Tensiones
en América Latina, ¿proyectos complementarios o excluyentes?
Por
Mg. Claudio L. Tomás
16/11/13
Probablemente
hoy y como cíclicamente ha sucedido, aunque con más claridad que nunca, los
procesos de integración en América presentan proyectos conceptualmente disímiles,
desde los intereses que los sustentan hasta la extensión pretendida; se los
vislumbra como recuperando la impronta fundacional de los mismos allá por 1823,
con la Doctrina Monroe pilar del Panamericanismo y con el Congreso Anfictiónico
de Panamá en 1826, germen político del Latinoamericanismo.
Así
como en los años '90 el regionalismo abierto fue la matriz teórica de un mundo
moldeado por el Consenso de Washington, las sucesivas crisis del mundo en
desarrollo desde la segunda mitad de esos años, promovieron desde los inicios
del '00 la búsqueda y el diseño de nuevos esquemas superadores: el ALBA, la
UNASUR, la CELAC y el MERCOSUR reversionado, fueron quebrando la lógica
estrictamente económico-comercial para comenzar a implementar esquemas
inscriptos en el regionalismo autónomo posliberal.
La
síntesis pareció haberse logrado con la firma del Tratado de Brasilia en 2008
dando origen a la UNASUR, en la que la subregión latinoamericana emergía como
proyecto propio y se consolidaba inmediatamente con la conformación de la CELAC
en 2011, cuyo embrión debe rastrearse en el ALBA; pero no, el regreso de la
primacía de la dimensión económico-comercial vuelve para desgajar los
postergados intentos de integrar la gran nación al sur del Río Bravo
deliberadamente separada, a instancias de las variables externas que moldean el
Sistema Internacional y de las variables internas, léase proyectos políticos de
las elites locales, cuyo desvelo siempre fueron las luces de Europa y
posteriormente, de Estados Unidos.
¿Cómo
sigue la Historia?
Los
espejismos de la integración amplia y no sólo aquella enmarcada en los
postulados de la economía liberal de mercado, en pos de un proyecto regional
autónomo se fue desvaneciendo a medida que las economías del Pacífico Sur junto
a México, volvieron a desempolvar las recetas magistrales fracasadas para
aggiornar un nuevo regionalismo abierto de la mano de la ALIANZA del PACIFICO,
probablemente como respuesta al avance progresista en la subregión como a la
neutralización del ALCA en 2005 traicionada por el MERCOSUR.
Algunas
preguntas para profundizar el análisis: ¿cuál es el inconveniente de tener
proyectos políticos de distinta intención y perspectiva? ¿Son mutuamente
excluyentes? ¿Pueden ser complementarios? ¿Es factible y viable intentar pensar
en estos términos?
Las
respuestas a ensayar serán de las más variadas pero lo que no cabe lugar a
dudas son las diferentes concepciones que se pretenden para la región en un
mundo regionalizado; mientras la mirada de la UNASUR es sintetizadora, endógena
y autonómica la propuesta de la ALIANZA del PACIFICO es lineal, exógena y
dependiente del mercado mundial; mientras la primera promueve el desarrollo
hacia adentro, la segunda continúa satisfaciendo las necesidades del mercado
global capitalista, cual impronta de la decimonónica división internacional del
trabajo que nos viene reservando el rol implacable de productores de materias
primas. Probablemente, en estas consideraciones encontremos la respuesta.
A propósito del
Desarrollo
Integración,
desarrollo e inserción internacional, indudablemente, de la elección del
proyecto de integración dependerá el tipo de desarrollo y la inserción
internacional de la región; el nuevo regionalismo abierto consolidaría la
tendencia originaria de 'ofrendar´ al mundo nuestros ingentes y vitales
recursos; el regionalismo autónomo posliberal todavía debe superar la lógica
extractivista y generar un desarrollo que considere a la naturaleza y sus
virtudes como bienes comunes y no como recursos estratégicos mucho menos como
mercancías, cual enfoque neoregionalista abierto.
América
Latina, en función de los proyectos en pugna como por la biodiversidad y bienes
comunes ostentados, cual leyenda de 'El Dorado', se debe [promover] un urgente
debate sobre el modo de desarrollo de la región, que trascienda y supere al Extractivismo
pero sin perder la perspectiva de una inserción colectiva en el Sistema
Internacional; por un lado, resultaría muy auspicioso y pertinente incluir en
el debate al Buen Vivir o Sumak Kawsay, propio de la primigenia tradición
ancestral de nuestra América originaria y por el otro, Brasil, debería definir
cuando va a tomar la firme decisión de traccionar a la región no sólo con su
capacidad exportadora-importadora y de inversión sino por su definición a
partir de asumir el liderazgo político de la región, portando la voz regional
en todos los espacios diplomáticos del mundo, ya que hoy más que nunca, América
Latina se va [a] definir, en los términos planteados hasta ahora, según hacia dónde
lo haga Brasil.
Conclusiones
Tres
cuestiones a revelar:
1-
¿Hasta dónde permitirá Estados Unidos, en el marco de la reconfiguración de su
hegemonía global, que los Estados del Sur avancen con su derrotero autonómico?
Rupturas
institucionales en varios de los nuestros, bases militares próximas a los
recursos naturales comunes y vitales...
2-
¿Será, el espionaje, motivo del disgusto de la presidente brasileña el
disparador de la asunción del liderazgo autonómico de Brasil, como voz líder de
la región?
3-
¿Habrá llegado la hora de discutir estructuralmente otro modelo de desarrollo
basado en la armonía socioeconómica y ambiental en la región, con el valor
agregado del Buen Vivir?
Entonces,
se entiende que será fundamental elegir el esquema de integración apropiado que
no sólo busque soluciones autonómicas a sus conflictos subregionales sino
también que entienda al desarrollo como la forma identitaria de ser y estar en
un mundo donde la multipolaridad comienza a ser el perfil que paulatinamente
comienza a configurarse.
El
proyecto regional debería apuntalarse a partir de una integración amplia, que
consolide nuestra historia común y nos reivindique frente a un mundo que, desde
hace tiempo, escogió un rol y una función para nosotros; pero el camino a
recorrer y a desandar, está en manos nuestras. O al menos este es el argumento
para comenzar a reescribir la Historia desde el Sur, con el cielo al revés.
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