Por Mark Weisbrot
CEPR
/ Últimas Noticias | 5 noviembre del 2013
Desde
hace más de una década, aquellos que se oponen al gobierno de Venezuela –lo que
incluye la mayoría de los grandes medios occidentales– han insistido en que la
economía venezolana implosionaría. Como los comunistas de los años 30 que
apostaban por la crisis final del capitalismo, generalmente se imaginaron que
el colapso económico de Venezuela se encontraba apenas doblando la esquina.
Cuan frustrante habrá sido para ellos presenciar apenas dos recesiones: una
causada directamente por el paro petrolero que protagonizó la oposición
(diciembre 2002 – mayo 2003) y la otra, producto de la crisis mundial (2009 y
la primera mitad del 2010). A pesar de estas recesiones, el rendimiento
económico de la década entera, tomando en cuenta que el gobierno solamente logró
el control de la compañía nacional de petróleos en el 2003, resultó ser
bastante satisfactorio, con un incremento promedio anual en el ingreso real per
cápita del 2,7 por ciento, una pobreza rebajada a más de la mitad y avances
significativos para la mayoría en cuanto a empleo, acceso a servicios de salud,
pensiones y educación.
Ahora
Venezuela se enfrenta a problemas económicos que alientan los ánimos de esos
corazones que odian. Vemos la mala noticia cada día: los precios de los bienes
de consumo han subido 49 por ciento con respecto al año pasado; un mercado
negro donde el dólar se cotiza siete veces por encima de la tasa oficial; la
escasez de productos básicos, desde la leche hasta el papel higiénico; la
desaceleración económica, la caída en las reservas del Banco Central ¿Será que
aquellos que gritaban “¡Lobo!” verán por fin concretarse sus sueños?
Es
poco probable. En los análisis de la oposición y de los medios internacionales,
Venezuela está entrampada en un espiral de inflación y devaluación. La
hiperinflación, una deuda externa en aumento y una crisis en la balanza de
pagos marcarían el final de este experimento económico.
Pero
en el año 2012, Venezuela alcanzó los $93,6 billones en ingresos petroleros,
frente a importaciones totales en la economía –a unos niveles históricamente
altos– de $59,3 billones. La cuenta corriente en la balanza de pagos registraba
un superávit de $11 billones. Los pagos de intereses sobre la deuda pública
externa sumaban apenas $3,7 billones. A este gobierno no se le van a agotar los
dólares. Actualmente, el Banco Central cuenta con $23 billones en reservas, y
los propios economistas de la oposición estiman que existen otros $15 billones
en manos de otras instancias del gobierno, sumando así un total de $36,4 billones.
Normalmente, las reservas que puedan cubrir tres meses de importaciones son
consideradas suficientes; Venezuela cuenta con las reservas necesarias para
cubrir por lo menos ocho meses, y posiblemente más. También tiene la capacidad
de solicitar créditos a nivel internacional.
Un
problema es que la mayor parte de las reservas del Banco Central se encuentran
en oro. Pero el oro se puede vender, aunque se trate de un activo mucho menos
líquido que otros ahorros, como lo son los bonos del tesoro de EEUU. Parece
algo descabellado pensar que el gobierno corra el riesgo de pasar por una
crisis en la balanza de pagos en vez de vender su oro.
La
hiperinflación también es una posibilidad muy remota. Durante los primeros dos
años de la recuperación económica, que comenzó en junio del 2012, la inflación
venía cayendo aun cuando el crecimiento económico se aceleró al 5,7 por ciento
para el 2012. En el primer trimestre del 2012 alcanzó un punto bajo de apenas
2,9 por ciento, equivalente a una tasa anual del 12,1 por ciento. Todo ello
demuestra que Venezuela, a pesar de sus problemas, es muy capaz de generar un
crecimiento saludable, incluso mientras se lleva la inflación a la baja.
Lo
que verdaderamente disparó la inflación, ya hace un año, fue un recorte en el
suministro de dólares al mercado de cambio de divisas, los cuales se redujeron
a la mitad en octubre del 2012 y prácticamente fueron eliminados en febrero.
Esto hizo que más importadores tuvieran que comprar dólares cada vez más caros
en el mercado negro. La devaluación de febrero también contribuyó en algo a la
inflación, aunque probablemente no tanto.
Pero
desde entonces el gobierno ha aumentado sus subastas de dólares, anunciando
también un plan para aumentar las importaciones de alimentos y otros bienes, lo
cual seguramente ejercerá cierta presión hacia la baja en los precios.
Ciertamente,
Venezuela se enfrenta a algunos problemas económicos serios. Pero éstos no son
del tipo que sufren por ejemplo Grecia (ya en su sexto año de recesión) o
España, que se ven atrapadas en un arreglo donde la política macroeconómica es
fijada por factores cuyos objetivos entran en conflicto con su recuperación
económica. En cambio, Venezuela cuenta con suficientes reservas e ingresos en
divisa extranjera para hacer lo que quiera, incluyendo empujar hacia abajo el
valor del dólar en el mercado negro y eliminar buena parte del
desabastecimiento. Estos son problemas que pueden ser resueltos de manera
relativamente rápida mediante cambios en las políticas. Venezuela –al igual que
la mayor parte de las economías del mundo– también sufre problemas
estructurales de largo plazo, como lo son una sobredependencia respecto del
petróleo, una infraestructura deficiente y una capacidad administrativa
limitada. Pero no son éstas las causas de sus dificultades actuales.
Mientras
tanto, la tasa de pobreza cayó en un 20 por ciento en Venezuela el año pasado.
Esto representa sin duda alguna la reducción más significativa de la pobreza en
todo el continente americano para el año 2012, y una de las más importantes
–tal vez la más importante– en el mundo. Las cifras están disponibles en la
página web del Banco Mundial, pero prácticamente ningún periodista ha
emprendido el muy peliagudo viaje por el ciberespacio para encontrarlas y
difundirlas. Toca preguntarse, ¿por qué será que se les pasó el dato?
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