Las semillas y el
dominio del mundo por el hambre
Por Vicky Peláez
04/01/14
Controla
el petróleo y controlarás naciones; controla los alimentos y controlarás
pueblos (Henry Kissinger)
En
cada ciclo histórico la potencia dominante de turno siempre trata de establecer
el control casi absoluto de una región de interés geoeconómico buscando
diferentes instrumentos para dirigir todos los aspectos de la sobrevivencia
humana.
En
esta era globalizada se trata ya no del dominio de una región seleccionada por
la única superpotencia existente sino del planeta entero. El uso de la
maquinaria bélica y de los recursos energéticos no ha sido suficiente para el
control completo de la voluntad de los pueblos. Se necesita algo más y este
“algo más” resulta ser la comida diaria en el planteamiento de uno de los más
siniestros globalizadores, David Rockefeller.
Durante
la guerra en Vietnam el otro político maquiavélico, Henry Kissinger incorporó la idea de Rockefeller en la agenda
diplomática de Washington. La comida se convirtió en un arma frecuentemente más
poderosa que las armas de destrucción masiva. También jugó un papel muy
importante para llevar a cabo el golpe militar contra el gobierno legítimo de
Salvador Allende en Chile en 1973.
Al
comienzo de los años 1980 los globalizadores iluminados llegaron a la
conclusión que el control de la alimentación habría que comenzarlo desde las
semillas, reduciendo las variedades regionales y nacionales tradicionales para
crear simultáneamente una o varias variantes de semillas para cada cultivo
universal pero controladas por un reducido número de las transnacionales.
Así,
se inició la época de los Organismos Genéticamente Modificados (GMO) basada en
la manipulación genética, y crearon finalmente lo que el estudioso y escritor
norteamericano, F. William Engdahl llamó en su libro “Seeds of Destruction:
Hidden Agenda of Genetic Manipulation”, “semillas de la destrucción”. México,
Brasil, Colombia y Argentina fueron seleccionados como países con grandes
recursos para iniciar los primeros pasos en la implementación de la agenda del
“dominio usando alimentos”. La llegada de Carlos Menem al poder en Argentina
con su agenda neoliberal y su ambición de ser aceptado en el club de los ricos
y poderosos del planeta llevó a David Rockefeller a la conclusión de iniciar
los primeros experimentos con semillas genéticamente modificadas en Argentina.
Las
corporaciones Monsanto, Cargill Inc., DuPont decidieron transformar la
agricultura argentina haciendo énfasis en la soja, para esto inventaron el
pretexto de que el sistema de monocultura agrícola y dijeron que aportaría grandes
dividendos al país por la exportación de soja, lo que facilitaría el pago de la
deuda externa de Argentina que estaba ya en el límite impagable. Así según
William Engdahl, “desde 1991 antes que la Modificación Genética (GM) fuera
aceptada en los Estados Unidos, Argentina se convirtió en un laboratorio
secreto para el desarrollo de los cultivos genéticamente modificados y su
población fue utilizada sin su conocimiento como “conejillos de Indias”.
Para
facilitar los experimentos con semillas GM de maíz, trigo, algodón, girasol y
soja, el gobierno de Menem entregó 569 grandes extensiones de tierra cultivable
a las transnacionales. La Comisión Nacional Asesora sobre Biotecnología
Agropecuaria (Conabia) que fue formada para el control sobre los experimentos se
reunía secretamente y sus conclusiones jamás fueron divulgadas. Y no podía ser
de otra forma porque sus miembros eran empleados de Monsanto, DuPont, Syngenta,
Dow AgroSciences y otros gigantes del GMO. Como los resultados eran muy
prometedores, las grandes corporaciones internacionales, como Seaboard Co.,
Cargill y Quantum Fund de George Soros dieron inicio a la compra apresurada de
grandes extensiones de tierra cultivable en Argentina y posteriormente en el
Brasil, Paraguay, Colombia, México, Guatemala y Uruguay.
En
una década la agricultura, Argentina fue transformada radicalmente. Si en 1970
la soja se sembraba en 9,500 hectáreas ahora su superficie de siembra supera 18
millones de hectáreas produciendo más de 35 millones de toneladas de soja al
año. Actualmente Argentina es el primer productor en el mundo de aceite y
harina de soja y el tercero de granos. A la vez el país dejó de ser tanto en el
mercado externo como interno proveedor de alimentos de naturaleza
diversificada. Prácticamente el 100 por ciento de la soja producida en el país es GM
RR resistente al herbicida glifosato y ocupa el 50 por ciento de la tierra
cultivable.
El
impacto del uso de 200 millones de litros de glifosato anualmente, de las
fumigaciones, el desmonte, el desplazamiento de campesinos, la falta de
alimentos, las nuevas enfermedades, las inundaciones y las sequías son el
precio que paga el pueblo por la “sojización” de la agricultura. En su libro
“Las semillas de la Destrucción”, William Engdahl lanza una advertencia al gobierno
de Argentina: “a este paso la tierra cultivable en el país va a ser destruida
en unos 50 años”. ¿Pero a quién le interesa en este mundo globalizado e
individualizado lo que pasará en el futuro?
Mientras tanto las ganancias de las transnacionales GMO están creciendo desmesuradamente junto con el control sobre la producción de semillas en el mundo. Ya poseen tecnología “Terminator” que permite modificación genética de las plantas para producir semillas estériles usando un inductor químico llamado “Traitor” para “activar” o “desactivar” algunos rasgos genéticos del cultivo y para controlar la esterilidad de las semillas. En Guatemala, Brasil, Argentina y México el maíz GN RR contaminó el maíz original orgánico y lo mismo está sucediendo con el algodón, la alfalfa, el trigo, girasol y otros cultivos. Se estima que actualmente los cultivos GM ocupan el 25 por ciento de la tierra productiva en el mundo.
El
poder de la Monsanto y otras transnacionales de GMO llegó hasta Washington
convenciendo al departamento de Estado de ser promotor de la agenda global de
la industria de biotecnología. De acuerdo a la ONG “Food & Water Watch”, el
departamento de Estado ha hecho cabildeo en gobiernos extranjeros para adaptar
políticas y leyes amigables hacia la biotecnología. Según cables de WikiLeaks,
el gobierno norteamericano trató de influir sobre el tema de la biotecnología a
113 países del total de 193 miembros de las Naciones Unidas entre 2004 y 2009. Lo
que trata de hacer Washington es incentivar el consumo de esos alimentos en
todo el mundo con el argumento falso de combatir el hambre y crear condiciones
para el desarrollo.
Otro de los países que se ha convertido en el paraíso para
la industria transgénica es México. Allí la Monsanto, Syngenta, Dow
AgroScience, Bayer y PHI México no solamente están implantando el uso de las
semillas GM, sino las mismas transnacionales ya tomaron bajo su control la
producción y comercialización de los alimentos, lo que significa la pérdida de
la soberanía alimentaria en el país. Precisamente lo que en los años 1980 planificó
el gobierno de Ronald Reagan elaborando el plan del dominio del mundo a través
de los alimentos: “los países que son amigos recibirán los alimentos y se les denegará a
los que se rebelan”.
En el mismo Estados Unidos ya entró en vigencia una clausula
legal que permite a Monsanto, Syngenta, DuPont –Pioneer, Dow, Bayer y Basf
estar por arriba del sistema judicial, ignorando las órdenes de jueces de
suspensión de siembra de cultivos transgénicos inclusive por evidencias
científicas que señalan daños a la salud de la población. Actualmente Estados
Unidos es el primer productor de la soja en el mundo con 63 millones de
toneladas métricas al año y el 90 por ciento de este cultivo es producido con
las semillas GM RR. La misma tendencia se observa con el maíz y alfalfa
haciendo peligrar las plantas orgánicas y las granjas familiares con la siembra
de Monsanto GE alfalfa. Sin embargo, según la conclusión del departamento de
Agricultura, a los consumidores no les interesa si los alimentos orgánicos o la
leche que consumen tengan o no tengan componentes genéticos.
Así
de simple funciona el sistema moderno globalizado del dominio del mundo a
través del uso de las “semillas de destrucción”. Los “iluminados” tienen su
agenda, científicos a su disposición y los medios de comunicación para
convertir una mentira en la verdad con el propósito de confundir la opinión
pública. Ni les interesa la reciente declaración del Foro Mundial sobre la
Soberanía Alimentaria de la Organización de las Naciones Unidas sobre la
Agricultura (FAO) que indicó que “la monopolización por unas cuantas empresas
transnacionales de la tecnología de creación, de organismos genéticamente
modificados (GMO) representa una grave amenaza a la soberanía alimentaria de
los pueblos”.
El
fin justifica los medios. Monsanto, DuPont Pioneer, Dow, Syngenta, Bayer, Basf
son simplemente un brazo del poder global para minar la soberanía de los 193
países del mundo aprovechando la ignorancia e individualismo de sus pueblos y
la docilidad de sus gobiernos que creen que son del uno por ciento y para el
uno por ciento.
Ecoportal.net
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