La educación no es tecnología, ciencia o conocimiento en sí mismos...
Revista Libre Pensamiento
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La educación no es tecnología, ciencia o conocimiento en sí mismos. Debe insistirse en ello. Pueden ser instrumentos para facilitarla, pero hasta ahí no más.
José Saramago, nobel portugués de literatura, expresó con meridiana claridad esta temática. La escuela, la universidad y los centros tecnológicos que puedan o no estar adscritos a ella, no tienen tiempo, ni vocación, para dedicarse a educar.
Sólo se educa cuando se transmiten, con la prédica y el ejemplo, el amor al prójimo, la solidaridad, la hermandad. Inicialmente el hogar también lo hacía, explica Saramago, pero luego trasladó dicha responsabilidad a la escuela, creyendo que en ella se atendería lo que en él se dejaba de atender: la transmisión de valores humanos; consustanciales para él con “espíritu crítico y la valentía de los ciudadanos para cambiar el mundo”.
Por eso, el escritor portugués rechazaba de cuajo la confusión de “cosas complementarias, que son educación e instrucción. Hoy nadie habla de instrucción, sino de educación, lo cual nos llevaría a pensar que vivimos en una sociedad perfectamente educada”. En el mismo sentido, se pronuncia contra el concepto “educación del saber” que vincula a la cultura general,
Raúl Pérez Torres, escritor y crítico ecuatoriano, interpretando el sentir del nobel portugués, rescata de él la necesidad de construir un mundo “desde el amor, desde la búsqueda interior, desde ese espacio significativo que es el encuentro con el otro, ese otro solitario y sonámbulo, experto en carencias, que es uno mismo, y que deambula por el mundo, mundo cada vez más virtual, y sin embargo cada vez más esperpéntico.”
Claudio Naranjo, psiquiatra chileno, expone que hay “un elemento despótico: se usa la escuela para domesticar. Tenemos que usar la educación para formar seres completos. No se educa para ser feliz. Si se calculara el precio de la infelicidad que se crea, se vería lo antieconómica que es nuestra educación.”
Añade que la “educación se convierte en una herramienta para convertirnos en factores de producción idiotizados, adaptables a lo que el sistema quiera”; su fin consiste en hacer que las personas sigamos siendo lo que somos, impone, pues, una manera de ser; desea producir trabajadores pero no presta atención al logro de una vida plena. Su naturaleza es racionalista, con lo cual, opina, se denigra a las personas
Nuestras universidades...
De muy poco sirve capacitar tecnológica y científicamente a las personas, si ello carece del cimiento, la base de fondo para formar verdaderos ciudadanos: la sensibilidad por todo lo humano, la vocación para servirle a los demás, a la sociedad en su conjunto, a los seres humanos en su totalidad, sin que ello empuje a una inútil pretensión hagiográfica.
Somos del parecer que a nuestras universidades se les debe transformar de raíz, si de verdad se quiere que ellas contribuyan a educar a las jóvenes generaciones; de lo contrario, seguirán abonando, quiéranlo o no, como las hemos visto en los últimos meses, a la causa de fuerzas reaccionarias dispuestas a entregar los destinos del país a la brutalidad del imperio del Capital.
¿No fue eso, acaso, lo que se vio en la UPOLI, la UNAN y la UNA cuyos recintos fueron tomados a la fuerza con gente propia, ajena y proveniente de otros países, o desde adentro como en la última en la que las fuerzas neosomocistas, que siempre han estado en ella, sacaron las uñas como nunca antes?
¿Y qué decir de la UCA y de la UAM, universidades que si bien no participaron directamente de los hechos genocidas perpetrados por la derecha golpista, sí fueron centros generadores de dichas acciones, junto con la Embusa y otras fuerzas internas y externas?
Algo resalta de estos centros de formación o deformación: lejos de instruir han generado “perros amaestrados”, como criticaba Einstein, para servir como mano de obra dúctil al servicio de las transnacionales y de las élites derechistas locales que pudieran hacerse del poder.
Por mucho tiempo en dichos centros se ha “educado” a la juventud en los preceptos del mercado global, en la competitividad, la egolatría y el individualismo burgueses, el yoquepierdismo ante la suerte de las naciones y sus habitantes, ante la suerte de los demás.
Por si fuera poco, se ha contribuido a la enajenación mental de no pocas personas que viven desconectadas de la realidad, ausentes de lo que acaece, sin nociones de lo que está de frente.
Somos de la convicción de que así como están, las universidades sirven de poco a Nicaragua. Sobre todo por esa egolatría reinante que explica la conducta antipatriótica y entreguista de quienes se apoderaron de sus recintos transformándolos en cuevas de genocidas y entreguistas.
Y aunque ciertamente los que secuestraron las universidades fueron grupos minoritarios de adentro y de afuera, de conjunto dominaron la apatía, el desconcierto y la incapacidad organizativa de autoridades y gremios para enfrentar la situación.
Se impone, pensamos, un debate permanente alrededor de lo arriba expuesto que permita construir y practicar, sin interrupción, una educación radicalmente distinta.
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