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miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Qué se esconde tras los “anteojos oscuros”? La cultura de las apariencias


Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Aceptado. Si hay sol, si la vista cansada no resiste exposiciones a luz intensa; si un dolor de cabeza reclama restar la luminosidad ambiente; si un dolor por luto, por des-amor, por fracasos… en fin, si hay base material concreta y razones de salud, por cierto, si hay receta médica en ciernes… aceptado sea, pues, el recurso de los “anteojos oscuros”. Muchos los usamos. Pero, en la realidad, transita un repertorio inefable de usuarios cuyos móviles poco -o nada- tienen que ver con filtrar el paso de la luz. A veces las razones son pura payasada pura.

Una fuerza ideológica extraordinaria hizo creer, a algunos adictos a los “anteojos oscuros” que, para cantar ciertas, recurrentemente pésimas, canciones la “pose” “exitosa” está incompleta sin gafas para el sol, ¡así sea la media noche! Algunos creen que su exotismo “intelectual” se ve pálido sin unos anteojos tipo “ojo de mosca” y se los plantan con fe de monasterio convencidos de que así lucirán de lo más impactantes, convincentes o seductores. Con desdén absoluto por sus concomitancias con el ridículo y el grotesco. Hay ejemplos muy variados y en todas partes.

Se trata de una convicción muy íntima, una certeza incuestionable, un fanatismo de la subjetividad en donde vale sólo lo que lo que el usuario supone, y lo que supone una cofradía cuya idea sea, acaso: “que bien me veo”, “esto si es chic”, “nice”… Algunos no se quitan sus gafas oscuras ni para las actividades más inapropiadas. Una especie de prótesis “estética” basada en un error de apariencias. Lo dicho, rayanos en el ridículo, y nadie les avisa.

Lo que no falta en esos usuarios de “anteojos oscuros” es el virus de la estética farandulera. En algún lugar se contagiaron, quizá mirando revistas del “corazón”, quizá por dosis excesivas de televisión, tal vez por exponerse a los rayos del Show Business sin protección. El resultado es una imitación sórdida de cierta adoración por las apariencias impuestas desde el “mundo del espectáculo” pero llevadas, sin filtros críticos, a la vida diaria. Y entonces es patético, entonces el ya, por definición, ridículo “mundo de la farándula” pasa a ser el ridículo transportado a la vida diaria…por inoculación ideológica.

El compendio de gestos estereotipados y mediocres con que reina la estética de la farándula añade complementos tan odiosos como lamentables. Ya bastante irritantes son los gestos, los pujidos, las convulsiones y los gemidos desentonados… envueltos en vestuarios penosos. Ya bastante irritante es todo el histrionismo de pacotilla que se copian los unos a los otros para lucir como “intensos”, “emocionados” o “pasionales”… ya es irritante en exceso todo el paquete y las payasadas de la farándula para completarlo con “anteojos oscuros”. Y los usan hasta para ir al baño.

La lógica del espectáculo, con su ética y su estética de mercenarios, se ha infiltrado en la vida de los pueblos sin que tengamos a mano antídotos suficientes. Incluso donde menos lo imaginamos nos aparecen los síntomas de un proceso de inoculación sistemática de valores y gestos mediocres vaciados de sentido y tributarios de un amor por la fachada, por las apariencia, por lo superfluo y lo ridículo. Se ha deformado el sentido del gusto popular y se lo ha sometido a los intereses del mercado burgués. En sus extremos, la venta indiscriminada de “anteojos para el sol”, y su pésima calidad de producción, ya acarrea, además de los problemas psicológicos y estéticos, problemas de salud oftalmológica. Acaso sus “anteojos oscuros”, les impidan ver que el resultado ridículo, es todo lo contrario a lo que imaginan. Aunque se vean al espejo. Alguien tiene que avisarles.

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