COMUNICACIÓN VERAZ: PRESENCIA DE TELESUR
Gabriel Jiménez Emán
Si en algún aspecto de la diaria comunicación
de eventos sociales o políticos tenemos una gran debilidad, este es en el de
los mensajes impresos o televisivos que permiten construir un mundo más justo y
pleno entre nuestros actores sociales. Nuestra realidad se encuentra
permanentemente vulnerada por una serie de mensajes maquillados o adulterados
que, más que permitir una interpretación fidedigna de ésta, nos enfrentan a una
serie de códigos ideológicos manejados por empresas. Desde que diarios y
periódicos se dieron a la tarea de informar y formar, la prensa escrita
inmediatamente asumió un rol de tal envergadura que fue considerada un Sexto
Poder, al lado del político, el judicial, el ejecutivo, el económico y el
social. El poder comunicacional, que en teoría debe mantener su ecuanimidad o
imparcialidad, puede convertirse también en una empresa al servicio de tal o
cual grupo, y en vez de direccionarse al bien colectivo, lo hace en pro de tal
o cual interés de capital privado, o de un sector o partido político, que, a su
vez, puede hacer pactos puntuales con el poder político o económico. Hacer
pactos con grupos económicos es mucho más sencillo, pues se trata sólo de
dinero. El dinero, en este caso, es solamente un vehículo, una especie de
visado o pasaporte expedito para conseguir una determinada parcela de poder en
un específico momento político, que permite seguir extendiendo ese poder hasta
donde sea posible. En este caso, la política se definiría aquí como el arte de
la negociación.
Llegado un momento, lo
sabemos, ese poder se desvanece, pues no está fundamentado en convicciones
ideológicas profundas, sino en un simple acto mercantil de compra-venta. De ahí
que Ludovico Silva nos hablara de una plusvalía ideológica, es decir, del manejo de
una determinada ideología para imponerle un precio determinado en el mercado,
como si se tratara de un objeto de consumo perentorio, como cualquier otro
rubro.
Los grandes periódicos han
venido creciendo de una manera tal, que se han conformado en poderosos grupos
trasnacionales, en empresas que compran sin miramientos canales televisivos,
emisoras radiales o redes sociales digitales. Se fraguan pactos con
editoriales, cadenas informativas, revistas, libros, noticieros. Si se les
permite, pueden ejercer presión sobre gobiernos, administraciones, parlamentos,
instituciones. Su poder es tal, que pueden obligar a Presidentes a dimitir
(como ocurrió en el famoso caso Watergate de Richard Nixon y el
“Washington Post”) y revelar fraudes, pero también encubrir campañas
gubernamentales o trabajar con testaferros; pueden dirigir sus mensajes a un
blanco preciso si hay algún interés de por medio. Pueden cumplir una misión
formativa o de sistemática tergiversación, contando con el conocido factor
humano de curiosidad que asegura la venta: la tendencia del grueso de la
población al escándalo, al crimen, al chiste, al rumor, al dime y al direte, a la
violencia pasiva o al hecho escabroso, las cuales ya forman parte de la
naturaleza misma de las publicaciones periódicas para poder llamar la atención.
Es sabido que, en la
actualidad, grandes bloques de periódicos poderosos en Chile (El Mercurio),
Argentina (Clarín), Uruguay, (El País), España (El Mundo, ABC, El País), Perú
(El Comercio), Venezuela (El Universal), Brasil (O Globo), Honduras (El
Heraldo), Nicaragua (La Prensa) y Colombia (El Espectador, El Tiempo), entre
otros, trabajan en la dirección neoliberal de grandes intereses económicos que
atacan de modo constante a cualquier tendencia de signo socialista, a las
cuales es muy difícil hacer frente con pocos periódicos de baja circulación y
medios visuales incipientes: nuestras debilidades en este sentido son enormes,
lo cual nos ha llevado a plantearnos la necesidad de una política
comunicacional más eficaz, dadas las condiciones de desigualdad donde se está
librando esa batalla, contra aquellos medios tergiversadores de grandes
consorcios que parecieran apostar por la aniquilación de los proyectos de
emancipación de los pueblos oprimidos.
Algo similar ocurre con la
televisión, donde la información viaja a mayor velocidad. Las fotografías y las
imágenes en movimiento pueden ser trucadas por medios tecnológicos y digitales
y se ofrecen a los ojos del espectador de una manera manipulada, acompañadas de
textos sesgados y guiones que pueden ser fidedignos o adulterados. Si no está
atento, el espectador es víctima pasiva de una enorme cantidad de mensajes que,
a fuerza de reiterativos, se van filtrando en su mente y su juicio, a través de la costumbre y
la repetición. Ahí, en esa adicción, se basan los diarios para ganar
lectores. Justo como el café, el cigarrillo, el sexo o la
droga, así se instalan los diarios o la TV en la mente del espectador a través del espacio
doméstico, donde el televisor es un invitado permanente que no deja de emitir
mensajes a toda hora, buenos o malos. En Venezuela tenemos las opciones de
siempre: Televen, Venevisión, Globovisión, Vale TV, y las cadenas alternativas
del Estado VTV, TVES, Vive, Conciencia, ANTV, y otras cadenas informativas como
CNN, BBC, Televisión Española, Televisa, Caracol, Telesur.
Desde hace algunos años
hemos venido apreciando el crecimiento de Telesur como una opción digna de
recibir información acerca de los países de América Latina, África, el mundo
árabe y el asiático, conformándose como la opción más sólida en este sentido,
frente a CNN, por ejemplo, que emite todas sus informaciones sesgadas
ideológicamente hacia una clara tendencia neoliberal que privilegia de modo
permanente todo lo proveniente del gobierno de Estados Unidos y de la american way of life, donde América Latina
aparece casi siempre como una cultura sucedánea, y sus acontecimientos situados
en un segundo o tercer plano, cuando no expresamente minimizados, o como meras
curiosidades o rarezas tercermundistas. Hay una anécdota de hace muchos años
acerca del fundador y propietario de CNN, el multimillonario Ted Turner, quien
en una de sus giras por Estados Unidos pasó por uno de los estados de EE UU.
Iba en una avioneta desde donde divisaba enormes extensiones de tierra; averiguó
quienes eran los dueños y las compró; fue adquiriendo más y más tierras; llegado un momento era tal
la cantidad de tierras de su propiedad, que fundó allí una especie de país
artificial, con escudo, bandera e himno propios, y donde él era el
presidente vitalicio. Si le hubieran dejado hacer prosperar en esa
idea delirante en otros estados (pues tenía el dinero suficiente para hacerlo),
Turner se hubiera hecho quizá el dueño de una buena parte de varios estados.
Ahora anda viejo y enfermo, como cualquier otro mortal.
Tenemos entonces a Telesur
como un canal de crecimiento constante, de cobertura internacional,
que espera pronto ser transmitido en otros idiomas. Ahí apreciamos
informaciones de las luchas sociales de las minorías, los trabajadores, los
estudiantes, los indignados, apreciamos reportajes reveladores, entrevistas,
profesores o figuras políticas e intelectuales hablando con entera
propiedad de temas centrales, y reportajes sobre los pueblos indígenas,
afroamericanos, árabes o asiáticos que siempre han sido minimizados en canales
liberales como CNN.
De modo que celebremos la
existencia de Telesur, que surge de una idea de nuestro recordado presidente
Hugo Chávez Frías, como un canal creador de conciencia histórica y colectiva,
que está haciendo un esfuerzo enorme para acercarnos entre las naciones del sur
de América y a las minorías étnicas y las luchas gremiales y laborales de otros
países, denunciando los abusos del neoliberalismo internacional. Por su parte,
canales nuestros como TVES, Vive o Conciencia trabajan en una línea similar;
TVES en la línea de formación cultural donde destacan las artes, el cine, la
literatura, las tradiciones y la cultura popular, y VIVE con una programación
infantil y juvenil muy propiciadora de nuestros valores, todos hechos en
nuestra patria. A todos ellos deseamos larga vida, para seguir disfrutando y
celebrando de los asombrosos aportes de nuestra cultura raigal y popular, sin
la cual sería imposible fundar un nuevo país, una nueva Venezuela.
© Copyright 2014 Gabriel
Jiménez Emán
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