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Flickr/ Science Museum London
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Descubrimiento del ADN, una
historia sucia que no acaba
11:00
31.12.2014 (actualizada a las 11:22 31.12.2014)
La
luz os es dada para el bien y para la malicia
— Dante
Alighieri, Purgatorio
La
noticia de que el magnate ruso Alisher Usmanov había comprado en la Casa de
Subasta Christie en Nueva York la medalla del Premio Nobel del científico
norteamericano James Watson por 4,76 millones de dólares para entregarla a su
dueño que la había vendido, recorrió el mundo y estremeció la sensibilidad de
la opinión pública.
Dijo
Usmanov que "James Watson es uno de los más grandes biólogos en la
historia de la humanidad y el Premio Nobel por el descubrimiento del ADN debe
pertenecerle".
Sin
embargo, si el multimillonario ruso, conocido en su país por sus numerosos
gestos filantrópicos, hubiera sabido la verdadera historia del descubrimiento
del ADN (Ácido Desoxirribonucleico) por la cual tres científicos: James Watson,
Maurice Wilkins y Francis Crick recibieron en 1962 el Premio Nobel, de seguro
no hubiera hecho este acto de generosidad.
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FLICKR/ JOONGI KIM
Ya era
la segunda vez en la historia del Premio Nobel que la medalla fue puesta en
venta. La primera vez la hizo la familia del colega de Watson, Francis Crick
que la vendió en 2004 por 2,27 millones de dólares. Lo curioso fue que después
de vender su medalla James Watson declaró que estaba contento, "pues
quería igualarme en precio con Crick pero logré superarlo". Quizás haya
sido un grito de conciencia de Watson para deshacerse de lo que en realidad no
le pertenecía o tal vez fue un simple negocio. ¿Quién sabe?
Para
entender todo esto vale la pena remontarse a la historia del descubrimiento de
ADN hace más de 61 años. Este recorrido también nos servirá para acordarnos de
una de las científicas más brillantes de la historia e ignorada por la
comunidad mundial que les otorgó el Premio Nobel a los que le robaron el
descubrimiento y por el cual ella dio su vida al exponerse constantemente a los
Rayos X.
Se
trata de Rosalind Elsie Franklin que
nació el 25 de julio de 1920 en Londres en la familia de un banquero judío y
que desde los 15 años definió su vocación científica contra la voluntad de su
padre eligiendo la carrera físico-química. Su espíritu y su vocación se
expresan en lo que escribió a su padre en 1940 cuando tenía 20 años. Dice en su
carta que "La ciencia y la vida ni pueden ni deben estar separadas. Para
mí la ciencia da una explicación parcial de la vida. Tal como es se basa en los
hechos, la experiencia y los experimentos. Estoy de acuerdo en que la fe es
fundamental para tener éxito en la vida, pero no acepto tu definición de fe, la
creencia de que hay vida tras la muerte. En mi opinión, lo único que necesita
la fe es convencimiento de que esforzándonos en hacer lo mejor que podemos nos
acercaremos al éxito, y que el éxito de nuestros propósitos, la mejora de la
humanidad y del futuro, merece la pena de conseguirse".
A los
22 años terminó el Colegio Mayor Femenino de la Universidad de Cambridge y en
1946 obtuvo el doctorado especializándose en la técnica de Cristalografía de
Rayos X, una técnica poco conocida. Posteriormente se trasladó a Paris al
Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado donde perfeccionó la
técnica de difracción de Rayos X. Al retornar a la Universidad de Londres,
entró en el Laboratorio de King's College un lugar elitista donde a las
científicas mujeres no les permitían tomar café en una de las salas reservada
exclusivamente para los hombres.
Precisamente
en este Laboratorio Rosalind se encontró con el norteamericano James D. Watson,
el británico Francis Crick y el neozelandés Maurice Wilkins, científicos que no
pasaban de los 25 años y que tenían poca experiencia en la investigación que
estaba haciendo R. Franklin. Ella que gustaba trabajar independientemente
estaba muy lejos de imaginar que todos sus pasos estaban secretamente
observados por este grupo de científicos. Los tres eran como "aves de
rapiña" utilizando todos los métodos para saber los avances de Rosalind
que ya había logrado las imágenes del ADN especialmente en la famosa foto 51
donde mostraba que el ADN tenía la forma de doble hélice.
Maurice
Wilkins logró obtener esta foto 51 sin conocimiento de Rosalind y la mostró a
sus dos colegas. Como lo describió posteriormente el mismo James Watson en su
libro "La Doble Hélice": "Al momento que vi la imagen que mostró
Franklin, mi boca se abrió y mi pulso empezó a acelerarse. El ADN tenía el
patrón repetitivo de bases nitrogenadas y era una estructura simétrica, lo que
implicaba que la molécula estaba formada de dos cadenas que corrían en
direcciones opuestas". También Watson y su grupo obtuvieron el informe
confidencial que mandó Rosalind al evaluador Max Perutz. Resultó que mientras
ella estaba preparando publicar su descubrimiento en la revista Nature, los
tres "científicos" de la banda de "doble hélice", la
adelantaron haciendo público "sus avances" sin nombrar para nada el
estudio de Rosalind que utilizaron para anunciar su "descubrimiento".
En
1962, Watson, Wilkins y Crick recibieron el Premio Nobel de Fisiología y
Medicina sin mencionar a Rosalind en sus discursos de aceptación. Rosalind
Franklin había muerto en 1958 de cáncer debido a su exposición permanente a los
Rayos X, cuatro años antes que la Academia Sueca reconociese la importancia del
descubrimiento del ADN. Lo trágico de aquel Premio Nobel fue que lo recibieron
las personas que le mostraron su desprecio a Rosalind durante su vida como
científica y en especial Watson y que se aprovecharon de lo que no les
pertenecía. Watson inclusive se dedicaba anteriormente a la observación de las
aves y no tenía nada que ver con la Cristalografía. No se sabe hasta ahora la
reacción de la científica a la publicación de sus colegas en 1953 sobre la
doble hélice y la posterior gloria de los tres científicos. Pero tomando en
cuenta su dedicación al trabajo podríamos deducir que siguió su rumbo
profundizando la investigación.
Para
conocer a Rosalind, había que mencionar su cumpleaños número 29 cuando todos la
adulaban y entre ellos Watson y le preguntaron qué quería de regalo, ella
respondió: "la suscripción a la revista Acta Cristalográfica". Tal
era su sencillez y dedicación. Se sabe que en 1954 pasó a la Universidad de
Birkbeck donde fue obligada a abandonar el trabajo sobre el ADN y comenzó a
investigar sobre la estructura de los virus, logrando importantes resultados.
Encontró, por ejemplo, que el material genético del virus mosaico del tabaco,
un ARN, se enrosca en el interior del largo tuvo de proteínas que forma su
cápsida. También este descubrimiento sobre ARN utilizó Watson en su discurso de
aceptación del Premio Nobel, por supuesto sin mencionar a Rosalind.
Así
habrá sido el destino de esta científica determinado de un lado, por su
abnegada labor y del otro, por la ambición sin escrúpulos de sus colegas
masculinos que se opusieron inclusive a la posibilidad de otorgarle el Premio
Nobel póstumo, estaba entre ellos el famoso químico Premio Nobel Linus Pauling.
Pero en la comunidad científica todos saben quién es quién. James Watson vendió
además de su medalla su discurso de aceptación del Premio Nobel por 365 mil
dólares y también una de sus clases maestras por 265,000. En 2007 tuvo que
renunciar a su puesto de director del Laboratorio Cold Spring Harbor después de
declarar que los afroamericanos tienen el coeficiente de inteligencia inferior
a los blancos.
Dos
años antes en una conferencia científica en la Universidad Berkeley anunció que
"la gente gorda tiene más apetito sexual que el resto de las personas; que
el sol está ligado con la actividad sexual y por eso las mujeres que usan
bikini tienen más libido que las musulmanas por estar totalmente
cubiertas". También argumentó que "el color de la piel está ligado a
la apetencia sexual", argumentando que "mientras más oscura, más
cachonda es la persona y por eso siempre decimos "Latin Lover" y
nunca "English Lover", dijo este "científico" que alguna
vez fue nombrado director del Proyecto Genoma Humano.
Así de
irónica es la vida. Por algo escribió alguna vez Miguel de Cervantes que
"la falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de
modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado
tarde".
LA
OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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