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miércoles, 18 de septiembre de 2013

Obama y el ocaso imperial

Obama y el ocaso imperial

Por Salvador del Río


Roma. 


alainet.org | 18 septiembre de 2013


El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el Continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo de nuestra gran experiencia de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino.

John L. O´Sullivan, 1845
 
Con el enfriamiento de las ansias belicistas del presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, empujado por los grandes intereses internacionales para lanzar una ofensiva militar contra Siria, se comienza a vislumbrar el comienzo de una reducción del poder imperial que la Unión Americana ha detentado en el mundo por espacio de casi dos siglos.
 
Por primera vez en la larga historia de las intervenciones armadas dictadas por el gobierno de Washington, Obama se vio obligado a detener una ofensiva programada, esta vez contra el régimen de Bashar al Assad, por dos circunstancias que en el pasado no habrían detenido una decisión unilateral para iniciar una nueva guerra. Por un lado, el escaso apoyo que los ataques previstos y anunciados por Obama encontró en la mayoría de los países en el concierto de la Organización de las Naciones Unidas, y por la otra la estrategia diplomática del presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien logró convencer de una salida negociada al conflicto mediante la entrega del arsenal químico que se le atribuye a Siria, y que por cierto habría sido proveído desde hace décadas por las mismas potencias occidentales que ahora le reclaman su uso, sin llegar a demostrarse su autoría.
 
El escenario para la intervención militar en Siria estaba preparado. Identificado en la línea de Irán, enemigo declarado de Israel y de Estados Unidos, el gobierno de Bashar al Assad libra una batalla defensiva contra los grupos oposicionistas alentados y armados desde la propia Unión Americana y otros países como Inglaterra y Francia. En el fondo del conflicto subyacen los grandes intereses del petróleo, alertados con el proyecto de Siria y el propio Irán para el tendido de un gran oleoducto que recorrería buena parte de la península arábiga y llevaría el crudo hacia los grandes centros de consumo de Occidente.
 
Frente a esas dos circunstancias, que en otras épocas no habrían sido obstáculo para emprender la guerra, como no lo fueron en los casos de Irak y de Kosovo, el gobierno de Barak Obama no tuvo otra opción que ceder, aun en contra de las presiones de los centros de poder económico y militar que en crisis similares han dictado las determinaciones que han prendido los fuegos de guerras “preventivas” con diversos pretextos: la lucha contra el terrorismo internacional o el deber de Estados Unidos de velar por la democracia ahí donde se considera que ha sido atacada.
 
Después de la suspensión del ataque bélico en contra de Siria, y aun en el compás de espera del cumplimiento del gobierno sirio de entregar el armamento químico al control de las grandes potencias que lo amenazaban, el panorama ha cambiado para la política imperial de Estados Unidos. Barak Obama no es ya, no puede ser considerado como el jefe indiscutido de la policía del mundo, por más que haya intentado, sin éxito, seguir representando ese papel.
 
En su libro EL Sueño de mi Padre, cuya lectura debió ser obligada en los primeros años de su gobierno, Barak Obama plantea, por una parte, una voluntad de cambio en la relación de su poderoso país con el resto del mundo, pero luego expresa con claridad y sin lugar a dudas su convicción del papel que, afirma, ha representado y debe representar la Unión Americana como garante de la democracia y la libertad ahí donde éstas sean conculcadas. La idea del Destino Manifiesto, que si bien apareció por primera vez en 1845, escrita por el periodista John J. O´Sullivan, es una idea prevaleciente en la mentalidad del poder norteamericano desde los albores de su independencia de Inglaterra.
Para Barak Obama, y con él una parte del poder imperial norteamericano, los tiempos dan signos de cambio. La de Siria debía ser su guerra. La suspensión, que debería ser definitiva, del intento bélico del presidente Barak Obama, marcará tal vez el inicio del ocaso del gobierno imperial que se pretende el amo del mundo. La multilateralidad que apagó los ánimos intervencionistas en Siria puede ser un anuncio de esa bienvenida declinación.
 
Salvador del Río

Periodista y escrito


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