Svetlana Alexievich
El Premio Nobel de
Literatura 2015, otro cuento más
Alexievich
es una periodista útil para los globalizadores, iluminada por su fe ciega en la
"democracia" de la OTAN y por su rechazo patológico de lo ruso
El otorgamiento del Premio Nobel de Literatura — el máximo galardón de la literatura mundial — a la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich por "su obra polifónica, memorial del sufrimiento y del coraje en nuestra época" ha provocado reacción contradictoria a nivel internacional. Mientras la prensa globalizada la elevaba al máximo nivel de gloria por retratar las "barbaridades del imperio soviético" y por presentar al "homo sovieticus" como incapaz de nunca ser libre, por su lado la prensa alternativa mostró una indiferencia a la galardonada y a su obra casi desconocida en Latinoamérica por ejemplo, o hizo comentarios sobre la conocida politización del Premio Nobel.
El otorgamiento del Premio Nobel de Literatura — el máximo galardón de la literatura mundial — a la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich por "su obra polifónica, memorial del sufrimiento y del coraje en nuestra época" ha provocado reacción contradictoria a nivel internacional. Mientras la prensa globalizada la elevaba al máximo nivel de gloria por retratar las "barbaridades del imperio soviético" y por presentar al "homo sovieticus" como incapaz de nunca ser libre, por su lado la prensa alternativa mostró una indiferencia a la galardonada y a su obra casi desconocida en Latinoamérica por ejemplo, o hizo comentarios sobre la conocida politización del Premio Nobel.
Para
entender a un autor y el propósito de su creación habría que referirnos a las
personas y su pensamiento, ese que hizo el mayor impacto en el proceso creativo
del escritor o periodista. Según Svetlana Alexievich "mi mayor maestro el
que me ayudó a encontrar mi sendero propio fue el escritor y crítico bielorruso
Ales Adamovich quien abogó por reemplazar la ficción por testimonios y
documentos para mostrar los horrores del Siglo XX". En su ideología ha
sido un liberal el que ha creído en la superioridad del mundo occidental y su
desarrollo democrático. En octubre de 1993 Ales Adamovich fue el primero en
firmar "La Carta de los 42" en la cual 42 escritores "demandaron
acciones decisivas del gobierno" de Boris Yeltsin cuando miles de rusos
salieron a protestar contra el decreto del presidente de disolver el Congreso
de los Diputados del Pueblo de Rusia y del Soviet Supremo que declararon la
destitución de Yeltsin. Los tanques, los carros blindados y el bombardeo de la
Casa Blanca rusa donde se encerraron los representantes de la soberanía popular
aplastaron a los que protestaron con el saldo de unos 2,000 muertos y no se
sabe cuántos heridos.
Precisamente
después de aquella tragedia, los liberales demócratas humanistas como Adamovich
presentaron su demanda de siete puntos al gobierno de Yeltsin exigiendo la
abolición del Partido Comunista de Rusia y de todos los partidos nacionalistas;
el cierre de los periódicos Pravda, Sovetskaya Rossía y el semanario
Literaturnaya Gazeta (voz de los escritores, intelectuales y hombres de arte).
Tan brusco fue el cambio ideológico de aquellos escritores que uno de los
periódicos de oposición y que sigue manteniendo esta orientación hasta ahora,
Nezavisimaya Gazeta (el Periódico Independiente) publicó un editorial el 3 de
octubre de 1993 denunciando a "aquellos escritores demócratas que hace
poco abogaban por el humanismo y denunciaban la violencia estatal y la pena de
muerte y de repente cambiaron de opinión aplaudiendo la ejecución masiva sin
juicio".
Svetlana
Alexievich aprendió de Adamovich el uso de testimonios de los seres humanos
dirigiéndose no tanto a los acontecimientos per se, sino por la percepción
emocional de sus participantes envolviendo su alma y tratando de "atrapar
a una persona en el momento en que ha sido sacudida", como lo explicó la
autora en una reciente entrevista. Sin embargo, mientras Adamovich denunciaba
las atrocidades fascistas durante la Segunda Guerra Mundial en Bielorrusia ocupada,
Alexievich se dedicó a recolectar testimonios en más de 40 años de los reales o
supuestos participantes o víctimas de guerra, de los campos de concentración
soviéticos (gulaks), de Afganistán, Chernóbil y de la disolución del
"imperio rojo".
Su
documentación de tiempos soviéticos está basada en un rechazo anticipado del
sistema socialista y de sus logros. También fue acusada el 8 de diciembre de
1993 en una Corte de Bielorrusia por el ex oficial del ejército soviético y
participante en la guerra en Afganistán Taras Kezmura y la madre de un militar
caído, Inna Golovneva por cambiar el contenido de las entrevistas e inventar
factos descritos en el libro "Los Chicos der Zink" (1989). La Corte
la encontró culpable a Alexievich por tergiversar el contenido de las
entrevistas y la obligó a pagar una multa a los afectados.
Jamás
le interesó a esta periodista el lado positivo del alma rusa o soviética y de
su sistema en que se cultivaba. Lo único que la atraía eran sus fracasos y
tragedias: "Sigo los pasos del tiempo soviético. Veo detrás un mar de
sangre, una inmensa fosa común. En mis libros 'el hombre pequeño' habla de sí
mismo, nadie le pregunta nada y desaparece sin dejar huella, llevándose sus
secretos. Yo sólo trato de escuchar, de captar, de memorizar", dice. Pero
el "escuchar" y "captar" de la escritora no es espontáneo
sino preconcebido porque a la manera de Dostoyevsky trataba de "descender
al infierno" para conocer el alma del "homo soviéticus" en situaciones
extremas.
En
realidad la escritora no logró a entender el alma del hombre y la mujer
soviéticos o rusos pues jamás prestó atención a lo que escribió el pensador
ruso Fiodor Tiutchev en 1866: "Con razón no se comprende a Rusia, tampoco
se puede medirla con una vincha. Su alma tiene una forma especial, sólo hay que
creer en ella". Alexiévich no tenía en su meta buscar la esencia de aquel
espíritu cerrado y al mismo tiempo sublime sino quería encontrar sus
debilidades y sus defectos que tampoco logró a descifrar realmente. Se
sorprendía al escuchar los testimonios de las mujeres combatientes en la
Segunda Guerra Mundial cómo después de una batalla, los soldados soviéticos
enterraban tranquilamente a los caídos y seguían adelante su camino ("La
Guerra no Tiene Rostro de Mujer", 1983).
No
se pregunta ni se explica que eso precisamente era lo único que les quedaba por
hacer a los soldados si tenían que defender a su patria. Alexievich no está
interesada en encontrar respuesta a estas preguntas porque está dominada por la
frustración de no encontrar la causa de "homo soviéticus" por no
desear convertirse en "homo occidental" teniendo esa oportunidad
durante la perestroika de Gorbachev y el liderazgo de Yeltsin. Ni siquiera le
molesta la famosa frase de George H.W. Bush padre cuando comentó durante su presidencia
(1989-1993) que "a los EEUU nos queda en Rusia Yeltsin como el último
caballo que podemos montar". La posición pro occidental de Alexievich
es superior a su orgullo nacional. Aunque para la periodista
bielorrusa-ucraniana lo único que la une a Rusia es el idioma en el que
escribe.
Para
ella los cambios que se produjeron en Rusia después de la disolución de la URSS
no modificaron la esencia de su pueblo pues su mentalidad "homo
sovieticus" no desaparece y se manifiesta en su líder Vladimir Putin quién
siguiendo las tradiciones del "imperialismo soviético" provocó, según
la periodista, "el Maidán en Ucrania y ocupó el territorio de Ucrania que
declaró su independencia además de anexar a Crimea". Alexievich también
condena la participación rusa en la defensa del régimen de Bashar Asad en Siria
acusando a los líderes rusos de ser creadores del "país de los soldados
conocidos y encubiertos".
Tomando
en cuenta la coyuntura internacional de hoy y la despiadada guerra mediática de
la prensa globalizada contra Rusia y en especial contra su líder Vladímir Putin
no es de extrañar que la Academia Sueca conceda su galardón a Svetlana
Alexievich, abiertamente anti "homo y post homo sovieticus" y que
también detesta a Putin igual que a Stalin. Por eso a nadie debe extrañar ese
galardón.
Igualmente
este premio es una señal para el presidente de Bielorrusia Alexandr Lukashenko
-quien últimamente está tratando de acomodarse entre Rusia y Occidente
(EEUU y la Unión Europea)- para que se acerque más a los globalizadores y que
se aleje de Rusia. La UE ya le está prometiendo levantar sanciones contra su
país. Lo único que tiene que hacer es dar un pasito más al Occidente como en su
tiempo lo hizo el ex presidente de Ucrania Víctor Yanukovich, el que se quedó
sin soga ni cabra. Estos líderes y otros muchos más que terminaron
dramáticamente sus días (la lista es larga), no recuerdan que EEUU no tiene
amigos, sólo intereses.
La independencia del Nobel
El
enlace tanto tácito como implícito entre el poder político global y la
Fundación Nobel ha existido prácticamente desde su fundación y se intensificó
en el nuevo milenio. Basta acordarnos de que un mes después de la caída de las
Torres Gemelas en Nueva York el 11 de setiembre 2001, el Premio Nobel de
Literatura fue concedido al escritor de origen trinitense indú V. S. Naipaul
por su posición anti musulmana. Fue un autor preciso para una necesidad
precisa, la de crear la percepción negativa del Islam. Y hasta ahora el mundo entero no puede explicar por qué méritos la
Academia (noruega en este caso) entregó al promotor de la guerra en Vietnam, al
padrino del golpe de Pinochet, al autor intelectual de tanta invasión y golpes
Henry Kissinger, el Premio Nobel de la Paz.
Hace
poco, el historiador sueco Geir Lundestad, quien durante 25 años se desempeñó
como Secretario del Comité del Premio Nobel, publicó el libro "The Peace
Secretary" en el cual revela lo que sucede detrás de las puertas cerradas
del Comité para la selección de los candidatos y el rol de las necesidades de
la política global en este proceso. Lundestad contó cómo es que decidieron dar
el Premio de la Paz a Barack Obama y dizque fue para "estimular sus
posibilidades de promover la paz". Tanto lo "estimuló" el Premio
Nobel de la Paz que se convirtió en uno de los presidentes más belicosos de la
historia de EEUU. Actualmente los
destacamentos militares norteamericanos están en 135 países del mundo y los
generales del Pentágono hablan descaradamente de unos 30 años más de las
guerras "preventivas".
En
este contexto Svetlana Alexievich es una periodista útil para los propósitos
del momento de los globalizadores, iluminada por su fe ciega en la
"democracia" de la OTAN y por su rechazo casi patológico al
"homo post sovieticus" personalizado hoy por Putin. Insiste en su
discurso que "el sentimiento anti occidental desaparecerá del espacio post
soviético junto con la salida de los líderes actuales". Lo afirma desde la
posición de fuerza del Occidente sin tomar en cuenta las necesidades nacionales
de cada país y de su pueblo que está ocupando este espacio y su voluntad de
aceptar o no aceptar las imposiciones del Occidente.
Decía
el escritor alemán Günter Grass que "hay que decir las cosas como
son" y así son las cosas respecto a la nueva poseedora del Premio Nobel de
Literatura y de su posición ideológica que coincide en el momento preciso con
las necesidades de los globalizadores que se sienten frustrados en sus intentos
de convertir el mundo en una "Aldea Global" cueste lo que cueste.
http://mundo.sputniknews.com.
Extractado por La Haine
Texto
completo en: http://www.lahaine.org/el-premio-nobel-de-literatura
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