EE.UU.
histérico ante influencia mundial de China y en Latinoamérica
Patricio
Montesinos
30
DICIEMBRE 2013
El
decadente imperio de Estados Unidos está histérico y desesperado ante el
creciente avance internacional de China y su influencia en Latinoamérica,
región considerada todavía por la Casa Blanca su traspatio, y donde Beijing
intensifica sus vínculos políticos, económicos y comerciales.
A
juicio de expertos, son numerosos los ejemplos que demuestran que el gigante
asiático le arrebata terreno en todo el mundo a Washington, y particularmente
en América Latina, en detrimento del viejo dominio norteamericano sobre la
Patria Grande.
China
ha incrementado sus nexos en todas las esferas con los países latinoamericanos
envueltos en procesos revolucionarios, como Venezuela, Bolivia, Nicaragua,
Ecuador y Cuba, por citar algunos, y emprende megaproyectos conjuntos de
desarrollo económico y social en esas naciones.
Entre
los más recientes figuran el “Gran Vivienda”, de Venezuela, el canal y la vía
ferroviaria interoceánicas en Nicaragua y Bolivia, respectivamente, y el
ensamblado de automóviles en Cuba, entre otros ya materializados o en
ejecución.
Al
mismo tiempo, le quita el sueño a Washington el denominado eje chino-ruso, que
sin duda alguna ha modificado la correlación de fuerzas en el mundo, y ha
puesto en estado de coma su hasta ahora supremacía unipolar.
Moscú
también ha profundizado las relaciones con América Latina en diferentes campos,
y además, junto a Beijing, logró impedir en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas que el régimen norteamericano consumara su pretensión de
invadir Siria, con el respaldo de sus aliados de la en crisis Unión Europea
(UE).
Reportes
de prensa difundidos recientemente refirieron que el binomio China-Rusia puede
llevar a la bancarrota a Estados Unidos, que dicho sea de paso, parece apostar
por la fuerza, como acostumbra a hacer, para conseguir frenar la influencia de
ambas potencias.
Otras
informaciones publicadas en las últimas horas revelaron que Washington
planea una eventual guerra biológica contra territorio ruso, mientras refuerza
su capacidad militar en Japón para preparar una supuesta agresión castrense al
gigante asiático.
Ambos
posibles planes de Estados Unidos no son otra cosa que el pataleo propio de un
imperio que transita hacia su desmoronamiento, que por su política agresiva
pierde cada vez más influencia, y su poderío planetario se vislumbra
sentenciado a muerte.
Implicarse
en conflictos bélicos con Moscú o Beijing seria cavarse su propia tumba.
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