Estados Unidos y Rusia han identificado intereses comunes en el Medio Oriente
por Valentin Vasilescu
Desde 2012 hemos venido señalando que los presidentes Obama y Putin tienen intereses comunes en el Medio Oriente y que están tratando de cooperar entre sí, a pesar de la constante oposición de los halcones liberales (la señora Clinton así como Petraeus, Allen, Feltman y la señora Power). Para el experto rumano en temas militares Valentin Vasilescu, el enfriamiento de las relaciones entre Riad y Washington fortalece esa ecuación.
RED VOLTAIRE | BUCAREST (RUMANIA) | 7 DE NOVIEMBRE DE 2015
Según la «teoría del Heartland», enunciada en 1904 por Halford John Mackinder ante la Royal Geographical Society [1], la cuna de la civilización (World-Island) abarca los 3 continentes geograficamente conectados entre sí: Europa, el norte de África y Asia. El acceso a su eje (Heartland), donde se concentra el 60% de los recursos mundiales (minerales, agua potable, tierras fértiles para la agricultura y bosques) es un corredor llamado «semicírculo periférico interno». Ese corredor se extiende desde el norte de África hasta Afganistán, pasando por la Península Arábiga y haciendo del Medio Oriente la «puerta de entrada central» del «semicírculo periférico interno». Lograr el control de esa «puerta» ha sido el objetivo geoestratégico de las grandes potencias mundiales, fundamentalmente desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha resultado ser mucho más inteligente y equilibrado que sus predecesores George W. Bush y Bill Clinton, cuando adoptó como objetivos de su política exterior mantener el estatus de Estados Unidos como gendarme mundial y no malgastar los recursos financieros y militares en todo tipo de cruzadas inútiles. Por ejemplo, después de que Estados Unidos lograra poner el Irán chiita al borde de la bancarrota, al cabo de varias décadas de embargo, el presidente Obama estimó que podía poner en manos de la Arabia Saudita sunnita la tarea de mantener el orden en la región del Medio Oriente musulmán. Arabia Saudita es uno de los países más ricos del mundo y dispone de un ejército y de un servicio de inteligencia extremadamente poderosos, aunque el propio reino obedece a prácticas y a una mentalidad de carácter feudal.
Al verse con las manos libres con respecto a Estados Unidos, Arabia Saudita, Qatar y Turquía comenzaron a soñar con un renacimiento del Imperio Otomano. Para concretar ese sueño, la primera etapa era poner en práctica el gigantesco proyecto de Qatar Petroleum, para abastecer Europa con gas qatarí y saudita a través de la antigua vía del gasoducto Nabucco. A pesar de haber nacido muerto, el gasoducto Nabucco contaba con el respaldo de la Unión Europea y de Estados Unidos. Como el nuevo gasoducto sacaba a Gazprom del mercado europeo, el aliado del Kremlin, Bachar al-Assad se opuso a que el proyecto de Qatar Petroleum atravesara el territorio sirio.
Las mentes feudales que dirigen Arabia Saudita y Qatar elaboraron entonces un plan A, típicamente islamista, para derrocar a Bachar al-Assad. A ese plan dedicaron 4 000 millones de dólares, que se invirtieron en reclutar, entrenar y armar rebeldes islamistas que posteriormente, con ayuda de Turquía, fueron introducidos en Siria.
En 2011 estalla en Siria la guerra civil y, luego de 2 años de enfrentamientos armados que no bastaron para obtener lo que querían, Arabia Saudita y Qatar deciden aplicar un plan B. En aras de abrir al gasoducto de Qatar Petroleum una vía alternativa hacia Turquía, sin pasar por territorio sirio, Arabia Saudita y Qatar lograron, en 2013, fusionar en Irak una serie de bandas armadas sunnitas para conformar el Emirato Islámico. Pero el nuevo grupo escapa rápidamente al control de sus promotores al hacerse financieramente independiente, gracias a la conquista [de] campos petrolíferos, refinerías y oleoductos existentes en territorio kurdo (en el norte de Irak). Turquía, adversaria de los kurdos, contribuyó ampliamente a ello, siendo el país a donde llega toda la producción de petróleo, a pesar de los numerosos informes del general estadounidense Michael T. Flynn, director de la DIA (Defense Intelligence Agency), la agencia de inteligencia del Departamento de Defensa de Estados Unidos.
Sólo entonces comprendió la Casa Blanca que había cometido un error enorme al permitir que Arabia Saudita y Qatar sembraran el caos en el Medio Oriente. ¿Apoyar a Bachar al-Assad neutralizando el Emirato Islámico? Eso equivaldría a una declaración de guerra contra el mundo musulmán sunnita lidereado por Arabia Saudita.
El 14 de febrero de 1945, antes de ganar la Segunda Guerra Mundial, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt se reunió en secreto con el rey Abdul Aziz Bin Al-Saud a bordo del crucero USS Quincy, en aguas del Mar Rojo. El objetivo de la reunión era fijar las bases de una cooperación destinada a garantizar la estabilidad en el Medio Oriente al término de la Segunda Guerra Mundial. Washington tiene una deuda moral con Arabia Saudita, que ha sido el principal proveedor de petróleo de Estados Unidos durante 65 años.
Como solución urgente, Washington decidió preparar un núcleo duro de 5 400 islamistas «moderados» que serían enviados a luchar contra el Emirato Islámico. Pero, ya en Siria, estos individuos se pasan al bando del Emirato Islámico. El caso más sobresaliente es el del coronel Gulmurod Halimov, ex comandante de la policía especial (OMON) de Tayikistán, quien siguió 5 cursos de la lucha contra el terrorismo en una base de las fuerzas especiales del Pentágono.
En el centro de Siria, además de enfrentarse al Emirato Islámico, el ejército de la República Árabe Siria, tiene que luchar también contra el llamado Ejército de la Conquista (Yesh al-Fateh), que no es otra cosa que una alianza de facciones islamistas, algunas de ellas afiliadas al Frente al-Nusra –la rama siria de al-Qaeda. Ante las recientes ofensivas del Ejército Árabe Sirio, los jefes del Frente al-Nusra en la provincia de Hama decidieron coordinar sus acciones a nivel local con… los elementos del Emirato Islámico. Además, el Frente al-Nusra ha sustituido sus emblemas y banderas por los del movimiento Ahrar al-Sham, clasificado como «moderado». Lo interesante es que el movimiento Ahrar al-Sham es miembro de la Hermandad Musulmana, establecida en Turquía según la doctrina y principios del Emirato Islámico.
Otros 5 grupos terroristas se han sumado recientemente al movimiento Ahrar al-Sham, con la esperanza de verse clasificados también como «moderados» para recibir armamento antitanques de fabricación estadounidense del tipo BGM-71 TOW. Se trata de la brigada Tawhid Al Asimah (activa en la región de Damasco), el batallón Abu Amarah (en la región de Alepo), la brigada Wa Atasimu (región de Damasco), la brigada Mártir coronel Ahmad Al-Omar y el Movimiento Binaa Umma (en las regiones de Daraa y Quneitra).
Caminando sobre arenas movedizas y, además, en medio de un caos total, la Casa Blanca comenzó a hacer concesiones a quienes hasta hace poco eran sus adversarios. La primera de esas concesiones fue el levantamiento de las sanciones impuestas al Irán chiita, con la condición de que contribuya con sus tropas en la neutralización de los grupos sunnitas del Emirato Islámico. En Yemen, Arabia Saudita logró sorprender a los rebeldes chiitas huthis con un desembarco de tropas en el puerto de Adén. Como Arabia Saudita no dispone de los medios que necesita un grupo expedicionario (carece de grandes vehículos aerodeslizadores capaces de transportar helicópteros y no tiene medios clásicos de desembarco naval), tuvo que recurrir al navío HSV-2 Swift de los Emiratos Árabes Unidos. Ese navío de gran velocidad (80 km/h), capaz de transportar hasta 500 toneladas de carga, comprado a la US Navy, dispone además de una pista de despegue y aterrizaje capaz de recibir 2 helicópteros MH-60.
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Durante las últimas semanas, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto dejaron sola a Arabia Saudita en su aventura yemenita. Egipto era el nuevo destinatario de los 2 navíos de la clase Mistral, de 21 toneladas y con 16 helicópteros de fabricación rusa a bordo. La razón del aislamiento de Arabia Saudita tiene que ver con los datos que los servicios de inteligencia [egipcios y emiratíes] han recogido sobre el enfriamiento de las relaciones del reino saudita con Rusia y, sobre todo, con Estados Unidos.
Mientras tanto, Rusia y Estados Unidos concluyeron un protocolo de entendimiento destinado a garantizar la seguridad de sus vuelos militares sobre Siria. En ese documento, Rusia y Estados Unidos establecen un mecanismo común de órganos militares de control. Los procedimientos establecidos entre ambas partes incluyen un canal abierto de forma permanente para permitir el intercambio de información y la cooperación bilateral en caso de urgencia. Tripulaciones rusas y estadounidenses procedieron de inmediato a la realización de un ejercicio conjunto en condiciones próximas a las distancias mínimas de seguridad [a respetar por ambas partes]. El vuelo tuvo lugar sobre la parte central de Siria, con informes radiales sobre los parámetros de vuelo transmitidos en ruso y en inglés a través de una frecuencia común.
Visto desde esa perspectiva, para Obama, cuya imagen se está viendo muy empañada por la cuestión siria, la intervención militar rusa en Siria parece ser la solución más apropiada para que el presidente estadounidense logre salvar las apariencias.
Es por ello que el presidente Obama tiene el mayor interés en apoyar, por debajo de la mesa, o al menos permitir que Rusia haga lo que Estados Unidos no puede darse el lujo de hacer, para que el Emirato Islámico y los numerosos grupos islamistas creados por Arabia Saudita, grupos que representan un grave peligro para el Medio Oriente y los países del norte del Mediterráneo, desaparezcan lo más rápidamente posible.
[1] The Geographical Pivot of History, Halford John Mackinder, 1904.
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