Nuevas
fuentes para la historia
Juan
J. Paz y Miño Cepeda
EL
TELÉGRAFO - Primer Diario Público
Ecuador,
lunes 23 de diciembre de 2013
Con
la masiva difusión del internet, los sistemas electrónicos y las redes sociales
virtuales han surgido otras formas de documentación y fuentes que
‘democratizan’ la historia, porque hoy, desde cualquier lugar del mundo, todo
ciudadano puede acceder a libros, videos, documentos, mensajes, etc.
Como
lo han demostrado las denuncias mundiales realizadas por Snowden y Assange,
ahora es posible incluso el espionaje ilegítimo e ilegal que registra
actividades privadas precisamente a través de todo aquello que queda en las
redes de internet o que circula por intermedio de los dispositivos
electrónicos, de lo cual no se han escapado ni siquiera los gobiernos.
Paradójicamente, la misma difusión de los materiales de las agencias de
inteligencia ha permitido descubrir o conocer mejor sus actividades, así como
determinar las estrategias que llevan adelante los países regidos todavía por
conceptos de diplomacia imperialista.
Desde
la perspectiva de la investigación histórica, todos esos materiales que se
difunden públicamente y a los que cualquier persona puede acceder de manera
legítima, constituyen nuevas y modernas fuentes. Pero también tienen otro
problema: cómo garantizar su registro en el tiempo. Es que cada vez, con mayor
velocidad, la tecnología cambia: pasamos de las primeras gigantes computadoras
a las laptop; de los flopy-disk a los disquetes, luego a los CD/DVD, los
flash-memory, etc. En internet hay millones de documentos para cualquier tema
y, además, documentales y videos que pueden ser ‘bajados’ y conservados, hasta
tanto la tecnología no desarrolle nuevos e insospechados mecanismos e
instrumentos de comunicación.
Con
el paso del tiempo, por consiguiente, y como puede verificarse a diario, muchas
de las nuevas fuentes históricas y documentos electrónicos solo estuvieron
disponibles en un momento determinado o circularon por CD/DVD. Pero ya no
existen más.
De
manera que la información electrónica que hoy usan los Estados para difundir
las acciones de gobierno (informes oficiales, bases de datos económicos, etc.)
y que incluso abaratan costos de publicación, es posible que solo vivan un
corto tiempo. ¿Sobre qué bases, documentos o fuentes podrán investigar estas
épocas actuales los historiadores que quieran conocerlas después de un siglo o
más?
Parece
que ‘todavía’ la imprenta y el papel, que nos vienen desde el siglo XVI, lucen
como las fuentes ideales para los archivos permanentes y para la memoria
histórica…
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