Revoluciones
silenciadas. Critica del silencio nuestro. A nadie se lo digas…
29/10/13
Ya debiera haber fiestas continentales,
efemérides nuevas, por ejemplo, por haber encerrado en la cárcel a los
protagonistas del plan cóndor en Argentina; ya debiera haber desfiles y
algarabías para celebrar a los cuatro vientos los millones de ojos, sonrisas,
corazones y alegrías salvadas del pantano neoliberal donde quiere hundirnos el
imperio. Ya debiéramos tener celebraciones masivas por la recuperación de
fuentes energéticas, de recursos naturales y de soberanía fin anciera en más de
un territorio en revolución.
Es un secreto, o algo por el estilo, el cúmulo de
éxitos sociales de las revoluciones que despiertan en Latinoamérica.
Se trata de un secreto, o eso parece, porque una especie de censura,
con inercia morbosa, tiende a convertir en “dudas”, “sospechas”,
“incertidumbres” y hasta “interrogaciones” profundas en manos de sesudos
analistas, con ceño fruncido, que mientras iluminan sus
cabezas shhhhhh… secreto, o algo parecido, ¡muy parecido! Para
garantizar ese secreto hay muchas voluntades paridas en las
entrañas de las más confusas natas ideológicas burguesas. No pocas veces
copiadas por sedicentes “izquierdas”. El resultado es funcional a la mentira,
la censura y tergiversación dominantes.
Ya debiera haber fiestas continentales,
efemérides nuevas, por ejemplo, por haber encerrado en la cárcel a los
protagonistas del plan cóndor en Argentina; ya debiera haber desfiles y
algarabías para celebrar a los cuatro vientos los millones de ojos, sonrisas,
corazones y alegrías salvadas del pantano neoliberal donde quiere hundirnos el
imperio. Ya debiéramos tener celebraciones masivas por la recuperación de
fuentes energéticas, de recursos naturales y de soberanía financiera
en más de un territorio en revolución. Deberíamos
saltar de alegría por las mil y una buenas tareas que han frenado a las jaurías
burguesas, que les han incomodado su libertad de desastre y han ido imponiendo
condiciones emancipadoras nuevas. Deberíamos celebrarlas, mucho y bien, aunque
sean incipientes, incompletas e imperfectas. Por ahora.
Calladitos, muchos, mascullan sus “dudas”, las mascan para sacar
jugo ensalivado con tesis de “todo o nada”, de ultrismos cómodos y de
irresponsabilidad “políticamente correcta”. Total para ellos lo que no es obra
propia es como si no existiera. Muy parecido a la mezquindad burguesa y sus adláteres.
Pero los pueblos se orientan de otras maneras, su intuición revolucionaria
exige calidad de espíritu y calidad de acción. Es preciso estar ahí, y celebrar,
cada pequeño o grande paso que pueda ser, acaso, motor de fuerza moral que
desate huracanes revolucionarios.
Nada puede desperdiciarse.
La batalla será larga y tendrá velocidades diversas, según las
oportunidades y según las condiciones. Requerirá muchas generaciones entregadas
a ser correa de transmisión dialéctica en todos los frentes y
desde lo objetivo hasta lo subjetivo, siempre indisolubles. Y ya que la batalla
ha de ser larga, y ancha, incluyamos la alegría de la celebración minuciosa, la
celebración enamorada, sinceramente, de su alientos y de sus logros. Aceptemos
que han sido ya mucho el tiempo de la dominación, de la esclavitud, de la
explotación y de la tristeza para los pueblos y que nadie tiene derecho a
amargarle, a las luchas, sus conquistas por incipientes que sean. No se trata
de ser a-crítico, ni complaciente, ni resignado, ni conformista… se trata de
declarar la guerra sin cuartel al “escepticismo” reaccionario que, mientras se
regodea, silencia todo. Ya basta.
Las revoluciones sociales que nacen en Latinoamérica tienen
urgencias y debilidades muy grandes en materia de comunicación,
hacia afuera y hacia adentro. Necesitan soberanía tecnológica;
desarrollos jurídico políticos de integración regional; revolución epistemológica
(que cambie -para siempre- la lógica de la mercancía que intoxica a la
comunicación); y necesitamos independencia semántica
en la soberanía de los contenidos. Hay que luchar contra las vanidades, las
egolatrías y las miopías. Hay contra la pobreza de conceptos, contra las
taras y contra los prejuicios burgueses. Es falso que se deba decender la
calidad de las ideas “para que el pueblo las entienda”. Lo que debe hacerse es
contar con actores de la comunicación capaces de hacerse entender, en la
calidad y en la cantidad de conceptos necesarios, con frescura, con sentido del
humor y sin repetir las “fórmulas” mercantiles de la comunicación.
Las revoluciones nacientes necesitan, con urgencia exponencial, comunicación verdadera
para decirnos las verdades necesarias, sin miedo, sin complejos sin censuras y
sin ventajismos. Las revoluciones necesitan ciencia de la comunicación para
planificar su desarrollo y su retroalimentación dinámicas, sin obstáculos, sin
cegueras, sin sectarios reyezuelos tenderos de las verdades mediáticas. Nos
urge la comunicación que rompa todos los silencios y los secretos que
ponga la vista y a la luz, la crítica y la responsabilidad socialistas. Nos
urge la comunicación de
la verdad la comunicación de la inteligencia, la comunicación de los mejores
valores y los mejores amores. Sin ilusionismos, sin auto engaños, sin
sectarismos. Espacialmente sin silencios. Hay mucho que celebrar y es más lo
que nos espera. Los que no quieran verlo tienen, al menos, problematizados los
principios. Mientras tanto las revoluciones avanzan. Sin callarse.
EcoPortal.net
Universidad de la Filosofía
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