Ciencia, Tecnología e Innovación para una Venezuela Plenamente Soberana
Dra. Iraida Vargas Arenas
30-09-012
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA CIENCIA, LA TECNOLOGÍA Y LA INNOVACIÓN.
CONFERENCIA MAGISTRAL DE CLAUSURA DEL I CONGRESO
NACIONAL DE CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN
CARACAS, SEPTIEMBRE 2012
Ciencia,
Tecnología e Innovación para una Venezuela Plenamente Soberana
Dra. Iraida Vargas Arenas
Profesora Titular Jubilada UCV
Investigadora Nacional Emérita. PEI nivel C.
Premio Nacional de Cultura 2008
Dra. Iraida Vargas Arenas
Dependencia y Soberanía
Como corolario de este 1er Congreso Venezolano de
Ciencias, Tecnología e Innovación, hemos querido referirnos al tema de la relación de la Ciencia con la
Historia. Recordemos que a pesar de los cruentos
procesos de independencia protagonizados a inicios del siglo XIX, los países
latinoamericanos desde el momento mismo de su estructuración como Estados
nacionales llegaron a ser, para todos los efectos, dependientes, países que se
han visto desde sus mismos inicios en la necesidad de importar tecnología y
bienes de consumo para satisfacer sus necesidades, incluyendo las básicas.
La producción científica de los países latinoamericanos
no escapó a esa condición de dependencia, de hecho, es quizá donde ésta es más
manifiesta, especialmente porque esa producción requiere necesariamente del
reconocimiento de la estructura de poder de la ciencia en los países centrales,
dado que los mecanismos que operan, en ambos casos, obedecen a los mismos
esquemas y responden a similares motivaciones, por lo que sus investigaciones científicas funcionan como
mecanismos de imitación, lo cual les ha conferido un papel secundario en el
marco internacional de producción de conocimientos.
Las universidades
latinoamericanas, por las mismas razones, en lugar de formar a los
ciudadanos/as para investigar las realidades nacionales y encontrar soluciones
a los problemas que éstas enfrentan han devenido, por el contrario, en espacios
de creación de pautas culturales para acallar los conflictos sociales que
genera la dependencia, al mismo tiempo que producen el conocimiento científico
necesario para un desarrollo tecnológico capitalista, orientado a la productividad y la competitividad de las
empresas, por lo que han llegado a ser
hasta recientemente “elementos de valoración del capital y capacitadoras
de las necesidades laborales de las empresas”. Esta circunstancia ha determinado que sean estas últimas las que
definan lo que las Universidades y Centros de investigación nacionales deben
considerar como “investigación relevante”. En consecuencia, las universidades
proporcionan una educación orientada a formar individuos que cumplan con las normas básicas del capitalismo: la
eficiencia y la rentabilidad como únicos criterios de valor.
Por otro lado, los países latinoamericanos y
Venezuela entre ellos, han sufrido y siguen sufriendo pérdidas importantes del
talento humano que se forma en las
universidades nacionales. Esta situación se ha agravado en la última década en
la medida que las políticas mediáticas y culturales del imperio profundizan la desnacionalización de
las conciencias de muchos jóvenes. Es de destacar que
muchos/as de los científicos/as y profesionales latinoamericanos que emigran se
encuadran fácilmente en las metrópolis imperiales, porque la formación que les
ofrecen las universidades nacionales se ha realizado de acuerdo a las normas
que las metrópolis imponen, y su adiestramiento de pregrado y postgrado se ha
cumplido generalmente en los temas que a éstas les interesan.
Lo anterior no debe extrañarnos, pues la
formación de científicos/as en países donde la ciencia todavía vive en situación
de dependencia, no responde a circunstancias aleatorias o subjetivas, sino que
refleja fielmente los intereses del poder político y financiero de los países
centrales en el desarrollo de conocimientos útiles para sus planes y objetivos,
por lo que la casi totalidad de la educación universitaria y la investigación
científica y tecnológica de los países dependientes ha estado dirigida a la
formación de personal y a la generación de conocimientos necesarios para la
consolidación de la elite norteamericana o europea, propietarias del capital industrial,
comercial y financiero que controla los países que integran el tercer mundo.
En la mayoría de los países del
llamado tercer mundo se practica la ciencia positiva, misma que ha estado desde
sus orígenes al servicio del metabolismo del capital, de manera que podemos
afirmar la existencia de una articulación de gran parte de la ciencia actual
que se practica en Venezuela con las relaciones de producción capitalistas; por
esta razón puede ser denominada como “ciencia burguesa”, dado que en última
instancia está al servicio de esa clase en particular.
Para Su Soberanía Plena,Venezuela Necesita
Practicar Una “Ciencia Nuestra”
Desarrollar
a Venezuela para convertirla en potencia es algo más que una cuestión de industrialización,
mercados o innovación tecnológica. Requiere de manera necesaria de su
emancipación por lo que está en realidad ligado al ejercicio de la soberanía, a
poder usar autónomamente las libertades humanas fundamentales o sea poder garantizar el derecho a la vida,
a la vivienda, a la salud, a la alimentación, a la libre expresión de las
ideas, el derecho a la información y muchos más.
En la
actualidad Venezuela tiene la capacidad intelectual y el talento
humano así como los recursos naturales necesarios para desarrollarse y lograr
despuntar en el área científica-tecnológica. Tiene, asimismo, la capacidad de
innovar, la capacidad de crear y de poder llegar a mostrar al mundo
extraordinarios avances sociales y económicos. Todo ello nos induce a pensar
que es posible lograr el objetivo histórico señalado por el presidente Chávez
en su programa de gobierno, de convertir
a Venezuela en un país potencia.
Con el surgimiento de la
Revolución Bolivariana los venezolanos/as hemos iniciado un proceso de cambios
para dejar atrás la dependencia, para llegar a ser plenamente soberanos, para
lograr, además de nuestra soberanía territorial y política, la económica, la
cultural y la científica. Es así que hoy
día el gobierno bolivariano ha iniciado un proceso de transformaciones estructurales,
en su lucha por la construcción de una Venezuela libre y soberana, justa e
igualitaria. A través del Ministerio del
PP [Poder Popular] en C, T e I. [Ciencia, Tecnología e Investigación] intenta “…cambiar la forma tradicional de hacer ciencia y tecnología a través de
la consagración del Poder Popular y de la generación de conocimiento con
pertinencia social, buscando así, más que dar una respuesta efectiva a algunas
problemáticas de las comunidades, brindar las herramientas necesarias para que
el pueblo mismo asuma los retos necesarios para la transformación de su
realidad.”
Pero debemos tener presente que no cualquier ciencia ni cualquier tecnología
o la importación de más ciencia y tecnología ajenas le servirán al poder
popular para transformar la realidad. Venezuela necesita producir lo que hemos
denominado “una ciencia nuestra”, pues sin ese carácter, si se
trata tan solo de una ciencia y tecnologías surgidas y al servicio de las necesidades de los centros metropolitanos
del poder que no son necesariamente coincidentes con las nuestras -pues le
sirven a los intereses transnacionales mediante la venta de sus patentes-, no nos sería posible ejercer plenamente la soberanía nacional.
La construcción de una ciencia nuestra alude a una
ruptura con la manera individual, alienada, no solidaria, con que se ha ejercido
la búsqueda y creación de conocimientos en Venezuela hasta hace muy pocos años.
Hacer ciencia nuestra significa la orientación de la actividad científica hacia objetivos
políticos concretos, así como la planificación de la actividad
científica nacional siempre destinada a crear conocimiento útil para nuestro
pueblo, dado que todavía hay un notable distanciamiento entre los científicos/as
y lo que hacen y las comunidades y lo que éstas necesitan.
Para hacer una “ciencia nuestra” debemos
partir de la idea correcta de que es necesario transformar la práctica
científica, asimismo insertar los programas de investigación en un proyecto
nacional como el Simón Bolívar; la actual
importación de tecnología, por otra parte, es necesaria hasta tanto
Venezuela produzca su “propia” ciencia. Una nota de
cautela es necesaria: debemos recordar que mientras subsista el dominio del
imperialismo a nivel global, los esfuerzos dedicados al estudio de problemas
nacionales pueden continuar supeditados a los intereses de las metrópolis,
situación que es necesario tener clara y combatirla. Debemos, en tal sentido,
recordar que las investigaciones sobre nuestros recursos naturales, o sobre
nuestra realidad social, han sido utilizados demasiadas veces por las potencias
imperialistas y, en particular, por Estados Unidos, en su beneficio, como para que
podamos llamarnos a engaño.
Hacer “ciencia nuestra” no implica asumir una
posición chauvinista o negar la necesidad de conocer e intercambiar con la ciencia
producida en otras latitudes y para otras clases, incluso la burguesa. Pero
debe tratarse de un intercambio que acepte solo aquéllo que nos es útil y
necesario y que ayude a nuestra emancipación y bienestar. Muchos e importantes conocimientos científicos
son producidos día a día en otros países, incluyendo los centrales; estos
pueden y muchos deben ser incorporados a nuestra realidad, especialmente si
tenemos carencias que ellos solucionan; pero esa incorporación debe seguir una
lógica distinta a la mercantil del capital;
el sentido de esa nueva lógica es contra hegemónico u orientado a
generar una nueva hegemonía, una hegemonía popular.
Formar
A Los Venezolanos/as Para Una “Ciencia Nuestra”
Para hacer una ciencia
“nuestra” se requiere formar una población cada vez más informada sobre las
necesidades de su propia sociedad y, simultáneamente, cada vez más informada
sobre lo que ocurre en el mundo, sobre todo más capaz de comprender y
desenvolverse en un mundo que está impregnado por la ciencia y la tecnologías
burguesas, de manera de poder tomar decisiones
frente a ese desarrollo capitalista y sus consecuencias para la nación
venezolana.
Aprender a hacer una ciencia “nuestra” se nos revela
como un proceso largo y
complejo, que comprende diversas dimensiones y etapas formativas, algunas de
las cuales comienzan o deben comenzar a desarrollarse, desde los primeros años
de vida. Venezuela necesita de un sistema de educación, desde la básica hasta
la universitaria, que ponga en contacto al alumno/a en todos sus niveles con
los conocimientos científicos necesarios y pertinentes para lograr una
transformación social; que permita generar una cultura investigativa, la cual
constituye la base de la educación, la ciencia y la tecnología del país, que no
se reduzca al estudio y dominio de la metodología general de la investigación
científica de corte positivista, sino que estimule el espíritu de observación,
la capacidad crítica y la creatividad que se desarrollan desde los primeros
años de vida. No se trata sólo, pues, de ser entrenado en los aspectos
instrumentales del cómo se investiga, sino de la formación integral de una
población consciente de su compromiso social.
Estamos seguras de que para
cumplir a cabalidad con esta tarea educativa, serán vitales los satélites Simón
Bolívar y Francisco de Miranda, logro del gobierno bolivariano.
Ciencia “Nuestra” Y Filosofía
Los
científicos/as que aspiramos practicar una ciencia ““nuestra” debemos
insertarnos en los movimientos populares de lucha contra el sistema, compenetrándonos
con la verdad profunda que encierra el hecho de que somos seres sociales y no
integrantes de un campo exquisito y autónomo de lo social que se reduce a laboratorios y aulas; como
tales, estamos
sometidos/as y actuamos en el marco de ideologías, visiones del mundo,
condiciones económicas y demás factores
que caracterizan a la sociedad en cada momento histórico. Toda la práctica científica está, pues, teñida
de valores que orientan sus elecciones y actúa con base a
supuestos,
aunque no se esté consciente de ello, que tiene que ver con el “para qué y para
quién” de la actividad científica. Son los supuestos éticos y políticos de los
cuales nos hablan los filósofos/as de la ciencia los que nos permiten
seleccionar qué problemas son los relevantes, por qué, y a quién beneficia su
solución, supuestos, a los cuales no escapan incluso los más recalcitrantes
empiristas que se creen neutrales valorativamente.
Los filósofos/as de la
ciencia nos señalan que los científicos/as y el quehacer científico, se identifican
con posiciones teóricas. Nos dicen que toda posición teórica agrupa los
supuestos que la definen en cuatro áreas constitutivas: la valorativa, la
ontológica, la epistemológica y la metodológica. De éstas, las dos
centrales son la valorativa y la
ontológica. Toda posición teórica opera
con base a objetivos cognitivos, entendiendo por ellos qué
tipo de conocimiento persigue la investigación. En el área valorativa se
encuentran, pues, los valores centrales
que constituyen los objetivos cognitivos, los cuales orientan el
trabajo de una comunidad científica, al mismo tiempo que permiten explicar por
qué se eligen ciertos problemas y no otros como los problemas relevantes a
resolver. El objetivo cognitivo es entonces la meta de ese conocimiento. Todo ello
es importantísimo pues las concepciones que se tengan de los objetivos cognitivos de la ciencia
y la tecnología condicionan, en buena
medida, las finalidades y los objetivos de la práctica científica. En consecuencia, los objetivos cognitivos
poseen una enorme relevancia política.
En
condiciones de dependencia, los científicos/as no son libres de escoger los
supuestos ni los valores. Éstos los reciben durante toda su educación, incluso la
que les ofrecen los medios educativos no institucionalizados como los llamados
mass-media.
A
la Venezuela Bolivariana le interesa entonces una ciencia cuyos objetivos
cognitivos sean o estén orientados a conocer las causas, explicar su existencia
y desenvolvimiento y ofrecer soluciones a los innúmeros problemas del pueblo de
Venezuela: sus enfermedades, sus carencias en salud, su alienación cultural,
conocimientos que puedan ser usados para eliminar la injusticia y
discriminación a las cuales ha estado sometido, satisfacer y garantizar su
alimentación, solventar los problemas de vivienda, a preservar el ambiente y muchos otros que se originaron durante la
condición colonial y los nuevos que han emergido de la neocolonial. Asimismo,
Venezuela necesita una ciencia que dé respuestas concretas, claras y
eficaces a todas las formas de dominación y discriminación. Le interesa
también hacer irreversibles las soluciones que se den a todos esos problemas,
hacer real y moldear plenamente la realidad social para que la ciencia en el
país deje definitivamente de ser el remedo de la imperial y que el imperio cese de trazar
su perfil. Para esto es necesario que Venezuela sea libre y soberana y deje de
depender de la ciencia burguesa.
Estado Y Pueblo: Los
Agentes De La “Ciencia Nuestra”
Abordar el tema de las
políticas públicas bolivarianas en Ciencia, Tecnología e Innovación implica, de
entrada, varias advertencias. La primera, que es necesario reconocer la
complejidad de los problemas nacionales de forma que no se trata, simplemente,
de tener claridad instrumental de las políticas a implementar; es necesario un
profundo conocimiento de la población sobre la cual se aplicarán las medidas, que es heterogénea, con variedad de necesidades y demandas y -algo que es
necesario corregir de inmediato-, poco estudiada. El desconocimiento de esa
variedad de asuntos y acentos ha tendido a dificultar la labor del Estado,
incluso la definición de sus políticas.
Se debe considerar también la formación de
los funcionarios/as estatales, proveerlos de una preparación multifacética que
los capacite para comprender la transformación social necesaria y la finalidad
y el sentido de las políticas públicas:
confrontar las asimetrías, la dominación, la discriminación y la desigualdad.
La segunda advertencia: Es importante destacar el papel de los actores en la definición de las políticas. En
la última década han entrado en escena nuevos actores lo cual ha generado
conflictos y tensiones, ya que cada uno de ellos posee sus propias concepciones
con respecto a la ciencia, la tecnología y la innovación que, muchas veces, entran en contradicción. Antes de la Revolución Bolivariana, existía un dominio
hegemónico de las élites científicas y sus aliados burgueses en la definición
de las políticas nacionales en ciencia y tecnología. A partir de la década de los
años setenta del siglo pasado, acentuada en los 90, esa hegemonía que pudiéramos calificar de
“académica” dio paso a la incorporación de ejecutivos empresariales en la
definición de la política científico-tecnológica nacional, resultando la
asimilación de los intereses académicos con los
empresariales.
Con la Constitución de 1999 y el advenimiento de
la Revolución Bolivariana, las organizaciones populares, los frentes y
movimientos sociales y las propias comunidades
han llegado a constituir un importantísimo agente que intenta incidir en
la definición de las políticas públicas. Por ello es valioso advertir la necesidad que tiene Venezuela de
que la ciencia y la tecnología se conviertan en un proceso de creación
intelectual y práctica endógena del pueblo de Venezuela que resulte en una transformación social
real, de avances materiales e
intelectuales en la base, congruentes con los propósitos de la Revolución
Bolivariana, expresados en la Constitución Nacional, en el Proyecto Nacional
Simón Bolívar y en el Programa del Candidato de la Patria 2013-1019.
Si al Estado Bolivariano le interesa: “… la construcción de un nuevo paradigma
científico e industrial que responda a las exigencias del nuevo modelo de
patria socialista… que trascienda …el
sistema de generación de conocimiento tradicional, a uno en el cual
confluyan las creencias y los saberes del pueblo..” entonces el pueblo debe
participar, debe ser oído por la comunidad científica nacional y ésta debe ser
oída por el pueblo. Sería pues necesario crear lo que hemos denominado “Espacios de Interconocimiento”, en donde no existan sesgos valorativos
excluyentes. Debemos
recordar que la existencia de valoraciones ha prevenido la definición de
objetivos comunes para todos los actores. Ni
la comunidad científica “es la única que ‘sabe’ ni la única que posee la
capacidad de ‘conocer’ realmente”, tal como piensa ella de sí misma y, en gran
medida, gracias a la dominación y sumisión de siglos, también lo hace el
pueblo, ni el pueblo es ‘ignorante’, aferrado a saberes tradicionales caducos
basados en supersticiones, como cree la comunidad científica. Si no, pregúntenle a la industria
farmacéutica transnacional que ha extraído de ese pueblo “ignorante” sus
conocimientos sobre etnomedicina.
En
dichos espacios se daría un proceso de intercambio de conocimientos, lo que no
debe ser confundido con divulgación, sino más bien como un diálogo constructivo.
Un
diálogo sólo se da entre pares, entre iguales, entre agentes que si bien pueden
tener posiciones diferentes, precisamente por ello se deben reunir de manera
respetuosa para tratar de conocerse entre sí, para tratar de entender los
orígenes y características de sus diferencias, y para poder llegar a acuerdos y contribuir ambos a la solución de
uno o varios problemas comunes.
Si como se dice, “Venezuela
necesita crear una nueva base industrial fuerte a través,
principalmente, del desarrollo de la investigación científica, de la evaluación
y la preservación de los conocimientos, que son los únicos que pueden garantizar
la independencia tecnológica, base de una real independencia política”; nosotras decimos que
los conocimientos a preservar no son sólo los científicos sino también los legos, populares y tradicionales, urbanos y campesinos, así como los
conocimientos no occidentales producidos por las comunidades indígenas o las negrovenezolanas. Por lo anterior, otra de las tareas fundamentales a emprender
consiste en crear una práctica alternativa a las formales de la investigación
académica y a la participación popular
provocada “desde arriba”; esta última casi nunca ha cristalizado en
cambios sustantivos de la sociedad. Se trata entonces de actuar
revolucionariamente, de transgredir el orden existente y construir una nueva
realidad con el nuevo proyecto socio-científico-tecnológico
Simón Bolívar.
Una tercera advertencia sería la necesidad de considerar
que el pueblo debe participar en los procesos de desarrollo mediante
esfuerzos propios de organización, diagnosticando situaciones y asumiendo la
práctica como fuente de conocimiento.
La investigación-acción participativa que
hemos planteado en otros espacios abre perspectivas promisorias para romper con
la hegemonía de la ciencia positiva y burguesa. Los científicos/as
venezolanos/as necesitamos desarrollar procedimientos sistemáticos para
trabajar con las bases campesinas y urbanas populares respetando su autonomía y
su capacidad creadora, diseñando e implementando herramientas
y protocolos que les permitan a ellas, a su vez, interpelar a la ciencia y la
tecnología. Para ello, la ciencia “nuestra” debe pasar del conocimiento
disciplinario al transdisciplinario y estar orientada por los principios
políticos que orientan el trabajo del colectivo social.
Sólo un gran proyecto de investigación donde se puedan integrar
transversalmente científicos/as de todas las disciplinas, con las diversas
organizaciones del poder popular venezolano, podría sentar las bases para una
democracia cognitiva, para comprender y estructurar las características del proceso de cambio que
se ha puesto en marcha en Venezuela. Las misiones, las comunas, los consejos
comunales, los consejos de trabajadores/as y los proyectos socioproductivos del
poder popular deben convertirse
en una alternativa abierta, creadora y endógena en busca de la reafirmación de su poder y no solo de su desarrollo.
Estas políticas públicas del gobierno bolivariano deben convertirse en una política de Estado
para poder otorgarle sostenibilidad y permanencia al proyecto popular
alternativo que está naciendo desde abajo.
No queremos dar la impresión ni el paradójico efecto, contraproducente a mi
juicio, de que la “Ciencia “nuestra” y la “Investigación Acción participativa”
sean o lleguen a ser productos ya redondeados y definitivos. Claro que no es
así. Tampoco significa que
neguemos la posibilidad de propiciar
la aceptación de muchos y
valiosos avances tecnológicos de la
humanidad. La pregunta que es necesario plantearnos es si será posible, en
realidad, intentar un modelo de desarrollo diferente dentro del capitalismo. Sin
embargo, necesario es recordar que si la ciencia venezolana
sigue estando al servicio de una clase
como la burguesa, desvinculada del logro
de la justicia, la equidad social y el bienestar para todos/as los
venezolanos/as, entonces la construcción de la sociedad socialista será un
imposible.
El Primer Congreso Venezolano de
Ciencia Tecnología e Innovación que hoy concluye con todo éxito, congregó una muestra altamente representativa de la
comunidad de científicos/as, tecnólogos/as e
innovadores/as conque cuenta nuestro país en la actualidad. Hacer un
recuento, aunque fuese muy general, de los temas tratados en los diferentes simposios,
ponencias y carteles por los casi 3000
participantes está fuera de las posibilidades de este discurso de clausura.
Pero sí podemos decir que el Congreso permitió visibilizar a un número
apreciable de venezolanos/as, muchos de ellos apoyados por el Ministerio del PP
para la Ciencia, Tecnología e Innovación, cuyos trabajos contribuirán a consolidar lo que hemos denominado “Nuestra
Ciencia”, una labor creativa cuyos resultados deberán ser ahora aplicados
para profundizar los procesos sociales,
culturales y socioproductivos en marcha para transformar nuestro país y nuestra
sociedad en una patria soberana, justa, democrática y socialista.
Un país como la Venezuela Bolivariana que está construyendo una sociedad
soberana, socialista, justa y democrática, necesita poner toda esa masa de
conocimientos novedosos al servicio de la transformación de la sociedad,
sistematizarlos y ponerlos en uso para beneficio de la población venezolana,
tal como se establece en el Proyecto Simón Bolívar. Crear las correas de
transmisión que permitan el diálogo de conocimientos entre los cientificos/as,
tecnólogos/as e innovadores/as y las comunidades populares con sus
conocimientos y saberes tradicionales que conforman la herencia cultural y la
experiencia cotidiana del pueblo venezolano, es una tarea revolucionaria que
debe ser acometida de manera conjunta por ambos colectivos sociales,
Los resultados expuestos de este Primer Congreso en el
marco de la LOCTI y del PEII serán de extraordinaria utilidad para adelantar
los procesos de cambio que ha puesto en marcha la Revolución Bolivariana desde
2004, en el marco del Proyecto Nacional
Simón Bolívar, cuya meta es lograr -mediante un proceso de inclusión social
masivo y acelerado- un modelo de sociedad justa y democrática. Para tal fin, el
proceso revolucionario ha dispuesto un nuevo modelo de redistribución y de
inversión social de la renta petrolera destinado a universalizar la
satisfacción de las necesidades sociales y culturales en los campos de la
identidad cultural y la autoestima, el ambiente, la alimentación, la salud, la
educación, la vivienda, el trabajo, la producción agropecuaria, la producción
industrial y artesanal de bienes de consumo. Las misiones sociales son las
herramientas fundamentales de esta transformación, las cuales tienen como
objetivo saldar la inmensa y antigua deuda social que tiene el Estado
venezolano con sus ciudadanos/as.
Para concluir es necesaria una nota de cautela: No se nos olvide que una de las búsquedas más perversas del capitalismo ha consistido en
evitar se popularice el poder emancipador del conocimiento científico y
estimular la colonialidad del saber. El enemigo a
vencer, entonces, es el terrible sistema capitalista. La Venezuela Bolivariana,
como refleja fielmente este congreso, ya ha comenzado con éxito esa batalla.
Agradezco profundamente su paciencia.
Caracas 26 septiembre 2012
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