Por: Fernando Buen Abad Domínguez
Aceptado. Si hay sol, si la vista cansada no resiste exposiciones a luz
intensa; si un dolor de cabeza reclama restar la luminosidad ambiente; si un
dolor por luto, por des-amor, por fracasos… en fin, si hay base material
concreta y razones de salud, por cierto, si hay receta médica en ciernes…
aceptado sea, pues, el recurso de los “anteojos oscuros”. Muchos los usamos.
Pero, en la realidad, transita un repertorio inefable de usuarios cuyos móviles
poco -o nada- tienen que ver con filtrar el paso de la luz. A veces las razones
son pura payasada pura.
Una fuerza ideológica extraordinaria hizo creer, a algunos adictos a los
“anteojos oscuros” que, para cantar ciertas, recurrentemente pésimas, canciones
la “pose” “exitosa” está incompleta sin gafas para el sol, ¡así sea la media
noche! Algunos creen que su exotismo “intelectual” se ve pálido sin unos
anteojos tipo “ojo de mosca” y se los plantan con fe de monasterio convencidos
de que así lucirán de lo más impactantes, convincentes o seductores. Con desdén
absoluto por sus concomitancias con el ridículo y el grotesco. Hay ejemplos muy
variados y en todas partes.
Se trata de una convicción muy íntima, una certeza incuestionable, un
fanatismo de la subjetividad en donde vale sólo lo que lo que el usuario
supone, y lo que supone una cofradía cuya idea sea, acaso: “que bien me veo”,
“esto si es chic”, “nice”… Algunos no se quitan sus gafas oscuras ni para las
actividades más inapropiadas. Una especie de prótesis “estética” basada en un
error de apariencias. Lo dicho, rayanos en el ridículo, y nadie les avisa.
Lo que no falta en esos usuarios de “anteojos oscuros” es el virus de la
estética farandulera. En algún lugar se contagiaron, quizá mirando revistas del
“corazón”, quizá por dosis excesivas de televisión, tal vez por exponerse a los
rayos del Show Business sin protección. El resultado es una imitación sórdida
de cierta adoración por las apariencias impuestas desde el “mundo del
espectáculo” pero llevadas, sin filtros críticos, a la vida diaria. Y entonces
es patético, entonces el ya, por definición, ridículo “mundo de la farándula”
pasa a ser el ridículo transportado a la vida diaria…por inoculación
ideológica.
El compendio de gestos estereotipados y mediocres con que reina la
estética de la farándula añade complementos tan odiosos como lamentables. Ya bastante
irritantes son los gestos, los pujidos, las convulsiones y los gemidos
desentonados… envueltos en vestuarios penosos. Ya bastante irritante es todo el
histrionismo de pacotilla que se copian los unos a los otros para lucir como
“intensos”, “emocionados” o “pasionales”… ya es irritante en exceso todo el
paquete y las payasadas de la farándula para completarlo con “anteojos
oscuros”. Y los usan hasta para ir al baño.
La lógica del espectáculo, con su ética y su estética de mercenarios, se
ha infiltrado en la vida de los pueblos sin que tengamos a mano antídotos
suficientes. Incluso donde menos lo imaginamos nos aparecen los síntomas de un
proceso de inoculación sistemática de valores y gestos mediocres vaciados de
sentido y tributarios de un amor por la fachada, por las apariencia, por lo
superfluo y lo ridículo. Se ha deformado el sentido del gusto popular y se lo
ha sometido a los intereses del mercado burgués. En sus extremos, la venta indiscriminada de “anteojos para el sol”, y
su pésima calidad de producción, ya acarrea, además de los problemas
psicológicos y estéticos, problemas de salud oftalmológica. Acaso sus “anteojos
oscuros”, les impidan ver que el resultado ridículo, es todo lo contrario a lo
que imaginan. Aunque se vean al espejo. Alguien tiene que avisarles.
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