Patrick Cockburn
21/06/09
Las serpientes están atacando a la gente y al ganado en el sur de Irak debido a que el Éufrates y el Tigris se desecan y los reptiles pierden su hábitat natural entre los cañaverales.
“La gente está aterrorizada y está abandonando sus casas”, dice Jabar Mustafa, un funcionario de sanidad que trabaja en un hospital en la provincia de Dhi Qar, en el sur del país. “Ya conocíamos estas serpientes anteriormente, pero ahora están llegando en cantidad. Atacan a los búfalos y al ganado y también a la gente”. Los médicos de la zona dicen que seis personas han resultado muertas y 13 envenenadas.
En Chabaysh, una ciudad en la orilla del Éufrates cerca de la zona pantanosa de Hawr al-Hammar, los campesinos han establecido una sala de operaciones nocturna para evitar que las serpientes ataquen a su ganado.
“Nos ha sorprendido estos últimos días el número, sin precedentes, de serpientes que ha abandonado su hábitat debido a la sequía y al calor”, dijo Wissam al-Assadi, uno de los veterinarios de la ciudad. “Vemos algunas en las carreteras, cerca de las casas y los establos. Los campesinos nos han pedido vacunas, pero no tenemos ninguna”.
La plaga de serpientes es la última consecuencia de una caída sin precedentes del nivel del agua del Éufrates y del Tigris, los dos grandes ríos que durante miles de años han hecho posible la vida en las soleadas llanuras de Mesopotamia, cuyo nombre significa precisamente “entre dos ríos” en griego. Los ríos que hicieron tan fértil el árido suelo de Irak están ahora desecándose porque el suministro de agua, que antes fluía hacia el sur, desde Turquía, Siria e Irán hasta Irak, actualmente está contenido por embalses y se utiliza para irrigación. Solamente a lo largo del Éufrates, Turquía tiene cinco grandes embalses, río arriba de Irak, mientras que Siria tiene dos.
El desvío del agua de los ríos ha destruido ya una amplia franja de la agricultura iraquí y la escasez de agua de Irak puede tener como consecuencia un desastre tan grande para el Irak moderno como lo fue en el primer período islámico, bajo los abasidas, el exceso de impuestos y el colapso de los sistemas de irrigación de Mesopotamia. El avance del desierto ha provocado ya frecuentes tormentas de arena en Bagdad, que tuvo que cerrar el aeropuerto. Sin embargo, este dramático cambio climático no ha llamado demasiado la atención fuera de Irak, eclipsado por la violencia ulterior a la invasión de los EEUU en 2003 y el derrocamiento de Saddam Hussein.
El descenso de los niveles de agua de los ríos ha sido rápido, de modo que la cantidad de agua del Éufrates ha bajado en tres cuartas partes en menos de una década. En el 2000, la velocidad del flujo del agua del río era de 950 metros cúbicos por segundo, pero este año ha bajado a 230 metros cúbicos por segundo.
En el pasado, Irak había almacenado agua en embalses detrás de sus propias presas, pero estos embalses están actualmente muy vacíos y ya no pueden compensar la escasez. Las reservas totales de agua de todas las presas iraquíes a principios de mayo eran de sólo 11.000 millones de metros cúbicos, comparado con más de 40.000 millones hace tres años. Una de las mayores presas del país, la del Éufrates en Haditha, en el oeste de Irak, cerca de la frontera siria, tenía 8.000 millones de metros cúbicos hace dos años, mientras que ahora tiene tan solo 2.000 millones.
Irak ha pedido a Turquía que abra las compuertas de sus presas. “Necesitamos como mínimo 500 metros cúbicos de agua por segundo de Turquía, o sea el doble de lo que estamos obteniendo” dice Abdul Latif Rashid, el Ministro del Agua iraquí. “Nos prometieron 130 metros cúbicos extras, pero solo por un par de días, y los necesitamos durante unos cuantos meses”. Dice que su ministerio está haciendo todo lo que puede, pero que las decisiones más importantes respecto al suministro de agua en Irak se toman fuera del país – en Turquía, Siria e Irán. “Además ha habido una sequía durante los últimos cuatro años, con un nivel de lluvias inferior a la mitad de lo normal”, dice el Sr. Rashid.
Amplias zonas de Irak que habían sido terreno fértil se han convertido ya en un árido desierto. Según el ministro de agricultura iraquí, entre un 40 y un 50 por ciento de lo que había sido terreno agrícola en los años 70 está siendo actualmente afectado por la desertificación.
La sequía, la guerra, las sanciones de la ONU, la falta de inversión y la tala de árboles para la calefacción doméstica son todos ellos factores que han exacerbado la crisis, pero en el centro de la misma está la falta de agua para riego en el Tigris y el Éufrates. Los campesinos de todo el Irak están siendo expulsados de la tierra. A principios de este mes, campesinos y pescadores se manifestaron en Najaf, una ciudad a la orilla del Éufrates, blandiendo pancartas y pidiendo que el gobierno iraquí insista en que los países extranjeros ofrezcan más agua.
“Los campesinos han dejado de sembrar y actualmente se dirigen a la ciudad para ganarse la vida hasta que vuelva el agua” dijo Ali al-Ghazali, un campesino de la zona.
“Cuando llega la cosecha hemos de pagar las semillas y si no conseguimos cosechar o la cosecha se arruina, la persona que nos vendió las semillas sigue exigiendo su dinero”. En la provincia de Najaf se ha prohibido a los campesinos cultivar arroz porque su cultivo necesita demasiada agua.
El descenso de la cantidad de agua de los ríos también ha reducido su calidad. Las llanuras de la antigua Mesopotamia habían producido abundante cosechas en tiempos de los antiguos sumerios. Desde Nineveh en el Norte hasta Ur en las tierras de los caldeos, en el Sur, el paisaje llano de Irak está salpicado por los túmulos que señalan los restos de sus ciudades. Lejos de las montañas del Kurdistán y del territorio inmediatamente debajo de él, caen muy pocas lluvias, por lo que la agricultura siempre ha dependido del riego.
Pero siglos de riego de la tierra sin un drenaje apropiado han provocado una acumulación de sal en el suelo, convirtiendo en infértil gran parte del mismo. La falta de agua en los ríos ha acelerado la desalinización, de modo que las tierras del centro y del sur de Irak, muy productivas hace 30 años, se han vuelto yermas. Incluso las lluvias del norte de Irak han escaseado en los últimos años. En febrero, el Gran Zaab, uno de los principales tributarios del Tigris, que debería haber sido un torrente, era una plácida corriente que ocupaba menos de una cuarta parte de su lecho fluvial. Las colinas circundantes, que deberían haber sido verdes, eran de un marrón polvoriento.
Los expertos convocados por el Ministro del Agua a una conferencia sobre la crisis del agua, celebrada en Sulaimaniyah durante tres días en el mes de abril, describieron la situación como “una tragedia”.
Mohammed Ali Sarham, un especialista del agua de Diwaniyah, en el sur de Irak, declaró: “las cosas se nos escapan de las manos: franjas de terreno se convierten en desierto. Los campesinos están abandonando el campo y dirigiéndose a la ciudad o sus alrededores. Importamos casi todos nuestros alimentos, a pesar de que en los años 50 éramos uno de los pocos países exportadores de cereales de la zona”.
Los expertos recomiendan que, además de que Turquía libere más agua, deberían hacerse fuertes inversiones para utilizar mejor las vías fluviales como el Tigris y el Éufrates. Pero según el Sr. Rashid su presupuesto de este año ha sido reducido a la mitad, a 500 millones de dólares debido a la caída del precio del petróleo.
El resultado del desastre agrícola de Irak se hace evidente en las tiendas de frutas y verduras de Bagdag. Jassim Mohammed Bahadeel, un tendero del distrito de Karada, dice que antes gran parte de lo que vendía procedía de las granjas de los alrededores de la capital iraquí. “Pero ahora, las manzanas que vendo vienen de América, Francia y Chile; los tomates y las patatas, de Siria y Jordania; las naranjas de Egipto y Turquía. Solamente los dátiles son de Irak porque no necesitan mucha agua”.
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Patrick Cockburn es un reconocido analista político irlandés que colabora con diversos medios de comunicación alternativos, como Znet. Es el autor de The Occupation: War and Resistance in Iraq, publicado en el año 2006 por la editorial londinense Verso.
Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga
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