolutamente distintas a las que benefactores del
mundo habían previsto al ponerlo en sus manos, y de haber presentado unas
cuentas globales sobre los fondos del terremoto que a nadie satisfacían.[32]
Y, ciertamente, el informe que
Moncada presentara, bajo el título El
Terremoto y los socorros de 1931, dejó mucho que desear. En él decía que
los fondos recibidos eran para los damnificados, a los cuales había que tratar
en igualdad de condiciones, distribuyéndolos entre ellos equitativamente. Sin
embargo, en él, admite que la Guardia Nacional le había exigido “como treinta mil córdobas para su
mantenimiento, y le fueron entregados, a pesar del desastre y las necesidades
ingentes de salvación pública.”
Ahora bien, si se compara esa
suma entregada innecesariamente a la Guardia con el monto total de la ayuda
percibida, que, según su informe, ascendía a C$ 50,281.771, fácilmente se
constata que esa institución se apropió
de más del 50% de la misma.[33]
Un
propósito frustrado
Coincidiendo con la versión que
Richard Millett recoge en su obra Guardianes
de la Dinastía, el también estadounidense Neill Macaulay, acusa la
condición de dipsómano de Moncada que, a su entender, era ampliamente conocida.
En contraste con esto, el autor pone de relieve la prohibición de tomar alcohol
en las filas de Sandino.
Y aunque no estaba entre sus
propósitos, ni por cerca, hacer apología de Sandino, en contra de lo que
pregonaban Moncada, Carlos Cuadra Pasos y Adolfo Díaz, Millett señala que la
mayor parte de las vidas extranjeras que fueron cegadas en Nicaragua, así como
la mayor parte de las propiedades de extranjeros destruidas en su territorio,
se produjeron después de que sus connacionales intervinieran en nuestro país.[34]
Distintas fuentes señalan que
Moncada quiso reelegirse e impedir que Juan Bautista Sacasa lo sucediera en la
Presidencia. Edelberto Torres escribe que cuando se anunció que las elecciones
de 1932 serían controladas por los marinos estadounidenses, sus planes
reeleccionistas se frustraron. Con ese propósito, quiso incluso reformar la
Constitución de 1911, pero sus amos estadounidenses se lo impidieron. Entonces
buscó el desquite con Sacasa, haciendo todo lo posible para impedirle su
candidatura.[35]
De este asunto hablan también
Carlos Cuadra Pasos y Emiliano Chamorro. El primero escribe que, según
expresaba el mismo Moncada, ello obedecía al temor que éste tenía no a Sacasa
sino a “un dominio franco del liberalismo
leonés.”[36] El segundo, refiere que
Moncada le propuso combatir la candidatura de Sacasa pero no con la de Adolfo
Díaz, sino con la de Antonio Barberena, quien suministraría el dinero necesario
para cubrir los gastos de la campaña electoral.[37]
3. Moncada y el asesinato de
Sandino
El asesinato de Sandino no
obedeció a razones personales sino de clase. Sandino -a pesar del desarme
relativo de 1933- representaba la posibilidad de un nuevo levantamiento popular
y por eso lo mataron. No otra cosa sugiere el hecho de que en su asesinato se
hayan involucrado la Guardia Nacional, con Somoza a la cabeza[38]; la Presidencia, representada
por Sacasa[39] y el Imperialismo
estadounidense, a través de su embajador en Nicaragua, Arturo Bliss Lane.
Habiendo asesinado a Sandino y
masacrado luego a centenares de patriotas en las cooperativas de Wiwilí, la
Guardia Nacional, la Presidencia y el Imperialismo yanqui, actuaron en nombre
de todo el sistema opresor. Por eso lo más "selecto" de la sociedad
granadina, esto es, como dice Salvatierra,
“la flor y nata de la oposición” y el liberalismo leonés organizaron
ostentosas fiestas para congraciarse con Somoza, el asesino de Sandino.[40]
El diario La Prensa también aplaudió la matanza perpetrada contra los
patriotas sandinistas. Lo mismo haría en lo sucesivo toda vez que la guardia se
ensañara con los representantes del pueblo. Así, por ejemplo, en diciembre de
1937, fecha en que dicha fuerza asesinó a Pedro Altamirano, La Prensa llamó bandolero a este héroe del pueblo y malhechores a
sus compañeros de armas.[41]
Pero, a todo esto, ¿dónde queda
Moncada? ¿Tuvo, o no, participación en el asesinato de Sandino? Si realmente la
tuvo ¿de qué tipo fue? Para tratar de dilucidar el asunto planteado, comencemos
por leer lo que plantea en una carta inédita que él enviara a Salvadora
Debayle, el 6 de febrero de 1933:
Una
carta comprometedora
Comparando el trato que la gente brindaba al Señor de
Trinidad en Masatepe con el que se le daba a Sandino en Managua, al que todos “con el debido respeto le han limpiado del
cuerpo el sudor”, Moncada llama a Somoza García a que “se acuerde de los galeotes a quienes Dn. Quijote libertó o de aquel
consejo de Yabard (?), un escritor
militar, quien decía que un buen jefe nunca debe dormirse confiado en la buena
fe de un tratado.”[42]
(El subrayado es nuestro).
La carta no implica a
Moncada en el crimen, pero en ella ya asoma una actitud decididamente en contra
de la paz suscrita entre Sandino y las fuerzas libero-conservadoras. Por lo
pronto, "sólo" hay un llamado a que Somoza no se duerma confiando en
el tratado de paz de 1933. Emprendamos otro paso más.
Moncada “director mental de Somoza”
James Saxon Shilders,
periodista estadounidense, quien tras el asesinato de Sandino entrevistó a
varios personajes de la vida nacional, preguntando a Sacasa sobre el caso,
expresó: “El general Moncada almorzó con
el señor Lane el día del asesinato”, agregando que había quienes aseguraban
“que Moncada sabía que el asesinato sería
perpetrado esa noche”, pues decían “que
él y Lane ultimaron los detalles durante ese almuerzo.”
En un artículo publicado en La Prensa de San Salvador en julio de
1936, por Horacio Espinoza bajo el título “Al margen de un artículo del General
J.M. Moncada”, se lee en parte, lo que sigue:
“Los que conocemos el proceso de lo que ha ocurrido en Nicaragua,
sabemos que en ese artículo [“Proceso histórico del recién pasado movimiento revolucionario”] el general Moncada cuenta su propio cuento,
es decir lo que él soplaba al oído del general Somoza, lo que él quería que
creyeran e hicieran éste y la Guardia Nacional. Moncada fue la serpiente
tentadora del general Somoza, hasta
remitirlo a uno de los capítulos más célebres de nuestra historia.”
No en vano, el autor de ese
artículo llama a Moncada “director mental
del general Somoza.”[43]
Según Sofonías Salvatierra, al
momento en que la guardia sacrificaba a Sandino, Moncada, en una cantina de los
suburbios de Managua, dijo que sólo matando al rebelde “podía haber seguridad.” Y dieciocho días
después de la perpetración del crimen, La Noticia le publicó un artículo
en el que concluía que la “manera de
evitar una guerra civil era que el Presidente Sacasa se entendiera con la
Guardia.”[44] Debemos recordar que ya en una
ocasión anterior, durante la Guerra Constitucionalista, Moncada quiso asesinar
al héroe antiimperialista.
4. ¿Hubo complicidad de
Moncada en el derrocamiento de Sacasa?
Involucramiento estadounidense en la caída de Sacasa
En una serie de documentos
oficiales de 1935-1936, relativos al derrocamiento de Juan Bautista Sacasa, y
publicados por el Departamento de Estado, se encuentran muchas pistas que
conducen a la conclusión inequívoca de que Estados Unidos estuvo involucrado en
los sucesos que, precisamente, condujeron a la caída de Sacasa y al ascenso de
Somoza a la Presidencia.
Los documentos hacen ver que la
diplomacia estadounidense buscaba un acomodo, un resquicio, cualquier cosa que
le abriera a Somoza el camino a la presidencia del país. Sus esfuerzos en esa
línea se hicieron sentir tanto en el ámbito de los funcionarios del Estado
nicaragüense, como en el de las representaciones diplomáticas de Centroamérica
y México. En este caso, su tarea específica consistía en determinar hasta dónde
este sector del cuerpo diplomático sería capaz de comprometerse en un esfuerzo
para frenar el ascenso del Jefe de la Guardia
a la presidencia de Nicaragua.[45]
En lo que declaró el
diplomático mejicano Octavio Reyes Spíndola a Arturo Bliss Lane, embajador de
Estados Unidos, podía apreciarse algo preocupante para el gusto de la diplomacia
de este país, toda vez que se hacía el señalamiento de que el ascenso de Somoza
al poder presidencial daría lugar al cuestionamiento del prestigio de esa gran
potencia americana. Y Lane, todo un zorro de la diplomacia imperialista,
expresó al diplomático mejicano que no se había formado ninguna opinión
relativa a los candidatos y que tampoco tenía intenciones de hacerlo.[46]
Después de sortear la atmósfera
que reinaba en el ambiente diplomático indicado, Bliss Lane concluía que, para
él, era evidente que los representantes diplomáticos de México y El Salvador
estaban esperanzados en que los estadounidenses pudieran impedir que Somoza
sucediera a Sacasa en la Presidencia.[47] Pero al de El Salvador le dijo
que no estaba ni a “favor ni en contra de
ningún candidato” y que tampoco “podía ser parte de la convocatoria del
Cuerpo Diplomático con mira a tomar acción contra Somoza.”[48]
El
apoyo de Moncada a Somoza
Y es acá donde aparece
nuevamente Moncada, entrometiéndose en el asunto que nos tiene ocupados: el del
avance indetenible de Somoza hacia el poder presidencial. En una conversación
con Lane, Sacasa daba por un hecho que entre los generales Moncada y Somoza
existía un entendimiento orientado a la obtención del “control de la sucesión en el Gobierno.”[49]
Un informante le expresó,
sostiene este diplomático estadounidense, que tanto Moncada como Chamorro
estaban en contra del Presidente Sacasa
y sus allegados.[50] Leonardo
Argüello, Ministro de Relaciones exteriores, por su parte, le manifestó que
estaba convencido de que Chamorro estaba planeando un golpe de Estado,
probablemente, en connivencia con el ex presidente Moncada.[51]
En marzo de 1936, Hull, como
Secretario de Estado yanqui, comunicó a Long -sucesor de Lane en Nicaragua-
que, en adelante, Estados Unidos guardaría un respeto escrupuloso a la
soberanía de los restantes países americanos. Para cumplir con ello, los
representantes de su país debían abstenerse “de
interferir en los asuntos internos de Nicaragua, aún cuando tal interferencia
sea pedida o sugerida por nicaragüenses.” [52]
Amén de que indirectamente se
estaba así reconociendo el injerencismo de Estados Unidos en nuestro país, se
estaba declarando que lo que en él pasara, en adelante, no sería más de la
incumbencia de esta potencia americana. De esta suerte, se le ofreció a Somoza
la posibilidad real de realizar su cometido: escalar la presidencia, mediante
el derrocamiento de su tío político Juan Bautista Sacasa. Perpetrada la caída
de este último, según la información que la diplomacia estadounidense poseía,
Moncada estaba a cargo del Campo de Marte.[53]
¿Acaso debe extrañar eso o que,
en medio de las tensiones que envolvieron al país en ese entonces, se
constatara la existencia de pruebas de la “fricción
entre Moncada y otros sostenedores de Somoza.”? O, finalmente, ¿extrañar porque se entendiera
que el primero quería que el segundo usara “el
Decreto Ejecutivo de 1926, como base para convocar a una Asamblea
Constituyente”, que le permitiera eliminar los obstáculos legales que
impedían su ascenso a la Presidencia?[54]
Alejandro Cole Chamorro escribe
que Moncada fue el más fuerte apoyo de la candidatura del Jefe Director de la
Guardia Nacional a la Presidencia, sosteniéndole a éste que nadie, ni Sacasa,
ni los conservadores, ni los yanquis podrían impedirle su ascenso a la misma.[55] Pero antes, Moncada fue el responsable mayor
de que el fundador de la tiranía llegara a ser el primer Jefe Director local de
la Guardia Nacional, generando con ello un gran descontento en las filas de
esta institución castrense, tal como lo planteara Abelardo Cuadra. [56]
William Krehm cuenta que
Moncada le relató cómo Hanna le insistió que arreglara la sucesión presidencial
para Somoza. Y por complacer al diplomático estadounidense y crearle un
problema a Sacasa, Moncada hizo el nombramiento.[57] Antes Moncada se encargó de
sacar a Somoza del mismo anonimato, nombrándolo en cargos como el de
Subsecretario de Relaciones exteriores y su Secretario particular.
Somoza
hizo su parte valiéndose de sus habilidades criollas para volverse amante de la
esposa del embajador Hanna, según se ha sostenido por mucho tiempo.[58] Y, al
parecer, la misma conversión de Somoza de conservador en liberal se debió a la
influencia de su esposa y a la de Moncada, “ducho
en mudar con presteza de un bando político a otro.”[59]
5. Moncada como tabla salvadora
del somocismo
Los
sucesos de 1944
Cuando en 1944 todo parecía
indicar que la caída de Somoza García sería un hecho inevitable, y que correría
la misma suerte de sus colegas, el guatemalteco Jorge Ubico y el salvadoreño
Maximiliano Hernández Martínez, la figura de Moncada que, aparentemente, había
desaparecido del escenario político del país desde inicios de los años treinta,
reapareció para, prácticamente, convertirse en la tabla salvadora del tirano,
lo que confirma su condición de “director mental” de Somoza. Veamos como
pasaron las cosas:
Mientras el pueblo recorría las
calles, en julio de 1944, acota Jesús Miguel Blandón, se efectuó una reunión en
la casa del Partido Liberal a la que, entre otros, asistieron José María
Moncada, Carlos Pasos, Carlos Castro Wassmer, Enoc Aguado y Ulises Terán. Los
participantes, todos, se oponían a que Somoza -que ya era considerado un
cadáver político- se reeligiera. Pero es entonces cuando resurge,
inesperadamente, la figura del primero:
Sabiendo que Enoc Aguado era el
más seguro reemplazo de Somoza en la Presidencia y que para la Jefatura del
ejército era el General Carlos Castro Wassmer, Moncada se marchó disgustado de
la reunión con la disposición de brindar su apoyo a Somoza. Contando con el
respaldo de varios liberales influyentes -entre los que se cuenta Moncada,
Carlos Morales y Juan Ramón Avilés-, Somoza vio repentinamente fortalecida su
posición. “Durante todo este proceso
Moncada actuó acatando órdenes de la Embajada yanqui.”[60]
La historia de los sucesos de
1944 ocupó la atención de otro nicaragüense. Se trata de Raúl Arana Montalbán.
Recordando lo ocurrido el 3 y 4 de abril de 1944, cuando se produjeron en León
y Managua manifestaciones muy violentas de la oposición contra el régimen de
Somoza García, Arana Montalbán expresa lo siguiente:
En ese entonces se estuvo a
punto de lograr el derrocamiento de ese régimen, “y si esto no se consiguió fue debido a la falta de una unión sincera
entre los líderes del Partido Liberal Independiente”. Esta organización estaba dividida en
dos o tres facciones que, a su vez, se subdividían y “en cada una de ellas había tres o cuatro aspirantes a suceder al
dictador en la Presidencia de la República.”
Las reuniones de los líderes de
la oposición se pusieron a la orden del día, y el pueblo, cansado de esperar,
abandonaba las calles de Managua. Carlos Morales, que asistió a una de las
reuniones representando a Moncada -que presuntamente se encontraba enfermo-,
dijo que debía retirarse a fin de informar a Moncada sobre el estado en que se
encontraban las cosas, pero que regresaría para transmitir los consejos que el
ausente deseaba evitar.
éste, al saber que no sería
candidato para suceder a Somoza, junto con su informante, se dirigió a la
Presidencia. Estando allí, quiso que Somoza le entregara la presidencia, pero
este, sintiéndolo a su lado, le pidió que primero aguardara una prudente
sucesión presidencial y aceptara, mientras tanto, el Ministerio de Gobernación,
para dejarle en el momento oportuno la presidencia.
Convencido de que los liberales
reunidos en la casa del Partido Liberal Independiente no lo nombrarían sucesor
del tirano, Moncada aceptó entonces “el
cargo de Ministro de Gobernación, y fortaleciendo a Somoza en aquellos momentos
álgidos; su única misión como ministro a cuyo despacho nunca concurrió, fue
firmar el estado de sitio, con el que Somoza recuperado de la crisis política
que estaba padeciendo, mandó a encarcelar a cuantos líderes opositores
estuvieran a su alcance, y los que quedaron sin ser apresados se asilaron en la
Embajada de México.”[61]
Moncada
en Gobernación
Las versiones expuestas, aunque
no coinciden en todo, coinciden en lo esencial; a saber en que Moncada sirvió
como tabla salvadora que le permitió al régimen de Somoza García perpetuarse en
el poder. Como recompensa, el dictador lo nombró, efectivamente, Ministro de
Gobernación. Y aunque al ser nombrado en el cargo declaró que mientras él
estuviera a cargo de ese Ministerio la libertad de prensa se mantendría
irrestrictamente, porque ello había sido “una
fe y un ideal” de su vida, los encarcelamientos y las deportaciones masivas
se pusieron entonces a la orden del día.[62]
No es casual que jóvenes
conservadores de esa época, en una carta abierta, le reprochaban a Moncada que
hablara de la alternabilidad en el poder como si fuera panacea de los problemas
nacionales, cuando “la libertad, la antigua dama de sus
pensamientos”, estaba “claramente violada, pisoteada y ultrajada
por los suelos de Nicaragua.” Le hacían saber que estaban “hartos de palabras vacías y de falsas
promesas.”
Y exigían realidades, pero no
las de las tristes cárceles llenas, las del pensamiento oprimido y las de una
economía nacional, amen de oprimida, desgarrada. Acusaban el temor que se vivía
en el país, las inefables y dolorosas miserias que pasaba el pueblo trabajador,
realidades fatídicas que no podían aliviarse “con frases concertadas fríamente en un manifiesto.” Al final le
decían:
“¡General Moncada!, a usted lo hemos contado en número de los viejos
cuyo consejo podíamos escuchar pero se convierte en harapos su vieja bandera de
saludable rebeldía.”[63]
6. La muerte de Moncada
COLECCIÓN
HISTÓRICA DE CORRESPONDENCIA DEL SR. DANIEL ORTEGA CERDA, PADRE DEL ACTUAL
PRESIDENTE DE NICARAGUA DANIEL ORTEGA SAAVEDRA
“Aquí yace un General que hizo mucho bien e hizo mucho mal, el mal lo hizo bien, y el bien lo hizo mal.” Gabry Rivas Novoa. Epitafio a la tumba de José María Moncada.
Reconocimiento
póstumo del régimen somocista
A la muerte de Moncada,
acaecida el 23 de febrero de 1945, Somoza García, agradecido por lo que éste
había hecho en vida por él y por la perpetuación de su régimen, manifestó que
Nicaragua estaba de duelo, que éste era un duelo del Liberalismo, del Gobierno
y particularmente suyo, y que nada, ni los vaivenes de la vida, ni las
alternativas de la política, habían podido desatar los lazos de amistad que lo
habían unido a Moncada, que tampoco la muerte podía ser “suficiente distancia para entibiar ese afecto.”[64]
En Novedades se le describía como “uno
de los auténticos valores del liberalismo nicaragüense, prominente político,
hombre de letras, destacado militar, autor de varios libros, periodista y
maestro en el manejo de la ironía.”
Se proporcionó, además, información
biográfica: había nacido en San Rafael del Sur en 1871, era hijo de Nemesio
Moncada y de Zoila Tapia, su muerte se había producido a los 74 años de edad.
Realizó estudios en el Instituto de Oriente. En Honduras, durante el régimen
del Presidente Manuel Bonilla, se desempeñó como diputado, director de
instrucción pública y periodista. Participó en la revolución contra Zelaya y, a
la caída de éste, fue Ministro de Gobernación. Posteriormente fue capturado por
órdenes de Adolfo Díaz.
En Buenos Aires, además de
proponer una paz armada en previsión de la guerra que estallaría poco tiempo
después, propuso también que en las Américas hubiera una sóla moneda. Estas
proposiciones motivaron interesantes comentarios. Al morir, era senador
vitalicio y, meses antes de su fallecimiento, había asumido el cargo de
Ministro de Gobernación. El diario Novedades
anotaba que sus funerales habían sido suntuosos.[65]
El diario Flecha lo llamaba “figura
singular, interesante, un excéntrico genial“, comparable, dentro del marco
de lo relativo, con Clemanceau, quien en 1918 salvara a Francia, pues Moncada,
en Tipitapa, salvó al Partido Liberal.[66]
El diario La Noticia le dio también cobertura a su muerte. Señalaba que había
sido producto de un síncope cardíaco. Y proporcionaba el siguiente listado de
sus familiares más cercanos: amén de los nombres de los padres que ya fueron
mencionados, aparecían los de su primera y segunda esposa, respectivamente,
Margarita Carranza y Josefa Reyes Gadea (con ésta se casó en diciembre de 1941, cuando frisaba los
70 años de edad); los de sus seis hijos e hijas que fueron fruto del primer
matrimonio (Aquiles, Elio, Hernaldo, Alba, Lesbia, y Elsa); y los nombres de
los hijos nacidos del segundo matrimonio (Leda María, José Omar, y Oscar).[67]
En la misma edición, La Noticia insertó un artículo en el que
se hablaba del papel de Moncada en la Conferencia Interamericana de Buenos
Aires, celebrada en diciembre de 1936. En dicha conferencia, frente a las
vacilaciones de otras delegaciones que, encabezadas por Chile, abogaban por el
desarme de América, él habló de la necesidad de las armas para la defensa del
Hemisferio Occidental.
El diario resaltaba las
palabras de elogio que, al respecto de esa participación del ex presidente
nicaragüense, tuvo Arthur Brisbane, quien, en ese entonces, era el primer
editorialista estadounidense y, además, había estado en dicho encuentro.
Brisbane expresó que la intervención de Moncada merecía estudiarse y meditarse “por todos y cada uno de los habitantes de
los Estados Unidos como una muestra del gran sentido práctico de la América
Latina.” Ya conoceremos con más detalle qué inspiró semejante elogio al
que, en 1929, sustituyera a Adolfo Díaz
en la presidencia del país.[68]
La propuesta de una paz armada en Argentina
Carlos A. Morales, después
de señalar que había muerto sin agonía, señalaba que Moncada “carecía de tacto para decir cosas
agradables. Era un hombre frío, desconfiado; afectuoso y sencillo en familia;
gentilísimo en su casa con sus amigos. No sabía atraerse la voluntad de los
individuos, pero se atraía a las masas.”
Si Moncada murió o no sin
agonía; o si en vida había sido o no un hombre carente de tacto para hablar no
es algo que, de fondo, interese. Pero que se diga que pese a que no sabía
atraerse a los individuos sí sabía atraerse a las masas, resulta por completo
reñido con la realidad histórica. él
no gozó, jamás, del aprecio de la mayoría del pueblo nicaragüense. Por el
contrario, se ganó su rechazo a partir
del Pacto que puso en sus manos la presidencia de Nicaragua.
De otra manera, sería
difícil, sino imposible, explicarse la guerra libertaria que Sandino dirigió,
de 1927 a 1933, en contra de la intervención militar estadounidense en nuestro
país. No debe perderse de vista que a Moncada le molestó siempre el carisma que
Sandino poseía tanto en Nicaragua como en todo el continente americano.
Conozcamos más de lo que
Carlos A. Morales expresó del Moncada que él recordaba en vida: “Dos hechos sin reservas, sin falsos
colores, son suficientes para exaltar los méritos” de Moncada: el 4 de mayo
de 1927 y el 17 de Diciembre de 1936 en Buenos Aires. El 4 de mayo, está
suficientemente estudiado. Es difícil a estas alturas que alguien alabe el
proceder de Moncada en esa fecha. Lo de diciembre de 1936, en cambio, es casi
por completo desconocido. Se trata de lo siguiente:
En Buenos Aires, Argentina,
en su calidad de Delegado de Nicaragua a un encuentro interamericano celebrado
en este país sudamericano, en contra de la propuesta de desarme que la
delegación chilena hiciera, Moncada declaró:
“Nosotros en América estamos trabajando por
la paz; nosotros con toda buena voluntad y corazón, nos enfrentamos en esta
tarea nobilísima. Pero nosotros no estamos sólos en el mundo: hay otros
continentes que cada día se arman más. Nosotros podemos llegar en ciertos
momentos difíciles para nuestra historia, a una lucha frente a Europa y Asia.
Podríamos nosotros, como amigos de la paz (...) decir a Estados Unidos de Norte América: limite sus armamentos. La idea
es hermosísima, pero la cuestión me parece que va a trascender tal vez a la
conciencia de América, que no podemos hablar de limitación de armamentos en
los momentos en que el antiguo continente está armado hasta los dientes.
Hay que estar listos y preparados por causa de América y particularmente para
el guardián del mundo occidental, los Estados Unidos.” (El subrayado es nuestro).
La “proeza” de Moncada en este
caso no está circunscrita a servir los intereses de Estados Unidos en el
territorio de Nicaragua, trasciende las fronteras de nuestro país y se torna un
caro servicio a la causa imperialista estadounidense en los marcos de toda
América; es una contribución con la Doctrina Monroe, ni en la acepción latinoamericanista
que ésta nunca tuvo, ni en la bolivariana que tampoco tuvo ni por cerca[69],
sino en el sentido hispanoamericanista, que ha sido siempre el ángulo que
favorece única y exclusivamente los intereses de Estados Unidos. Es el mismo
sentido que tienen sus Memorias de la
Revolución contra Zelaya.
¿La de
Moncada una obra perdurable?
Moncada, sigue Carlos A.
Morales, “ha desaparecido hoy del apenas
sosegado escenario de la política, al paro triste y repentino de su propio
corazón (...) Su obra de maestro, de periodista y escritor, tiene un valor
incalculable de sustancia y de espíritu creador.”[70] Pero la única obra perdurable
de Moncada no fue otra que la del somocismo a cuyo surgimiento, desarrollo y
consolidación contribuyó, sin lugar a dudas, más que cualquier otra persona en
el plano local:
Empujó a Somoza García al
escenario de la política criolla, nombrándolo en distintos cargos, incluso como
ministro; junto con los Hanna y Sacasa, lo colocó como primer Jefe Director de
la Guardia Nacional; fue su director mental en, al menos, tres momentos
distintos de la vertiginosa carrera de Somoza García:
Al parecer, cuando éste asesinó
a Sandino el 21 de febrero de 1934;
cuando derrocó a su tío político, en 1936 y, finalmente, cuando el
tirano se encontraba al borde de su inminente derrocamiento, en 1944. No fueron
vanas las declaraciones que Moncada diera a la prensa, al señalar, en abril de
1944, que los que estaban mandando y todos los que gozaban “de las gangas del Poder” se
lo debían todo a él, a su “esfuerzo
personal.” [71]
Damos así todo el crédito del mundo a la siguiente aseveración hecha por
Manuel Galich. “De la misma manera que Moncada había adquirido la elección
presidencial a la sombra del Espino Negro, Somoza obtuvo la jefatura de la
Guardia Nacional a la sombra de Moncada.”[72]
[1]. La Prensa. Sábado 2 de Junio de 1939.
[2]. Arellano, Jorge Eduardo. Brevísima Historia de la Educación en
Nicaragua. (De la Colonia a los años 70 del Siglo XX). Managua. Instituto
Nicaragüense de Cultura Hispánica, 1997. pp. 93-94.
[3]. Barquero, Sara L. Gobernantes de Nicaragua 1825-1947.
Segunda edición. Administración Somoza. Impreso en los Talleres Nacionales de
Imprenta y encuadernación. Managua. 1945. p. 214.
[4]. Quintana Orozco Ofman. Apuntes de Historia de Nicaragua. Cuarta
edición. Aumentada y corregida. Marzo de 1968. p. 192.
[5].
Cole Chamorro, Alejandro. 145 años de
Historia Política. Nicaragua. Managua, Nicaragua, C.A. Editora
Nicaragüense. Enero 1967.
[6]. Cuadra Pasos, Carlos. Obras,
T. II. Ob. cit. p. 313.
[7]. Cuadra Pasos, Carlos. Obras.
T. I. Ob. cit. p. 310.
[8]. Recuerdos de la Academia
Militar de Nicaragua. Acto de entrega de los diplomas a los cadetes graduados
en la Academia Militar de Nicaragua, el
1º de junio de 1931, y la condecoración de oficiales de la Marina Americana y
de la Guardia Nacional con la Medalla Presidencial del Mérito. Imprenta
nacional. Managua, D.N. Nicaragua. C.A. 1931. p. 65.
[9]. “Declaración
Presidencial: Más Patriotismo y mayor juicio”. La Gaceta. Nº. 181. Miércoles 14 de Agosto de 1929.
[10]. La Prensa. Domingo 31 de Marzo de 1935.
[11]. Ibíd.
[12].
La Prensa. Domingo 7 de Abril de
1935.
[13]. Recuerdos de la Academia
Militar de Nicaragua. Acto de entrega de los diplomas... Ob. cit. pp. 65-66.
[14]. Arana Montalbán, Raúl. Cosas pasadas o Caribe convulso.
Managua, Nicaragua. Impreso en España. 1979. p. 130.
[15]. Carta del Presidente José
María Moncada, del 21 de Octubre de 1931, al Subteniente Castillo C. Fondo
Moncada HHNCA.
[16]. Carta al Subteniente
Castillo, fechada el 28 de Abril de 1931, de parte de su novia Adilia. Fondo
Moncada HHNCA.
[17].
Rodríguez Serrano, Felipe. El Canal por
Nicaragua. Estudio de la Negociación Canalera y su Proyección en la Historia de
Nicaragua. Editorial Alemana; Managua, Nicaragua, CA., 1968. pp. 148-150.
[18].
Moncada, José María. La Reforma se impone. Managua. Marzo de
1932. pp. 5-7.
[19].
Cuadra Pasos, Carlos. Historia de Medio
Siglo. Ob. cit. p. 162.
[20].
La Prensa. Martes 22 de Enero de 1935.
[21].
La Prensa. Miércoles 23 de Enero de 1935.
[22].
Millett, Richard. Guardianes de la
Dinastía. Primera edición en español. EDUCA, Centroamérica, 1979. pp. 124,
148-149, 152-153.
[23].
Cuadra Pasos, Carlos. Historia de Medio
Siglo. Ob. cit. p. 161.
[24].
La Gaceta. Sección Editorial. “Labor
del Gobierno en Instrucción Pública”. Sábado 24 de agosto de 1929. p. 1778.
[25].
Moncada, José María. Monografía Histórica. Managua. D.N. 8 de
febrero de 1932. pp. 6-8.
[26].
La Prensa. Jueves 24 de Enero de
1935.
[27]. La
Prensa. Viernes 25 de Enero de 1935.
[28].
La Prensa. Miércoles 10 de Abril de 1935.
[29].
“El Presidente de la
República contesta a La Noticia”. La
Gaceta. Viernes 26 de Abril de 1929. Nº. 93. p. 705.
[30].
La Gaceta. No. 53, martes 15 de julio
de 1930.
[31].
Sandino C, Augusto. El Pensamiento Vivo.
Ob. cit. Tomo I. p. 302. Tomo II. pp. 61, 119.
[32].
La Prensa. Martes 16 de abril de
1931.
[33].
Moncada, J.M. El Terremoto y los socorros
de 1931. Tipografía Florida. Marzo de 1935. pp. 3-7.
[35].
Torres, Edelberto. Sandino y sus pares.
Editorial Nueva Nicaragua. 1983. p. 254-255.
[36].
Cuadra Pasos, Carlos. Historia de Medio
Siglo. Ob. cit. p. 162.
[37].
Chamorro, Emiliano. Autobiografía.
Ob. cit. p. 351.
[38].
Alemán Bolaños, Gustavo. Sandino el Libertador. Ob. cit. pp. 226, 237.
Román, José. Maldito País. Ob. cit.
p. 202.
[39]. Ibíd. pp. 216-217, 219,
224-225, 233. El Sandinismo Documentos Básicos. Ob. cit. p. 249. Urbano Gilbert, Gregorio. Junto a Sandino. Editorial Alfa y Omega. Santo
Domingo, República Dominicana, 1979. p. 294.
[40]. Salvatierra, Sofonías. Sandino o la Tragedia de un pueblo. Ob. cit. p. 277.
[42].
Carta inédita de José María Moncada a Salvadora Debayle del 6 de Febrero de
1933. Fondo Moncada. IHNCA.
[43].
Sacasa, Juan Bautista. ¿Cómo y Cuando caí
del Poder? Ob. cit. Ver anexos. pp. 103, 107-109.
[44].
Salvatierra. Sofonías. Sandino o la
Tragedia de un pueblo. Ob. cit. p.
270.
[45]. Revolución en Nicaragua
(Derrocamiento del Gobierno constitucional del Dr. Juan Bautista Sacasa y
ascenso del régimen militar del General Anastasio Somoza García. Traducción de
documentos oficiales publicados por el Departamento de Estado de Washington,
correspondientes a los años 1935–1936 con relación a Nicaragua. Editorial El
Centroamericano. León, Nicaragua.
[46]. Lane al Secretario de Estado.
Managua, mayo 1933. Ibíd. pp. 19-23.
[47]. Ibíd. p. 28.
[48]. Lane al Secretario de Estado
Summer Welles. Managua, 18 de junio de 1935. Ibíd. p. 30.
[49]. Lane al Secretario de Estado.
Managua 13 de agosto de 1935. Ibíd. p. 36.
[50]. Lane al Secretario de Estado.
Managua, 28 de septiembre de 1935. Ibíd. p. 48.
[51]. Lane al Secretario de Estado.
Managua, 4 de octubre de 1935. Ibíd. p.
55.
[53]. Long. Telegrama al Secretario
de Estado 31 de mayo de 1936. Ibíd. p. 90.
[54]. Long al Secretario de Estado.
Managua, 12 de abril de 1936. Ibíd. p. 112.
[55].
Cole Chamorro, Alejandro. Desde Sandino
Hasta los Somoza. Editorial "El Mundo". Granada 1971. p. 216.
[56].
Abelardo Cuadra, participante directo en el
asesinato de Sandino, relataría las causas de la rebelión que en la G.N.
estallaron en 1934 y 1935 contra Somoza en los siguientes términos: "Nosotros habíamos cargado con las
dificultades de la guerra bien jodida como es esa de andar y andar sin ver al
enemigo, expuestos a emboscadas y lo que era peor, una guerra injusta con la
que nos habíamos manchado para siempre. Y resultaba ahora que unos burgueses
que por pereza, cobardía o indiferencia se habían quedado en sus casas, venían
a ocupar, por obra y gracia de un acuerdo de políticos manejado por los yanques
las altas jerarquías del ejército; y a nosotros los oficiales, salidos de la Escuela
Militar nos dejaban abajo". Cuadra, Abelardo. Hombre del Caribe. Memorias
presentadas y pasadas en limpio por Sergio Ramírez Mercado. EDUCA.
Centroamérica 1967. p. 143.
[57].
Cita de la obra de William Krehm Democracias
y Tiranías en El Caribe. En: Morales Henríquez Víctor. De Mrs. Hanna a la Dinorah. Principio y fin de la. Dictadura Somocista. Sin fecha y lugar
de publicación. p. 29.
[58].
Amador, Armando. Origen, Auge y Crisis de una Dictadura. Guatemala, Centroamérica.
Sin fecha de edición. p. 91.
[59].
Selser, Gregorio. Nicaragua de
Walker a Somoza. Ob. cit. p. 156.
[60].
Blandón, Jesús Miguel. Entre Sandino y
Fonseca Amador. Ob. cit. pp. 23-24.
[61]. Arana Montalbán, Raúl. Cosas pasadas o Caribe convulso Ob. cit.
pp. 171, 173-174.
[l62]. La
Prensa. Miércoles, 12 de julio de 1944. Véase también la del
Viernes 14 y la del 15 de Julio de 1944.
[63].
. ”Carta Abierta de la
Juventud Granadina al Gral. Don José María Moncada”. La Prensa. Miércoles 12 de julio de 1944.
[64]. Novedades.
Sábado 24 de Febrero de 1945.
[65]. Ibíd. Véase también edición del Domingo 25 de
Febrero.
[66].
Flecha. Segunda época. Año V. Martes
27 de Febrero de 1945.
[67].La Noticia. Sábado 24 de febrero de
1945.
[68]. Ibíd.
[69]. Moncada en Estados
Unidos en Nicaragua, vincula el Panamericanismo y la Doctrina Monroe con
Bolívar. Pero debe decirse que éste
no es el creador del Panamericanismo, invención netamente estadounidense
orientada a crear la ilusión de unidad y solidaridad continental, cuando, de
hecho, no tuvo otro objeto que imponer la hegemonía de Estados Unidos sobre
Latinoamérica. Por otra parte, el Congreso de Panamá de 1826, no fue tampoco el
momento de creación del Panamericanismo sino el del Hispanoamericanismo,
opuesto a la hegemonía estadounidense. En su discurso de Angostura, Bolívar
aclaró: "Debo decir, que ni
remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de dos
Estados tan distintos como el Inglés Americano y el Americano Español".
Y a Santander, en carta del 30 de Mayo de 1825, le expresó: "Los americanos del Norte y los de
Haití, por sólo ser extranjeros, tienen el carácter de heterogéneos para
nosotros. Por lo mismo, jamás seré de opinión de que los convidemos para
nuestros arreglos americanos". Y, en Octubre de 1825, categóricamente
dijo que él no había sido de la opinión, ni le había agradado, que al Congreso
se hubiera invitado a Estados Unidos, y que si este país intervenía en él sería
conveniente no realizarlo. Salcedo-Bastardo
J. L. Bolívar: Un continente y un destino.
Ediciones de la Biblioteca. Colección Temas Nº 49. Universidad Central de
Venezuela. Caracas 1978. p. 317.
[70]. Morales, Carlos A. Moncada III. San Francisco, California
1946. Impreso en los Talleres Nacionales. pp. 7, 13-14, 21, 25, 27.
[71].
La Prensa. Jueves 27 de Abril de 1944.
[72]. Galich, Manuel.
"Nicaragua 1933-1936: gestación y nacimiento de la dinastía". En Casa
de las Américas. Nº 117. Nicaragua Patria Libre. Ministerio de Cultura. Año
XX. La Habana, Cuba. Noviembre-Diciembre 1979. p. 68.
No hay comentarios:
Publicar un comentario