09-11-2013
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Coca
y cocaína
La
coca, cuyas hojas se cosechan cuatro veces al año, es un arbusto originario de
América del Sur, donde los indígenas la cultivan desde tiempos inmemoriales,
aunque en la actualidad se la cultiva también en otros países tropicales y
subtropicales como Jamaica, Ceilán, Indonesia y Australia.
Las
hojas de la coca, que en principio fueron utilizadas por los aymaras y quechuas
con fines ceremoniales, medicinales y moderadamente recreativos, fueron traídas
a Europa por los conquistadores junto con el tabaco y el café, debido a que dan
una sensación de bienestar, no alucinatoria, que permite superar el hambre, el
cansancio y el abatimiento. De ahí que los indígenas hacen un alto en el
trabajo cotidiano para masticar hojas de coca, mezclando el amasijo con saliva,
“lejía” (pasta sólida hecha de alcalinos y ceniza) y manteniendo éste durante
largo tiempo entre los molares y la cara interna de la mejilla, donde se extrae
el jugo de la coca, que pasa luego a la sangre a través de las membranas
mucosas de la boca, haciendo que la lengua y el carrillo queden adormecidos,
como cuando se está terminando el efecto de la anestesia. Sin embargo, la mayor
cantidad del jugo extraído va a dar en el estómago y los intestinos, sin
provocar ningún tipo de reacción alucinógena.
El “akullico”
(masticación de hojas de coca), que empezó como un acto sagrado entre los
incas, se generalizó durante la colonia y se introdujo en el laboreo de las
minas, donde los indígenas debían cumplir la mita (jornada de trabajo en el interior de la mina), impuesta por
los colonizadores ávidos de riquezas. Desde entonces, el “akullico” (pijcheo,
en quechua) se mantuvo como una parte importante en la vida de los mineros,
quienes, antes y después de explotar los socavones a 4000 metros sobre el nivel
del mar, mastican las hojas de coca para resistir el cansancio, la sed y el
hambre.
Hoja andina, hoja divina
Cuando
Francisco Pizarro conquistó el imperio de los incas en 1533, constató que los
indígenas masticaban las hojas secas de un arbusto a la que más tarde los
científicos denominarían “Erythroxylon”.
Los cronistas de la época dejaron constancia de que el uso de la coca, bajo el
concepto de derecho divino, era exclusivo para los “principales” del
Tawantinsuyo, quienes estaban convencidos de que la coca era un regalo de los
dioses. En efecto, los incas prohibían
el uso de la coca entre las castas inferiores de su imperio y la prescribían
sólo en casos especiales. El Inca Garcilaso de la Vega, historiador y
cronista peruano, ratificó en uno de sus escritos esta afirmación: “...la yerba
llamada coca, que los indios comen, la cual entonces no era tan común como
ahora, porque no la comía sino el Inca y sus parientes y algunos curacas (autoridades indígenas), a
quienes el rey, por mucho favor y merced, enviaba algunos cestos de ellas por
año”.
Consumada
la conquista del imperio incaico, los hijos del sol obsequiaron a los
españoles esta planta asombrosa, “que sacia a los hambrientos, da fuerzas
nuevas a quienes están fatigados o agotados y hace olvidar sus miserias a los
desdichados”. Con el transcurso del tiempo, el uso de las hojas de coca
empezó a extenderse en las tierras conquistadas, donde las autoridades de la
colonia incentivaron entre los indígenas que trabajaban en las “encomiendas” y
la explotación de las minas de plata, habida cuenta que los mitayos, que
masticaban hojas de coca, no comían tanto y aguantaban mejor el trabajo al cual
eran sometidos a sangre y fuego.
Hoja satánica, hoja prohibida
A
mediados del siglo XVI, el Primer Concilio Provincial, realizado en Lima en
1551, se dirigió al rey de España para pedirle que sancione una cédula real que
prohíba en las Indias españolas la producción, comercialización y consumo de la
coca, arguyendo que este arbusto, más que poseer valores nutritivos, tenía propiedades
satánicas, ya que los indígenas la usaban para fines maléficos, como la
adoración o invocación a Satanás.
El Segundo Concilio Provincial, en 1567, reafirmó su rechazo al consumo de la
hoja de coca en el que incurrían los indígenas, y en el título XIV de la
Recopilación de Leyes de Indias se dice: “Somos informados que de la costumbre
que los indios del Perú tienen en el uso de la coca, y su granjería, se siguen
grandes inconvenientes, por ser mucha parte de sus idolatrías, ceremonias y
hechicerías, y fingen que trayéndola en la boca les da más fuerza, y vigor para
el trabajo, que según afirman los experimentados es ilusión y Demonio, y en su
beneficio perecen millares de indios, por ser cálida y enferma la parte donde
se cría”.
De modo
que la
coca, que la cultura incaica la cultivó otorgándole poderes divinos, fue vista
por la Iglesia católica como una yerba satánica y maligna, cuyo uso atentaba no
sólo contra las buenas costumbres humanas, sino también contra la moral
cristiana.
Milagros y estragos de la cocaína
La
coca, cuyo origen se remonta al período post-glacial en estado silvestre, fue
asimilada y domesticada por los indígenas que habitaban en los descuelgues del
macizo andino, hasta que los conquistadores la introdujeron en Europa, donde
los científicos le dieron el nombre de “Erythroxylon
coca”, debido a su compuesto químico, del cual la cocaína es uno de sus
alcaloides más conocidos.
El
alcaloide puro fue aislado por primera vez en 1860 por el químico alemán
Niemann, quien observó que tenía sabor amargo y producía un efecto curioso en
la lengua, dejándola insensible. Pocos
años después, Ángelo Mariani se hizo famoso con la fabricación de un brebaje al
que se atribuía propiedades mágicas, pues recibía cartas y saludos de todo el
mundo, mientras se aplaudía las virtudes de su compuesto químico, introducido
en el arsenal médico como anestésico local.
El
psicoanalista Sigmund Freud, que
consumió cocaína por vía intravenosa durante doce años, utilizó el hidroclorato
de cocaína para enfrentar la depresión severa de sus pacientes. Freud estudió
sus efectos fisiológicos y usó para curar a uno de sus colegas del hábito de la
morfina. También se afirma que el escritor Robert
Louis Stevenson concibió la novela “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr.
Hyde” bajo los efectos de la cocaína, que su médico le suministraba para
combatir su padecimiento de tuberculosis.
La
cocaína, al margen de su limitado empleo en la medicina, se ha convertido en
uno de los negocios más rentables de los últimos tiempos, a pesar de que su uso
ilícito provoca accidentes y trastornos irreparables en la vida de sus
consumidores, pues la intoxicación por este alcaloide es, sin lugar a dudas,
una de las más desastrosas en el ámbito de la salud pública. Inicialmente origina una euforia activa,
con una sensación de vigor, ligereza, audacia y resistencia; pero a esta fase
eufórica, que aumenta el dinamismo sensorial, le sigue una fase de apatía, de
la cual el individuo intenta salir mediante nuevas dosis, iniciándose de esta
manera un círculo vicioso y la consiguiente adicción a la droga.
Con
todo, se debe aclarar que no es lo mismo “akullicar” (masticar hojas de coca),
como lo hacen tradicionalmente los indígenas y mineros bolivianos, que inhalar
el alcaloide conocido con el nombre de cocaína.
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