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jueves, 16 de agosto de 2018

Bajo guía imperial: una izquierda y una intelectualidad en cruzada contra las revoluciones


Bajo guía imperial: una izquierda y una intelectualidad en cruzada contra las revoluciones
Revista Libre Pensamiento

La práctica revolucionaria



La práctica encierra el conjunto de experiencias, trabajos sociales y conocimientos del ser humano; engloba, pues, sabiduría y dinamismo. Su síntesis es la teoría, pero la que ella valida a cada instante, porque es un método, no una doctrina encerrando dogmas, anquilosamiento, esquematismo, sectarismo. Marx presentó su método, no un conjunto de dogmas; se limitó a plantear junto con Engels, seguido luego por Lenin, que su concepción era una guía para la acción. 



Sentidos y conocimiento racional 


Los sentidos son nuestra fuente inicial de información y conocimiento de la realidad, empero no trabajan aisladamente sino asociadamente con el conocimiento abstracto o racional, lo cual brinda un cuadro íntegro y permanentemente cambiante de la realidad como hecho objetivo-subjetivo, cuando está referido al mundo que circunda al ser humano y no al que existe desde siempre, más allá de que tengamos o no conciencia de su presencia. En este sentido debe enmarcarse su tesis según la cual las cosas, la realidad, la sensoriedad no deben concebirse sólo como objeto o contemplación, sino también como actividad sensorial humana, práctica, como algo subjetivo

En la misma tónica, aclara que al atribuirle al pensamiento una verdad objetiva -aquella que refleja el mundo circundante tal como es y no de acuerdo a cómo arbitrariamente se le imagine-, no se parte de una óptica teórica, sino práctica, porque sólo en ésta se demuestra “la verdad, la realidad y el poderío, la terrenalidad” del pensamiento. Y muestra la dialéctica que rodea a los fenómenos del mundo social, sin perder de perspectiva, que son los hombres los que cambian las circunstancias y recíprocamente éstas a ellos. Remata la idea expresando que la coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana se puede concebir y comprender racionalmente sólo como “práctica revolucionaria.” 

No obstante, la labor del imperialismo y sus secuaces ensombrece y entorpece los esfuerzos orientados a que los pueblos desentrañen la verdad objetiva-subjetiva sobre las causas reales de los conflictos en el orbe, tema orgánicamente vinculado con las causas del hambre, la miseria, el subdesarrollo, las guerras y muchas otras azotes sociales. 

A ello se suma la labor de zapa realizada por fuerzas pretendidamente revolucionarias que, de hecho, hacen causa común con los enemigos del ser humano. 


El doctrinarismo se sitúa en un plano opuesto a las revoluciones 

En un plano opuesto a las revoluciones se sitúa el doctrinarismo. Su exponente, el doctrinario, se eleva a la estratósfera; se la pasa idealizando el concepto revolución, sin aterrizarlo jamás; no aprende de la realidad sino de lo que su propia cabeza por sí sola concibe. La perfección es su todo retrógrado, inanimado; los avances paulatinos, graduales, nada. Éstos se imponen como medio para avanzar hacia adelante, con perspectivas reales de realización a mediano o largo alcance. De ahí que resulten incomparablemente más realizables que los basados en el sueño de la perfección al que no pocos se aferran inútilmente. De ahí que deba transcurrir una eternidad antes de que sus postulados se vuelvan tangibles. 

La práctica revolucionaria es considerablemente más compleja y dialéctica, a la vez sencilla, comparada con la concepción que de ella tiene el doctrinario. Éste es sectario, excluyente, infantil, se asume encarnación de la verdad, cual si de una religión laica se tratara y maneja todo el repertorio de lo que los clásicos escribieron, o cree manejarlo; los cita para desautorizar a los que se vuelven herejes de sus cánones de verdades infalibles, catalogándolos como diletantes, reformistas o reaccionarios. 

El doctrinario se cree con patente de corso propia de un sumo sacerdote facultado para bendecir a los suyos, a sus rebaños seguidistas y maldecir, a lo inquisitorial, a los que pequen de herejía contra el marxismo del que se cree dueño. 

Con su sacerdocio laico pretende dictar cátedra sobre asuntos de teoría a toda la humanidad. Una muestra clara del asunto lo representa la concepción que sostiene que la revolución socialista implica expropiación inmediata de los medios de producción en manos de la burguesía y el establecimiento, también sin demora, de un poder desde abajo real y efectivo. Sino ocurre exactamente así, de acuerdo a esta visión, sólo puede tratarse de procesos capitalistas “socialdemócratas”. 

Hacemos referencia a gente que se infla mucho a sí misma y se piensa preclara, pero que a la hora de exponer los acontecimientos a la luz, pretendidamente, del marxismo, se revela incapaz para comprender una realidad que enseña mucho más de lo que ella cree enseñar, cuando, visto está, maneja fórmulas tan quiméricas que a la hora de analizar la revolución nicaragüense, la boliviana, ecuatoriana etc; no da pie con bola. 

No obstante, para disimular su aversión a las revoluciones que no siguen sus pautas, suele defender a la cubana, mas también comienzan a percibirse en él críticas en su contra, lo cual no debe causar extrañeza, dado que se evidencia, cada vez más, que esa gente coincide de forma cada vez más palpable con el imperio. 

Por el contrario, ante determinados movimientos de izquierda que atacan los procesos de cambio en verdad existentes, el doctrinario suele contemplarlos como ejemplos a seguir, aunque no den muestra alguna de poder cambiar o desear cambiar radicalmente la realidad imperante en determinadas naciones de América Latina, en las que prácticamente se ha trazado una vía eterna para la toma del poder. En cambio, Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, entre otros procesos, jamás dieron señales equívocas respecto a la toma del poder. 

Esa ortodoxia esgrimida en aras de la pureza teórica, el doctrinario la emprende contra los procesos revolucionarios que marchan indeteniblemente, a los cuales bombardea y torpedea mediáticamente haciendo causa común con el imperio. 


La de Nicaragua, una práctica revolucionaria muy aleccionante 

Lo acaecido en Nicaragua es práctica revolucionaria muy aleccionante. En ella se han estrellado todos los esquemas doctrinizantes; los dogmas de las citas sin mayor contacto con la realidad a la que muchos teóricos puros no quieren ni asomarse; los cálculos golpistas de otrora izquierdistas recurriendo a todo tipo de alianzas con narcotraficantes, maras, delincuentes pagados; a gobiernos que sin discusión se subordinan a Washington y sus propósitos, tanto en el continente como fuera de sus confines; a sacerdotes protegiendo genocidas; a empresarios sin escrúpulos pero con ambiciones sin límites como es de esperar; en fin a lo más abyecto que existe hoy en día en el orbe con el propósito de lograr cobardemente abatir al pueblo nicaragüense, a sus gobernantes y liquidar todo vestigio de la gloriosa Revolución Sandinista. 

Las cosas llegan al extremo que esas alianzas se ven claramente promovidas desde EEUU, pues, como expresa Luis Varese “Mike “Spence, vicepresidente de los EEUU llamó al Secretario de Estado del Vaticano a expresar su profunda preocupación por Obispos y sacerdotes nicaragüenses.” De ahí que “Ex sandinistas se alegran de ello, unos muy resentidos y despechados; otros con cierto tonito rosa de rubor, pero todas y todos en alianza con la derecha, aliviados de que EEUU se preocupe por ellas y ellos. Todas y todos rasgándose las vestiduras en público, […] porque el Comandante Daniel Ortega (Presidente Constitucional de Nicaragua) se atrevió a tildar a algunos sacerdotes y Obispos de golpistas.”[1]

No hay en el mundo semidioses que, careciendo de todo contacto efectivo con la realidad, se atrevan a dictaminar de forma absoluta quién actúa bien y quién  no aquí y en la Conchinchina. Pero eso, sin embargo, caracteriza a un sinnúmero de intelectuales y personajes progresistas afamados, a la hora de juzgar sobre los hechos acaecidos en Nicaragua, de abril a la fecha. 

El listado de ellos es relativamente grande, pero la que en verdad puede atestiguar y está atestiguando con auténtica veracidad lo ocurrido en nuestro país es la mayoría aplastante de la población que sufrió el secuestro a mares de la libertad en casas, barrios, ciudades, carreteras y caminos del país y que, de igual forma, se vio amenazada, en mayor o menor grado por doquier. 

Ella sufrió persecución, burla, vejamen, asesinato, genocidio por parte de un grupo minoritario de la población que ha gozado del apoyo de fuerzas criminales de gobiernos cuestionados severamente en sus propios países; de instrumentos abyectos como la OEA, la ONU y muchos otros organismo al servicio de los intereses del imperialismo; acomodándose a lo que ven y oyen decir en falsos videos, así como en historias por completo deformadas al grado de atribuirle al sandinismo todas las muertes acaecidas durante todo el tiempo mencionado, lo que incluye, muertes por accidentes, por ataques de delincuentes, o incluso por causas naturales, etc. 

Lo más perverso es que atribuyan al sandinismo la muerte de sandinistas. Con tal de creer en tanta falacia, esos iluminados se olvidan de que lo más reaccionario dentro y fuera de Nicaragua ha bendecido con mayúscula, al golpismo asesino. 

No es sobrancero señalar que Cuba socialista está apoyando con toda firmeza a la Nicaragua Sandinista, hecho que esos personales aludidos ven de soslayo o no le prestan mayor importancia. Mas tampoco está demás señalar que los reformistas de siempre, como los que defienden el “socialismo democrático” de Naomi Klein, en los que ella ubica a países imperialistas como Dinamarca y Suecia y a un país latinoamericano como Uruguay de tendencia cada vez más reaccionaria, cierren filas al lado del capitalismo neoliberal. 
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[1] Véase su escrito “Para Venezuela el asesinato; en Nicaragua, rasgarse las vestiduras”. https://www.alainet.org/es/articulo/194658

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