[En la foto:
No tenemos miedo". París, place de la République]
10/01/2015
La
solidaridad idiota
Por Amer
Mohsen
El leitmotiv de la
"Solidaridad con Francia" y la presentación del ataque como un
elemento foráneo o ajeno al país es un viejo comportamiento del poder
Tras crímenes y tragedias
como la que vivió París ayer, el discurso se ve desbordado por el leitmotiv de
la «Solidaridad con Francia» (como si hubiera sido víctima de una ofensiva
exterior). Sobre todo de árabes y musulmanes que consideran que el atentado les
obliga a posicionarse, disculparse, manifestarse y apoyar la libertad de prensa
y opinión para confirmar que ellos no son de los «musulmanes malos».
Ese lenguaje hueco y esos
sentimientos envasados de las campañas de solidaridad falsifican la verdad de
lo sucedido. No abordan el hecho ni permiten un debate real sobre las raíces
del acto violento cometido ni los actos de violencia que nos depara el futuro.
El leitmotiv de la «Solidaridad con Francia» y la presentación del ataque como
un elemento foráneo o ajeno al país es un viejo comportamiento en el proceso de
transformación de las crisis internas en crisis externas eludiendo así la idea
esencial: que lo ocurrido en París es «Francia atacando a Francia».
Los ejecutores del ataque
son probablemente franceses de nacimiento y educación, como muchos salafistas
europeos que solo pueden ser vistos como un producto puro de la sociedad
francesa y no como el marroquí o el tunecino que no han conocido, con el que no
han convivido, porque entonces estaremos adoptando la teoría racista que
considera que el islam es un elemento ajeno a Europa, que le llega del
exterior, y no la religión de millones de sus ciudadanos.
El atentado de París evoca
dos dinámicas, dos filosofías, dos sociedades, la relación de Francia con sus
musulmanes en los años pasados. Y ahí comienza la respuesta a la pregunta de la
violencia salafista que hizo sangrar al semanario' Charlie Hebdo' el miércoles
por la mañana. En primer lugar, el racismo de la sociedad y el Estado de
Francia contra los emigrantes y sus hijos no permite que el musulmán francés se
integre de forma espontánea en su entorno, hasta el punto de que los términos
musulmán y francés son antónimos. Al mismo tiempo el Estado francés permitió
desde los años setenta que el capital saudí operara con libertad en el ámbito
de la predicación, y el salafismo wahabí a punto estuvo de hacerse con el
monopolio de los centros islámicos, las mezquitas y la enseñanza religiosa en
ese país.
El francés rechazado por
la sociedad busca su identidad islámica, encontrarse a sí mismo y se hace
salafista (el jeque salafista al que Arabia Saudí le paga el sueldo, la
mezquita salafista, el entorno que se vuelve salafista). Y esa doctrina no
tiene ninguna relación con el islam que trajeron esos emigrantes ni con sus
sociedades de origen. Las relaciones de Francia con Arabia Saudí, desde los
contratos de armas hasta la corrupción y los pagos que han recibido los
políticos franceses a lo largo de décadas, han permitido la «entrega» del islam
europeo a los saudíes y la «salafización» de barrios enteros en las ciudades
europeas.
Para no entrar en la lógica
de dar más importancia a las víctimas blancas que a las demás, tenemos que recordar
que vivimos en un mundo en el que cada día suceden cosas horribles e injustas,
muchas de ellas más duras y abominables que el atentado de París [por ejemplo
los ataques terroristas en Siria, apoyados por Francia]. En lugar de recurrir a las disculpas,
hay que explicarles a los franceses, con claridad, que ese es «su islam», de
ellos, no nuestro islam, y que lo que ha pasado en París es el principio y no
el final de la cosecha que han sembrado.
Ahora les quedan dos
opciones: o buscar los fallos de sus políticas [interiores y exteriores] y de
su racismo, o tomar la dirección contraria, es decir, el camino de la extrema
derecha, y rendirse a la idea de que «el problema» es el islam y los musulmanes
llegados de otro planeta.
Al Ajbar (Líbano) / Al
Fanar
El humorista sirio Muafaq Qat relaciona
el atentado contra “Charlie Hebdo” (en el bol de lápices) con Hadala, personaje
del caricaturista palestino Nayi al Ali, asesinado en Londres en 1987. Handala
escribe: “El terrorismo no tiene religión”.
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