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lunes, 21 de octubre de 2013

La quimera de los “buenos” y los “malos” y la conversión de todo en “malo”

La quimera de los “buenos” y los “malos” y la conversión de todo en “malo”
Manuel Moncada Fonseca

Introducción

No hay, ni habrá jamás, persona, proyecto social, sociedad ni humanidad perfecta. Todo lo humano se ve siempre cargado de virtudes, pero también de defectos. No hay santos de ningún tipo sobre el horizonte. Mas no negamos las conductas en verdad dignas de seguir, seguro hasta en la misma Iglesia Católica y en cualquier otro tipo de fe religiosa. En todo el orbe, ha habido, hay y habrá conductas ejemplares, que han servido, sirven y servirán de modelo a imitar. Es la propia de hombres y mujeres de los cuales y las cuales los pueblos se enorgullecen. A ellos y ellas dedicó el poeta nicaragüense Leonel Rugama su poema “Como los santos”.

La justicia social como hecho real o posibilidad 

De la vieja cantinela de los “buenos” y los “malos”, en blanco y negro, sólo podemos decir que se trata de una simplista y perversa quimera maniquea; en el mejor de los casos, de una visión ingenua. Quien busque perfección en el orbe como algo dado de una vez, sólo cosechará desilusión, decepción, amargura e incredulidad. Pero una cosa son los defectos mayores o menores que se cargan (asunto normal, esperado, creíble y constatable entre las personas); y otra es que haya seres tan perversos que no merecen llamarse humanos. Sobreponiéndose a la perversidad de esos seres, el ser humano tiene el persistente afán, individual familiar y colectivo, de buscar lo mejor para sí; de colocarse lo mayormente posible ante la perfección como horizonte que se aleja indeteniblemente del mismo, por más que él trate de llegar a sus confines. Por ello, se propone realizar sólo sueños alcanzables de felicidad, bienestar y seguridad en todos los planos y órdenes. 

Desea una vida digna, sin carencias sahirientes e insufribles, como cuando falta el pan, el agua, el techo, la luz, la atención médica, la educación que da conocimientos y labra la conciencia y la sensibilidad social; la seguridad social cuando está ausente o es precaria; la soberanía y la autodeterminación al estar enajenadas o en peligro.

Simón Bolívar, El Libertador, con la visión genial que le caracterizaba, expresó con suma nitidez aquéllo a lo que debemos y podemos aspirar los seres humanos: “El Sistema de Gobierno más perfecto, es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política”.[1] 

Para nosotros, esos sueños sólo son alcanzables y ya habían sido y siguen materializados en el socialismo, jamás en el capitalismo como sistema mundial, hecho más que demostrado a lo largo de la existencia de este régimen opresor. En Cuba y Corea del Norte, se preservan las conquistas populares, ello pese al criminal bloqueo imperial impuesto por EEUU contra la primera; y a las amenazas constantes que de éste provienen en contra de estas dos naciones socialistas. Los países del Alba, de conjunto y por separado, avanzan cada vez más en bienestar e igualdad social, pese a ser también blanco perenne de ataques políticos y de amenazas, abiertas o solapadas, de parte, nuevamente, del imperio yanqui. 

Para confrontar lo que es el capitalismo y lo que fue el socialismo en la URSS y el Este Europeo, Mikel Itulain en su artículo “¿Tan malo era el comunismo?”, acota: 

“¿Por qué odiar a un sistema de gobierno que persigue el bienestar general y que nadie quede desamparado? ¿Por qué rechazar a éste y tomar otro donde solo cuenta el interés personal y el cómo hacerse más rico sin mirar a los demás? ¿Por qué preferir a este último sistema, el capitalismo, respecto al primero [el socialismo]? Muy desalmado habría de ser uno, ¿no creen?”[2]

Para fundamentar su posición, el autor citado recurre, por ejemplo, a William H. Duprey, quien aporta: “En los Estados Unidos se le pide al experto en eficiencia obtener más beneficios para los accionistas, mientras que en la URSS la eficiencia se utiliza para sacar más producción con el objetivo de abastecer la demanda de los consumidores, ya que hay un déficit de textiles. El producto de este incremento de la producción se devuelve a los obreros en forma de salarios más altos, nuevas maquinarias, más vacaciones, etc.”

Por su parte, la autora Zsuzsanna Clark, también citada por Mikel Itulain, en torno a Hungría, apunta: “Cuando la gente me pregunta cómo era crecer detrás del telón de acero en Hungría en los años setenta y ochenta, la mayoría espera escuchar cuentos de policía secreta, las colas de pan y otras declaraciones desagradables sobre la vida en un estado de partido único./ “Ellos quedan siempre decepcionados cuando les explico que […] Hungría comunista, lejos de ser el infierno en la tierra, era en realidad, más bien un lugar divertido para vivir. Los comunistas proporcionaban a todos con trabajo garantizado, buena educación y atención médica gratuita./ “Pero quizá lo mejor de todo fue la sensación primordial de la camaradería, el espíritu que falta en mi adoptada Gran Bretaña y, de igual forma, cada vez que voy de regreso a la Hungría actual.”

Ningún proceso revolucionario es, ni puede ser, químicamente puro

Ningún proyecto revolucionario, por desarrollado que sea, ni ayer, ni hoy, ni nunca, dejará de presentar defectos, carencias de uno u otro tipo. En consecuencia, debe velar por su auto perfeccionamiento y mejoramiento continuo, si no quiere verse expuesto a su fin. La caída del socialismo en la Unión Soviética y en los países del Este europeo, son una muestra fehaciente de ello. Al fin y al cabo, todo proyecto social, por avanzado y revolucionario que sea, es producto de seres humanos. 

Aceptando el error como inevitable, esperar procesos revolucionarios químicamente puros resulta por completo ilusorio. Con todo, por encima y a pesar de los crápulas que se adhieren como garrapatas, pulgas y otros parásitos, al tejido revolucionario, este sigue su curso general, con escollos, retrocesos, golpes bajos, con lo que sea, pero continúa y muestra su fortaleza. En este marco es, hasta cierto punto, comprensible que una decepción, un disgusto, un malentendido o una incomprensión con esta u otra medida partidaria o gubernamental, provoquen o puedan provocar el retiro de un compañero o compañera (o de un conjunto de ellos/as) de las filas revolucionarias y la adopción de su parte, de una actitud incrédula hacia cualquier proyecto de cambio radical en las estructuras sociales. 

Lo que no se puede comprender, ni admitir de ningún modo, es que haya quienes aprovechando cualquier falla, imaginaria, real o abultada a la enésima potencia, se retiren de las filas revolucionarias y se adhieran, sin asco, con cartuchera y municiones, a las filas de los enemigos de clase; a las de la derecha local e internacional. Y peor aún, que dando ese pérfido vuelco, tengan la desfachatez de sostener que actúan en nombre de los más nobles principios revolucionarios, ello aunque, en esa nueva condición, se vean financiados por grandes capitales imperiales. La contrarrevolución local y global se nutre, así, no sólo de aquéllos y aquéllas que de “linaje” les viene la condición derechista, sino también de los que, alguna vez, abrazaron, o aparentaron abrazar, la causa de los pueblos y, ahora, se estiman los más consecuentes demócratas del mundo, en sentido reaccionario, desde luego. Son los y las que tomaron la condición de izquierda como hobby de juventud. Y estos demócratas se vuelven tan útiles para el imperio que los medios de incomunicación que éste posee, generosamente, abren para ellos sus páginas, videos y audios. 

Ensuciarlo todo, afán del imperio: los pueblos originarios como blanco 

En virtud de su desprestigio cada vez mayor, el capitalismo -que hoy se da más nombres, estructuras y siglas que nunca- pretende que la humanidad vea corrupto todo proyecto, todo propósito de cambio; se afana, así, por desprestigiar a toda fuerza que se le oponga. Medios para hacerlos los tiene en abundancia; la ONU y sus diversos organismos; gran parte de los científicos que no tiene reparo en falsificar los resultados de sus propias investigaciones científicas para quedar bien, por ejemplo, con la Monsanto; Hollywood con sus presagios apocalípticos orientados a sembrar el pánico entre las naciones; etc., etc. Si el capitalismo es "malo", el socialismo es igual o más "malo" aún. No es para nada fortuito que los izquierdistas otánicos hablen, por ejemplo, de la maldad del presidente sirio Bashar al-Assad, a la par que hablan de la maldad del imperio. Se hable de lo que se hable, en todo hay perversidad. Así, de un plumazo, se pretende matar la esperanza; hacerla desaparecer de la faz de la tierra.

A esta suerte de fenómenos pertenece el propósito de denigrar el pasado de los pueblos nativos de América; porque desprestigiarlos en su conjunto, echarlos en un solo costal, es quitarle a nuestros pueblos cualquier referente histórico que les sirva de inspiración, de resorte para mantener la resistencia contra el capitalismo imperial que hoy domina el mundo. Se pretende, pues, igualar en maldad a los conquistadores y a los nativos de nuestro continente. 

Ollantay Itzamná revela que después de acoger dignamente a los huéspedes europeos, los nativos pronto se dieron cuenta que los primeros “eran bárbaros cristianos embelesados por el metal”, con lo cual comenzó la desgracia de los autóctonos. Luego dice: “Era tan luminosa la riqueza y la dignidad en nuestros abuelos y abuelas, que los heraldos europeos descubrieron en sí mismos su miseria y decadencia moral. Inventaron y ensayaron varios argumentos, incluso teológicos, para negar nuestra condición humana, y así apoderarse de nuestra riqueza y de nuestros cuerpos. Pero, ninguno de esos argumentos era racionalmente sostenible. Y, ante su limitación mental, y presos de su avaricia, nos hicieron una guerra sanguinaria jamás vista en la historia de la Madre Tierra. […] /“Diezmaron a decenas de millones de nuestros abuelos, pero jamás pudieron robarnos la dignidad, ni desaparecernos como pueblos. […].”/ “En estos últimos tiempos, el fenómeno Sur, más allá de las limitaciones políticas coyunturales actuales, es producto de este proceso de la resistencia fecunda y creativa de cientos de años. Mayas, lencas, cunas, chibchas, quechuas, aymaras, guaraníes, mapuches, y muchos otros pueblos dignos dinamizamos procesos de insubordinación contra hegemónica porque creemos en la vida y en la dignidad.”[3]

A su vez, Bernandino García aporta: “En América no solo existieron los Incas, Aztecas y Mayas. Hubo y siguen sobreviviendo centenares de grupos indígenas. Sus territorios, al igual que los de cualquier otro grupo humano, variaban de acuerdo a sus necesidades, culturas, y capacidad de ataque y defensa.” Y un poco más adelante apunta: “Es erróneo y simplista asumir que estas culturas indígenas más complejas (y por lo tanto más similares a las europeas) eran dominantes o exitosas. /” Territorialmente había más superficie ocupada por grupos cazadores y recolectores que por agricultores andinos.” [4]

Traemos a colación a otro autor para reforzar los planteos anteriores. Hablamos de Charles Mann quien, citado por el escritor nicaragüense Carlos Midence, sostiene: “Cada vez que el Tahuantinsuyo engullía una nueva región, los incas llevaban a la fuerza colonos de otras regiones distantes, a menudo de grandes cantidades, y les concedían la tierra. A los recién llegados se les animaba a conservar sus vestidos, sus costumbres etc. En vez de integrarse a la cultura anfitriona. Unos y otros estaban obligados a utilizar para comunicarse el Ruma Suni, la lengua de sus conquistadores”. Y como anota Midence, la relación de alteridad entre los nativos sometidos no implicaba la imposición de una civilización, ni la destrucción de otra. No menos importante es este otro aporte de Mann: a saber que incluso tras la derrota que pocos hombres le propinaron al imperio incaico, la victoria de los conquistadores estaba lejos de ser completa: tras la caída de Cuzco, el imperio inca se reagrupó en tierras más distantes, desde las cuales combatió al invasor a lo largo de más de cuarenta años. [5]

En las antiguas tierras del Abya Yala, existieron sociedades muy adelantadas tales como la Caral, Paracas, Mochicas, Tiwanaku, Nazcas y otros, las cuales poseían un alto grado de tecnología y organización social. Entre sus rasgos principales, se encontraban la práctica de la reciprocidad, del trabajo colectivo, familias “con una organización política, económica y religiosa inigualable. El equilibrio hombre–cosmos–naturaleza tenía su espacio a través de varios principios milenarios. [6] 

Las evidencias del presente hablan en pro de los nativos americanos


Evidencias de un pasado anterior a la conquista, muy distinto al que hoy se pretende ofrecer, son las múltiples tradiciones de fraternidad, cooperación mutua y colectividad detectables en el continente americano, sino entre todos, entre la mayor parte de los pueblos indígenas que en él existen. Lo esencial de sus costumbres es la forma de convivir con la naturaleza sin depredarla y, por el contrario, cuidando de los recursos que ella proporciona para mantener el equilibrio ecológico. “Los pocos recursos que quedan en el mundo y de los que aún disfrutamos en las zonas urbanas, están presentes gracias al cuidado de las comunidades nativas.”[7]

Entre los fundamentos de la Vida Comunitaria actual se pueden mencionar los siguientes:

-La tenencia colectiva de la tierra: la inexistencia de la propiedad privada. De ahí que prime el interés colectivo sobre el individual o el de familia.

-Una organización del trabajo y una distribución de los beneficios de la naturaleza equitativas.

-Gobierno encabezados por personas sabias, en correspondencia con la tradición ancestral. Se entiende por más sabio a aquél que sirva mejor a los intereses de la comunidad. Más aún, anciano es un término referido más al conocimiento que a la edad. Por ello, gracias a su experiencia y sabiduría, es a los ancianos a quienes compete la responsabilidad de formar personal y socialmente a la gente de su comunidad. 

-La Comunicación constante como algo imprescindible para mantener el sentido de colectividad y unión entre los miembros de la comunidad. 

-El Ritual de la Palabra, entendida como “coherencia entre pensamiento, corazón, palabra y obra” que debe guardarse en las relaciones humanas y con “respecto al trabajo”.

-Tradición Oral se estima al arte a través del cual los ancianos transmiten sus conocimientos de generación en generación.

-La Madre Tierra se concibe como ser vivo y expresión genuina del amor del Padre; ella acoge, brinda sus frutos, su abundancia y su sabiduría al ser humano. Éste le corresponde, cuidándola y protegiéndola. Esta relación armoniosa es la clave del desarrollo sostenible.

-Agricultura es una faceta del amor entre la Madre Tierra y el ser humano. Por su medio, se transmite buena parte de los principios del trabajo y de la formación del mismo. [8]

¿Puede negarse que el sentido de colectividad y de solidaridad que reina entre las actuales comunidades indígenas de América, así como su relación armoniosa con la naturaleza sean una herencia de sus antiguos ancestros?

Notas

[1] Omar Marcano. “Discurso de Angostura: Bolívar el primer Socialista de América”. (Parte II). http://www.aporrea.org/ideologia/a69867.html
[2] Mikel Itulain. “¿Tan malo era el comunismo?” http://miguel-esposiblelapaz.blogspot.com/2013/09/tan-malo-era-el-comunismo.html
[3] Ollantay Itzamná. “Hace 521 años nos derrotaron, pero jamás nos vencieron”. http://www.cubadebate.cu/especiales/2013/10/12/hace-521-anos-nos-derrotaron-pero-jamas-nos-vencieron/
[4] Bernandino García. “12 de octubre: El genocidio continúa”. http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article58995
[5] Carlos Midence. Sandino y el pensamiento otro. Managua: Amerrisque, 2009. pp. 27-28, 30-31.
[6] “Aunque no se exprese directamente con palabras, las formas, costumbres y acciones diarias de nuestra gente Yanakona nos muestran que existe un cúmulo cultural inmenso que tiene origen en el caminar del mundo Andino. Los mayores han conservado hasta hoy, elementos culturales que nos dejan entrever los hilos que sostienen nuestra identidad propia, a veces dilucidada en los avatares de este tiempo de la prisa” Lenin Anacona Obando. “COSMOVISIÓN DEL PUEBLO YANACONA (Documento en continua construcción)”. http://nacionyanakuna.com/Paginas/Cosmovision/Cosmovision%20Yanakuna.htm
[8] Alirio Pedraza. PRINCIPIOS ANCESTRALES DE LOS PUEBLOS INDIGENAS. http://www.aldeafeliz.org/index.php?option=com_content&view=article&id=44

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