“El marxismo es mucho
más que un método crítico”- Terry Eagleton
Alejandra Ríos y Ariane
Díaz
nov 17th, 2013 | By
Boltxe kolektiboa | Category: Sozialismoa
Presentamos
una entrevista exclusiva a Terry Eagleton, crítico literario marxista y
escritor, sobre uno de sus últimos libros, The
event of literature. Además de exponer algunas de las ideas centrales de
este libro, el autor nos remite a conceptos tratados ya en otros trabajos
publicados en castellano, como La
estética como ideología, Después de la teoría o Por qué Marx tenía razón.
IdZ: Su libro The event of literature plantea que la
teoría literaria ha estado en declinación durante los últimos 20 años, y que
históricamente existe una relación entre las vicisitudes de la teoría y
determinados momentos de conflictividad social. ¿Por qué cree que la teoría se
desarrolla y alcanza sus picos más altos en períodos en que la conflictividad
social es mayor?
En
nuestra época, la teoría literaria alcanzó su punto más álgido, a grandes
rasgos, en un momento en el cual la izquierda política se encontraba en
ascenso. Hubo un auge de dicha teoría en el período que abarca,
aproximadamente, desde 1965 hasta mediados o finales de la década de 1970, lo
que coincide más o menos con el momento en el que la izquierda era mucho más
militante, y tenía mayor confianza en sí misma, que en la actualidad. De 1980
en adelante, con el endurecido control del capitalismo postindustrial avanzado,
estas producciones teóricas empezaron a ceder lugar al posmodernismo, que entre
otras cosas es –como lo ha señalado Fredric Jameson– la ideología del
capitalismo tardío.
La teoría radical no se ha desvanecido, es cierto, pero fue
empujada hacia los márgenes, y gradualmente se fue volviendo menos popular
entre los estudiantes. Las grandes excepciones a esto fueron el feminismo, que
continuó atrayendo una gran cantidad de interés, y el poscolonialismo, que se
convirtió en algo así como una industria en crecimiento, y aún sigue siéndolo. Uno no debería
concluir, de esto, que la teoría es inherentemente radicalizada. Hay muchas
formas de teoría literaria y cultural que no son radicales.
Pero
la teoría como tal plantea algunas cuestiones fundamentales –más fundamentales
que la crítica literaria de rutina–. Donde la crítica se pregunta “¿Qué
significa la novela?”, la teoría se pregunta “¿Qué es una novela?”. Hace que la
pregunta retroceda a un paso previo. La teoría es también una reflexión
sistemática sobre las suposiciones, procedimientos y convenciones que gobiernan
una práctica social o intelectual. Es, para decirlo de algún modo, el punto en
el cual la práctica es empujada a una nueva forma de autorreflexividad,
tomándose a sí misma como objeto de su propia indagación. Esto no tiene
necesariamente efectos subversivos, pero puede significar que la práctica esté
obligada a transformarse, habiendo examinado algunas de sus consideraciones
subyacentes, en una nueva forma crítica.
IdZ: En el mismo libro
comenta que el concepto de “literatura” es relativamente reciente, surgido
durante un período de turbulencias sociales, y que reemplazó a la religión como
refugio de valores estables. Pero también señala que la literatura puede ser
vista como una actividad capaz de desmitificar las ideas dominantes. En La
estética como ideología, planteaba también que la estética ha sido tanto una
forma de interiorización de valores sociales –y en este sentido un elemento de
disciplinamiento social–, así como también un vehículo de utopías y
cuestionamientos a la sociedad capitalista. ¿Sigue cumpliendo el arte ese papel
doble y contradictorio?
Desde
un punto de vista político, tanto el concepto de literatura como la idea de la
estética son, sin duda, conceptos de doble filo. Hay sentidos en los que se
ajustan a los poderes dominantes, y otras formas en las cuales los desafían
–una ambigüedad que es también verdad para muchas obras artísticas
individuales–. El concepto de literatura data de un período en el cual había
una sentida necesidad de proteger ciertos valores creativos e imaginativos de
una sociedad que era cada vez más filistea y mecánica. Está relativamente
hermanada con la llegada del capitalismo industrial. Esto luego permitió que
esos valores actúen como una crítica poderosa a dicho orden social, pero al
mismo tiempo los distanció de la vida social cotidiana y algunas veces ofreció
una compensación imaginaria por ello. Lo que quiere decir que se ha comportado
de una manera ideológica. La estética encontró un destino similar.
Por
un lado, la así llamada autonomía del artefacto estético brindó una imagen de
autodeterminación y libertad en una forma autocrática, a la vez que desafió su
racionalidad abstracta con su naturaleza sensorial. En este sentido puede ser
utópica. Al mismo tiempo, sin embargo, esa autodeterminación era, entre otras
cosas, una imagen de un sujeto de clase media, que no obedecía a la ley sino a
sí mismo. Creo que esas ambigüedades permanecen en la actualidad. En las
sociedades capitalistas avanzadas, donde la idea misma de las Humanidades está
bajo amenaza, es vital promover actividades como el estudio de las artes y la
cultura precisamente porque las mismas no tienen ningún propósito pragmático
inmediato, y en este punto cuestionan la racionalidad utilitaria e
instrumentalista de tales regímenes. Esta es la razón por la cual el
capitalismo en realidad no tiene tiempo para ellas, y por la cual las
universidades, actualmente, quieren desterrarlas. Por otra parte, todo
socialista tiene claro que el arte y la cultura no son, en última instancia,
los escenarios de lucha más importantes. Tienen su importancia, en particular
porque la cultura, en el sentido cotidiano de la palabra, es el lugar donde el
poder se sedimenta y reposa. Sin esto, es muy difícil y abstracto ganar la
lealtad popular. Sin embargo, el culturalismo posmoderno está equivocado en
creer que la cultura es lo básico en los asuntos humanos. Los seres humanos son en primer
lugar naturales, animales materiales. Son el tipo de animal que necesita de la
cultura (en el sentido amplio del término) para sobrevivir; pero eso se debe a
su naturaleza material como especie –lo que Marx llama “ser genérico”–.
IdZ: En el libro propone la
noción del trabajo literario como “estrategia”, esto es, una estructuración
determinada por una funcionalidad, propuesta como un especial tipo de
“respuesta” a una pregunta planteada en la realidad social. ¿Cómo se lleva esta
definición con la idea de autonomía de la obra, en tanto un fenómeno
autorregulado?
No
creo que exista necesariamente una contradicción entre estrategia y autonomía.
Una estrategia puede en sí misma ser autónoma, en el sentido que es una pieza
distintiva de una actividad cuyas reglas y procedimientos son peculiares e
internos a sí misma. La paradoja de la obra artística, al respecto, es que de
hecho va a trabajar en algo que está fuera de sí misma, concretamente,
problemas en la realidad social, pero esto lo hace “autónomamente”, en el
sentido de que “reprocesa” o “retraduce” estos problemas en sus propios y
sumamente peculiares términos. En este sentido, lo que empieza como algo
externo o heterónomo a la obra, termina como algo interno a la misma. Una obra
realista debe respetar la lógica heterónoma de su material (no puede decidir
que Nueva York esté en el Ártico, como una obra modernista o posmodernista
podría), pero al hacerlo simultáneamente arrastra este hecho a su propia
estructura autorregulada.
IdZ: Varias veces en este
libro señala que las teorías posmodernas y posestructuralistas terminan en un
fundamentalismo antiesencialista simétrico a aquellos “fundamentalismos” que se
pretendían minar. ¿Siguen siendo estas definiciones posmodernas las dominantes
en la discusión cultural e ideológica, o la nueva situación de crisis
capitalista y cierto reemerger de la lucha de clases han dado pie a nuevos
intentos teóricos que no sean teórica y socialmente escépticos?
El
posmodernismo es, supuestamente, antifundamentalista, pero se podría afirmar
que simplemente sustituye ciertos fundamentos tradicionales por uno nuevo:
concretamente, la cultura. Para el posmodernismo, la cultura es la base más
allá de la cual no se puede excavar, dado que para ello se necesitaría recurrir
a la cultura (concepto, métodos y demás). En este punto, cabría sostener
entonces que este antifundamentalismo es bastante falaz. En cualquier caso,
todo depende de lo que se considere por “fundamento”. No todos los fundamentos
necesitan ser metafísicos. Existe, por ejemplo, la posibilidad de un fundamento
pragmático, como podemos encontrar, pienso, en el último Wittgenstein. Respecto
de la cuestión de si el discurso posmoderno sigue siendo dominante o no en
nuestros días, me inclino a pensar que mucho menos. Desde el 11/9 hemos presenciado
el despliegue de una nueva –y bastante alarmante– gran narrativa, justo en el
momento en el que se decía con complacencia que las grandes narrativas habían
terminado. Una gran narrativa –la de la Guerra Fría– se había de hecho acabado;
pero, por razones relacionadas sutilmente a la victoria de Occidente en dicha
lucha, ni bien terminó esa narrativa, se desató otra. El posmodernismo, que
juzgaba la historia como posmetafísica, posideológica, incluso en un sentido
poshistórica, fue tomado por sorpresa. Y no creo que se haya recuperado
realmente.
Idz: A lo largo del libro
repasa, en lo que considera sus aportes y debilidades, diversas teorías
literarias desarrolladas en del siglo XX y más contemporáneamente. La
perspectiva marxista parece haber tenido en esta historia un importante peso.
¿Cuáles son en la actualidad los nuevos aportes que se ubican desde esta
perspectiva? ¿Sigue siendo fructífera hoy esta tradición en este terreno como
lo es en otros, según plantea por ejemplo en Por qué Marx tenía razón?
La respuesta breve a la pregunta sobre cuáles son las nuevas
contribuciones marxistas críticas es: son casi inexistentes. Simplemente, el
contexto histórico no es el adecuado para este tipo de desarrollos. La obra de quien, desde
mi punto de vista, es el crítico más eminente del mundo –Fredric Jameson– sigue
en curso. Produce un libro brillante tras otro en una época en la que muchos
críticos muy reconocidos han caído en el silencio. Pero no hay un nuevo cuerpo
de crítica marxista, y dado que no se dan las circunstancias históricas
propicias, uno casi no esperaría que lo haya. Al mismo tiempo, indudablemente
el marxismo no ha desaparecido, como sí ha ocurrido con el posestructuralismo
(de manera bastante misteriosa), e incluso quizá con el posmodernismo. Ello se
debe en gran medida a que el marxismo es mucho más que un método crítico. Es
una práctica política, y si lo que tenemos es una grave crisis del capitalismo,
es inevitable que de algún modo éste se encuentre en el aire. Lo mismo puede
afirmarse del feminismo, cuyo momento culminante está unas décadas atrás, pero
que ha sobrevivido de manera modificada, porque las cuestiones políticas que
plantea son vitales. Las teorías van y vienen; lo que persiste es la
injusticia. Y mientras esto sea así, habrá siempre alguna forma de respuesta
intelectual y artística a ello.
Entrevistaron:
Alejandra Ríos y Ariane Díaz.
Traducción:
Alejandra Ríos.
***
TERRY
EAGLETON
Es
un destacado teórico marxista, crítico literario, escritor y Profesor
Distinguido de Literatura Inglesa en el Departamento de Literatura Inglesa y
Escritura Creativa de la Universidad de Lancaster, Inglaterra. Nacido en una
familia de clase obrera irlandesa de tradición católica y republicana, y
formado teóricamente con Raymond Williams, es en la actualidad uno de los más
destacados críticos literarios. Su perspectiva marxista le ha valido una
importante influencia en el panorama de debate ideológico y político marxista,
así como enconados ataques de conservadores y liberales, entre ellos el mismo Príncipe
Carlos, quien ha recomendado evitar el “terrible Terry Eagleton”. Ha publicado
diversos artículos en la New Left Review desde la década de 1970 hasta la
actualidad.
Periódicamente
también, publica artículos de crítica cultural y política en The Guardian,
periódico inglés de tradición izquierdista. Entre sus más de cuatro decenas de
libros escritos sobre teoría marxista, crítica y teoría literaria, y abundantes
polémicas (es conocido por sus irónicos y fundamentados argumentos en el debate
ideológico), se encuentran algunos de los más influyentes en el panorama
marxista de las últimas décadas. Algunos de ellos, publicados en castellano
son: Walter Benjamin o hacia una crítica
revolucionaria, Las ilusiones del
posmodernismo, La estética como
ideología, Después de la teoría, Por
qué Marx tenía razón, Introducción a
la teoría literaria, y el reciente El marxismo y la crítica literaria –que
reseñamos en IdZ 1–. Ha publicado sus memorias con el título de El portero.
Fuente:
http://ideasdeizquierda.org/
Tomado
de: http://boltxe.info/?p=61884
No hay comentarios:
Publicar un comentario