7 Octubre 2012
Este domingo 7 de octubre Venezuela será escenario condensado de la intensa disputa continental entre emancipación y dominación. Por lo tanto, las elecciones venezolanas adquieren un carácter estratégico tanto para los que pretenden facilitar el camino para la rotación transnacional del capital, como para los que apuestan por contribuir con su resistencia y lucha a la actual tendencia emancipadora de América Latina.
Tal es la importancia estratégica de las elecciones presidenciales en la Patria de Bolívar. Los resultados de la contienda, por tanto, trascenderán el campo de este país sudamericano (en la que la socialización de la renta petrolera le ha significado a la mayor parte del pueblo venezolano una mejoría sustancial en sus condiciones de vida), pues su impacto será crucial en la configuración del escenario político latinoamericano para los próximos diez años. Si bien es verdad que las revoluciones ni se importan ni se exportan, es evidente que el curso y los ritmos de otros procesos similares en Nuestra América estarán determinados, en gran parte, por el triunfo o la derrota del presidente Hugo Chávez.
Pero, para completar el cuadro de la importancia que tiene Venezuela, también es un hecho que la forma que vaya tomando la contrarrevolución en América Latina y el Caribe, particularmente frente a los procesos revolucionarios de Bolivia, Ecuador y Nicaragua en primer lugar y en menor medida frente a los gobiernos progresistas de Brasil, Argentina y Uruguay, está en dependencia de cómo terminen éste domingo las fuerzas conservadoras y ultrarerechistas de Henrique Capriles. De ahí que no sea casual la concentración que Estados Unidos ha hecho, en recursos de todo tipo, para apoyar al candidato de la derecha. De hecho, solo comparable con sus planes hacia Cuba, el gobierno de los Estados Unidos ha dirigido cientos de millones de dólares para la subversión del gobierno bolivariano a través de organismos como la NED y USAID. De la guerra mediática ni hablar, es demasiado lo que se ha golpeado a Chávez desde ese lado.
En Hugo Chávez se resume el proyecto político predominante en América Latina. Independientemente de si socialismo del siglo XXI, socialismo comunitario, Vivir Bien o revolución ciudadana, Venezuela está jugando un papel articulador de las distintas maneras no capitalistas de concebir, ver y sentir el futuro de la humanidad y el planeta. La recuperación de los recursos naturales y devolverle la soberanía y dignidad a los pueblos, figuran entre las más importantes. No sería nada exagerado afirmar que el gobierno bolivariano también es un factor favorable para gobiernos progresistas dentro del capitalismo que hoy existen en el continente y que apuestan a una mayor autonomía ante los Estados Unidos.
La fuerza de su pueblo y líder han posibilitado la creación de condiciones favorables para la unidad y la integración de esta parte del continente. La presencia activa del gobierno bolivariano ha sido casi decisiva para el nacimiento de la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y para la reciente fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), así como para el potenciamiento de UNASUR y la proyección del MERCOSUR, donde Venezuela acaba de entrar luego de una mala jugada imperial (el presidente paraguayo Fernando Lugo fue derrocado por un golpe de Estado, principalmente para impedir el ingreso de Venezuela a ese mercado, pero ese país fue suspendido de ese mecanismo de integración).
Sobre la base de la referencia ideológica y moral de la revolución cubana y por el papel estratégico que ha jugado desde 1998 (la primera victoria electoral de Chávez en medio de un mar de gobiernos latinoamericanos neoliberales), ha Venezuela le ha tocado jugar el papel de vanguardia política en la lucha contra el imperialismo, lo cual explica, por cierto, el asedio permanente que sufre -junto a Bolivia- de manos de los Estados Unidos.
En Venezuela empezaron las victorias político-electorales de la izquierda en Nuestra América y su aporte a la construcción de otro tipo de pensar y practicar la democracia ha sido fundamental, como el hecho de la incorporación de la figura de la revocación de mandato que no existe en los países del capitalismo central, así como en la creación de mecanismos de la más amplia participación social en la construcción de un nuevo tipo de poder.
De la solidaridad y la cooperación ni hablar. Con el ejemplo cubano de varias décadas, a Venezuela se le debe también las múltiples formas de cooperación que varios pueblos y gobiernos han recibido durante años, con lo cual se aportó -como dijo en Che en Argelia-, a la desmercantilización de las relaciones internacionales.
Con Henrique Capriles ocurre todo lo contrario. A pesar de que su discurso ha pretendido no negar la orientación del cambio en Venezuela y más bien apropiarse de sus principales conquistas -que es un fenómeno similar en países como Bolivia y Ecuador, donde la derecha también se camufla-, los orígenes y posiciones de clase del candidato de la Mesa de Unidad (MU) no han podido ocultar por mucho tiempo su identificación con los intereses del capital.
En el político opositor se concentra el proyecto de una nueva privatización de los recursos naturales que el capital busca desesperadamente en América Latina, a manera de ampliar la nueva recolonización en marcha que los países del capitalismo central llevan adelante en Africa -principalmente del Norte-, y Asia.
El capitalismo está en crisis y su estrategia para salir de ella pasa por el retorno a formas de acumulación originaria. Las invasiones militares con innumerables pretextos han empezado en Africa y Asia, apuntando al saqueo de los recursos naturales. Venezuela y América Latina en general es bastante rica en recursos que le interesan al imperio para su reproducción: petróleo, gas, agua dulce, biodiversidad y plantas medicinales.
Como se podrá observar, América Latina tiene hoy una importancia estratégica, ya sea para los paradigmas emancipadores o para el proyecto de dominación imperial. Dentro de ese contexto general, Venezuela juega un papel predominante.
Una derrota de la oposición, que se presenta como inevitable según los sondeos de opinión de empresas independientes, producirá consecuencias todavía imprevisibles en la derecha: desde una reconfiguración interna de fuerzas hasta la puesta en marcha de métodos no democráticos de desestabilización. El anuncio de algunos grupos minoritarios de emplear la violencia ante una victoria de Chávez flota en el ambiente y es una amenaza real. Todo dependerá de la diferencia de votos entre uno y otro.
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