Falsificación de la historia nicaragüense por un procónsul yanqui
Manuel Moncada Fonseca
El periodista Carlos Bodán, en su carta Nº 71, titulada “Mea culpa de EE.UU. y la cruda versión de su papel en la historia de Nicaragua” plantea: “En lo que podría considerarse una confesión oficial del papel de los Estados Unidos en la historia de Nicaragua, el embajador […] Robert Callahan, se quitó los […] guantes de la diplomacia y brindó su propia versión de lo que la poderosa nación del Norte cree ha sido su misión en nuestra atribulada historia, desde William Walker hasta nuestros días, respondiendo […] a los señalamientos contra la política intervencionista norteamericana, iniciados con las armas en la mano […] por Zeledón y Sandino.” (Carta Bodán. Nº 71).
Pero veamos lo que dijo el mismo embajador. Hablando de William Walker, expresó:
“[….] Se dice que fue enviado por el gobierno estadounidense para colonizar a Nicaragua y establecer aquí la esclavitud. La verdad es que […] era un aventurero […] y que el presidente Castellón, un liberal, lo invitó a él y a su banda de mercenarios a unirse a su lucha en la guerra civil que enfrentaba a los Liberales con los Legitimistas o Conservadores”.
“Es cierto que al inicio […] el gobierno estadounidense no hizo nada para contenerlo o sancionarlo. Y también es cierto que cuando […] su situación se hizo desesperada, Walker planeó implantar un estado esclavista en Nicaragua y que supuso -tal cual ocurrió- que con ello lograría el respaldo popular en los estados esclavistas de los Estados Unidos”.
“Sin embargo, cuando se hizo evidente que Walker era de hecho una amenaza para Nicaragua y una vergüenza para los Estados Unidos, el Secretario de Estado, William Marcy, actuó para desacreditarlo y desarmarlo. Marginó al embajador de EE.UU. […], John Wheeler, quien tenía simpatías por Walker, y ordenó interceptar con buques de guerra estadounidenses las vituallas y refuerzos del famoso filibustero. […]. A todas luces, William Walker era un demente, un verdadero megalómano, que causó muerte y destrucción dondequiera que le llevó su aventura. Pero actuó por su cuenta y no recibió ningún apoyo del gobierno estadounidense. Esos son los hechos”, según Callahan.
Hablando de otro momento de la intervención yanqui contra nuestro país, Callahan sostiene:
“Por los siguientes 50 años, Estados Unidos mantuvo su interés en Nicaragua, sobre todo como un posible lugar para el canal interoceánico, pero fue la llegada y larga presencia de los Marines durante la primera parte del siglo pasado lo que ha dado mucha materia para críticas actuales. […] pienso justo recordar que Estados Unidos envió a los Marines con buenas intenciones: Poner fin al caos político imperante en la época y ayudar a Nicaragua a establecer una democracia estable”.
“Desde luego, los Marines permanecieron aquí 20 y tantos años y su presencia fue un insulto diario para muchos patriotas nicaragüenses, incluyendo a Augusto César Sandino […]”.
“Sin embargo, llegada la paz de Tipitapa de 1927 y [a] la hora de elegir un nuevo gobierno […] Sandino escribió al jefe de los Marines en Jinotega proponiendo deponer las armas sólo si los Marines permanecían para garantizar elecciones libres y limpias”.
Sobre Anastasio Somoza García, Callahan expresa:
“Otra figura nicaragüense que surgió de este período fue Anastasio Somoza García. La historia ha demostrado que los estadounidenses nos equivocamos en haberlo escogido para encabezar la recién creada y apartidista Guardia Nacional, la cual habría de remplazar un ejército politizado, pero era imposible en su momento conocer las intenciones de Somoza”.
“Parecía inteligente y bien intencionado y dominaba el inglés. Hablaba de democracia, exaltaba la libertad, prometía elecciones. Nos enamoró y a muchos otros también”.
“Es cierto, lo apoyamos a él y a sus hijos por años, y los toleramos en aras de la seguridad nacional. Pero, a final de cuentas, y admito no fue sino hasta tarde, nos apartamos de él. Muchos contribuyeron a la derrota de Somoza, pero nosotros también desempeñamos un papel, aunque modesto y tardío en su salida del poder. Estos son los hechos”.
A lo anterior, Bodán acota: “Al diplomático se le olvidó mencionar otro período de la historia, durante la administración de su presidente Ronald Reagan: El financiamiento directo e ilegal de su país a la Contrarrevolución y el histórico fallo de La Haya, que condenó a EE.UU. a pagar 17 mil millones de dólares en concepto de indemnización al pueblo nicaragüense, sentencia que nunca fue cumplida.” (Carta Bodán, Ibíd).
Respondamos a lo que dice el embajador Callahan:
El caso William Walker
De inicio, repárese en la contradicción insalvable de lo que sostiene Callahan: por un lado, refiriéndose a Walker, reconoce que el gobierno de su país “no hizo nada para contenerlo o sancionarlo”, pero luego, dice que el filibustero actuó por su propia cuenta. Ello obviando, además, que John Wheeler tenía simpatías por él, lo que por sí mismo, resulta muy sintomático...
En efecto, las evidencias históricas muestran que William Walker no fue un simple aventurero, como sostiene Callahan. Por ello, el apoyo que le brindara al mismo el embajador yanqui John Wheeler, lejos de obedecer a un plano personal, como sostiene Callahan, revelaba, en mayor o menor medida, la voluntad gobernante en EEUU. No en vano, en su país, donde se respiraban los aires del Destino Manifiesto, fue considerado un héroe justamente por sus correrías en Sonora y Baja California (Wikipedia: William Walker ) que causaron muerte y destrucción antes que llegara a Nicaragua, como lo reconoce el actual procónsul yanqui.
Walker no llegó a Nicaragua con el fin de servir los intereses de una u otra facción de la clase dominante, sino los de los estados esclavistas del sur de Estados Unidos, país donde aún persistía, al igual que en Cuba y en Brasil, la esclavitud, pese a que ésta había sido rechazada en todo el mundo occidental desde 1820 (Hurtado Chamorro, 1965). Como anota Francisco Ortega Arancibia, “Walker [...] se proponía aniquilar no sólo el istmo establecido en Centroamérica y en toda América Latina, sino que pretendía exterminar la raza, dejando tan sólo a aquéllos que pudieran soportar la condición de esclavos para ocuparlos en la siembra del algodón y la caña de azúcar” (Arancibia Ortega, 1974). Y esta pretensión no podía concebirla ni mucho menos llevarla a efecto sin que en su país, al menos en el Sur, reinara la geofagia.
En una carta de 1857, Walker revela: “el restablecimiento de la esclavitud del negro constituye el medio más rápido y eficiente para que pueda establecerse permanentemente la raza blanca en Centroamérica [...]”. En la misma carta afirmaba: “[...] una comparación del negro de África con el de los Estados Unidos, y aún con el de Cuba y el Brasil, demuestra las ventajas de la esclavitud para esa raza inferior” (Pepoladas).
No en vano, la llamada “aventura” de Walker en Centroamérica fue apoyada por la administración del presidente estadounidense Franklin Pierce, quien manifestó que la expansión territorial de Estados Unidos no sería disuadida por ningún motivo, puesto que su nación “por su propia seguridad”, tenía que “adquirir ciertas posesiones” que aún no estaban bajo su poder. De ahí que este mandatario reconociera a Walker como presidente de Nicaragua, pese a sus públicas manifestaciones en contra del filibusterismo. Por otra parte, durante su Administración, se permitía que el reclutamiento de voluntarios, para ir a pelear en las filas de Walker en Nicaragua, se realizara abiertamente tanto en San Francisco como en Nueva York. Respaldo a Walker dio asimismo Buchanam, de tendencia sureña al igual que Pierce, su predecesor (Hurtado Chamorro, 1965).
Finalmente, la amenaza que Walker representaba para Nicaragua, al contrario de lo que dice Callahan, se evidenció muy pronto. Por ejemplo, cuando ordenó el fusilamiento de Ponciano Corral, presidente legitimista, en noviembre de 1855 y, ese mismo año, solo que en octubre, el de Mateo Mayorga, ministro del presidente -también legitimista- José María Estrada. Por lo demás, no tenemos nada que objetarle a la convicción de Callahan sobre la condición demencial y megalómana de Walker. Pero: ¿No ha sido eso lo que ha caracterizado, sino a todos, a buena parte de los presidentes y políticos yanquis? ¿No fue demencial el bombardeo atómico al Japón en agosto de 1945; mismo del que EEUU no se ha arrepentido para nada? ¿Y qué decir de George W. Bush con sus atentados contra las torres gemelas o su guerra infinita contra el terrorismo en Afganistán e Iraq? ¿Qué decir de Obama y Clinton con su guerra criminal y de rapiña contra Libia y sus miras sobre Siria, Irán y… el mundo entero? ¿Es cuerdo que George Bush hablara de bombardear atómicamente más de sesenta rincones oscuros del planeta? (Castro, Fidel).
Un detalle final sobre el asunto Walker. Dice Callahan que Castellón invitó a éste “y a su banda de mercenarios a unirse a su lucha en la guerra civil que enfrentaba a los Liberales con los Legitimistas o Conservadores”, pero Selser, un acucioso estudioso de la Historia, acota que la iniciativa partió de Byron Cole, un ambicioso mercenario estadounidense, quien a nombre de Walker, “se trasladó a Nicaragua y propuso sus servicios militares a Castellón” (Selser, 1981; T. I). No es lo mismo llegar invitado a un país que llegar, ambición de por medio, a ofrecer sus servicios a una fuerza beligerante en contra de otra.
Sacando a Sandino fuera de contexto
No podemos soslayar de ninguna forma la mala intención del procónsul Callahan, quien sostiene algo sacado fuera de contexto, a saber que Sandino quiso, tras “la paz de Tipitapa de 1927” y a la “hora de elegir un nuevo gobierno”, deponer las armas si los marines garantizaban unas “elecciones libres y limpias”. Para responder a semejante deformación de los hechos, recurriremos a lo que el héroe expresó al respecto. Basándonos en lo que él testimonia, haremos primero una síntesis apretada de cómo se llegó a esa situación.
Ante el reclamo que Sandino hiciera a Moncada de porqué se había suscrito la paz de mayo de 1927 que puso fin a la Guerra Constitucionalista de 1926-1927, el segundo manifestó que ello obedecía a que EEUU estaba dispuesto a ponerle fin a la guerra y a desarmar por la fuerza a los que se empeñaran en darle continuidad, lo que, desde luego, encerraba una amenaza para el héroe y sus fuerzas y, en sentido alguno, contra las fuerzas liberales que ya habían aceptado el desarme.
Conociendo perfectamente a Moncada, Sandino sabía lo inconveniente que resultaba contradecirlo mucho, porque aquél podía desarmarlo por la fuerza y apresarlo, así que no tuvo otra opción que recurrir a la estratagema de manifestarle su disposición a aceptar, en lo que concernía al desarme, la voluntad del resto de los jefes del Ejército Liberal, pero que el de sus propios hombres debía efectuarse en Jinotega, donde él había establecido un Gobierno Departamental custodiado por más de doscientos rifles. Moncada decidió que fuera en la hacienda “El Cacao”, situada entre Teustepe y Jinotega. Pero, antes, quiso obligar al jefe guerrillero a que firmara la paz de inmediato. Viéndose en apuros, Sandino tuvo que hacer, como él mismo lo expresa, “un gran esfuerzo para recuperar la serenidad” que la situación ameritaba, manifestándole a su interlocutor que lo autorizaba ampliamente para que firmara en su nombre; en caso contrario, es decir, de haber Moncada insistido en obligarlo a firmar la paz con su propio puño y letra, el héroe no hubiera tenido más alternativa que ultimarlo (Sandino; T. 1, 1984).
La complejidad de la situación de los patriotas no terminó acá. Se fue haciendo cada vez mayor. Y justamente en este ambiente, Sandino expresó: “[…] si Estados Unidos con buena fe ha intervenido en el país, proponemos como condición sine qua non para deponer nuestras armas, que asuma el poder un gobierno militar de los Estados Unidos mientras se realicen las elecciones presidenciales supervigiladas por ellos mismos.”
Mas debe saberse que la base sobre la cual el héroe hizo semejante propuesta, fueron los ánimos enfriados a raíz del Pacto del Espino Negro, prevalecientes entre los hombres de la Columna Segoviana que él comandaba, al grado que, a cada instante, crecían las deserciones entre sus filas. Así las cosas, para el 21 de mayo de 1927, de los ochocientos hombres que habían constituido su columna, quedaban solo veintinueve y, tres días después, apenas llegaban a veintiuno (Ibíd).
Por si fuera poco, entre esos veintiuno, se acusaban diversas opiniones. En esta atmósfera, por sí sola cargada, se dejó sentir la presión de Gregorio Sandino para que su hijo desistiera del propósito de mantener la lucha armada. Considerando la complejidad de la situación, el héroe instruyó a José Moral, un antiguo sacerdote católico que llegó acompañando a su padre, redactar la carta a la que hace referencia Callahan, dirigida al Jefe del destacamento de marines en Jinotega; carta que, en efecto, Sandino suscribió. Mas sabía que sus enemigos lanzarían calumnias en su contra basándose en el contenido de dicha comunicación. Con todo, el héroe asumió el asunto consciente de la necesidad de “sacrificar algo por salvar el honor nacional…” Sobre todo, quería demostrarle a sus compañeros de lucha que el imperio no es una fuerza en ningún sentido confiable (Ibíd).
“Buena fe” como pretexto de invasión y ocupación de territorios
Según Callahan, EEUU no actuó de mala fe al enviar marines a nuestro país; porque lo hizo, según declara, con toda la buena intención del mundo. Conocemos profundamente esta perversa cantinela, esa burda aseveración: “Solo la buena fe nos ha movido”. Entre 1846 y 1848, los yanquis llegaron a México y le arrebataron a este país un poco más de la mitad de su territorio; en 1898, pretextando el hundimiento del Maine surto en La Habana, EEUU le declaró la guerra a España para arrebatarle a este país sus dos últimas colonias sobre el continente americano (Cuba y Puerto Rico), con lo que, a lo inmediato, frustró la lucha independentista en estos territorios americanos; en 1903, arrebató Panamá a Colombia; en las dos primeras décadas del siglo XX, amén de los países señalados, se sumaron a su geopolítica Haití y República Dominicana. En 1909, apoyando a los conservadores nicaragüenses, EEUU derrocó al presidente José Santos Zelaya; el próximo año fue al presidente José Madriz, de tendencia liberal como el primero. Sobre esta base, el imperio yanqui impuso en Nicaragua lo que se llamó Restauración Conservadora (1910-1928), pese a que, de hecho, implantó sobre el país un protectorado yanqui que tomaba las decisiones de todos sus asuntos internos y externos esenciales y se apropiaba de las principales fuentes de ingreso del estado nicaragüense.
Pero veamos qué criterios hubo en Estados Unidos respecto a la intervención en Nicaragua en los años veinte y comienzos de los treinta.
Aunque no fuese otra cosa que la defensa de los intereses comerciales de EEUU en América Latina, de todos modos, no pocos congresistas se pronunciaron en contra de la intervención en Nicaragua. Veamos lo que expresó al respecto, por ejemplo, el senador Wheeler:
“Cualquier interferencia en los asuntos internos de Nicaragua perjudica grandemente a los intereses comerciales Norte Americanos, que están justamente ahora buscando nuevos mercados en América Central y del Sur. Si se quiere dejar a un lado el aspecto moral de la cuestión de Nicaragua y examinarla estrictamente desde el punto de vista comercial habrá que formularse esta pregunta: ¿Qué opinión van a formarse las naciones de América del Sur y todas las del mundo, en las que estamos invirtiendo millones de dólares, de nuestra intervención en Nicaragua y nuestro esfuerzo por dictar a ese pueblo la clase de gobierno que debe darse? ¿No es lógico que piensen que al pretexto más trivial los Estados Unidos desembarcarán los marinos en su territorio utilizando la intervención en Nicaragua como un precedente de autorización? Devanando el razonamiento hasta su conclusión lógica, se deduciría de él que emplearíamos a nuestros marinos como una agencia de cobros de las grandes inversiones realizadas en los países extranjeros.” (Selser; 1981. T. II).
La naturaleza criminal de la intervención yanqui en Nicaragua fue puesta al desnudo por los diarios más influyentes del continente Americano. Así “The Nation”, en su edición del 2 de noviembre de 1927, afirmaba que las tropas estadounidenses sin ninguna justificación legal asesinan nicaragüenses. “El Tiempo” de Bogotá, por su lado, señalaba que Coolidge acusa de bandoleros a los patriotas nicaragüenses a fin de esconder ante el pueblo estadounidense “la verdad de un hecho doloroso [...] que los marinos de la Unión Saxoamericana violan el derecho de gentes, hoy en Nicaragua, como ayer en Haití, y cometen homicidios que se quedan impunes...”( Selser; 1981. T. I).
El desprestigio de la intervención yanqui contra Nicaragua devenía, en gran medida, del hecho que los aeroplanos de la misma atentaban más contra la población civil que contra los patriotas en armas. Tampoco favorecía la agresión a Nicaragua la acostumbrada política yanqui de intervenir sin considerar para nada la opinión de los mandatarios latinoamericanos (Cummins, 1983). En este sentido, no son de extrañar dos fenómenos observados al momento de realizarse la VI Conferencia Panamericana, a inicios de 1928, en la Habana, Cuba. Se trata, en primer lugar, de que a esas alturas solamente dos gobiernos de América Latina, el de Honduras y el de El salvador habían reconocido al gobierno títere de Díaz en Nicaragua (Selser; T. I); en segundo lugar, de que la mayoría de los delegados a la Conferencia se abstuvo de votar a favor o en contra de la intervención yanqui en Nicaragua, lo que ante el desprestigio de EEUU -que esperaba un sí rotundo de los gobernantes latinoamericanos para justificar la guerra contra los patriotas sandinistas-, se convirtió en una condena indirecta para este país y en un triunfo político de la causa sandinista. No es tampoco extraño que Hoover, electo presidente de EEUU en 1928, buscando cómo adquirir una imagen distinta a la Coolidge, su antecesor, visitara los países latinoamericanos sin resultados positivos.
Así en Ecuador, el presidente Isidro Ayora, en un tono muy diplomático, le pidió no interferir en los asuntos internos del continente; le expresó que para la conservación de relaciones cordiales y sinceras entre las naciones del mundo es necesario basar las mismas “en el más escrupuloso respeto de los derechos de todos los países, en el reconocimiento de la absoluta igualdad jurídica entre todos los estados”. Agregaba que a la solidaridad internacional debe serle “...inherente la proclamación irrestricta de la soberanía, de la justicia y el derecho” (Selser, 1986).
En Buenos Aires, Argentina y, sobre todo, en Montevideo, Uruguay, el pueblo organizó demostraciones de repudio contra el visitante estadounidense, y de solidaridad con Sandino. “¡Viva Sandino! ¡Fuera Hoover!” gritaba la multitud al mandatario yanqui en su propia cara. En Montevideo fueron tan grandes las manifestaciones “que la policía no encontró más remedio que cargar con la multitud que vivaba a Sandino y a Nicaragua al paso de Hoover para dispersarla” (Selser, T. II).
Por consiguiente, las complicaciones que para EEUU acarreaba su política abiertamente intervencionista en el continente americano, llevó a sus gobernantes a adoptar una nueva modalidad de dominio sobre esta región del mundo. No en vano, durante la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, se declararía lo siguiente*:
“Hubo tiempos no muy lejanos cuando nosotros aplicamos la Diplomacia del Dólar y la intervención; y fuimos acusados de imperialismo yanqui. Pero la experiencia nos ha enseñado que para tener buenos vecinos debemos ser “Buenos Vecinos”. Hemos descubierto que el entendimiento y la “Buena Voluntad” no pueden ser comprados o ganados por la fuerza” (Ulloa, 1988).
La imposición de dictaduras militares y entreguistas en Centro América, demostró mejor que nada en qué consistía la Buena Vecindad. En Guatemala, se implantó la de Jorge Ubico (1931-1944); en El Salvador, la de Maximiliano Hernández Martínez (1935-1944); en Honduras, la de Tiburcio Carías Andino (1935-1949); en Nicaragua, la de Anastasio Somoza García y sus herederos (1937-1979. En el Caribe se impuso la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1938-1952), de República Dominicana.
El asesinato de Sandino y el orden establecido por el imperio yanqui en Nicaragua
Para responder a las afirmaciones sostenidas por Callahan sobre la realidad del apoyo yanqui a Anastasio Somoza García, conozcamos, groso modo, quién fue este personaje, mismo al que EEUU y sus procónsules apoyaron de principio a fin en todas sus correrías…
Lo primero que salta a la vista al estudiar a Somoza García como personaje fue el crimen que perpetrara contra Sandino el 21 de febrero de 1934, un año después del convenio de paz de febrero de 1933, suscrito entre el héroe y Juan Bautista Sacasa, quien recién asumía la presidencia de Nicaragua. Mas, de primas a primera, digamos que dicho crimen no obedeció esencialmente a razones personales sino de clase.
Sandino -a pesar del desarme relativo de 1933, contemplado en la firma de la paz- representaba la posibilidad de un nuevo levantamiento popular. Por eso lo mataron. No otra cosa sugiere el hecho que en su asesinato se hayan involucrado la Guardia Nacional, con Somoza a la cabeza; la Presidencia, representada por Sacasa; y el imperio estadounidense, a través de su embajador en Nicaragua, Arturo Bliss Lane.
Habiendo asesinado a Sandino, Umanzor, Estrada, Sócrates y Ferreti, y masacrado luego a centenares de patriotas en las cooperativas de Wiwilí, la Guardia Nacional (GN), la Presidencia y el Imperialismo yanqui actuaron, indiscutiblemente, en nombre de todo el sistema opresor. Por eso, lo más “selecto” de la sociedad granadina, esto es, “la flor y nata de la oposición” y el liberalismo leonés organizaron ostentosas fiestas para congraciarse con Somoza, el asesino de Sandino (Salvatierra, 1980).
Sobre la participación de Somoza García en el crimen no cabe duda alguna. Debe saberse que el fundador de la dinastía que lleva su nombre, el propio 21 de febrero, le expresó a un grupo de oficiales de la GN que la embajada estadounidense le acababa de dar la venia para liquidar al héroe, por estimarlo “un perturbador del país”. En otra ocasión, reconoció su involucramiento en el crimen en un banquete organizado en su propio honor (Alemán Bolaños, 1980). Y antes de perpetrarlo, en una entrevista, le insinuó a José Román sobre el asunto que tenía entre manos (Román, 1983).
Con relación al Embajador Arturo Bliss Lane, es “extraño” que, después de ejecutada la acción contra Sandino y sus acompañantes, se presentara al cuartel en que Sofonías Salvatierra y Gregorio Sandino estaban apresados -desde que ambos fueron separados del grupo de Sandino al momento de la detención- a ofrecerles libertad y asilo político (Alemán Bolaños, 1980).
Arturo Bliss Lane, en un telegrama al Departamento de Estado, reconocía que había recomendado a Somoza no precipitarse en relación con Sandino... (Fonseca, Carlos; Tomo 1, 1982). La no precipitación insinúa claramente que la liquidación de Sandino no estaba fuera de duda o cuestionada por el imperio; solo sugería que Somoza no se apresurara a dar semejante paso…
En lo que a Juan Bautista Sacasa respecta, se señalan varios hechos que, de una u otra forma, lo incriminan: a) el propio día del crimen invitó a Sandino, sin ningún motivo aparente, a la casa presidencial; b) habiéndose retirado de casa presidencial, Sandino y sus acompañantes fueron detenidos por una patrulla de la GN, transcurriendo dos minutos para que Sacasa, informado por su propia hija, conociera el hecho; c) entre el momento de la captura y la ejecución del crimen, medio suficiente tiempo como para que Sacasa evitara la acción contra Sandino y sus compañeros; d) Jesús Hernández y Nicolás Martínez, antiguos amigos y partidarios de Sacasa, sostuvieron que sabían que éste era culpable del crimen perpetrado (Alemán Bolaños, 1980); e) el Partido Unión Democrática Nicaragüense, en una hoja suelta intitulada “El más glorioso soldado contemporáneo de las libertades americanas”, señalaba, en parte, que Sacasa era el encubridor del más repudiable crimen político ejecutado en suelo americano durante el siglo XX; f) tras el asesinato de Sandino, Sacasa ascendió a Somoza de brigadier general a mayor general (Gilbert, 1979).
El ascenso vertiginoso de Somoza García al poder
Mas, para terminar de dilucidar el involucramiento imperial en el asesinato del héroe conviene hablar del vertiginoso ascenso de Somoza García al poder. Primero que nada resalta el hecho de que surgiera como por encanto en la palestra política de Nicaragua, pues antes de la firma de la paz de 1933, era una figura prácticamente desconocida (Ibíd). El romance que se le atribuyó con la esposa del embajador estadounidense Hanna en Nicaragua, fue, al parecer, una causa importante de su ascenso estrepitoso hacia el poder (Amador, Armando). No menos importante fue su calidad de secretario particular de Moncada (Selser, 1984). Como elemento favorable al logro de las ambiciones de Somoza García debe estimarse su condición de desalmado, antipueblo y entreguista, pues sólo con gente de esa calaña el imperio podía garantizar su dominio en Nicaragua. No extraña que Franklin Delano Roosevelt, padre de la “Buena Vecindad”, expresara, refiriéndose a Somoza: “él es un hijo de perra, pero es nuestro.” (Borge, Tomás; 1989).
Roosevelt tuvo sobradas razones para hacer semejante afirmación. Desde su juventud, Somoza demostró, con creces, que era merecedor de semejante calificativo; que en boca del primero significaba apoyo incondicional a su persona. En verdad, la conducta de Somoza no dejaba nada que desear para quienes buscaban con mucha ansia a un Jefe Director criollo de la sanguinaria GN:
a) Siendo estudiante en Estados Unidos, Somoza fue condenado a dos meses de cárcel por haber sido parte de una falsificación de bonos.
b) En Nicaragua, en 1921, por intento de falsificación de monedas, cayó en la cárcel, aunque por ser ya yerno de Debayle las cosas no pasaron a más.
c) Su carrera militar, antes de convertirse en Jefe Director de la GN, se reduce a una ridícula escaramuza, la del Guachipilín (1927), de la que salió huyendo.
d) De su impecable currículo forma parte un hecho criminal, a saber, que habiéndose enemistado con el cacique conservador de San Marcos, Somoza, en 1928, contrató a un matón para ultimarlo. Y, siendo ya Presidente, se libró también del hombre que contratara para ello (Selser, 1984).
Somoza cayó en verdadera gracia al embajador Hanna. Tanto que, en octubre de 1932, este diplomático dio a conocer al Departamento de Estado su preferencia por él para el cargo de Jefe Director de la GN. Otro tanto hizo en su favor la mayoría de los altos oficiales yanquis que intervenía en Nicaragua (Millett, 1979). De esta suerte, fue nombrado Jefe Director de ese cuerpo castrense, convirtiéndose con ello, de hecho, en el mandamás de Nicaragua. El camino a la presidencia le quedó allanado en 1936, cuando, con apoyo de EEUU, la GN y los Camisas Azules que imitaban a los Camisas Negras de Italia, derrocó a Juan Bautista Sacasa, su tío político. Estas fuerzas le permitieron pasar por encima de los obstáculos que se interpusieron en su camino para llegar a la sima: la Constitución y el Tratado de Paz y Amistad Centroamericano de 1923 (Alegría, Claribel; Flakoll, DJ.; 1982).
Bibliografía citada:
1. ALEGRÍA, Claribel; FLAKOLL, DJ. Nicaragua: la revolución sandinista. Una crónica política/1855-1979. Serie popular Era, México, 1982.
2. Alemán Bolaños, Gustavo. Sandino el Libertador. Talleres de Impresos Culturales S.A. IMCUSA, San José Costa Rica, 1980.
3. Amador, Armando. Amador, Armando. Origen, Auge y Crisis de una Dictadura. Guatemala, Centroamérica. No se indica fecha de publicación.
4. Arancibia Ortega, Francisco. Cuarenta años de Historia de Nicaragua (1838-1878). Colección Cultural Banco de América. Serie Histórica Nº 6. PINSA, 1974.
5. Carta Bodán. Nº 71. “Mea culpa de EE.UU. y la cruda versión de su papel en la historia de Nicaragua”. http://librepenicmoncjose.blogspot.com/2011/03/mea-culpa-de-eeuu-y-la-cruda-version-de.htm
6. Castro, Fidel. “El imperio por dentro” (quinta y última parte). http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2010/10/15/el-imperio-por-dentro-quinta-y-ultima-parte/
7. Citado en: Borge, Tomás. La Paciente Impaciencia. Editorial Vanguardia, mayo de 1989.
8. Cummins, Lejeune. Don Quijote en burro. Editorial Nueva Nicaragua. p. 19.
9. Del Partido Renovador Autonomista al pueblo de Nicaragua. “El más glorioso soldado contemporáneo de las libertades americanas”. (Hoja suelta custodiada en el Archivo General de la Nación). En: El Sandinismo Documentos Básicos. Instituto de Estudios del Sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua, 1983.
10. Fonseca, Carlos. Fonseca, Carlos. “Noticias sobre Gorki y Darío”. En Fonseca Carlos Obras. Bajo la bandera del sandinismo. Tomo 1, 1982.
11. Gilbert, Gregorio Urbano. Junto a Sandino. Editora Alfa y Omega. Santo Domingo, República Dominicana, marzo de 1979.
12. Hurtado Chamorro, Alejandro. William Walker: ideales y propósitos. Editorial unión de Cardoza y compañía limitada. Granada, Nicaragua, 1965.
13. Millett, Richard. Guardianes de la dinastía. EDUCA., 1979.
14. Román, José. Maldito País. Ediciones “El pez y la serpiente”. Managua, Nicaragua, 1983.
15. Salvatierra, Sofonías. Sandino o la Tragedia de un pueblo. Talleres Litográficos Maltez Representaciones S.A. Managua, Nicaragua, 1980.
16. Sandino, Augusto C. El pensamiento vivo. Tomo 1. Introducción, selección y notas de Sergio Ramírez. Editorial Nueva Nicaragua, 1984.
17. Selser, Gregorio. Nicaragua: De Walker a Somoza. Mex Sur Editorial S.A. 1984.
18. Selser, Gregorio. Sandino General de Hombres Libres. Editorial de Ciencias Sociales, Ciudad de la Habana, 1981. Tomo II.
19. Selser, Gregorio. Sandino General de Hombres Libres. Editorial de Ciencias Sociales, Ciudad de la Habana, 1981. Tomo I.
20. Selser, Gregorio. El pequeño ejército loco. Sandino y la operación México-Nicaragua. Editorial Nueva Nicaragua. Segunda edición. 1986.
21. Ulloa, Juan Manuel y otros. Apuntes de Historia de Nicaragua. UNAN-Managua, Editorial Universitaria, León, Nicaragua, 1988.
22. Wikipedia. William Walker. http://es.wikipedia.org/wiki/William_Walke
23. “William Walker, el último filibustero”. http://pepoladas.over-blog.es/article-william-walker-el-ultimo-filibustero-47421321.html
*Nota: de acá en adelante, con algunos cambios menores, el contenido desarrollado ya lo hemos expuesto anteriormente en “Imposición del dominio yanqui en Nicaragua y Resistencia Sandinista”. http://librepenicmoncjose.blogspot.com/2010/07/imposicion-del-dominio-yanqui-en.html
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