Manuel Moncada Fonseca
Lo que pocas personas han dicho o escrito sobre educación es que ésta debe, en principio, estar opuesta a toda manifestación de opresión. Entre esos pocos, mencionamos a Hernán Vega Cantor quien, sin ambigüedades, plantea que así como el capital tiene por “objetivo convertir a los seres humanos que trabajan en un simple código de barras, como el de cualquier objeto mercantil que se vende en un supermercado”, el capital procede igual con “la escuela y la universidad para hacerlas funcionales a este propósito.”1
Somos opuestos a la pretensión de equiparar, igualar o identificar educación con tecnología. Manejada sin discusión desde centros imperiales, ésta ha sido el vehículo para idiotizar al ser humano. Así las cosas, creer que, por sí misma, la inversión en tecnología es inversión en educación es una idea al menos errónea.
La educación no es tecnología aunque pueda y deba valerse de ésta. Lo que no resulta del todo positivo es la alteración de los términos. La primera debe servirse de la segunda, jamás ésta de la primera. La educación es en esencia vocación, servicio, entrega a los demás, sin ignorar que cada uno es parte inseparable del prójimo, entendido como ser humano de un país, una región o del mundo en su totalidad.
En ella no se debe hacer más inversión que la del esfuerzo por transformar de raíz el llamado orden social. Se aleja, así, de la inversión en tecnología, investigación, infraestructura, etc. Éstos son recursos en función del orden social, sin reparar en la naturaleza de éste para nada. Por ello, sin un estado o gobierno de naturaleza popular, ese avance social no llega a convertirse jamás en progreso para todos, por más que el PIB crezca a la enésima potencia.
Así las cosas, la inversión que acusamos sólo puede ser en verdad útil en la medida que la sociedad se vaya transformando, en un proceso inagotable, en un todo cada vez más conciliado consigo mismo. La educación es, en resumen, voluntad política para contribuir a que el mundo viva en verdadera paz consigo mismo.
Precisemos, el norte es formar seres humanos sensibles, no seres humanos en función de la tecnología o el mercado, tras los cuales , en las actuales circunstancias históricas, se esconden relaciones del poder de unos cuantos sobre el aplastante conjunto de los seres humanos; relaciones equivalentes, aunque pueda parecer exagerado sostenerlo, a relaciones esclavistas de opresión, con un fondo mucho más irracional e inhumano que el del esclavismo y el feudalismo.
Por lo arriba apuntado, compartimos la idea según la cual el proceso educativo debe buscar “un cambio estructural de la sociedad de modo que se puedan superar las relaciones de dominación, de discriminación, de competitividad, la explotación para lograr construir relaciones de paz, de justicia, de participación, de complementariedad pasando de la confrontación a la complementariedad, y de la dominación a la colaboración.”2
Ello sólo es posible trascendiendo el actual sistema de esclavitud asalariada, aunque se entienda que ello marque un largo tránsito hacia una sociedad sin clases antagónicas, que debe culminar en la socialización de los grandes medios de producción, de vida y dé oportunidades, en todos los ámbitos, al ser humano en su totalidad.
En consecuencia, debe encontrarse a través de la educación en su más amplia acepción, “una posibilidad de liberarse de ataduras de todo tipo y de realizarse en conjunto con otros seres humanos. Este último aspecto es importante, pues continuamente se olvida que el ser humano es, por naturaleza, un ser social.”3 No es forzoso que viva entonces en antagonismos y competencias que le impidan o le afecten su condición de ser social.
Educación y buenos modales
Dada la errónea creencia que abraza muchísima gente confundiendo los términos entre sí, apuntamos con insistencia que educación no es un asunto de buenos modales, sino de sensibilidad social. No pocas personas ostentan, al menos en público, “buenos modales”, aunque en privado se muestren por completo diferentes.
Sí es importante saludar a los demás, ser corteses y amables, pero ello no basta del todo para ser educado en el más amplio sentido de la palabra. La llamada “gente bien”, suele ser cortés; se cuida de guardar apariencias, pero a la hora de apropiarse del trabajo ajeno, esa “educación” se volatiliza.
La hipocresía suele esconderse tras la fachada de los buenos modales y, en general, detrás de las cosas más altruistas de este mundo. Es lo propio de los gobernantes occidentales (y de quienes podemos llamar con propiedad y sin remordimientos lameculos); acostumbrados al comportamiento “políticamente correcto” que desenvuelto quiere decir “nada que salga del marco de nuestras reglas, intereses y acciones es aceptable”. Aunque no deba absolutizarse, viene a cuento este pensamiento atribuido a Lao-Tsé:
“Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes”.4
[1] Renán Vega Cantor. “La expropiación del
tiempo en el capitalismo actual”. http://marxismocritico.com/2012/12/08/la-expropiacion-del-tiempo-en-el-capitalismo-actual/
[2] P. Gregorio Iriarte. La educación
liberadora.
http://www.opinion.com.bo/opinion/articulos/2012/0208/noticias.php?id=42924
[3] Harold Soberanis. La educación como
proceso de liberación. http://www.eleutheria.ufm.edu/Articulos/100321_articulo_de_fondo_1.htm
[4] Lao Tsé, conocido igualmente como “Tzu, Lao Zi, Laozi o Laocio-, filósofo chino
cuya existencia se debate entre el siglo IV a.c. o VI a.c y que se convirtió en
un importante héroe cultural para generaciones del pueblo chino.” Alberto Rubín
Martín. Las 85 Mejores Frases de Lao-Tse.
https://www.lifeder.com/frases-de-lao-tse/
No hay comentarios:
Publicar un comentario