Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

martes, 2 de octubre de 2012

Ciencia, Tecnología e Innovación para una Venezuela Plenamente Soberana



Ciencia, Tecnología e Innovación para una Venezuela Plenamente Soberana
Dra. Iraida Vargas Arenas

30-09-012


MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA  CIENCIA, LA TECNOLOGÍA Y LA INNOVACIÓN.
CONFERENCIA MAGISTRAL DE CLAUSURA DEL I CONGRESO NACIONAL DE CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN
CARACAS, SEPTIEMBRE 2012

Ciencia, Tecnología e Innovación para una Venezuela Plenamente Soberana


Dra. Iraida Vargas Arenas
Profesora Titular Jubilada UCV
Investigadora Nacional Emérita. PEI nivel C.
Premio Nacional de Cultura 2008


Dra. Iraida Vargas Arenas


Dependencia y Soberanía

Como corolario de este 1er Congreso Venezolano de Ciencias, Tecnología e Innovación, hemos querido referirnos  al tema de la relación de la Ciencia con la Historia. Recordemos que a pesar de los cruentos procesos de independencia protagonizados a inicios del siglo XIX, los países latinoamericanos desde el momento mismo de su estructuración como Estados nacionales llegaron a ser, para todos los efectos, dependientes, países que se han visto desde sus mismos inicios en la necesidad de importar tecnología y bienes de consumo para satisfacer sus necesidades, incluyendo las básicas.

La producción científica de los países latinoamericanos no escapó a esa condición de dependencia, de hecho, es quizá donde ésta es más manifiesta, especialmente porque esa producción requiere necesariamente del reconocimiento de la estructura de poder de la ciencia en los países centrales, dado que los mecanismos que operan, en ambos casos, obedecen a los mismos esquemas y responden a similares motivaciones, por lo que sus investigaciones científicas funcionan como mecanismos de imitación, lo cual les ha conferido un papel secundario en el marco internacional de producción de conocimientos.

Las universidades latinoamericanas, por las mismas razones, en lugar de formar a los ciudadanos/as para investigar las realidades nacionales y encontrar soluciones a los problemas que éstas enfrentan han devenido, por el contrario, en espacios de creación de pautas culturales para acallar los conflictos sociales que genera la dependencia, al mismo tiempo que producen el conocimiento científico necesario para un desarrollo tecnológico capitalista, orientado a  la productividad y la competitividad de las empresas, por lo que han llegado a ser  hasta recientemente “elementos de valoración del capital y capacitadoras de las necesidades laborales de las empresas”. Esta circunstancia  ha determinado que sean estas últimas las que definan lo que las Universidades y Centros de investigación nacionales deben considerar como “investigación relevante”. En consecuencia, las universidades proporcionan una educación orientada a formar individuos que cumplan con las normas básicas del capitalismo: la eficiencia y la rentabilidad como únicos criterios de valor.

Por otro lado, los países latinoamericanos y Venezuela entre ellos, han sufrido y siguen sufriendo pérdidas importantes del talento humano que se forma en  las universidades nacionales. Esta situación se ha agravado en la última década en la medida que las políticas mediáticas y culturales del  imperio profundizan la desnacionalización de las conciencias de muchos jóvenes. Es de destacar que muchos/as de los científicos/as y profesionales latinoamericanos que emigran se encuadran fácilmente en las metrópolis imperiales, porque la formación que les ofrecen las universidades nacionales se ha realizado de acuerdo a las normas que las metrópolis imponen, y su adiestramiento de pregrado y postgrado se ha cumplido generalmente en los temas que a éstas les interesan.

Lo anterior no debe extrañarnos, pues la formación de científicos/as en países donde la ciencia todavía vive en situación de dependencia, no responde a circunstancias aleatorias o subjetivas, sino que refleja fielmente los intereses del poder político y financiero de los países centrales en el desarrollo de conocimientos útiles para sus planes y objetivos, por lo que la casi totalidad de la educación universitaria y la investigación científica y tecnológica de los países dependientes ha estado dirigida a la formación de personal y a la generación de conocimientos necesarios para la consolidación de la elite norteamericana o europea, propietarias del capital industrial, comercial y financiero que controla los países que integran el tercer  mundo.

En la mayoría de los países del llamado tercer mundo se practica la ciencia positiva, misma que ha estado desde sus orígenes al servicio del metabolismo del capital, de manera que podemos afirmar la existencia de una articulación de gran parte de la ciencia actual que se practica en Venezuela con las relaciones de producción capitalistas; por esta razón puede ser denominada como “ciencia burguesa”, dado que en última instancia está al servicio de esa clase en particular.

Para Su Soberanía Plena,Venezuela Necesita Practicar Una “Ciencia Nuestra”

Desarrollar a Venezuela para convertirla en potencia es algo más que una cuestión de industrialización, mercados o innovación tecnológica. Requiere de manera necesaria de su emancipación por lo que está en realidad ligado al ejercicio de la soberanía, a poder usar autónomamente las libertades humanas fundamentales o sea poder garantizar el derecho a la vida, a la vivienda, a la salud, a la alimentación, a la libre expresión de las ideas, el derecho a la información y muchos más.

En la actualidad Venezuela tiene la capacidad intelectual y el talento humano así como los recursos naturales necesarios para desarrollarse y lograr despuntar en el área científica-tecnológica. Tiene, asimismo, la capacidad de innovar, la capacidad de crear y de poder llegar a mostrar al mundo extraordinarios avances sociales y económicos. Todo ello nos induce a pensar que es posible lograr el objetivo histórico señalado por el presidente Chávez en su programa  de gobierno, de convertir a Venezuela en un país potencia.

Con el surgimiento de la Revolución Bolivariana los venezolanos/as hemos iniciado un proceso de cambios para dejar atrás la dependencia, para llegar a ser plenamente soberanos, para lograr, además de nuestra soberanía territorial y política, la económica, la cultural y  la científica. Es así que hoy día el gobierno bolivariano ha iniciado un proceso de transformaciones estructurales, en su lucha por la construcción de una Venezuela libre y soberana, justa e igualitaria. A través del Ministerio del PP [Poder Popular] en C, T e I. [Ciencia, Tecnología e Investigación] intenta “…cambiar la forma tradicional de hacer ciencia y tecnología a través de la consagración del Poder Popular y de la generación de conocimiento con pertinencia social, buscando así, más que dar una respuesta efectiva a algunas problemáticas de las comunidades, brindar las herramientas necesarias para que el pueblo mismo asuma los retos necesarios para la transformación de su realidad.”

Pero debemos tener presente que no cualquier ciencia ni cualquier tecnología o la importación de más ciencia y tecnología ajenas le servirán al poder popular para transformar la realidad. Venezuela necesita producir lo que hemos denominado “una ciencia nuestra”, pues sin ese carácter, si se trata tan solo de una ciencia y tecnologías surgidas y al servicio de las necesidades de los centros metropolitanos del poder que no son necesariamente coincidentes con las nuestras -pues le sirven a los intereses transnacionales mediante la venta de sus patentes-, no nos sería posible ejercer plenamente la  soberanía nacional.

La construcción de una ciencia nuestra alude a una ruptura con la manera individual, alienada, no solidaria, con que se ha ejercido la búsqueda y creación de conocimientos en Venezuela hasta hace muy pocos años. Hacer ciencia nuestra  significa la orientación de la actividad científica hacia objetivos políticos concretos, así como la planificación de la actividad científica nacional siempre destinada a crear conocimiento útil para nuestro pueblo, dado que todavía hay un notable distanciamiento entre los científicos/as y lo que hacen y las comunidades y lo que éstas necesitan.

Para hacer una “ciencia nuestra” debemos partir de la idea correcta de que es necesario transformar la práctica científica, asimismo insertar los programas de investigación en un proyecto nacional como el Simón Bolívar; la actual  importación de tecnología, por otra parte, es necesaria hasta tanto Venezuela produzca su “propia” ciencia. Una nota de cautela es necesaria: debemos recordar que mientras subsista el dominio del imperialismo a nivel global, los esfuerzos dedicados al estudio de problemas nacionales pueden continuar supeditados a los intereses de las metrópolis, situación que es necesario tener clara y combatirla. Debemos, en tal sentido, recordar que las investigaciones sobre nuestros recursos naturales, o sobre nuestra realidad social, han sido utilizados demasiadas veces por las potencias imperialistas y, en particular, por Estados Unidos, en su beneficio, como para que podamos llamarnos a engaño.

Hacer “ciencia nuestra” no implica asumir una posición chauvinista o negar la necesidad de conocer e intercambiar con la ciencia producida en otras latitudes y para otras clases, incluso la burguesa. Pero debe tratarse de un intercambio que acepte solo aquéllo que nos es útil y necesario y que ayude a nuestra emancipación y bienestar. Muchos e importantes conocimientos científicos son producidos día a día en otros países, incluyendo los centrales; estos pueden y muchos deben ser incorporados a nuestra realidad, especialmente si tenemos carencias que ellos solucionan; pero esa incorporación debe seguir una lógica distinta a la mercantil del capital;  el sentido de esa nueva lógica es contra hegemónico u orientado a generar una nueva hegemonía, una hegemonía popular. 

Formar A Los Venezolanos/as Para Una “Ciencia Nuestra” 

Para hacer una ciencia “nuestra” se requiere formar una población cada vez más informada sobre las necesidades de su propia sociedad y, simultáneamente, cada vez más informada sobre lo que ocurre en el mundo, sobre todo más capaz de comprender y desenvolverse en un mundo que está impregnado por la ciencia y la tecnologías burguesas, de manera de poder tomar decisiones  frente a ese desarrollo capitalista y sus consecuencias para la nación venezolana.

Aprender a hacer una ciencia “nuestra” se nos revela como un proceso largo y complejo, que comprende diversas dimensiones y etapas formativas, algunas de las cuales comienzan o deben comenzar a desarrollarse, desde los primeros años de vida. Venezuela necesita de un sistema de educación, desde la básica hasta la universitaria, que ponga en contacto al alumno/a en todos sus niveles con los conocimientos científicos necesarios y pertinentes para lograr una transformación social; que permita generar una cultura investigativa, la cual constituye la base de la educación, la ciencia y la tecnología del país, que no se reduzca al estudio y dominio de la metodología general de la investigación científica de corte positivista, sino que estimule el espíritu de observación, la capacidad crítica y la creatividad que se desarrollan desde los primeros años de vida. No se trata sólo, pues, de ser entrenado en los aspectos instrumentales del cómo se investiga, sino de la formación integral de una población consciente de su compromiso social.

Estamos seguras de que para cumplir a cabalidad con esta tarea educativa, serán vitales los satélites Simón Bolívar y Francisco de Miranda, logro del gobierno bolivariano.

Ciencia “Nuestra” Y Filosofía

Los científicos/as que aspiramos practicar una ciencia ““nuestra” debemos insertarnos en los movimientos populares de lucha contra el sistema, compenetrándonos con la verdad profunda que encierra el hecho de que somos seres sociales y no integrantes de un campo exquisito y autónomo de lo social que se reduce a laboratorios y aulas; como tales, estamos sometidos/as y actuamos en el marco de ideologías, visiones del mundo, condiciones  económicas y demás factores que caracterizan a la sociedad en cada momento histórico. Toda la práctica científica está, pues, teñida de valores que orientan sus elecciones y actúa con base a supuestos, aunque no se esté consciente de ello, que tiene que ver con el “para qué y para quién” de la actividad científica. Son los supuestos éticos y políticos de los cuales nos hablan los filósofos/as de la ciencia los que nos permiten seleccionar qué problemas son los relevantes, por qué, y a quién beneficia su solución, supuestos, a los cuales no escapan incluso los más recalcitrantes empiristas que se creen neutrales valorativamente.

Los filósofos/as de la ciencia nos señalan que los científicos/as y el quehacer científico, se identifican con posiciones teóricas. Nos dicen que toda posición teórica agrupa los supuestos que la definen en cuatro áreas constitutivas: la valorativa, la ontológica, la epistemológica y la metodológica. De éstas, las dos centrales  son la valorativa y la ontológica. Toda posición teórica opera con base a objetivos cognitivos, entendiendo por ellos qué tipo de conocimiento persigue la investigación. En el área valorativa se encuentran, pues,  los valores centrales que constituyen los objetivos cognitivos, los cuales orientan el trabajo de una comunidad científica, al mismo tiempo que permiten explicar por qué se eligen ciertos problemas y no otros como los problemas relevantes a resolver. El objetivo cognitivo es entonces la meta de ese conocimiento. Todo ello es importantísimo pues las concepciones que se tengan de los objetivos cognitivos de la ciencia y la tecnología  condicionan, en buena medida, las finalidades y los objetivos de la práctica científica.  En consecuencia, los objetivos cognitivos poseen una enorme relevancia política.

En condiciones de dependencia, los científicos/as no son libres de escoger los supuestos ni los valores. Éstos los reciben durante toda su educación, incluso la que les ofrecen los medios educativos no institucionalizados como los llamados mass-media.

A la Venezuela Bolivariana le interesa entonces una ciencia cuyos objetivos cognitivos sean o estén orientados a conocer las causas, explicar su existencia y desenvolvimiento y ofrecer soluciones a los innúmeros problemas del pueblo de Venezuela: sus enfermedades, sus carencias en salud, su alienación cultural, conocimientos que puedan ser usados para eliminar la injusticia y discriminación a las cuales ha estado sometido, satisfacer y garantizar su alimentación, solventar los problemas de vivienda, a preservar el ambiente  y muchos otros que se originaron durante la condición colonial y los nuevos que han emergido de la neocolonial. Asimismo, Venezuela necesita una ciencia que dé respuestas concretas, claras y eficaces  a todas las formas de  dominación y discriminación. Le interesa también hacer irreversibles las soluciones que se den a todos esos problemas, hacer real y moldear plenamente la realidad social para que la ciencia en el país deje definitivamente de ser el remedo  de la imperial y que el imperio cese de trazar su perfil. Para esto es necesario que Venezuela sea libre y soberana y deje de depender de la ciencia burguesa.

Estado Y Pueblo: Los Agentes De La “Ciencia Nuestra”

Abordar el tema de las políticas públicas bolivarianas en Ciencia, Tecnología e Innovación implica, de entrada, varias advertencias. La primera, que es necesario reconocer la complejidad de los problemas nacionales de forma que no se trata, simplemente, de tener claridad instrumental de las políticas a implementar; es necesario un profundo conocimiento de la población sobre la cual se aplicarán las medidas, que es heterogénea, con variedad de necesidades y demandas y -algo que es necesario corregir de inmediato-, poco estudiada. El desconocimiento de esa variedad de asuntos y acentos ha tendido a dificultar la labor del Estado, incluso la definición de  sus políticas.

Se debe considerar también la formación de los funcionarios/as estatales, proveerlos de una preparación multifacética que los capacite para comprender la transformación social necesaria y la finalidad y el sentido de las  políticas públicas: confrontar las asimetrías, la dominación, la discriminación y la desigualdad.

La segunda advertencia: Es importante destacar el papel de los actores en la definición de las políticas. En la última década han entrado en escena nuevos actores lo cual ha generado conflictos y tensiones, ya que cada uno de ellos posee sus propias concepciones con respecto a la ciencia, la tecnología y la innovación que, muchas veces, entran en contradicción. Antes de la Revolución Bolivariana, existía un dominio hegemónico de las élites científicas y sus aliados burgueses en la definición de las políticas nacionales en ciencia y tecnología. A partir de la década de los años setenta del siglo pasado, acentuada en los 90,  esa hegemonía que pudiéramos calificar de “académica” dio paso a la incorporación de ejecutivos empresariales en la definición de la política científico-tecnológica nacional, resultando la asimilación de los intereses académicos con los  empresariales.

Con la Constitución de 1999 y el advenimiento de la Revolución Bolivariana, las organizaciones populares, los frentes y movimientos sociales y las propias comunidades  han llegado a constituir un importantísimo agente que intenta incidir en la definición de las políticas públicas. Por ello es valioso advertir la necesidad que tiene Venezuela de que la ciencia y la tecnología se conviertan en un proceso de creación intelectual y práctica endógena del pueblo de Venezuela que resulte en una transformación social real, de avances materiales e intelectuales en la base, congruentes con los propósitos de la Revolución Bolivariana, expresados en la Constitución Nacional, en el Proyecto Nacional Simón Bolívar y en el Programa del Candidato de la Patria 2013-1019.

Si al Estado Bolivariano le interesa: “… la construcción de un nuevo paradigma científico e industrial que responda a las exigencias del nuevo modelo de patria socialista… que trascienda …el  sistema de generación de conocimiento tradicional, a uno en el cual confluyan las creencias y los saberes del pueblo..” entonces el pueblo debe participar, debe ser oído por la comunidad científica nacional y ésta debe ser oída por el pueblo. Sería pues necesario crear lo que hemos denominado “Espacios de Interconocimiento”, en donde no existan sesgos valorativos excluyentes. Debemos recordar que la existencia de valoraciones ha prevenido la definición de objetivos comunes para todos los actores. Ni la comunidad científica “es la única que ‘sabe’ ni la única que posee la capacidad de ‘conocer’ realmente”, tal como piensa ella de sí misma y, en gran medida, gracias a la dominación y sumisión de siglos, también lo hace el pueblo, ni el pueblo es ‘ignorante’, aferrado a saberes tradicionales caducos basados en supersticiones, como cree la comunidad  científica. Si no, pregúntenle a la industria farmacéutica transnacional que ha extraído de ese pueblo “ignorante” sus conocimientos sobre etnomedicina.

En dichos espacios se daría un proceso de intercambio de conocimientos, lo que no debe ser confundido con divulgación, sino más bien como un diálogo constructivo. Un diálogo sólo se da entre pares, entre iguales, entre agentes que si bien pueden tener posiciones diferentes, precisamente por ello se deben reunir de manera respetuosa para tratar de conocerse entre sí, para tratar de entender los orígenes y características de sus diferencias, y para  poder llegar a  acuerdos y contribuir ambos a la solución de uno o varios problemas comunes.

Si como se dice, “Venezuela necesita crear una nueva  base industrial fuerte a través, principalmente, del desarrollo de la investigación científica, de la evaluación y la preservación de los conocimientos, que son los únicos que pueden garantizar la independencia tecnológica, base de una real independencia política”; nosotras decimos que los conocimientos a preservar no son sólo los científicos sino también los legos, populares y tradicionales, urbanos y campesinos, así como los conocimientos no occidentales producidos por las comunidades indígenas o las negrovenezolanas. Por lo anterior,  otra de las tareas fundamentales a emprender consiste en crear una práctica alternativa a las formales de la investigación académica y a la participación popular  provocada “desde arriba”; esta última casi nunca ha cristalizado en cambios sustantivos de la sociedad. Se trata entonces de actuar revolucionariamente, de transgredir el orden existente y construir una nueva realidad con el nuevo  proyecto socio-científico-tecnológico Simón Bolívar.

Una tercera advertencia sería la necesidad de considerar que el pueblo debe participar en los procesos de desarrollo mediante esfuerzos propios de organización, diagnosticando situaciones y asumiendo la práctica como fuente de conocimiento. La investigación-acción participativa que hemos planteado en otros espacios abre perspectivas promisorias para romper con la hegemonía de la ciencia positiva y burguesa. Los científicos/as venezolanos/as necesitamos desarrollar procedimientos sistemáticos para trabajar con las bases campesinas y urbanas populares respetando su autonomía y su capacidad  creadora, diseñando e implementando herramientas y protocolos que les permitan a ellas, a su vez, interpelar a la ciencia y la tecnología. Para ello, la ciencia “nuestra” debe pasar del conocimiento disciplinario al transdisciplinario y estar orientada por los principios políticos que orientan el trabajo del colectivo social.

Sólo un gran proyecto de investigación donde se puedan integrar transversalmente científicos/as de todas las disciplinas, con las diversas organizaciones del poder popular venezolano, podría sentar las bases para una democracia cognitiva, para comprender y estructurar  las características del proceso de cambio que se ha puesto en marcha en Venezuela. Las misiones, las comunas, los consejos comunales, los consejos de trabajadores/as y los proyectos socioproductivos del poder popular deben convertirse en una alternativa abierta, creadora y endógena en busca de la reafirmación de su poder y no solo de su desarrollo. Estas políticas públicas del gobierno bolivariano  deben convertirse en una política de Estado para poder otorgarle sostenibilidad y permanencia al proyecto popular alternativo que está naciendo desde abajo.

No queremos dar la impresión ni el paradójico efecto, contraproducente a mi juicio, de que la “Ciencia “nuestra” y la “Investigación Acción participativa” sean o lleguen a ser productos ya redondeados y definitivos. Claro que no es así. Tampoco significa que neguemos la posibilidad de propiciar  la  aceptación de muchos y valiosos avances  tecnológicos de la humanidad. La pregunta que es necesario plantearnos es si será posible, en realidad, intentar un modelo de desarrollo diferente dentro del capitalismo. Sin embargo, necesario es recordar que si la ciencia venezolana sigue estando  al servicio de una clase como la burguesa,  desvinculada del logro de la justicia, la equidad social y el bienestar para todos/as los venezolanos/as, entonces la construcción de la sociedad socialista será un imposible.

El  Primer Congreso Venezolano de Ciencia Tecnología e Innovación que hoy concluye con todo éxito, congregó  una muestra altamente representativa de la comunidad de científicos/as, tecnólogos/as e  innovadores/as conque cuenta nuestro país en la actualidad. Hacer un recuento, aunque fuese muy general, de los temas tratados en los diferentes simposios, ponencias  y carteles por los casi 3000 participantes está fuera de las posibilidades de este discurso de clausura. Pero sí podemos decir que el Congreso permitió visibilizar a un número apreciable de venezolanos/as, muchos de ellos apoyados por el Ministerio del PP para la Ciencia, Tecnología e Innovación, cuyos trabajos contribuirán  a consolidar lo que hemos denominado “Nuestra Ciencia”, una labor creativa cuyos resultados deberán ser ahora aplicados para  profundizar los procesos sociales, culturales y socioproductivos en marcha para transformar nuestro país y nuestra sociedad en una patria soberana, justa, democrática y socialista.

Un país como la Venezuela Bolivariana que está construyendo una sociedad soberana, socialista, justa y democrática, necesita poner toda esa masa de conocimientos novedosos al servicio de la transformación de la sociedad, sistematizarlos y ponerlos en uso para beneficio de la población venezolana, tal como se establece en el Proyecto Simón Bolívar. Crear las correas de transmisión que permitan el diálogo de conocimientos entre los cientificos/as, tecnólogos/as e innovadores/as y las comunidades populares con sus conocimientos y saberes tradicionales que conforman la herencia cultural y la experiencia cotidiana del pueblo venezolano, es una tarea revolucionaria que debe ser acometida de manera conjunta por ambos colectivos sociales,

Los resultados expuestos de este Primer Congreso en el marco de la LOCTI y del PEII serán de extraordinaria utilidad para adelantar los procesos de cambio que ha puesto en marcha la Revolución Bolivariana desde 2004,  en el marco del Proyecto Nacional Simón Bolívar, cuya meta es lograr -mediante un proceso de inclusión social masivo y acelerado- un modelo de sociedad justa y democrática. Para tal fin, el proceso revolucionario ha dispuesto un nuevo modelo de redistribución y de inversión social de la renta petrolera destinado a universalizar la satisfacción de las necesidades sociales y culturales en los campos de la identidad cultural y la autoestima, el ambiente, la alimentación, la salud, la educación, la vivienda, el trabajo, la producción agropecuaria, la producción industrial y artesanal de bienes de consumo. Las misiones sociales son las herramientas fundamentales de esta transformación, las cuales tienen como objetivo saldar la inmensa y antigua deuda social que tiene el Estado venezolano con sus ciudadanos/as.

Para concluir es necesaria una nota de cautela: No se nos olvide que una de las búsquedas más perversas del capitalismo ha consistido en evitar se popularice el poder emancipador del conocimiento científico y estimular la colonialidad del saber. El enemigo a vencer, entonces, es el terrible sistema capitalista. La Venezuela Bolivariana, como refleja fielmente este congreso, ya ha comenzado con éxito esa batalla.


Agradezco profundamente su paciencia.


Caracas 26 septiembre 2012

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