Ernesto Che Guevara
El pensamiento del Che
en la Cuba actual
Fernando Martínez Heredia
25
NOVIEMBRE 2013
Les
agradezco mucho a los organizadores de Dialogar, dialogar esta oportunidad de
conversar acerca de un tema tan importante, a tan pocos días del II Congreso de
la Asociación Hermanos Saíz. Esa reunión de jóvenes, precedida de amplios debates
y acciones a lo largo del país, constituyó un evento ejemplar, porque trató los
reales problemas del sector y de las prácticas culturales y sus implicaciones
en la Cuba actual, con profundidad, claridad, proposiciones y espíritu
revolucionario; sin autocensura y con valentía política. Fue un verdadero
congreso, y una promesa necesaria.
El
regreso del Che en Cuba comenzó en 1987, durante la campaña de rectificación,
cuando Fidel lo contrapuso a la gran deformación que había sufrido el proceso
revolucionario. Su pensamiento había desaparecido de la enseñanza y de los
medios de comunicación desde inicios de los setenta, pero al fin comenzó a
rescatarse y a ser conocido por nuevos cubanos durante aquellos años. Estaba claro que el Che hacía mucha
falta. Sin embargo, después de la coyuntura compleja de la detención de la
rectificación, de la gran crisis económica y de la calidad de la vida en Cuba,
y de la pérdida de prestigio del socialismo a escala mundial, que sobrevinieron
en la primera mitad de los años noventa, cuando el Che volvió físicamente, en
1997, la situación ya era otra.
Fidel y
los revolucionarios consecuentes lo esgrimieron como un refuerzo para el
enfrentamiento a una tercera pregunta general sobre el país, que ya comenzaba a
percibirse. La primera, perentoria, había sido la de la sobrevivencia, que
ocupó prácticamente todo el terreno en la angustiosa primera mitad de la
década; la segunda pregunta era si la reproducción material de la existencia
del país que se había ido logrando sería viable o no. El repertorio de
variables favorables que poseía Cuba permitió que las políticas y las tácticas
adoptadas aseguraran esa viabilidad a inicios de este siglo. La tercera
interrogante no tenía carácter urgente, pero sí implicaciones trascendentales:
cuál sería la naturaleza del régimen que emergería a partir del proceso de solución
de las dos primeras. El Che reforzaba la posición de los queríamos que la
respuesta fuera un socialismo más profundo, capaz de asumir su propia crítica y
renovarse.
Pero ya
estaban en marcha transformaciones sociales y de las conciencias dentro de la transición
socialista cubana, paulatinas durante un largo período, que continúan hasta
hoy. La ofensiva de Fidel al inicio del siglo XXI pretendió frenar
desigualdades y reforzar al socialismo. Una insuficiencia grave, sin embargo,
era el abandono, prácticamente, de la apelación a una divulgación que
relacionara las medidas y las características socialistas de la mayor parte de
la vida social con la necesidad del socialismo y con sus ideales, y de las
prácticas y las discusiones de un pensamiento estructurado que operara como
fundamentación del socialismo. En 2008 se publicaron los Apuntes críticos a la
Economía Política del Che casi en secreto. Se ha ido nucleando un sector de
estudiosos, incluidos jóvenes, y se ha avanzado en la publicación de su obra,
pero sin que las ideas del Che se volvieran polémicas y participaran en los
debates, que en realidad no eran alentados.
En
estos últimos años se ha producido un positivo aumento de la politización, y
también de la expresión de criterios diferentes dentro del cauce del
socialismo, pero la socialización de un pensamiento que trate las cuestiones
esenciales sigue sin ponerse a la orden del día. Mientras, se han emprendido
transformaciones que pueden ser decisivas respecto a la existencia misma del
socialismo cubano, al mismo tiempo que continúan tendencias que vienen del
curso de las últimas dos décadas. Se han tomado y se toman medidas económicas
muy importantes sin que haya discusión desde una u otra posición en economía
política, porque no se invoca ninguna. Un pragmatismo descarnado es la regla,
salpicado por algunas palabras que reiteran que lo que se hace es para el
socialismo o en nombre de él. Existe un divorcio total entre las
reflexiones críticas y las preocupaciones que expresan revolucionarios
socialistas –entre los cuales hay cierto número de dirigentes– y numerosas
informaciones y trabajos de opinión que aparecen en medios que pertenecen al
Estado, ciegos ante lo que les parece negativo o inconveniente, y aferrados a
tópicos que ya no son y a otros que nunca fueron.
¿Por
qué los compañeros que convocan esta mesa escogen entonces al pensamiento del
Che en la Cuba actual como tema? Porque tienen conciencia política del momento
histórico en que vivimos y lo que se juega en él, y del papel que puede tener el
Che si lo hacemos participar en la tremenda y ya abierta lucha cultural entre
el capitalismo y el socialismo que caracteriza a la situación.
Del
ejemplo que utilicé podría inferirse que la posición y la propuesta del Che que
se han calificado como económicas serían su contribución lógica y mayor. Pero
no creo que esa idea sea acertada, por dos razones. Ante todo, porque la
concepción socialista del Che está opuesta a la separación abstracta de la
dimensión económica de la sociedad que está en transición socialista, una
operación que permitiría tratar a la “economía” en general como un campo
separado y autónomo de la política, la ideología y la cultura, e incluso
“ponerla a trabajar” para el socialismo. Esa separación es un recurso de
comprensión y de argumentación de lo esencial del capitalismo, su
funcionamiento y sus normas y valores. Che afirma que la economía debe ser
gobernada por el poder popular revolucionario durante todo el proceso de
transición socialista.
La
segunda razón es consecuencia de la primera: las ideas y las propuestas del Che
acerca de la dimensión económica son corolarios de su concepción teórica y
política de la actividad revolucionaria creadora de socialismo. Trataré de
sintetizar varios rasgos principales suyos:
a)
la Economía, la Economía política y las políticas económicas sin apellidos son
siempre formas de la economía del capitalismo, corresponden al complejo de
teorías e ideologías de ese sistema;
b)
la transición socialista es un poder político e ideológico revolucionario de
orientación socialista-comunista, que tiende a unificar las dimensiones
diferentes de la sociedad en cuanto a objetivos y voluntades, aunque todas
ellas siguen teniendo sus características y sus especifidades, y se trabaja
concretamente con cada una de ellas;
c)
por consiguiente, el poder revolucionario es un puesto de mando sobre la
economía, y es el conductor, de diferentes maneras, del conjunto de la
sociedad;
d)
precisamente por serlo, y para que ese poder no degenere en el poder de un
grupo que termine cerrándole el paso al socialismo, está obligado a avanzar
hacia su conversión en un verdadero poder popular, en el que los trabajadores y
las mayorías conozcan las cuestiones fundamentales y participen de manera
creciente en su control y su fiscalización, y en la elaboración misma de las
decisiones y las políticas;
e)
para todo el período de transición que va desde el triunfo revolucionario hasta
el fin de las dominaciones y la creación de una sociedad nueva, muy diferente y
muy superior a la capitalista, tienen que regir los despliegues y los productos
de los factores subjetivos de la sociedad, y no las determinaciones llamadas
objetivas. Guiarse
por el predominio de los llamados “factores objetivos” conduce a la detención
del proceso y su retroceso, en dos sentidos: el que procede de la reproducción
“normal” de las condiciones de la vida social, que siempre consiste en la
reproducción del orden de dominación vigente; y el que dimana del poder de un
grupo que convierte su poder, sus intereses y su voluntad de dominio en cosas
“objetivas” que no pueden cambiarse.
Ante el
desafío crucial que se está configurando en Cuba entre el socialismo y el
capitalismo, el Che puede ofrecernos su específica posición dentro de la
revolución socialista, expresada y desarrollada en el conjunto de su
pensamiento y en la batalla intelectual que libró para ganar a ella a los
cubanos y que predominara frente a otra concepción diferente del socialismo que
existe, y frente a las profundas insuficiencias de nuestra sociedad para
consumar ese cambio. La centralidad de la política, sus férreas relaciones con
la ética y el papel impulsor de esta cuando los factores subjetivos predominan,
la conversión de la sociedad en una gigantesca escuela, son aspectos esenciales
en la concepción del Che, que me limito a mencionar aquí.
Ernesto
Che Guevara es el máximo pensador teórico de la posición dirigida por Fidel
durante la primera etapa de la Revolución en el poder –la que va de 1959 a
inicios de los años setenta–, y sigue siendo a mi juicio el máximo
representante de la corriente socialista que puede hacer viable que Cuba siga
siendo socialista.
Che
tiene un lugar en la historia del pensamiento revolucionario cubano. No
intentaré exponer mis criterios acerca de ese pensamiento, pero quiero al menos
llamar la atención sobre la necesidad de no verlo como un bloque igual a sí
mismo, sino en su realidad de producciones diversas, y en algunos casos
enfrentadas entre sí e influidas por condicionamientos que se iban modificando
en el decursar histórico del país. Desde ese punto de partida, entiendo que el
Che pertenece a la corriente radical, que ha tenido puntos en común y ha
marcado una trayectoria que es preciso heredar.
Esos
radicales se fueron por encima de las respuestas políticas que parecían
posibles frente a los conflictos de su tiempo y su circunstancia, y las
propuestas que hicieron también se fueron por encima de la reproducción
esperable de la vida social.
Carlos
Manuel de Céspedes forzó la aparición de la guerra como recurso revolucionario,
fijó como condición para su cese la independencia y la soberanía completas del
país, y abrió paso al abolicionismo revolucionario de la esclavitud como la
solución necesaria de la mayor contradicción social de su siglo en Cuba. Echó
así las bases políticas de una nación que tenía muy inciertas bases sociales,
entre una rica y poderosa clase dominante que no aspiraba a ella y la
explotación masiva de la esclavitud, las opresiones brutales y las divisiones
de castas en que vivían las mayorías.
José
Martí preconizó y desató una política revolucionaria muy superior a la que
había conocido el país y la enfrentó sin vacilación a las variantes
evolucionistas, que parecían más razonables para Cuba a fines del siglo XIX. Su
guerra revolucionaria sería el único vehículo eficaz para eliminar el
colonialismo español, pero al mismo tiempo la vía de una educación de masas que
formara ciudadanos, capacitados mediante la actuación y unificados
ideológicamente, para fundar y desarrollar una república democrática con
justicia social, apta para aunar verdaderamente a los elementos tan disímiles
del país. Esos
cubanos de la república nueva martiana se habrían vuelto capaces también de
enfrentar con posibilidades de éxito el expansionismo imperialista de Estados
Unidos. La propuesta de Martí revolucionaba tanto a la política como a la
reproducción esperable de la vida social, al ponerles como objetivos convertir
en realidades lo que no había parecido ni siquiera posible.
Julio
Antonio Mella partió de la lucha reformadora estudiantil en la primera
república burguesa neocolonial, y comprendió pronto que la revolución
socialista sería la condición para obtener la satisfacción de las demandas y
las identidades de los grupos sociales. Se hizo entonces comunista, en el marco
de la universalización política e ideológica que impulsaba la Internacional
fundada en la Rusia Soviética. Pero logró entender que en los países
colonizados o neocolonizados el anticapitalismo tendría que ser
antimperialista. Y que la práctica revolucionaria comunista estaba obligada a
ganarse la conducción en el curso de la revolución, y a ser ante todo cubana.
Obró en consecuencia en su corta vida, y se convirtió en el iniciador del socialismo
cubano. Es difícil encontrar tanto adelanto respecto a sus condicionamientos, y
al mismo tiempo planteos políticos tan atinentes para cambiar mediante la
praxis los límites de lo posible.
Antonio
Guiteras consiguió echar a andar en Cuba la revolución del siglo XX, de la que
Mella había sido el pionero, dentro de la lucha contra la dictadura de Machado
y la gran rebelión del pueblo en 1933. Creó organizaciones políticas de lucha
armada para tomar el poder e implantar el socialismo mediante la dictadura
revolucionaria.
Intentó que la educación social y política de masas avanzara a saltos mediante
la praxis, impulsando una experiencia a escala nacional de una gestión de
gobierno revolucionario antimperialista radical, con muchas medidas de justicia
social en beneficio de las mayorías explotadas y oprimidas. Pretendió abrir el
espacio y las formas para que se formara una conciencia social socialista de
liberación nacional, y no tuvo temor de ejercer poder político para que esa
conciencia se volviera realidad. El legado de Guiteras es indispensable para
entender cómo fue posible pensar el socialismo cubano en la insurrección y el
proceso revolucionario que triunfó en 1959.
Si
exceptuamos el caso de Martí, las prácticas revolucionarias fueron lo dominante
en la historia de las posiciones y propuestas de los radicales entre 1868 y
1959. Pero en su conjunto, ellos elaboraron un cuerpo de pensamiento que
constituye una acumulación cultural de un valor inapreciable, que es necesario
que rescatemos y asumamos conscientemente. Una de las características de todo
orden posrevolucionario es la de devaluar, pasar al olvido o manipular las
experiencias y las ideas radicales, con el fin de borrar su singularidad y su
influencia.
El
triunfo en 1959 de una guerra revolucionaria que constituyó al mismo tiempo una
escuela política radical, dirigida por una organización férreamente unida,
decidida y con vocación de poder, y a su cabeza Fidel, el líder político más
descollante del siglo XX cubano, le permitió al país escoger la opción máxima
posible: hacer una revolución socialista de liberación nacional que
transformara a fondo las relaciones sociales y humanas y las instituciones.
Pronto la nueva época exigió un formidable aumento de las capacidades
intelectuales de la mayoría de las personas, y de la calidad del contenido y el
papel del pensamiento social. La praxis era el motor, pero ella debía ser
organizada y consciente. El aumento de capacidades y la formación política eran
imprescindibles, porque, por primera vez en nuestra historia, los objetivos a
alcanzar requerían una rigurosa intencionalidad, una conducción política y
social cada vez más compleja, una distribución creciente del poder, un
planeamiento eficaz, una crítica radical de la modernidad capitalista y del modelo
socialista predominante y, al mismo tiempo, pensar la revolución que se hacía y
elaborar intelectualmente las características de la nueva sociedad que se
pretendía.
Entonces
al joven héroe Ernesto Guevara, uno de los más destacados seguidores de Fidel y
totalmente identificado con él en cuanto a las ideas, le tocó desempeñar el
papel principal en la producción de un pensamiento social de la Revolución
cubana y en las relaciones de este con las ideas socialistas del mundo de su
tiempo.
El Che
había tenido que aprender en muy poco tiempo cómo era Cuba y cómo participar
eficazmente en su proceso revolucionario. A la vez, debió utilizar los
instrumentos de pensamiento marxista que ya poseía sin someterse a la doctrina.
Esa es una entre tantas lecciones que nos ha dejado. Cuando el periodista
uruguayo Carlos María Gutiérrez le preguntó, en febrero de 1958, si él era
marxista, el Che le respondió que había tenido que olvidar en la guerra todo lo
que había aprendido antes. Ganó esa batalla consigo mismo y de inmediato puso
su peso personal en ayudarnos a todos a pelear y ganar una batalla de ideas en
el seno del proceso revolucionario, a favor de todas las liberaciones y por la
creación de nuevas personas y una sociedad socialista.
Les
sugiero que estudien aquella contienda de ideas. El Che que puede conocerse de
ese modo es más humano y más grande, y a su escala también lo es la Revolución
cubana de los años sesenta, esa maravilla enigmática para las nuevas
generaciones que han sido privadas de su conocimiento, como si por un tiempo
las cubanas y los cubanos en masa hubieran padecido una sublime locura.
Quiero
compartir con ustedes una parte de lo que expresé en febrero, en la
presentación de los libros del Che Apuntes críticos a la Economía Política y
Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), en la Feria del Libro.
El
Che denuncia de manera categórica la apelación a tomar “como arma para luchar
contra el capitalismo, las armas del capitalismo”. Las motivaciones de “la
sociedad donde la filosofía es la lucha del hombre contra el hombre, de los
grupos contra los grupos y la anarquía de la producción” no podrán ser
despertadas y utilizadas eficazmente para servir a una sociedad basada en el
poder socialista. Esta exige control riguroso y conciente, “la colaboración
entre todos los participantes como miembros de una gran empresa (el conjunto de
la economía), en vez de ser lobitos entre sí dentro de la construcción del
socialismo”.
Opina
que en vez de ir al fondo de los problemas, la práctica y el pensamiento de
estos socialistas se dejan llevar a la seguridad aparente de acudir a lo ya
probado. Las reformas pueden relucir como “descubrimientos” que remediarían la
falta de motivaciones suficientes en los actores económicos y lograrían la
subordinación de la producción para el consumo a las demandas de sus
consumidores, relacionar la rentabilidad con la venta del producto, etcétera.
Esos experimentos y ensayos de política económica son, sin embargo, remedos de
lo que el capitalismo hace eficazmente, porque lo universaliza y porque
corresponde a las relaciones fundamentales de su sistema. Existe una lógica que
caracteriza a cada sociedad: si la olvidamos, pagaremos un precio muy caro.
Por
otra parte, Che invita a no olvidar nunca la situación concreta de la cual ha
partido Cuba en su transición socialista. No somos ilusos, advierte, estamos
tratando de edificar efectivamente el socialismo “saliendo de una etapa
semicolonial… de todos los vicios, de todas las taras que nos dejó el
capitalismo, con la misma gente, con todos nosotros con mentalidad capitalista,
hace unos años pensando siempre cuánto íbamos a ganar”. La debilidad
que padece Cuba no debe atribuirse a la utilización de un sistema financiero
determinado: “son debilidades de una economía que ha cambiado su composición,
su característica”.
El
Che insiste, incansable, en desbaratar la imputación que se hace a sus ideas de
mantener un desprecio “idealista” por el interés material, un simplismo que
busca devaluarlas y rehuir la discusión. Nadie en sus cabales desconoce la
fuerza y el arraigo del interés material, instalado a lo largo de la historia
de las sociedades de dominación y multiplicado y refuncionalizado por el
capitalismo. La
elección está entre utilizarlo llana y acríticamente –aunque se lamente que sea
nocivo–, o utilizarlo como un mal necesario, sin depender de él. Ser creativo
desde la situación concreta e inevitable, y organizar un proceso de
erradicación paulatina de los comportamientos económicos egoístas e
individualistas. Ir forjando otro mundo de actuaciones y valores, que pueda
reunir diferentes estímulos, implantar la norma que en nombre del deber social
reconoce o reprocha, al mismo tiempo que retribuye o no a partir del grado de
cumplimiento, o el estímulo a la capacitación dado por su conversión en
requisito para pasar a un nivel superior. Instrumentos como los citados, dice
el Che, persiguen la toma de conciencia de tipo mecánico en el individuo; hay
que perseguir, a la vez, la toma de conciencia de tipo dinámico, una de cuyas formas
fundamentales es el trabajo voluntario.
La
creación de otra realidad desde la existente, sin lo cual no hay revolución
socialista, tiene que incluir el espíritu crítico, fomentar la independencia de
los criterios y la capacidad de pensar y valorar con cabeza propia, y aprender
a distinguir los caminos, sus implicaciones y sus resultados. Es impresionante la vitalidad y la
hondura alcanzados por aquel análisis teórico que permitía, en medio de la
tormenta de la Revolución, señalar los graves peligros de copiar mecánicamente
y no ver las deficiencias del socialismo existente, y salirle al paso a la
resignación a lo que existe, la rutina y el seguidismo. El Che aprendió –al
mismo tiempo– a reflexionar sobre la circunstancia en curso, la actuación
inmediata, los métodos y los fines mediatos, y a teorizar acerca de los asuntos
fundamentales.
Al
salir del Congo y verse obligado a esperar, Che se entrega a una tarea que
constituye el inicio de una nueva fase de su obra. Siente la necesidad de
llegar a conclusiones sobre el socialismo realmente existente, asunto crucial
para todos en el mundo, y también de ofrecer una alternativa desde las ideas de
los revolucionarios marxistas de los países que han sufrido o sufren el
colonialismo y el neocolonialismo, que ahora quieren pelear por la liberación
total de las naciones y de las personas, y por el avance de la revolución
mundial. “Es un grito dado desde el subdesarrollo”, escribe en “La necesidad de
este libro”, breve introducción a los Apuntes que contiene planteamientos
trascendentales. Se refiere en ella a la obra monumental que dio origen al
marxismo, las nuevas situaciones de la época imperialista, los aportes
extraordinarios de Lenin y la detención ulterior del desarrollo de la teoría
marxista. Enseguida expone las razones por las cuales hace la crítica de la
Economía Política:
Creemos
importante la tarea porque la investigación marxista en el campo de la economía
está marchando por peligrosos derroteros. Al dogmatismo intransigente de la
época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico,
esto no se refiere sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos
los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya
enormemente dañinas, pero cuyos resultados finales son incalculables (…)
Nuestra tesis es que los cambios producidos a raíz de la NEP han calado tan
hondo en la vida de la URSS que han marcado con su signo toda esta etapa. Y sus
resultados son desalentadores: la superestructura capitalista fue influenciando
cada vez en forma más marcada las relaciones de producción, y los conflictos
provocados por la hibridación que significó la NEP se están resolviendo hoy a
favor de la superestructura. Se está regresando al capitalismo.
Che
espera serenamente el repudio a su posición y la acusación de anticomunismo y
oportunismo, el rechazo de los que se sentirán heridos en su cariño y su
lealtad, y también el sobresalto sincero de otros “ante este cúmulo de razones
nuevas y diferentes”. Pero confía en que muchos podrán sentirse atraídos por
este “intento de retomar la buena senda”. A ellos se dirige el libro, “y
también a la multitud de estudiantes cubanos que tienen que pasar por el
doloroso proceso de aprender ‘verdades eternas’ en las publicaciones que
vienen, sobre todo, de la URSS, y observar como nuestra actitud y los repetidos
planteamientos de nuestros dirigentes se dan de patadas con lo que leen en los
textos.”
Un
largo camino había recorrido Ernesto Guevara en una década. La revolución había
sido su maestra. En la guerra y desde el poder revolucionario se desarrolló su
estatura como combatiente, dirigente y pensador, y ahora él –como reclamara
Lenin sesenta años antes– debía, en justo pago, enseñarle algo a la revolución.
Y lo logró. La aventura socialista de un pequeño país aislado producía un pensamiento
capaz de continuar el trabajo excepcional mediante el cual Carlos Marx había
encontrado ideas capaces de subvertir el control de las ideas de la sociedad
por la clase dominante.
Hasta
aquí el fragmento de febrero, largo pero, según me parece, procedente. Para
terminar en la cuerda de la pregunta implícita en el título del tema que nos
convoca, ofrezco una síntesis de lo que estimo que puede darnos hoy el Che:
-
un referente ético y político socialista sin igual, fortalecido por su
consecuencia y su ejemplo imperecederos, y por su caída heroica;
-
confianza en lo que sí es posible hacer y lograr para volverse superior a las
circunstancias;
-
un extraordinario instrumento teórico –conceptos, ideas, hipótesis, principios–
y el método dialéctico marxista, que el Che ejerció sobre las realidades, los
conflictos y los proyectos de Cuba y de América Latina y el llamado Tercer
Mundo;
-
una crítica marxista de las sociedades y las teorías del capitalismo y el
socialismo;
-
un cuerpo de pensamiento idóneo para realizar los análisis concretos que tanto
necesitamos;
-
una de las líneas principales con que contamos para el trabajo urgente de
formación política, ideológica y cultural.
[*]
Intervención en el espacio Dialogar, dialogar, de la Asociación Hermanos Saíz,
en el Pabellón Cuba, el 23 de octubre de 2013.
(Tomado
del blog Dialogar, dialogar)
EXCELENTE TRABAJO, GRACIAS AMIGO.
ResponderEliminarGracias te doy yo por tu comentario Budamaritza
ResponderEliminarManuel Moncada Fonseca