Los
límites del desarrollo sostenible a propósito de la racionalidad del
capitalismo global
27/03/14
En
las últimas décadas la evolución del concepto-paradigma de desarrollo
sostenible, a la par del desenvolvimiento de la crisis sistémica y la
racionalidad del capitalismo global, constituye hoy una propuesta inviable de
alcanzar, excepto como construcción metafórica de un imposible aceptable
(oxímoron del capitalismo global-desarrollo sostenible), en tanto no se
apliquen cambios sustantivos en las estructuras sistémicas del modelo económico
hegemónico, en la institucionalidad multilateral y en la aplicación de
políticas regionales y nacionales innovadoras e inclusivas en materia social,
ambiental y de derechos fundamentales para un nuevo orden entre los países del
norte y del sur (1)
En la
situación actual, analizando la lógica y arquitectura del modelo económico
global, este no resolverá per se la crisis ambiental ni
facilitará la internalización-instrumentalización de la variable en las
políticas, modelos, planes y procesos de desarrollo en
una perspectiva post-extractivista. De hecho la posibilidad de visionar un
modelo alternativo de crecimiento relativo, redistributivo, socialmente
equitativo y compatible con el ambiente, será muy difícil sino es que improbable
mientras no se desestructure la lógica utilitaria que el modelo económico
neoliberal tiene de la naturaleza, además de su sesgo solipcista en el sentido
que cualquier alternativa al mismo es utópica.
Capitalismo global y libre mercado: algunas paradojas sobre desarrollo y ambiente
Capitalismo global y libre mercado: algunas paradojas sobre desarrollo y ambiente
En los últimos siglos el capitalismo global ha ido evolucionando como sistema económico, como un modo de producción, distribución y consumo, como una relación social y un mecanismo de organización de las relaciones entre sociedades y clases sociales, configurando diferentes escenarios en función de sus ciclos de crecimiento, decrecimiento y de crisis, y en esa medida de la prioridad que los gobiernos de los países y organismos multilaterales vienen diseñando y aplicando en materia de políticas relativas a mercado, estado y sociedad. Sin embargo, el llamado libre mercado no se comporta como tal y tampoco de igual forma para los países del norte y del sur. En efecto el tratamiento es diferenciado, máxime en contexto de crisis, por lo que hoy es cuestionable la capacidad del mercado para regularse a sí mismo, salvo en condiciones excepcionales, siendo mayormente necesario la intervención gubernamental para corregir sus fallas y distorsiones.
La
globalización asociada al capitalismo es
por naturaleza polarizante, sostiene el economista Samir Amin, porque produce
una desigualdad creciente entre quienes participan del sistema: “La lógica de
la globalización capitalista es la del despliegue de la dimensión económica a
escala mundial y la sumisión de las instancias políticas e ideológicas a sus
exigencias.”
Esto lo
explica en base a la ley del valor, propia del capitalismo, que
supone la integración de los mercados a escala mundial pero sólo en dos de sus
dimensiones claves: los mercados de productos y de capital, mientras que los
mercados de trabajo permanecen segmentados. De allí el agravamiento de las
desigualdades en el contexto de la economía mundial actual.
El
proceso de gestación y desarrollo de
las formaciones sociales capitalistas es muy complejo y dispar, pero sobre todo
paradójico, porque la integración de las distintas economías nacionales en un
supuesto único mercado capitalista
global, presenta múltiples variantes e imperfecciones en su lógica de
estructuración y funcionamiento sistémico que va muy relacionado con el marco
institucional global y (des)regulatorio creado para tal fin, y en función al
rol político de hegemonía y subordinación de los estados al norte y al sur. Y
que también se relaciona con múltiples eventos ocurridos a través de la
historia de la humanidad y que influyeron en la complejización del escenario
global: las crisis cíclicas del
capitalismo, las guerras mundiales, el fin de la guerra fría y la bipolaridad,
las guerras del medio oriente, la crisis energética por agotamiento del
petróleo, la industrialización, la mayor emisión GEI y la contaminación
ambiental, la crisis alimentaria y la desnutrición, etc. Son eventos donde han
primado intereses de orden económico y geopolítico sobre las variables de orden
social, ambiental, cultural y las relativas a soberanía, democracia, libertad y
derechos humanos. Lo que en parte explica los niveles de desarrollo y
subdesarrollo de los países, sus implicancias ambientales, así como la
configuración de las relaciones de hegemonía y dependencia actual.
En las
últimas décadas, el debate mundial entre los partidos políticos y gobiernos de
izquierda y de derecha se viene dando entre ideologías, programas y campos de
actuación a veces ya no tan definidos, sino más bien difusos y en muchos casos
pragmáticos. Es el caso de China que siendo un régimen comunista parece basar
el funcionamiento de sus operaciones económicas internas y las de su comercio
mundial en los principios del mercado. Por lo que
existe cierta controversia de la izquierda y la derecha política mundial de si
se debe continuar viendo a China como una potencia líder antiimperialista o
como una potencia imperialista, o si por su notable crecimiento económico sigue
siendo parte del sur o ya se volvió parte del norte (2) Lo cierto es que tanto
China como Estados Unidos, que suponen dos modelos económicos opuestos, hoy en
día son los mayores responsables en la emisión de GEI y el grave problema del
calentamiento global y la crisis climática.
Los
ciclos de expansión y contracción de la economía global vienen ocurriendo a
costo de la biosfera finita, por lo que entre las causas generadoras en la
aceleración de los desequilibrios ambientales, se ha encontrado mayor evidencia
de la relación: calentamiento-cambio climático y aumento de las emisiones GEI
provocados por el modelo de desarrollo económico-comercial
global y las relaciones de hegemonía-dependencia de las sociedades de los
países industrializados y en desarrollo.
A tenor
de la crisis económica y su relación causal con la profundización de la crisis
ambiental, se ha evidenciado en los últimas décadas la mayor emergencia de
fuerzas sociales cuestionadoras del modelo económico hegemónico, no siendo, sin
embargo, grupos homogéneos; en muchos casos son movimientos localistas o
espontáneos que pasan por ciclos de ascenso y descenso social, sin
necesariamente representar un único colectivo ideológico progresista
alternativo. De hecho son movimientos y organizaciones de diversa índole:
indígenas, ecologistas, sindicalistas, nacionalistas y otras expresiones de
democracia participativa que pueden coincidir en sus cuestionamientos generales
al modelo neoliberal, pero no necesariamente en sus planteamientos alternativos
al mismo. Sus propuestas implican un mosaico de posiciones ideológicas y
políticas, además de diversas pugnas entre quienes consideran debieran liderar
el proceso. De allí que los activistas más críticos proponen superar los
localismos, articularse y dar el salto en la internacionalización de las luchas
de los pueblos, construyendo una convergencia democrático-popular en la
diversidad a escala mundial. Los movimientos y organizaciones sociales
protestarios, que no siempre confluyen en una corriente socialista común
alterglobalización, emergen no sólo en contextos políticos de gobiernos de
derecha, sino también en los de izquierda como en China, Venezuela, Brasil y
Ecuador, para citar algunos ejemplos, cuyos gobiernos por cierto pueden tener
comportamientos diferenciados frente a la lógica del mercado y al modelo
neoliberal, aunque no necesariamente así en materia ambiental donde más bien
predomina un patrón extractivista de los recursos naturales.
América
Latina y el Caribe siguen siendo una de las regiones más desiguales del mundo,
donde la dispar distribución del ingreso económico de los países afecta el
vínculo entre el nivel de ingreso per cápita y la calidad ambiental, siendo por
ende el principal factor negativo sobre el cuidado del ambiente. Al respecto,
establecer políticas regionales y nacionales en materia económica, social y
ambiental implicará para los diferentes países trascender la inercia
burocrática y tecnocrática neoliberal, y su limitado análisis sobre la
evolución de la economía global y el modelo primario exportador de recursos
naturales (dependiente del mercado), debiendo ir más allá de las medidas
populistas de corto plazo y del cálculo político, porque ni la incertidumbre
por la crisis ni el conflicto ambiental ni la insatisfacción social
desaparecerán por sí solos. Se debe terminar con las expectativas de lucro
fácil en la explotación de recursos naturales en aquellos sectores
empresariales, públicos y políticos que siguen un comportamiento compulsivo
tras objetivos perversos de la economía global (lo que para su racionalidad
económica extrema se le conoce como “capitalismo salvaje”) (3)
Alternativas
de desarrollo en
curso: una aproximación prospectiva La construcción de un modelo de desarrollo
alternativo al que impera como expresión del pensamiento único del capitalismo
global, implicará acciones transformadoras desde la propia sociedad. De ahí la
pertinencia de cuestionar al sistema como tal, desde una posición conceptual,
principista y activista, pero, sobre todo, enfatizando en la dimensión humana y
en el legítimo derecho de los pueblos de aspirar a un mundo mejor.
Un
modelo alternativo de desarrollo supone, siguiendo los postulados de Samir
Amin, definir nuevas líneas de acción para lo que denomina “la desconexión o
desvinculación del sistema”. Concepto que no necesariamente significa
autarquía, sino básicamente la supeditación de las relaciones externas a las necesidades
internas. Es decir, cambiar la lógica de la extraversión por la del
autocentramiento. La propuesta no se desvincula o niega el proceso de
globalización -como tal- ni se afinca en el nacionalismo extremo, sino que, al
contrario, propone un avance, un salto sustantivo en la perspectiva de forjar
una globalización alternativa a la actual que, sin perder de vista lo local,
“resulte solidaria, redistribuya la riqueza, y en especial, restituya el valor
de la naturaleza y lo humano”.
Una
propuesta alternativa de desarrollo supone además “un cambio estructural de dos
patas” que deben apoyarse mutuamente para que el proceso avance. La primera
pata se refiere a un “cambio estructural externo”, o sea, al reto de un nuevo
orden internacional cuyo fin es romper la dicotomía Centro-Periferia: el Centro
“miniproductor caro y súperconsumidor despilfarrador” y la Periferia
“súperproductor barato y miniconsumidor marginal”. Y la segunda pata se refiere
a un “cambio estructural interno”, es decir, un proyecto de desarrollo de
contenido “democrático popular” que priorice la soberanía y cultura de los
pueblos, así como sus necesidades y aspiraciones internas de desarrollo a las
que deberán supeditarse las relaciones externas.
Se
trata entonces de no sólo cuestionar los enfoques economicistas de desarrollo
promovidos desde la perspectiva occidental de los países del norte, sino que,
además, debemos orientarnos en la construcción de nuevos modelos que potencien
la perspectiva del sur, integrando en un mismo plano multidimensional las
variables económica, social y ambiental con los nuevos elementos de la
dimensión cultural, étnica, ética y la humana. En ese sentido, son importantes
los aportes de Amartya Sen cuando afirma que “la noción de libertad se
constituye en un elemento fundamental e instrumental de los procesos de
desarrollo”. También debemos considerar el rol fundamental que cumplen los
derechos humanos en los procesos de desarrollo y cuidado del ambiente. De allí
que incorporar el enfoque de derechos humanos sobre el grave problema del
cambio climático es crucial, porque las emisiones contaminantes de carbono de
los países industrializados del norte han aumentado y vulneran los derechos de
millones de personas, sobre todo de los países más pobres.
Revertir
las condiciones estructurales de pobreza y desigualdad social mundial requiere
mucho más que ayuda solidaria o cooperación para el desarrollo. Se trata de
asumir verdadera voluntad y compromiso político para cambiar las cosas. Por eso
iniciativas de carácter global como los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la
redefinición de las prioridades de desarrollo para la agenda post 2105 con
inclusión, vulnerabilidad y sostenibilidad son puntos importantes pero
insuficientes si no existe un compromiso político y social de los países para
revertir las enormes disparidades de desarrollo y la crisis ambiental. O sea
aquellas condiciones a las que paradójicamente el progreso del capitalismo
global, a costo de su racionalidad, expansión y proceso de acumulación nos ha
conducido.
Notas:
(*)
Consultor en Gestión Ambiental y Desarrollo. 1 “Capitalismo global y desarrollo
sostenible: analogía de un nuevo oxímoron”, artículo de Walter Chamochumbi
(2009).
2 “La
crisis global en tiempos de incertidumbres: un debate inacabado”, artículo de
Walter Chamochumbi (2009).
3
“Recursos naturales y racionalidad económica global: el síndrome peruano”,
artículo de Walter Chamochumbi (2008).
Ecoportal.net
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